abril 25, 2016

LA DIOSA DEMOCRACIA


Que venga la muerte, Dios sabrá reconocer los suyos.

Aplicada a la actual situación política española, esta sentencia bíblica podría traducirse en… que vengan las elecciones, el electorado sabrá reconocer los suyos.

Desgraciadamente dudo mucho que los electores poseen la omnisciencia de alguna Divinidad, sea esta la que sea.
Simplemente, porque, si bien en la Democracia el juicio de los votantes es supuestamente “palabra divina”, definitiva, inapelable… resulta que la Democracia no es tal, que los electores no son quienes eligen a sus autoridades y menos aún sus representantes… ellos solo son quienes, con su voto, legitiman una elección que otras instancias y poderes ya han llevado a cabo con mucha antelación.

También se dice que Dios no juega a los dados.
La Democracia tampoco, todo está de antemano previsto… y si cada cierto tiempo, se ponen a rodar los dados, estos están de tal suerte trucados que siempre caerán del lado más conveniente... obviamente para quienes se esmeraron en trucarlos.

También se dice que Dios es benevolente con sus criaturas.
Viendo todas las calamidades que padece la humanidad, no es de extrañarse que muchos fervientes creyentes se pregunten si, de vez en cuando y con el único fin de reafirmar su vital necesidad y por lo tanto su poder, no se le antoja a su Dios disfrazarse de Satanás.
De la misma suerte, se puede afirmar que la divinidad Democracia, ella también, requiere de vez en cuando alejarse por un tiempo de la vida de sus mortales seguidores (dejando su lugar a cualquier espantapájaros, o simplemente un cierto vacío), para así mejor hacerse desear.

Es lo que se está dando en España… nada más que con un indeseable matiz.
Después de un impasse de varios meses, durante los cuales la Democracia no dio los resultados que se esperaban de ella (formación de un nuevo gobierno después de las elecciones generales del 20 de diciembre del año pasado)… los electores tendrán que ir nuevamente a depositar su voto (por allá del mes de junio)… esperando que esta vez los resultados sean más propios para la formación de un Gobierno.
De no ser así, mucho me temo que la Democracia pierda mucho de su divinidad… y muchos de sus adeptos (lo cual, posiblemente, sea lo que ocurra en ocasión de la repetición de las anteriores elecciones).
Lo cual, al fin y al cabo, no tendrá mucha importancia… dado que, como ya se apuntó, la cita de los electores con las urnas, no tiene la relevancia que se le quiere dar… por la sencilla razón que, en última instancia, solo es el medio mediante el cual se legitima el sistema de dominación… el cual seguirá en pie, sea cual sea el número de votantes, sea cual sea el resultado de las elecciones y sea cual sea la composición del nuevo gobierno.
Sea este de centro derecha o de centro izquierda (lo mas probable) o pueda este calificarse de derecha o de izquierda... todos sabemos quienes en realidad seguirán gobernando.
El cambio, si cambio hay, sera solo de matiz (sin negar lo que esto pueda representar para quienes seguirán aceptando o soportando su sumisión), no de fondo (su inalterable condición de sumisos.)





abril 22, 2016

La policía debe proteger a los ciudadanos, no golpearlos. ALTO A LA VIOLENCIA.


El 24 de marzo, durante una manifestación en contra del proyecto de la nueva Ley del Trabajo impulsada por el Partido Socialista Francés (ley, de corto neoliberal, que el gobierno presenta como una indispensable medida para combatir el desempleo, cuando su finalidad es responder positivamente a la presión patronal para favorecer la precarización de los asalariados -mediante nuevas formas de contratación y mayores facilidades para el despido de los trabajadores- y por lo tanto inducir un abaratamiento de la mano de obra) se dieron numerosos actos de violencia policiaca contra los manifestantes, en particular los jóvenes estudiantes.

Lo cual no es, en sí, ninguna novedad… de no ser porque se subió en Youtube el video de un policía levantando del suelo a un joven, ya sometido, y propinandole, en la cara, tremendo puñetazo que lo manda de nuevo al suelo.




Evento que, durante muchos días, propago una gran indignación en las redes sociales.
Indignación que acompaño una intensa campaña de la CGT (Confederación General del Trabajo, sindicato francés con mayor número de afiliados) contra la violencia policiaca.


Campaña cuyo principal soporte fue la difusión en las redes sociales de un cartel que ha indignado, tanto a los sindicatos de la policía (“se trata de un cartel vergonzoso, que injuria a los miles de policías heridos o muertos en el cumplimiento de su deber”), como al Gobierno (el Ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, califico el cartel de chocante, condenando esta campaña mediática que busca perjudicar el lazo de confianza entre la población y las fuerzas de seguridad) y la clase política en su conjunto (desde el mismo secretario general del Partido Socialista, hasta el vicepresidente del partido de extrema derecha, Frente Nacional, pasando por diputados del partido de Sarkozy rebautizado La République).


Constatación… cuando un policía levanta del suelo un joven manifestante, indefenso, sometido, para poder propinarle terrible puñetazo en el rostro… lo que indigna al Gobierno, todos los partidos políticos, y evidentemente los sindicatos policiacos, no es el acto del policía… sino la reacción de condena del mismo.
“Lo inmundo”, como dijo, textualmente, el vicepresidente del Frente Nacional… no es reprimir con innecesaria violencia y usual saña, a los manifestantes… sino mostrar tal represión y condenarla.
Ya lo sabíamos… para esto están las “fuerzas del orden”… con lo cual queda evidenciado, una vez más, cual es la naturaleza del ORDEN que defienden y protegen.
El que permite la perpetuación de las relaciones de dominación y sometimiento.



Por equiparar mi tiempo de vida al de mis relojes de bolsillo.



Después de haber subido a este blog, las dos anteriores entradas… siento la imperiosa necesidad de reafirmar que, según mi entender, el Destino no es más que la concatenación sin fin de las decisiones que, con mayor o menor grado de libertad, hemos ido tomando a lo largo de nuestra vida.
Esta concatenación, es la que hace que somos quien somos… pero también la que, en buena medida, marca el camino de nuestro futuro, constituye los cimientos sobre los cuales vamos construyendo nuestro devenir.

Siendo la diferencia entre EL destino y MI destino, el margen de libertad en función del cual hayamos tomado nuestras decisiones.
Entendiendo por “margen de libertad”, la distancia entre, por un lado, las condicionantes generadas por el entorno natural y las relaciones sociales (consciente o inconscientemente aceptadas) y, por otro lado, la voluntad de autonomía para obrar según nuestro propio criterio.

Lo valioso de mi vida… para mí… cuando me veo en el espejo, más allá del espejo… no para los demás, cuya mirada resulta siempre necesariamente equivocada… radica esencialmente en que tanto de mi vida responde a MI destino (Destinée, en francés) y que tanto AL destino (Destin en francés).

Me doy cuenta que, en realidad y sin proponérmelo, no hago más que resumir (de manera muy reduccionista, como todo resumen) lo que, en forma mucho más extensa y acertada, exprese en una anterior entrada, de fecha 11 de noviembre 2015, titulada “DESTINO… Destin… Destinée”… la cual, a continuación, me permito invitar a leer o releer.



 Hace unos cuantos días, al leer un libro francés, caí en la cuenta de que en el idioma español (o castellano si prefieren) se dispone de una sola palabra DESTINO, para expresar dos “conceptos” tan diametralmente opuestos como lo son, en el idioma francés, DESTIN y DESTINÉE.

Hecho a partir del cual no me atrevería a afirmar que el idioma francés es más rico y preciso que el castellano (existen casos contarios)… pero sí creo que puede resultar, por lo menos interesante, hacer una sucinta “disertación” sobre la diferencia entre los vocablos DESTIN  y DESTINÉE.

DESTIN se refiere, en un lenguaje con connotación religiosa, a lo que podríamos designar por “Providencia”…  y en un lenguaje más profano, como el azar, la fatalidad, la imperiosa necesidad, lo ineluctable.

El DESTIN tiene que ver con el futuro. Un futuro, el nuestro, sobre el cual no tenemos el más mínimo poder de decisión, ni siquiera de orientación. Una “fuerza” exterior a nuestra persona, que nos moldea, nos va construyendo sin la más remota intervención nuestra… que solo podemos aceptar, nunca rechazar, y de ahí, cuando mucho, intentar adaptarnos a su dictado, su imposición.
Sin siquiera ser capaces de determinar, ni adivinar, el origen o la procedencia, mucho menos la “esencia”, de esta “fuerza ciega” (que solo alcanzamos a materializar y visualizar bajo la forma de “eventos”) que nos impone su voluntad… por definición ajena a la nuestra.

En cambio la DESTINÉE es todo lo contrario. Es la capacidad de todo ser humano (o que pretende serlo) de erigirse en dueño de su futuro, participe de la creación de su ser, su existencia, su humanidad… su mundo… y por lo tanto, en mayor o menor medida, participe de la creación del Mundo.
Dueño de su futuro, creador de su ser… sino en su totalidad (resulta imposible abstraerse del entorno) si con la capacidad de aceptar, rechazar, o por lo menos componer (que no transigir), con los condicionamientos externos que disfrazan su imposición de una supuesta libre aceptación.

Aun, condicionado por su entorno… cada ser humano puede vivir su Destino o abandonarse a este… luchar activa y arduamente día con día, para crear su propia vida, participando a la creación del mundo… o aceptar pasivamente que pretendidas ciegas e inmateriales fuerzas sean las que vayan moldeando su supervivencia.
Difícil elección… la primera requiere luchar contra la corriente… la segunda dejarse llevar por ella. La segunda, invisible e inaprehensible, nos es dada, nos envuelve, nos inmoviliza… la primera, por alcanzar, requiere que desatemos los nudos que nos atan, rompamos las cadenas que nos encadenan, dejar el inmovilismo y el confort, ponerse en marcha y aventurarse.

Hoy en día, el Destino, en tanto que DESTIN, es aceptarse como Homo-economicus, Homo-predator. Ser un engranaje más en una “maquinaria social” funcionando según un bien aceitado mecanismo jerárquico y mercantil.
Un engrane sin más libertad de movimiento que la de rotar indefinidamente sobre su propio eje… sumiso, obediente, sometido… carcomido por la competencia, la angustia de la permanente evaluación, la obligatoria eficiencia y rentabilidad… sin más anhelo que el de poder seguir con su mecánica función, su trabajo… sin más aspiración que la de adquirir objetos… poder comprar, tanto lo necesario como lo superfluo, lo indispensable a la supervivencia, lo que permita seguir siendo funcional objeto entre objetos… comprar y ser comprado… ser comprado para poder seguir comprando. Supervivencia reducida a un balance entre pérdida y beneficio… acompasada entre codicia y poder… entregada al esforzado ocultamiento de su ausencia, a su propia persona, a los demás, al mundo. Un mundo que gira sin el… engrane movido por otros engranes… ignorantes todos de la fuente de poder que los pone en movimiento… estático movimiento… sobre su propio eje.

El Destino, en tanto que DESTINÉE, es negarse a seguir siendo este engrane… rehusarse en ceder a la multitud de solicitaciones y explícitos mandatos que nos llevan a privilegiar el tener sobre el ser. La afanosa búsqueda del ser implica aprender a desistir del tener.
El darse a la tarea de forjar su propio Destino, en tanto que DESTINÉE, nos obliga (si es que queremos tener éxito en nuestro propósito) a rehuir de todo lo que nos integra al Homo-economicus y el Homo-predator. Rechazar la dominación al igual que la sumisión… renunciar a la apropiación y la explotación (tanto de sus semejantes como de la naturaleza)… repudiar al trabajo, actividad, tiempo y espacio en los cuales se encuentran y refuerzan mutuamente la dominación y la explotación. Renunciar al ejercicio de una racionalidad instrumental, mecánica, que privilegia el cálculo, la evaluación, la competencia, los valores propios de la economía… en detrimento de una inteligencia sensible que acoge, sentimientos, sensaciones, emociones… en busca de la solidaridad y el gozo. Sustituir el valor de cambio por el valor de uso… el intercambio monetario por el don y la gratuidad. Suplantar la fuerza productiva, por la fuerza vital… el consumo que nos consume, por la creación que nos asemeja a los Dioses.


El hombre puede construir su Destino… dejar la necesidad de la sobrevivencia por la tentación de vivir, el sentimiento del existir… abandonar la preminencia del tener sobre el ser, la cantidad sobre la calidad, el trabajo sobre la creación, el cálculo sobre la sensibilidad, el vender sobre el dar, la apropiación sobre el compartir, la dominación y la explotación sobre la fraternidad y la solidaridad.


Desde los albores de la humanidad, con las huellas de su mano en las paredes de sus hábitats o centros ceremoniales, el hombre dejo constancia de su presencia y paso por el tiempo… de su humanidad.
Las líneas de la palma de mi mano no marcan mi DESTINO… al igual que mis huellas digitales, me hacen único, insustituible… único dueño de mi DESTINÉE… si así lo quiero, si así lo decido, si así me atrevo.


abril 21, 2016

¿MACABRO? EJERCICIO DE ESPECULACION



Primero numere cada uno de mis relojes de bolsillo, del 1 al 13.

En un determinado momento, di cuerda a todos ellos, uno tras otro, considerando, para efectos prácticos, que fue al mismo tiempo, el tiempo cero, el tiempo del nacimiento… dejé que giraran las manecillas, transcurriera el tiempo… a medida que las manecillas de cada uno iban deteniéndose, llegaba el tiempo de su muerte.

Calcule el tiempo de vida de cada uno.
Del más corto al más prolongado, estos fueron:
Número 3: 30 horas con 09 minutos.
Número 4: 33 horas con 27 minutos.
Número 11: 33 horas con 42 minutos.
Número 2: 40 horas con 27 minutos.
Número 8:  40 horas con 27 minutos.
Número 7: 41 horas con 35 minutos.
Número 13: 44 horas con 18 minutos.
Número 10: 44 horas con 30 minutos.
Número 1: 49 horas con 10 minutos.
Número 6: 51 horas con 33 minutos.
Número 9: 63 horas con 19 minutos. Por mucho el más longevo.

Ahora bien… este “ejercicio” no fue gratuito, tuvo una finalidad.

Desde mi mas tierna infancia supe que si, por nuestros padres, conocemos nuestra fecha de nacimiento, ignoramos la de nuestro fallecimiento. Cada uno tiene un tiempo de vida indeterminado, totalmente aleatorio… desde segundos hasta el momento en que la huesuda venga por nosotros… la cual, por razones que solo ella conoce, a veces tiene mucha prisa por llegar y a veces se tarda “una eternidad”, incluso más allá de lo conveniente o deseado.

Nada de esta bien anclada certidumbre cambio en cuanto mi cardiólogo me anuncio que, debido a las consecuencias de mi infarto, era candidato a lo que nombro como “muerte súbita”… ahora mismo, por siempre, mi tiempo de vida sigue siendo de algunos segundos hasta que la huesuda quiera venir por mí.
Tiempo para siempre desconocido, imprevisible, impredecible... únicamente sujeto al estado de mis órganos y células... así como al capricho del Destino.

Entonces fue cuando me vino a la mente el susodicho “ejercicio”… asumiendo que el tiempo de vida que me queda podía ser el de alguno de mis trece relojes… pudiendo mi corazón detenerse al mismo tiempo que el corazón de alguno de estos… aun a sabiendas de que tal posibilidad era infinitamente improbable… por lo que también especule que quizás podría sustituir las horas por días, semanas, o incluso, porque no, meses. Lo cual, redondeando, resulta… entre 30 y 63 días… 30 y 63 semanas… 30 y 63 meses, o sea aproximadamente entre 2 años con 6 meses y 5 años con 3 meses, lo cual me parece razonable. Siendo más que altamente improbable, ciertamente imposible, entre 30 y 63 años.

Sin embargo, al igual que en una de mis anteriores entradas, fechada del 7 de noviembre del 2007 y titulada “Engañando a la muerte”… al no tener un corazón de cuerda sino de cuarzo… el reloj numerado como 5, no se detuvo… es la hora en que sus manecillas siguen marcando el paso del tiempo.

¿Es hacer trampa?
¿Hice trampa?
Si bien, en esta ocasión, no traté de engañar a la muerte… ¿quise engañarme a mí mismo?

Quizás… aunque tarde o temprano, este corazón de cuarzo también se detendrá.
Considerando que cambie la fuente de energía que lo mantiene en vida, hace alrededor de 2 meses… que no me acuerdo, en lo absoluto, de la fecha del anterior cambio… que no tengo la menor idea de cuál es el tiempo de vida de esta fuente de energía… sigo en las mismas… no tengo la más remota idea de cuando llegara mi muerte… aun ligando, arbitrariamente, la fecha en la cual enmudecerán los latidos de mi corazón, a la fecha en la cual se detendrán las manecillas de este reloj con corazón de cuarzo.

La única salida… la única manera de dejar atrás esta incertidumbre… resulta más que obvia… que escoja yo mismo el momento de mi muerte, que esta llegue de mi propia mano, y no cuando se le antoje a la Huesuda.
Al ignorar cuando esta decidirá venir por mi… pudiendo ser en este preciso momento… en toda lógica… tendría que poner fin a mi vida en este mismo instante.

Sin embargo, por alguna razón, que me resulta desconocida… que quizás me es conocida, pero prefiero ignorar… no creo que este momento haya llegado… LO POSPONGO.




abril 16, 2016

VER LATIR MI CORAZON


En mi entrada del 07/11/2007, titulada “Engañando a la muerte”, exponía que arriba de la cabecera de mi cama se encontraban tres relojes de bolsillo, dos de cuerda y un de cuarzo… este último siendo el que me permitía seguir vivo, dado que, al contrario de los otros dos, nunca se detenía.

Desde entonces he emprendido coleccionar relojes de bolsillo, todos de cuerda, por lo que hasta hace unos cuantos días había llegado a tener once de estos… de los cuales ocho, al tener entre sesenta y ochenta años de antigüedad, por lo visto, marcaban la hora según su estado de ánimo… atrasándose (poco o mucho) algunos días al igual que adelantándose en otros.

El relojero que los limpia, ajusta y compone, intenta, una y otra vez, lograr que estos indiquen, durante el mayor tiempo posible, la misma hora que su compañero con corazón de cuarzo… sin alcanzar tal propósito por más de unas cuantas horas, días a lo sumo.
Ante su evidente fracaso, me dijo que los corazones de estos viejos relojes al encontrarse ya muy desgastados por el inexorable paso del tiempo, además de hacer uso de su libre albedrío, se encuentran sujetos a todo tipo de nefastas influencias externas, tal como, por ejemplo, la temperatura ambiente que afecta la buena marcha de su corazón y demás partes de su mecanismo como son, en primerísimo lugar el “escape” y la “espiral” en tanto que partes del mecanismo regulador de los mismos.

Hace pocos días, agregue a estos once relojes de bolsillo, dos más, de reciente manufactura, del tipo llamado “Esqueleto”, lo cual significa que al tener las tapas (delantera y trasera, para uno, y solo delantera para el otro) de un material totalmente transparente (vidrio para uno y mica para el otro) tienen la particularidad de mantener siempre visible el mecanismo de los mismos.
Se podría decir que veo su corazón latir… lo cual no me canso de hacer a lo largo del día (cuando tengo la oportunidad) y con particular atención y dedicación a la hora de acostarme, cuando al darles cuerda, les insufle, por un día más, la vida que se les va a medida que al distenderse el muelle… su corazón va perdiendo fuerza.

También en este mismo blog, en la entrada de fecha 31/12/2014, titulada “Relojes”, en la vigilia de un nuevo año, escribí:
Aquí o allá todos los relojes terminan marcando la misma hora… el mismo tiempo mecánico… la misma ilusión.
Queda el pasar de la vida… que ningún reloj puede medir.

Lo reafirmo… el tiempo de la vida no es el tiempo mecánico que mide el reloj. Mi tiempo no es el de Él o Ella… el de Él o Ella no es el mío. El de Él no es el de Ella… como tampoco el de Ella el de Él.

Cada ser, humano o no, vive su propio tiempo… cada amasijo de átomos posee su propio tiempo.



Entonces… ¿por qué esta fascinación por ver, una y otra vez, el mecánico movimiento de estos dos relojes… admirar, la asombrosa regularidad con la cual el volante gira en un sentido y otro, la espiral se expande y contrae, regresando los dos siempre a su misma posición… mientras las tres manecillas, una imperceptiblemente, otra de modo apenas apreciable, la tercera velozmente, avanzan…  marcando el paso de este tiempo mecánico... que, inexorablemente, las lleva, cada día, cada hora, cada minuto… a regresar a la misma posición?

El tiempo circular… el eterno retorno.



La verdad… no lo sé… no encuentro ninguna razón que pueda calificar de acertada e irrefutable… solo pareceres, especulaciones… sustentadas, principalmente, en analogías… entre mi propio corazón y el del reloj, el funcionamiento de uno y otro.

Sin realmente conocer en aquel entonces el funcionamiento del mecanismo de un reloj de cuerda… ya en la primera entrada anteriormente referida, ligaba mi muerte al hecho de que los relojes de bolsillo colgados arriba de la cabecera de mi cama, se detuvieran. Lo cual nunca sucedió, debido a que uno de los tres no era de cuerda sino de cuarzo.

Más tarde, con muchos más relojes de bolsillo, todos de cuerda, colgando arriba de mi cabeza… se han agregado muchas más razones, y de mayor peso, para equiparar los latidos de mi corazón al funcionamiento de estos relojes, la interrupción de los primeros a la detención del andar de los segundos.
Desde mi infarto al miocardio que significo un paro cardiorrespiratorio del cual me salve gracias a la conjunción de dos innegables hechos; uno, que a pesar de todos los esfuerzos consentidos por la Huesuda, nadie quiso recibir mis despojos, ni San Pedro ni Cerbero; dos, la más que oportuna y experta intervención de unos modernos brujos que tuvieron a bien resucitarme… el cual dejo como secuela unas arritmias que al decir de mi cardiólogo, hacen de mi persona un candidato a lo que denomina elegantemente como la “muerte súbita”… no puedo dejar de equiparar los latidos de mi corazón a los constantes tic-tac de los órganos reguladores de mis relojes… la permanencia y regularidad de estos últimos a la irregularidad y posible detención de los primeros.

Así es como, cada noche, antes de acostarme, doy cuerda a todos estos relojes de bolsillo, deteniéndome largamente para ver, con fascinación, el funcionamiento de todas las piezas del mecanismo de mis dos últimas adquisiciones… mis dos relojes de bolsillo, de cuerda, conocidos como tipo “esqueleto”.

Es como si pudiera ver latir mi corazón.






abril 09, 2016

POR QUÉ HE ROBADO


Hace unos cuantos días, mi hijo Xavier me conto de unos anarquistas que conoció en Francia, los cuales… entre otras muchas “actividades revolucionarias”… se dedicaban a robar alimentos en supermercados para redistribuirlos a la gente más necesitada.

Su relato me impacto… ya que me vino a la memoria, cuando, estudiante, con otros compañeros, robábamos libros… no para regalarlos, sino para leerlos. Argumentando que, en tanto que bienes culturales, los libros no podían ni debían ser una mercancía, y el acceso a la cultura era un derecho de todo ser humano… por lo cual no se trataba de un robo sino de la legitima apropiación de bienes a los cuales nuestra condición económica de estudiantes empobrecidos nos tenía negado el disfrute.

Anteayer, por la tarde, navegando por la “tela internet”… lo que son Las coincidencias… me topé con un texto, que joven había conocido, pero del cual ya no me acordaba.


Texto que me permito transcribir tal cual… agregando al final un pequeño detalle biográfico, del autor del mismo: Alexandre Marius Jacob.




Por qué he robado
Alexandre Marius Jacob

Del 8 al 22 de marzo de 1905, tiene lugar en la audiencia de Amiens (Francia) el proceso contra los trabajadores de la noche detenidos desde 1903, detención que ponía fin a una actividad de tres años con más de 150 robos en domicilios, hoteles, castillos e iglesias.
La banda que Alexandre Jacob formara con su compañera Rose Roux, su madre Marie Berthou, o algunos otros camaradas se proponía practicar el robo de manera científica –se dividen Francia en tres partes según la red ferroviaria- no como medio de reapropiación personal sino como una forma de ataque contra el mundo de los poderosos y como perturbación social.
La audiencia de Amiens les condenó a muchos años de cárcel y, a algunos, a Jacob, a trabajos forzados de por vida. Presentado recurso de casación, Marius Jacob es condenado en Orleans, el 24 de julio de 1905, a veinte años de trabajos forzados, y será deportado al penal de la Guayana francesa, donde permanecerá desde 1906 hasta finales de 1925, tiempo en el que intentará una veintena de evasiones, y pasará nueve años en celdas de castigo.
"Por qué he robado" es el texto de inculpación que Jacob leyó ante los jueces de la audiencia de Orleans.

Señores:

Ahora sabéis quien soy: un rebelde que vive del producto de sus robos. Aún más: he incendiado hoteles y he defendido mi libertad contra la agresión de los agentes del poder. He puesto al descubierto toda mi existencia de lucha; la someto, como un problema, a vuestras inteligencias. No reconociendo a nadie el derecho de juzgarme, no imploro ni perdón ni indulgencia. Nada solicito a quienes odio y desprecio. ¡Sois los más fuertes! Disponed de mí de la manera que lo entendáis, mandarme al presidio o al patíbulo, ¡poco me importa! Pero antes de separarnos, dejarme deciros unas últimas palabras.

Ya que me reprocháis sobre todo ser un ladrón, es útil definir lo que es el robo.

Para mí, el robo es la necesidad que siente cualquier hombre de coger aquellos que necesita. Esta necesidad se manifiesta en cualquier cosa: desde los astros que nacen y mueren igual que los seres, hasta el insecto que se mueve por el espacio, tan pequeño, tan ínfimo que nuestros ojos pueden apenas distinguirlos. La vida no es sino robos y masacres. Las plantas, los animales se devoran ente ellos para subsistir. Uno no nace sino para servir de pasto al otro; a pesar del grado de civilización, de su anhelo de perfección, el hombre no se sustrae a esta ley si no es bajo pena de muerte. Mata las plantas y los animales para alimentarse de ellos. Rey de los animales, es insaciable.

Aparte de los objetos alimenticios que le aseguran la vida, el hombre se alimenta de aire, de agua y de luz. Ahora bien ¿se ha visto alguna vez a dos hombres disputarse, degollarse por estos alimentos? No que yo sepa. Sin embargo, son los alimentos más preciosos sin los cuales un hombre no puede vivir. Podemos estar varios días sin absorber substancias por las que nos hacemos esclavos. ¿Podemos hacer igual con el aire? Ni siquiera un cuarto de hora. El agua forma las tres cuartas partes de nuestro organismo y nos es indispensable para mantener la elasticidad de nuestros tejidos. Sin el calor, sin el sol, la vida sería imposible.

Luego, cualquiera coge, roba estos alimentos. ¿Se hace de ello un crimen, un delito? ¡Cierto que no! ¿Por qué se reserva el resto? Porque comporta un gasto de energía, una suma de trabajo. Pero el trabajo es lo propio de una sociedad, es decir la asociación de todos los individuos para alcanzar, con poco esfuerzo, el máximo de felicidad. ¿Es ésta la imagen de lo que hay? ¿Se basan vuestras instituciones en una organización de este tipo? La verdad demuestra lo contrario. Cuanto más trabaja un hombre, menos gana; cuanto menos produce, más beneficio obtiene. El mérito no se tiene pues en consideración. Sólo los audaces se hacen con el poder y corren a legalizar sus rapiñas. De arriba a abajo de la escala social no hay más que bellaquería de una parte e idiotez de la otra. ¿Cómo queríais que, lleno de estas verdades, respetara tal estado de cosas?

Un comerciante de alcohol o un dueño de burdel se enriquecen, mientras que un hombre de genio va a morir de miseria en un camastro de hospital. El panadero que amasa el pan lo tiene en falta; el zapatero que confecciona miles de zapatos enseña sus dedos del pie; el tejedor que fabrica montones de ropa no tiene con que cubrirse; el albañil que construye castillos y palacios carece de aire en su infecto cuartucho. Aquellos que producen todas las cosas, nada tienen, y los que nada producen lo tienen todo.
Tal estado de cosas no puede sino producir el antagonismo entre las clases trabajadoras y la clase poseedora, es decir holgazana. Surge la lucha y el odio golpea.

Llamáis a un hombre "ladrón y bandido", le aplicáis el rigor de la ley sin preguntaros si él puede ser otra cosa. ¿Se ha visto alguna vez a un rentista hacerse ratero? Confieso no conocer a ninguno. Pero yo que no soy ni rentista ni propietario, que no soy más que un hombre que sólo tiene sus brazos y su cerebro para asegurar su conservación, he tenido que comportarme de otro modo. La sociedad no me concedía más que tres clases de existencia: el trabajo, la mendicidad o el robo.

El trabajo, lejos de repugnarme, me agrada, el hombre no puede estar sin trabajar, sus músculos, su cerebro poseen una cantidad de energía para gastar. Lo que me ha repugnado es tener que sudar sangre y agua por la limosna de un salario, crear riquezas de las cuales seré frustrado.

En una palabra, me ha repugnado darme a la prostitución del trabajo.

La mendicidad es el envilecimiento, la negación de cualquier dignidad. Cualquier hombre tiene derecho al banquete de la vida.

 El derecho de vivir no se mendiga, se toma.

El robo es la restitución, la recuperación de la posesión. En vez de encerrarme en una fábrica, como en un presidio; en vez de mendigar aquello a lo que tenía derecho, preferí sublevarme y combatir cara a cara a mis enemigos haciendo la guerra a los ricos, atacando sus bienes... Ciertamente, veo que hubierais preferido que me sometiera a vuestras leyes; que, obrero dócil, hubiese creado riquezas a cambio de un salario irrisorio y, una vez el cuerpo ya usado y el cerebro embrutecido, hubiese ido a reventar en un rincón de la calle. Entonces no me llamaríais "bandido cínico", sino "obrero honesto". Con halago me hubierais incluso impuesto la medalla del trabajo. Los curas prometen el paraíso a sus embaucados; vosotros sois menos abstractos, les ofrecéis papel mojado.

Os agradezco tanta bondad, tanta gratitud, señores. Prefiero ser un cínico consciente de mis derechos que un autómata, que una cariátide.

Desde que tuve conciencia me dediqué al robo sin ningún escrúpulo No entro en vuestra pretendida moral que predica el respeto a la propiedad como una virtud mientras que en realidad no hay peores ladrones que los propietarios.

Podéis estar satisfechos de que este prejuicio haya calado en el pueblo ya que es vuestro mejor gendarme. Conociendo la impotencia de la ley y de la fuerza, habéis hecho de él el más sólido de vuestros protectores. Pero parad atención; todo tiene un tiempo. Todo lo que se construye por la astucia y la fuerza, la astucia y la fuerza pueden destruirlo.

El pueblo evoluciona cada día. Mirad que todos los muertos de hambre, todos los miserables, en una palabra, todas vuestras víctimas, instruidos por estas verdades, conscientes de sus derechos, armados con palancas, no vayan a asaltar vuestros domicilios para retomar las riquezas que ellos han creado y que vosotros les habéis robado. ¿Creéis que serían más desgraciados? Creo que, todo lo contrario. Si se lo piensan bien preferirán correr cualquier riesgo antes que engordaros gimiendo en la miseria. ¡La cárcel, el presidio, el patíbulo! Diréis. Pero qué son estas perspectivas comparadas con una vida embrutecida, llena de sufrimientos. El minero que gana su pan en las entrañas de la tierra, sin ver jamás lucir el sol, puede morir de un momento a otro, víctima de una explosión de grisú; el pizarrero que deambula por los tejados puede caer y hacerse mil pedazos; el marinero conoce el día de su partida pero ignora si volverá a puerto. Un buen número de obreros cogen enfermedades fatales durante el ejercicio de su oficio, se agotan, se matan para crear para vosotros; y hasta los gendarmes, los policías, que por un hueso que les dais a roer, encuentran la muerte en la lucha que emprenden contra vuestros enemigos.

 Obstinados en vuestro estrecho egoísmo permanecéis escépticos ante esta visión, ¿no es así? El pueblo tiene miedo, parecéis decir. Lo gobernamos como el miedo de la represión; si grita lo metemos en prisión; si se mueve, lo deportamos al presidio; si sigue, lo guillotinamos. Mal cálculo, señores, creerme. Las penas que infligiréis no son un buen remedio contra los actos de sublevación. La represión lejos de ser un remedio, un paliativo, no es sino una agravación del mal.

 Las medidas correctivas no pueden más que sembrar el odio y la venganza. Es un ciclo fatal. Desde que hacéis rodar cabezas, desde que llenáis cárceles y presidios, ¿habéis impedido que se manifestara el odio? ¡Responded! Los hechos demuestran vuestra impotencia. Por mi parte sabía que mi conducta no podía tener otra salida que el presidio o el patíbulo. Y podéis ver que esto no me ha impedido actuar. Si opté por el robo no fue por una cuestión de ganancias sino por una cuestión de principios, de derecho. Preferí conservar mi libertad, mi independencia, mi dignidad de hombre, que hacerme artesano de la fortuna de un amo. En términos más crudos y sin eufemismo alguno he preferido robar antes que ser robado.

También yo repruebo el hecho por el cual un hombre se apropia violentamente y con astucia del fruto del trabajo ajeno. Pero es precisamente por esto que he hecho la guerra a los ricos, ladrones de los bienes de los pobres... También yo quisiera vivir en una sociedad en la que el robo fuera desterrado. No apruebo y no he usado el robo sino como medio de rebelión para combatir el más inicuo de todos los robos: la propiedad individual.

Para destruir en efecto hace falta destruir su causa. Si hay robo es porque hay abundancia de una parte y escasez de otra; es porque todo no pertenece más que a unos pocos. La lucha no acabará hasta que todos los hombres pongan en común sus alegrías y sus penas, sus trabajos y sus riquezas; hasta que todas las cosas pertenezcan a todos.

Anarquista revolucionario he hecho la revolución.
Venga la Anarquía.

Alexandre Marius Jacob


El 28 de agosto 1954, a la edad de 74 años, Marius Jacob organiza una merienda para los niños pobres del pueblo en el que vive. Después de haberlos llevado de regreso a sus casas en coche, tocando la bocina, se envenena.
Después de haber sellado todos los orificios de la habitación, y taponeado el tiro de la estufa de carbón, se inyecta, así como a su viejo perro, Negro, una dosis de morfina… dejando una nota con estas palabras: ropa lavada, enjuagada, secada, mas no planchada. Tengo flojera. Encontraran dos litros de vino rosado al lado de la panera. A vuestra salud.





Anexo: para quienes tengan la suficiente paciencia para aguantar una “lectura auditiva” de los cuatro videos (con una duración total de cerca de ocho horas y media) que conforman la lectura integra del libro ¿Qué es la propiedad? de Pierre Joseph Proudhon.