julio 15, 2017

NACER para FALLECER… siendo humano.




Los dos eventos (o momentos) más importantes en la vida de todo ser humano son, por orden de importancia, su nacimiento y su fallecimiento.

Esta afirmación parecería ser incuestionable, dado que, sin nacimiento, simplemente no hay vida, nadie existiría.

Sin embargo, me permito disentir.

El momento más importante en la vida de cualquier ser humano puede ser su fallecimiento. Si así él lo quiere.
Siempre y cuando, este ocurra como consecuencia de su suicidio.
Siempre y cuando este suicidio no sea consecuencia de la desesperanza o el miedo.
Siempre y cuando sea un acto deliberado, libremente reflexionado, decidido, planeado y ejecutado.

La última y definitiva decisión que ratifica y reafirma la posible supremacía de la libre voluntad sobre el destino padecido.
El acto definitorio de la humanidad de todo ser que pretende ser humano y no un ejemplar más del reino animal.

Definitorio, no solo en el significado de definitivo, irremediable, sino ante todo en la acepción de dador de sentido.


Nacemos, sin quererlo… morir porque lo decidimos.
Triunfo… quizás no de la vida sobre la muerte… pero si del ser voluntarioso sobre la nada azarosa.





julio 13, 2017

VIOLENCIA… prepotencia… humillación … gozo.




La lucha por el poder no es solo una lucha por la supremacía, el ejercicio del mando y en general de la dominación como tal, la cual implica sometimiento y control … y aun si fuese así, este anhelo tiene una dimensión fundamentalmente existencial.
Cuando se maneja el concepto de “lucha por el poder” este tiene forzosamente que relacionarse (“referirse al” e “inscribirse en”) con el marco existencial de la eterna y esencial búsqueda del reconocimiento por parte de todo ser humano.
No solo el reconocimiento, sino también, y quizás primordialmente, el gozo (lo cual no es únicamente propio de los seres humanos, sino de todos los animales.)

El gozo del “empresario” (en tanto que propietario y/o directivo de una empresa regida por las leyes del mercado) puede buscarse y alcanzarse de diferentes formas.
Este puede ser un gozo “funcional”, restringido a su calidad de empresario su función en el seno de la estructura capitalista, como también puede combinarse, interactuar, con un gozo de orden “privado”, de naturaleza existencial.

Puede ser el gozo de la acumulación, como tal.
El incremento de su riqueza personal, que le permita disfrutar, para sí mismo, el “poseer” y/o el “gastar”.
El incremento del capital de la empresa, que le permita el gozo de ver SU empresa -y por lo tanto el mismo, en tanto que propietario y directivo- ir escalando y ocupando posiciones de privilegio en la lucha sin cuartel que incesantemente libra contra sus competidores.

Puede ser el gozo que le procure el ejercicio del poder.
El saberse el mandamás, quien, en última instancia, siempre tendrá la razón y la última palabra en todas las decisiones que se tomen. Sean estas acertadas o equivocadas, dado que en este último caso siempre podrá convencerse a sí mismo que el fracaso no es responsabilidad suya sino resultado de la mala implementación de las mismas por los subalternos.
El disfrute de un poder total y absoluto -nunca disputado, ni siquiera explícitamente contradicho- que, en ocasiones -dependiendo de su perversidad- se acompaña, complementa, con la humillación de los subordinados o incluso colaboradores.
Humillación mediante la indiscutible e indiscutida imposición, pero también el siempre posible empleo de una violencia más directa concreta y visible (publica), como la agresión verbal, la acusación infundada acompañada de su castigo -desprovistos para el agresor de toda consecuencia, tanto moral como legal- como también la mayor agresión para un ser humano, la cual consiste simplemente en ignorarlo, negándole su humanidad al negarle el reconocimiento al cual aspira.

Para que la dominación alumbre el gozo, se requiere forzosamente de la perpetua escenificación del sometimiento.
El poder de dominación no es tal si esta no se concretiza, se expresa, se explaya… en una palabra, se ejerce.
Ejercicio que implica el sometimiento.
Sometimiento que implica violencia, pudiendo esta afectar tanto al cuerpo como la psique, ser concreta o simbólica. Con consecuencias siempre sumamente nocivas sobre el equilibrio mental y emocional de quien la padece.
En suma, a mayor escenificación del sometimiento, con la mayor violencia, mayor gozo.

¿Por qué empezar esta particular digresión sobre la violencia aludiendo al “empresario” si concluyo con un alcance de una mucho mayor generalidad?
Simplemente porque es lo que a lo largo de mi “vida laboral” me ha tocado presenciar casi a diario como testigo o confidente, y una que otra vez como víctima, tratando de evitar ser el verdugo.
La prepotencia del amo, la humillación del subordinado… para que el primero pueda gozar el ejercicio de su dominación -y dotar así de sentido su mísera existencia- a expensas del segundo.


Posdata, quizás necesaria: el término “violencia” de este texto, se refiere, esencialmente, a toda actitud (generalmente agresiva) que tiene por objeto imponer su punto de vista o decisión, sin más argumento que el empleo de su poder de dominación. Es decir, someter al otro sobre la única base de su superioridad jerárquica y no mediante un dialogo que admita el debate contradictorio y respete la postura, e incluso la “verdad”, del otro.




julio 05, 2017

De la AUSENCIA a la EXTINCION.



Cuando, hace más de una década, empecé este blog, lo introducía con estas palabras:
La violencia y miseria institucionalizadas, sin reconocer ni nombrar. La falacia del poder, la realidad de la dominación y la servidumbre voluntaria. La mercantilización de la vida toda. La dictadura de la Razón Económica y el Utilitarismo. Todo nos impide "ser al mundo", dejándonos como única posibilidad ¿por cuánto tiempo? la de tratar de entender este mundo en el cual vivimos nuestra ausencia.

Desde entonces, con la irregular redacción del mismo, plasmo mis ocurrencias (en el idioma castellano) en entradas que no más de una decena de personas leen cuando, de repente, por alguna desconocida razón, se topan con él.
A la par de este blog, desde mi adolescencia, escribo (en el idioma francés) relatos, que, por supuesto, tampoco nadie jamás ha leído.

Dos ejercicios de escritura que… al procurarme un real placer, ocasionalmente un verdadero gozo (con algo de sufrimiento y perenne insatisfacción en cuanto a los relatos, que siempre terminan en el basurero), que no solo nadie lee, sino que me esfuerzo para que así sea… califico, con una cierta dosis de lucidez y acierto, de “masturbación neuronal”.

Escribir para uno mismo, sin esperar que alguien lea lo expresado, procurando el anonimato (la publicación del blog en internet teniendo como único fin mi propia satisfacción visual, estética), no solo incrementa y potencia, mi ausencia, sino que me convierte en una especie en franca (¿y definitiva?) extinción.

Me sitúa, inequívocamente, al margen, al exterior, de la actual vorágine comunicativa por ser un “yo para los demás”.  Un ente viviente cuyo ser se construye esencialmente a partir de la mirada de los demás. Sin reparar, siquiera, en que esta sea aprobatoria o desaprobatoria… importando solo el ser visto y oído… ni siquiera mirado o escuchado.


No ser más un “individuo”, sujeto autónomo dotado de plena conciencia de su ser, sino una parte, un átomo, de un Todo.
Un Todo que cada día se representa menos como colectividad, se vive menos como comunidad, sino como un continuo flujo de datos que conforman una realidad que nadie entiende ni comprende. “Realidad totalitaria” que ni siquiera los muy pocos que participan de su concepción matemática son capaces de conocer e interpretar como Totalidad.
Totalidad cuya “existencia propia” es la misma incesante creación y el perpetuo caudal del flujo de la infinidad de datos que la constituyen.

Realidad cuya incomprensión deja al individuo, como único “sentimiento de ser”, el integrarse a este flujo, ser parte del mismo.
Las experiencias (en tanto que actividades corporales o intelectuales, sentimientos y emociones) no son vividas como tales… no existen… si no son parte de este flujo. Carecen de sentido si no son compartidas. Lo único que les dota de existencia… y por lo tanto dota al individuo de existencia y sentido… es la posibilidad, hecha obligatoriedad, de compartirlas.

Esto son Facebook, Twitter, Instagram, Youtube y demás “plataformas sociales”, herramientas, instrumentos, medios que permiten transformar nuestras experiencias, sentimientos y emociones en datos que podemos compartir, con propios y extraños… siendo los “likes” la nueva expresión -y medición- del reconocimiento que todo ser humano necesita de sus semejantes.

Apenas ayer, se podía ser, siendo actor o espectador… hoy, esencialmente, dándose a ver y mirando, mostrándose y viendo.
Ayer, la búsqueda del ser, del sentimiento de existir, era esencial… hoy solo lo es, la apariencia, el parecer.
Ayer importaba el espejo y su reflejo… hoy, la foto compartida.
Ayer, importaba vernos… hoy ser vistos.




Hasta hace poco era consciente de mi “esencial” ausencia al mundo, hoy me siento, me sé, parte de una especie en vía de extinción.
Lo que me preocupa es que hasta hace poco se trataba de mi personal, y consentida, ausencia… cuando creo que, como especie, humana, hemos empezado a andar el camino de nuestra extinción.
Si, desde hace poco tiempo, la extinción de la humanidad era considerada como la consecuencia de la destrucción del medio natural que permite la vida… estoy convencido que, a partir de ahora, debido al imparable, acrítico y simultaneo desarrollo de la “datificación algorítmica”, la nanotecnología, la bioingeniería, la inteligencia artificial, etcétera, cobijadas bajo el manto del transhumanismo… la especié humana, se extinguirá (¿también o ante todo?) debido a la pérdida de su humanidad.