mayo 21, 2010

DICHOSOS MERCADOS



Unos cuantos días después de la “crisis griega”, que con el paso del tiempo se transformo en la “crisis de los déficits y las deudas públicas”, antes de tornarse en la “crisis del euro”, el jefe del gobierno español, Luis Rodríguez Zapatero, anuncia sorpresivamente en el parlamento una serie de medidas que afectan directamente a la renta de los funcionarios y pensionistas, así como al gasto social y las inversiones públicas. Es decir instrumenta un ajuste “clasista” que se ensaña contra los de siempre, el eslabón mas débil e indefenso guardándose mucho de tocar el capital y las rentas mas altas.

Si a lo largo de toda la crisis sistémica mundial, al igual que todos sus pares, el señor Zapatero hecho mano sin recato del gasto público, sin reparar en el incremento del déficit… era evidentemente para salvar al sistema financiero (sea dicho de paso y en opinión de todos los gobernantes e incluso economistas, el responsable de la dicha crisis.)
Si apenas ayer el jefe del gobierno español afirmaba que no era conveniente adoptar una política económica que pusiera en riesgo una incipiente recuperación, y hoy se desdice sin el mas mínimo rubor… es evidentemente para ayudar a tranquilizar los mercados, devolverles la confianza, calmar la ansiedad de los inversores.
Dichosos mercados que originan las crisis pero nunca las pagan… siempre se salen con la suya.

La teoría económica, el irrefutable e intocable dogma, nos dice que el mercado es el lugar teórico (aunque a últimas fechas se prefiere el termino de virtual) en el cual entran en relación, sin ninguna intervención ni injerencia externa a ellos mismos, quienes ofrecen y demandan los diversos bienes y servicios.
Definición incompleta que oculta la sobresaliente dimensión de la competencia y la razón de ser de esta, por lo que debería de expresarse como: el lugar teórico en el cual entran en relación, sin ninguna intervención ni injerencia externa a ellos mismos, y compiten para su propio interés y procurando maximizar su beneficio personal, quienes ofrecen y demandan los diversos bienes y servicios.
Definición que al emplear con eufemismo la terminología de “lugar teórico o virtual”, disimula que lejos de tratarse de una teoría (por lo tanto una doctrina pretendidamente científica que prescinde de sus posibles aplicaciones prácticas) o un espacio virtual, es una organización social, un orden económico. Que como toda organización y todo orden refleja, expresa, institucionaliza, unas relaciones entre los miembros de una determinada comunidad, que, al dejar en total libertad los actores que la constituyen, se traduce en la libertad para los mas fuertes de someter y avasallar a los mas débiles.
En definitiva, el mercado es un determinado orden que mediante determinadas prácticas y determinados mecanismos, posibilita que determinadas personas y/o organizaciones puedan ejercer su dominación económica sobre las demás, para su interés personal y su exclusivo beneficio. El interés general, el de la comunidad como tal, siendo tomado en consideración únicamente cuando la satisfacción de este representa una condición necesaria para la consecución del interés particular de quien tiene la capacidad de imponer su visión y su actuar.

Así que los mercados no son abstracciones provistas de leyes cuasi divinas a las cuales nadie está en condiciones de sustraerse.
No, los mercados son señores o instituciones dirigidas por señores que quieren ganar dinero a costa de quienes por ignorancia o falta de poder no pueden oponerse a sus designios. Los mercados son grandes fortunas que compran activos, magnates, bancos, corporaciones, compañías multinacionales, los inmensamente grandes (y por lo tanto poderosos) fondos de pensiones… sin olvidar los mismos Estados.

Estados nacionales cada día mas impotentes frente a estos mercados globales y cuya intervención en ellos se limita la mayoría de las veces a propiciar las condiciones legales y estructurales que les permitan funcionar con la mayor eficiencia posible para beneficio, no de sus indefensos ciudadanos en nombre de quienes supuestamente gobiernan, sino del capital nacional, o multinacional, que si representan y cuyos intereses defienden.

Estados que además de procurar el interés de los mercados y hacer pagar al ciudadano de a pie los destrozos provocados por estos, tienen una muy importante responsabilidad en los “desequilibrios macroeconómicos” que son hábilmente aprovechados por el capital, especulador por esencia y antonomasia, para incrementar sus ganancias.
Si los mercados apuestan contra la deuda de Grecia (o cualquier otro Estado) es porque quienes gobiernan esta nación han decidido vivir de prestado, sobre la base de un endeudamiento sin freno. Según un artículo publicado en estos días en el diario francés “Le Monde”, hoy en día, a nivel mundial, la deuda pública de los Estados es de 35 000 millones de millones de dólares y su amortización absorbe la tercera parte de todo el ahorro del planeta. En los últimos diez años, la deuda pública se ha duplicado y triplicada en los últimos veinte. En una frase, es un suicidio colectivo, es como si los Estados les proporcionaran a los especuladores el arma con la cual estos, gustosos, les van a disparar.
Aunque para ser justos, también hay que decir que los mismos ¿mercados? son quienes diseñan y ejecutan los mecanismos que llevan a los Estados y sus “ciudadanos” a adoptar políticas y comportamientos que descansan sobre el endeudamiento.

A finales de cuenta, todo orden económico viene siendo el procedimiento (la naturaleza de las relaciones que implica y los mecanismos mediantes los cuales estas se llevan a la práctica) mediante el cual se asignan los recursos, o sea se decide qué y cómo se produce, reparte y consume.
Como se dijo anteriormente en una economía de mercado, estas decisiones, si bien aparentan ser el producto de la libre elección de cada uno de los consumidores y productores (obviamente entendido como empresas productivas y de ninguna manera como trabajadores)  de cada espacio económico (y no Estado o nación), en realidad son el resultado de las orientaciones y decisiones tomadas (autoritariamente y para su propio interés y beneficio) por quienes poseen los suficientes medios en capital y conocimiento (propio, alquilado o “expropiado”)  para imponerlas.
En cuanto a un orden económico basado sobre la planificación centralizada, en la cual los planificadores detentan la totalidad del poder de decisión y lo aplican de manera arbitraria y autoritaria, puede ser que se logre evitar (por lo menos en una cierta medida) los efectos perniciosos de la competencia e incluso los efectos indeseados de la sobreexplotación de los trabajadores y la naturaleza, sin embargo sabemos que esta modalidad de asignación lleva inevitablemente a la constitución de una “clase” de planificadores y gestores que termina desviándose hacia la perpetuación del poder, estatus y condiciones de esta misma elite.

La economía de libre mercado y la economía de planificación centralizada son ordenes que se basan sobre la dominación, es decir la separación básica entre quienes mandan y quienes obedecen, entre quienes detentan el poder de imponer su visión, intereses y decisiones y quienes no tienen mas opción que la de someterse.
La única alternativa que pueda superar esta separación sería la de un orden (no solo económico, sino que abarque todas las dimensiones sociales) que favorezca, posibilite, la máxima participación posible de todos los miembros de la comunidad en la toma de decisión (y subsecuente implementación) de todo lo relacionado con las bases materiales de la “convivencia societal” (¿Qué producir, como, para satisfacer cuales necesidades? ¿Cómo repartir estos bienes?). Siendo los valores fundamentales de esta “economía participativa”, los de la solidaridad, equidad y autogestión.
Principios todos estos que en las primeras décadas del siglo XX se pusieron en práctica en el movimiento de consejos en Alemania e Italia, la revolución libertaria española del 36 y 37, la Comuna de Paris, la revolución macknovista en Ucrania. Todos salvajemente reprimidos a fuego y sangre por los representantes tanto del orden capitalista como del orden burocraticomunista.
Hoy en día, la principal aproximación teórica a un orden de esta “naturaleza” puede encontrarse en el “movimiento para una economía participativa”, del cual muchas  aportaciones pueden encontrarse en las direcciones electrónicas: