noviembre 29, 2016

La lucha por un nuevo proyecto de civilización: la hermandad de todas nuestras relaciones con nosotros mismos, los demás, la naturaleza.


Por parecerme tener un enfoque poco común y muy interesante, me atreví traducir, de la mejor manera que pude, un artículo del filósofo Abdennour Bidar tomado de la revista semanal francesa L’OBS, para poder “subirlo” a este blog. Lo cual hago a continuación.


Donald Trump electo: nuestras iras merecen algo mejor.

 Para el filósofo y ensayista, Abdennour Bidar "cuando se alcanza una sensación de malestar demasiado alta, la masa humana no reflexiona más", reacciona por instinto y responde a la violencia experimentada con otra violencia.

Que nos sirva de lección. Los Estados Unidos pagaron el precio de la ira popular. En concreto de esta rabia cuando para escucharla, y recuperarla no hay más que los líderes populistas que la traducen en intolerancia, el repliegue sobre sí mismo, el rechazo del otro - Trump allí, Le Pen aquí.

Desde hace algunos días he oído mucho departir sobre esta ira, pero poca gente para expresar lo que me parece una evidencia: no es inevitable que la ira del pueblo se exprese así de la manera más catastrófica; podemos evitarlo siempre y cuando propongamos a esta ira algo distinto al regreso al pasado, la exaltación de una identidad o una grandeza desaparecidas, algo más que las tristes y peligrosas pasiones de la nostalgia, el temor al presente y el porvenir, el odio hacia el extranjero y el resentimiento contra los poderosos.

Lo que ha ocurrido en los Estados Unidos., es la desgracia de la ira abandonada a sí misma, en momentos de gran vacío ideológico, de ausencia de cualquier horizonte o ideal colectivo digno de ese nombre, terrible travesía del desierto de la esperanza y el sentido. En el contexto de un vacío tan abismal, la ira de un pueblo no tiene casi ninguna posibilidad de alumbrar algo positivo. Dado que no se presenta nada con la capacidad de levantarla más allá de ella misma en una "gran pelea" por ideales humanistas, es inevitable que se hunda en lo peor ... Y por lo tanto acaba por entregarse a quienes terminaran la tarea, los sepultureros que precipitaran a todos en el caos.

Principio del formulario
Después de la disolución de toda cohesión social bajo los golpes combinados de las desigualdades, las discriminaciones, el individualismo, el relativismo, el comunitarismo, el multiculturalismo, el liberalismo, la última etapa de la descomposición sobreviene cuando todo esto ha engendrado un sufrimiento, una angustia, un rencor, que se perciben sin remedio y sin salida.

Cuando se alcanza una sensación de malestar demasiada elevada, la masa humana no reflexiona más. Entonces reacciona por instinto, tal un animal perseguido que se siente acorralado. Responde a la violencia experimentada con otra violencia.

Aquí en Francia, todavía hay tiempo para tomar otro camino. Para escuchar la ira antes de que degenere. De ofrecerle no invertir en otras violencias y “guerras contra" sino en "luchar por". Para recrear un triple enlace crucial: el vínculo de la solidaridad, la equidad, el intercambio y la tolerancia con el otro; la relación de respeto y armonía con la naturaleza y los animales; el enlace del conocimiento de sí mismo con nuestra propia interioridad. Porque la madre de todas nuestras crisis es sin duda el gran desgarramiento de todos estos vínculos que nutren nuestra humanización, nuestra marcha hacia el “ser consciente”, personal y colectivo.

He aquí, a mi juicio, la lucha más noble y positiva en la cual invertir nuestra ira. Hay un riesgo enorme en la ira de un pueblo cuando se levanta sin que nada logre apaciguarla. Pero también se encuentra en ella una tremenda energía cuando se logra sublimarla dándole un real horizonte real de esperanza y acción. Trump ? Unas “uvas de la ira” que se dejaron pudrir. Nuestras iras se merecen algo mejor. Ofrezcámosles la lucha por un nuevo proyecto de civilización: la hermandad de todas nuestras relaciones con nosotros mismos, los demás, la naturaleza.








noviembre 20, 2016

UN VERDADERO SUICIDIO.



En el número 61, de fecha 16/11/2016, de la revista semanal digital española ctxt, leí el análisis que me permito transcribir, tal cual… permitiéndome anteponer mi personal opinión al respecto del mismo, antes de copiarlo y pegarlo.

Aunque pienso que los autores de este análisis están en lo cierto… no podría, por falta del suficiente conocimiento, afirmar tajantemente que la socialdemocracia española se está hundiendo... pero en cuanto a la francesa hace muchas décadas que se dio a la tarea de trabajar arduamente a su propio hundimiento... y en las próximas elecciones presidenciales del 2017, le darán el tiro de gracia, el cual no será un vil asesinato sino la culminación de UN VERDADERO SUICIDIO.

La única pregunta, quizás, pendiente de respuesta siendo… ¿se trató de un suicidio conscientemente preparado y fríamente llevado a cabo o “algo” y “algunos” lo empujaron a cometer este acto?
Me parece que el “algo” no tiene demasiado misterio (principalmente la misma evolución del capitalismo hacia la globalización y el neoliberalismo), en cuanto al “algunos”, tanto pueden ser de fuera como de dentro de la misma socialdemocracia, inclinándome principalmente por la opción interna.
Como toda organización respetuosa de la institucionalidad, los partidos socialdemócratas prefirieron “adaptarse” a los nuevos tiempos antes que intentar nadar a contracorriente. Se requiere de un muy menor esfuerzo y siempre existe la posibilidad de “sacar algún provecho” personal.
Además de considerar que, según la incontrovertida ley de la evolución, solo sobreviven quienes saben adaptarse. Lástima que ignoraron el corolario de esta misma ley, según el cual, en la implícita y descarnada lucha por la supremacía, solo sobreviven los más fuertes… quienes no requieren matar a sus competidores, solo engullirlos… para después del proceso de digestión… desecharlos discretamente.
En todo caso, la respuesta ya no tiene hoy mayor relevancia… nadie jamás ha regresado de la muerte… sean cuales sean los muertos y la causa del deceso.

Una última “nota triste”… con el paso del tiempo, ni siquiera sobrevivirán como nostálgico recuerdo, solo en los libros de historia… cuyo juicio será el de quienes los escriban… ¿y quiénes los escribirán, sino los vencedores? Resultando ocioso preguntarse quienes serán… o son… tales vencedores.


El hundimiento simultáneo de los socialistas franceses y españoles

Los socialdemócratas de ambos países optaron hace décadas por mantener el poder a costa de la insignificancia ideológica. Ahora el PSOE se ha rendido y Hollande está dejando paso a la derecha dura de Sarkozy frente al fascismo del siglo XXI de Le Pen

VIRGINIE TISSERANT / ANDRÉS VILLENA OLIVER

¿Ha llegado la socialdemocracia al final de su recorrido político? Un análisis de su evolución en España y en Francia subraya un factor común: el persistente fracaso para cumplir con su esencia en un mundo globalizado que lleva décadas adverso a sus verdaderas señas de identidad. Los diferentes gobiernos socialistas prefirieron el consenso con las élites dominantes a cambio de mantenerse en el poder político. El rédito electoral a largo plazo no parece haber compensado esta conducta adaptativa.

Mayo de 1981. Se abre un período nuevo en la historia del socialismo francés, que obtiene la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. François Mitterrand es investido presidente de la República Francesa. Apoyado por el Partido Comunista, inicia lo que considera “una verdadera ruptura con el capitalismo”. En plena revolución neoliberal en Europa y Estados Unidos, Mitterrand pone en marcha un ambicioso programa de protección social y laboral, de contratación de funcionarios y de nacionalización de bancos y empresas estratégicas. La abolición de la pena de muerte, la despenalización de la homosexualidad, el aumento de la libertad de los medios de comunicación con la aparición de las radios libres, la Fiesta de la Música y la descentralización política representan otras medidas clave que marcan este primer período.

Pero una persistente fuga de capitales eleva al máximo la presión sobre el franco. En marzo de 1983, la crisis y la vocación francesa por continuar con la construcción europea obligan al Primer Ministro, Pierre Mauroy, a emprender una política de “rigor económico”: la austeridad y la lucha contra la inflación se acaban imponiendo en Francia, y el presidente que se consideraba el último gran político tras el cual solo llegarían al Elíseo “contables” se somete al nuevo sentido común económico, abriendo un “paréntesis liberal” que tendría repercusiones significativas. Por primera vez desde hacía tres décadas, los sueldos se desligan de la inflación, que queda reducida a un tercio de su cuantía en solo tres años. Pero si bien la inflación parece controlada, el desempleo, el tema central de la campaña socialista en 1981, se había duplicado a finales de 1994.

Al tiempo que Mitterrand sufría esta metamorfosis, los socialistas se convertían también en la opción mayoritaria en el Parlamento español. El PSOE liderado por Felipe González parecía tomar posesión de sus funciones gubernamentales con la lección aprendida. No en vano, aún en la oposición, el secretario general del nuevo Partido Socialista Obrero Español había tenido numerosas ocasiones de cuestionar las nacionalizaciones como método ideal para alcanzar la eficiencia para una economía poco competitiva como la española. Conscientes de las tendencias ideológicas dominantes y siempre atentos a la experiencia francesa, los socialistas españoles prefirieron hablar en sus reuniones con las élites empresariales de su interés por modernizar un aparato estatal rígido y anticuado, así como de afrontar las debilidades estructurales de la frágil economía española. Los gobiernos de Felipe González trataron de hacer compatible la apertura económica a las inversiones extranjeras con un programa social redistributivo en el que el fortalecimiento de la Sanidad y de la Educación pública, la promoción de la vivienda y la reducción de las desigualdades mejorarían el bienestar de un país que estaba siendo capaz de converger en términos económicos nominales con sus vecinos europeos a una velocidad notable.

Después de los 14 años de gobierno de González (el mismo número que Mitterrand), los socialistas quedarían borrados del mapa político. Los casos de corrupción, el persistente desempleo y la incapacidad de mostrar una política diferenciable de las opciones conservadoras aúpan a la derecha al poder político. El regreso en el 2004 al gobierno del PSOE, presidido entonces por José Luis Rodríguez Zapatero, se produce con la ausencia de un verdadero debate de ideas en la izquierda. En este sentido, el nuevo gobierno socialista impulsa una política económica sustancialmente continuista combinada con una serie de medidas legislativas en el terreno de las políticas de la identidad (matrimonio homosexual, leyes de género, etc.), que colocan a España a la vanguardia europea. Si González administró el neoliberalismo reconociendo su existencia y compensándolo con notables incrementos del bienestar social, con Rodríguez Zapatero el debate ideológico queda arrinconado a la parcela de los derechos individuales, sin llegar ni siquiera a cuestionar las relaciones económicas dominantes.

La crisis económica y el agotamiento de los recursos presupuestarios dejan al gobierno español sin herramientas para llevar a cabo una política autónoma. El shock de mayo de 2010, con el agresivo plan de austeridad inducido desde el exterior, supone una herida irreparable para el PSOE. Un año después, en mayo del 2011, el movimiento 15M representa el ensayo de una revolución que rechaza a los principales partidos políticos, pero que, paradójicamente, contribuirá a otorgar al Partido Popular una hegemonía parlamentaria jamás soñada. En este vacío de ideas y de liderazgo en la izquierda, un grupo de profesores de la Universidad Complutense curtidos en los debates televisivos construyen una propuesta de alternativa a un sistema político que consideran controlado por unos pocos. Podemos se cuela en las elecciones europeas de mayo del 2014 como la cuarta formación política y, pocos meses después, lidera las encuestas como la opción electoral más deseable. Con un discurso calificado por los medios hegemónicos de “populista”, Podemos se instala definitivamente en el panorama electoral español cuestionando la legitimidad de las instituciones y politizando el sentimiento de hartazgo reinante en España como consecuencia de la presión de la Troika y del lema thatcherista There Is No Alternative. La nueva formación logra transmitir a determinados segmentos poblacionales la ilusión por un cambio verdaderamente rupturista. El PSOE recorre el camino inverso: tras las elecciones de diciembre del 2015 y de junio del 2016, experimenta el dilema suicida de los partidos pequeños: favorecer un pacto de la izquierda plural con los independentistas que supondría un desgaste para sus cuadros o inclinarse discretamente por una postura que satisfaga las exigencias de las élites dominantes y de los líderes de opinión. La dramática auto destrucción en el Comité Federal de octubre y la abstención que hacen a Mariano Rajoy de nuevo presidente sitúan al PSOE en la peor encrucijada de su historia, con un 17% de apoyos –según el CIS– que lo colocan por detrás del Partido Popular y de Podemos.

Dicha encrucijada no es exclusiva del socialismo español. En Francia hace ya tiempo que la socialdemocracia ha dejado paso a un social liberalismo impuesto con o sin cuestionamiento político interno. La victoria electoral de François Hollande en el año 2012 representa un test: la oportunidad de un país tradicionalmente influyente para mostrar un camino de salida alternativo a la austeridad en la Zona Euro. Hollande, que en las elecciones primarias del Partido Socialista había señalado a las finanzas como su principal enemigo, escoge pronto otro camino y da un giro de 180 grados a sus principales pretensiones de reforma económica. En esta ocasión será la presión sobre la prima de riesgo francesa la que acabe con la idea de la democracia en un único país. Las únicas medidas progresistas que el PS francés logra materializar coinciden con algunas de las implementadas algunos años antes por el gobierno socialista español: políticas de los derechos individuales que parecen quedar como el único espacio en el que practicar el progresismo en Europa.

Derrotado en la Economía, desgastado por la prensa, por el paro y, además, por una serie de atentados yihadistas, Hollande deja paso como protagonistas a los ideologizados Manuel Valls y Emmanuel Macron, que rematan el trabajo de llevar la socialdemocracia a su insignificancia ideológica: el socialismo francés se desplaza hacia un centro que en Francia se encuentra siempre muy disputado. A nivel interno, el PS se encuentra profundamente dividido: tras el Congreso de Poitiers del 2014, la corriente de los “honderos” o “frentistas”, que cuenta con alrededor de un 30% de apoyo, se opone frontalmente a la rigidez presupuestaria exigida desde Bruselas.

En este contexto de crisis y dispersión de la izquierda, el populismo parece representar la principal fuerza emergente en Francia y se sitúa en una dimensión distinta a la de los partidos tradicionales. El mejor ejemplo es el Frente Nacional de Marine Le Pen que, después de su éxito electoral en las europeas del 2014 y en las regionales del 2015, amenaza con llegar a algo más que a la segunda vuelta de las presidenciales. Le Pen aparecía en el mes de octubre como la tercera personalidad que los franceses escogían para desempeñar un papel político importante en su país. Su lema, “en nombre del pueblo”, hace referencia a un renacimiento político que busca apropiarse del principal fundamento simbólico de la Revolución francesa. La retórica populista también está presente en el discurso de Jean-Luc Melenchon, el ex socialista candidato del Frente de Izquierda que, si bien no ha logrado constituirse como una fuerza mayoritaria, representa, según los sondeos, la mejor alternativa en la izquierda. Su lema es “la era del pueblo” y su discurso, una invitación a la sublevación contra la oligarquía. Estas dos tendencias antagónicas reflejan el agotamiento por obsolescencia representativa de la Quinta República.

Una señal de dicho agotamiento es el éxito sin precedentes de la película “Merci Patron” (“Gracias, jefe”) del director François Ruffin, a la sazón redactor del periódico subversivo Fakir. “Gracias, jefe”, con más de un millón de espectadores en Francia, denuncia las consecuencias de la mundialización económica y las condiciones soportadas por un conjunto de empleados sometidos a la voracidad sin límites de los accionistas empresariales. La experiencia de la conocida como “Nuit Debout” en París se inspira en este filme y se erige como una respuesta popular que, además, reacciona contra una reforma laboral extremadamente agresiva del gobierno Valls. La Plaza de la Bastilla se llenó de miles de personas en la primavera de este año 2016: el “sueño general” perseguido es el de hacer cristalizar una salida diferente a la de la austeridad obligatoria. A pesar de que la falta de organización impide que se origine una alternativa política sustantiva, la “Nuit debout” dejó claro con el grito de “Ya no votaremos socialista” que las perspectivas del PS en las próximas elecciones son las de una implosión política que promete ser más grave que la del año 2002. En esta tesitura, la abstención y el voto en blanco se perfilan como las conductas políticamente más comprometidas.

Distintas historias para un final similar: la socialdemocracia en España y en Francia parece descolgarse del pelotón de las ideologías. La derecha es la opción más evidente en un mundo en el que la política parece destinada a mimar los engranajes de las finanzas internacionales. En este escenario, cualquier copia es peor que el original. La difícil situación de los partidos socialistas exige de una reflexión que debería tener lugar en un contexto supra nacional; si el debate se limita, por el contrario, a qué líderes se explican mejor en la televisión o en el Parlamento, lo peor estará por llegar. Una fuerza política con más de un siglo de historia no desaparece sin generar efectos negativos: dado su histórico papel reformador y restrictivo del capitalismo, un sistema productivo sin ataduras sociales no nos deparará nada más que sorpresas desagradables. Los antes ciudadanos-trabajadores y ahora meros consumidores auto proclamados de “clase media” así lo hemos querido. Por el momento.
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Virginie Tisserant es Politóloga e Investigadora en la Universidad de Aix-Marseille Lab. CNRS Telemme.
Andrés Villena es Economista, Periodista y Doctor en Sociología por la Universidad de Málaga.




noviembre 16, 2016

PARA LEERSE Y RELEERSE MUY DETENIDAMENTE… PARA DESPUÉS…


Es al leer el libro « ce cauchemar qui n’en finit pas. Comment le néoliberalisme défait la démocratie », de los autores Pierre Dardot y Christian Laval (del cual, por el momento, no encontré ninguna traducción al idioma español) que, en la conclusión del mismo, repare en una nota al pie de página, que hacía referencia a un texto titulado “La piel y el teatro. Salir de la política”, de Amador Fernández Savater.

De inmediato busqué en internet este texto. Al leerlo su enfoque me pareció tan interesante y novedoso, que decidí copiarlo y pegarlo en este blog. Texto que sigue a continuación y que les invito encarecidamente a leer detenidamente.


La piel y el teatro. Salir de la política
Amador Fernández-Savater

¡Nunca se ha hablado tanto de política como ahora!
Y tan poco de la vida...
(Una conversación con amigas, en el “año del cambio”)

Las almas y los corazones
¿Cómo entender la naturaleza profunda de la gestión política de esta crisis económica? Creo que podemos encontrar inspiración en una autoridad en materia neoliberal como Margaret Thatcher. En 1988, la Dama de Hierro dijo con absoluta franqueza: “La economía es el método, pero la finalidad es cambiar el corazón y el alma”.
Me parece que es exactamente desde este punto de vista que conviene pensar las políticas que se llevan a cabo en Europa desde 2008. No se trata tan sólo de un conjunto de recortes o medidas severas de austeridad para “salir” de la crisis y regresar al punto en el que estábamos, sino de redefinir radicalmente las formas de vida: nuestra relación con el mundo, con los otros, con nosotros mismos. 
Vista desde este ángulo, la crisis es el momento ideal para emprender un proceso de “destrucción creativa” de todo lo que, en las instituciones, el vínculo social y las subjetividades, hace obstáculo o desafía la lógica del crecimiento y el rendimiento indefinido: ya sean restos del Estado del bienestar, mecanismos formales o informales de solidaridad o apoyo mutuo, valores no competitivos o no productivistas, etc. Destruyendo o privatizando los sistemas públicos de protección social, deprimiendo los salarios, se incentiva el endeudamiento y la lucha a codazos por la supervivencia, resultando un tipo de individuo para el cual la existencia es un proceso constante de autovalorización. La vida entera se vuelve trabajo
¿Es esto demasiado abstracto, conspiranoico, “metafísico” incluso? Por el contrario, es completamente banal y cotidiano, por eso triunfa. Un ejemplo posible entre mil. ¿Qué supone el Real Decreto-Ley 16/2012, aprobado por el Partido Popular, que excluye de la atención sanitaria a decenas de miles de personas? Los activistas de Yo Sí Sanidad Universal que lo combaten cotidianamente nos lo explican así: no se trata de que vaya a haber menos radiografías o menos cirujanos, sino de un cambio cualitativo por el cual la salud ya no es más un derecho para todos, ricos o pobres, sino que depende de si estás asegurado. El decreto es el método, pero la finalidad es reprogramar el imaginario social sobre el derecho a la salud. Es decir, que incorporemos como modo de pensar y sentir cotidiano, a partir de unos cambios que muchas veces no resaltan (hablar de “aseguramiento”, tener que ir al INSS a recoger la tarjeta sanitaria), el hecho terrible de que la atención sanitaria es a partir de ahora un privilegio de los que se lo merecen. Y que actuemos en consecuencia: guerra de todos contra todos y sálvese quien pueda. 
La piel...
En esta perspectiva, uno de los momentos políticamente más interesantes de los últimos años fue justo el fin de los campamentos del 15M. Es decir, cuando la inmensa cantidad de energía concentrada en el espacio-tiempo de las plazas se despliega y metamorfosea por los distintos territorios de vida. Primero se crean las asambleas de barrio, luego se forman las mareas en defensa de lo público, crece y se multiplica la PAH, bullen y hormiguean por todos los rincones mil iniciativas capilares, casi invisibles: cooperativas, huertos urbanos, bancos de tiempo, redes de economía solidaria, centros sociales, nuevas librerías, etc.
Digamos que el acontecimiento 15M extiende por toda la sociedad una especie de “segunda piel”: una superficie extremadamente sensible en y por la cual uno siente como algo propio lo que les sucede a otros desconocidos (el ejemplo más claro son seguramente los desahucios, pero recordemos también cómo fue acogida socialmente la lucha del barrio de Gamonal); un espacio de altísima conductibilidad en el que las distintas iniciativas proliferan y resuenan entre sí sin remitir a ningún centro aglutinador (en todo caso, a paraguas abiertos como los términos "99%" o "15M"); una lámina o película anónima donde circulan imprevisibles, ingobernables, corrientes de afecto y energía que atraviesan alegremente las divisiones sociales establecidas (sociológicas, ideológicas), etc.
Nos equivocaríamos pensando esa “segunda piel” con los conceptos clásicos de sociedad civil, opinión pública o movimiento social. En todo caso es la sociedad misma que se ha puesto en movimiento, creando un clima de politización que no conoce dentro y afuera, arriba y abajo, centro o periferia, etc.  
¿Y por qué éste sería un momento especialmente interesante? Porque ahí asumimos el reto que nos plantea el neoliberalismo (sintetizado tan bien por la fórmula de la Thatcher) tanto en extensión como en intensidad. Se pelea en torno a formas de vida deseables e indeseables y la disputa tiene lugar en todos los rincones de la sociedad, sin actores, tiempos o lugares privilegiados. 
En cada hospital amenazado de cierre y en cada escuela advertida de recorte, en cada vecino en proceso de desahucio y en cada migrante sin tarjeta sanitaria a la puerta de un centro de salud, se juega la pregunta por cómo vamos a vivir. Y no en un plano retórico o discursivo, sino práctico, encarnado y sensible. Lo que nos importa y lo que nos es indiferente, lo que nos parece digno e indigno, lo que toleramos y lo que ya no toleramos más. ¿Queremos vivir en una sociedad donde alguien puede morir de una gripe, ser desalojado de su casa, no tener recursos para educar a los niños...? 
Piel abierta, piel extensa, piel intensa. Frente a la guerra de todos contra todos y el “sálvese quien pueda” que atiza necesariamente la lógica del beneficio por encima de todo, se activa la dimensión común de nuestra existencia: solidaridad, cuidado y apoyo mutuo, vínculo y empatía. Frente a la pasividad, la culpa y la resignación que siembra la estrategia del shock, se contagia por todas partes una extraña alegría: “estamos jodidos pero contentos” me dijo un amigo en medio de aquellos días de asambleas y mareas. Contentos de compartir el malestar en lugar de tragar lágrimas en privado, de reconvertirlo incluso en potencia de acción.
Esta suerte de “cambio de piel” consiguió en muy poco tiempo algunos logros realmente impresionantes (que sólo miradas muy obtusas rechazan ver): la deslegitimación de la arquitectura política y cultural dominante en España desde hace décadas, la transformación social de la percepción sobre asuntos clave como los desahucios, las victorias concretas en el caso de Gamonal, la marea blanca o la ley del aborto de Gallardón, la neutralización de la posibilidad siempre latente en las crisis de la emergencia de fascismos macro y micro, etc. No gracias a que tuviese ningún tipo de poder (institucional, económico, mediático, etc.), sino más bien a su fuerza para alterar el deseo social, contagiar otra sensibilidad y expandir horizontalmente nuevos afectos. Esa fuerza sensible es y ha sido siempre el poder de los sinpoder.
… y el teatro
¿Dónde estamos hoy, con respecto a esto? La lectura predominante que se hizo del impasse en el que entraron los movimientos post-15M hacia la segunda mitad de 2013 señaló que se había topado con un “techo de cristal”: las mareas chocan contra un muro (el cierre institucional), pero este muro no cede. No hay cambio tangible en la orientación general de las políticas macro: siguen los desahucios, los recortes, las privatizaciones, el empobrecimiento, etc.
Ese diagnóstico llevaba en sí mismo la receta: la vía electoral se plantea como único camino posible para salir del impasse y romper el "techo de cristal". Podemos primero, las candidaturas municipalistas después, canalizan en esa dirección (con formas y estilos muy distintos) la insatisfacción social y el deseo de cambio. (En Cataluña es el proceso independentista el que parece desviar/encarrilar el malestar, pero el análisis de esa situación excede las posibilidades de este artículo y de este autor).
¿Cómo interpretar los resultados de ese “giro electoral”? Mi lectura y mi sensación es ambivalente: ganamos, pero perdimos. 
Ganamos, porque sin apenas recursos o estructuras, y a pesar de las campañas del miedo, las nuevas formaciones han competido exitosamente con las grandes maquinarias de los partidos clásicos, desordenando un mapa electoral que parecía inmutable. Ahora hay esperanzas razonables de que los nuevos gobiernos (municipales por el momento) cristalicen reivindicaciones básicas de los movimientos (con respecto a desahucios, recortes, etc.) y alteren algunos de los marcos normativos que reproducen la lógica neoliberal de la competencia en distintos órdenes de la vida.
Perdimos, porque se han reinstalado en el imaginario social las lógicas de representación y delegación, centralización y concentración que fueron cuestionadas por la crisis y el impulso de las plazas. 
Digamos que la fuerza centrípeta de lo electoral ha plegado la piel en lo que podríamos llamar un “volumen teatral”, esto es, un tipo de espacio (material y simbólico) organizado en torno a las divisiones dentro/fuera, actores/espectadores, platea/escena, escena/backstage.
Muy esquemáticamente: un tipo de hacer muy retórico y discursivo, que pone en primer plano a los “actores más capaces” (líderes, estrategas, "politólogos"), polarizado en torno a espacios y tiempos muy determinados (la coyuntura electoral, el tiempo futuro del programa o la promesa) y enfocado a la conquista de la opinión pública (las famosas “mayorías sociales”), ha venido a suceder a un tipo de hacer mucho más basado en la acción, al alcance de cualquiera, que se desarrolla en tiempos y espacios heterogéneos, autodeterminados y pegados a la materialidad de la vida (un hospital, una escuela, una casa) y se dirige a los otros, no como a votantes o espectadores, sino como a cómplices e iguales con los que pensar y actuar en común.
Si el 15M puso en el centro el problema de la vida y de las formas de vida, el “asalto institucional” ha repuesto en el centro la cuestión de la representación y el poder político. Y cada opción tiene sus implicaciones. El efecto de la división dentro/fuera que instala el teatro implica una reducción en términos de extensiónintensidad que debilita la pelea contra el neoliberalismo.
Por un lado, lo que queda fuera de los muros del teatro pierde valor y potencia, resulta recortado y devaluado. Un ejemplo muy claro: los movimientos son objeto de mera referencia retórica o se interpretan como reivindicaciones o demandas a escuchar, sintetizar o articular por una instancia superior (partido, gobierno), borrándose así completamente su dimensión esencial de creación de mundo aquí y ahora (nuevos valores, nuevas relaciones sociales, nuevas formas de vida). El teatro ausenta lo que representa. Y de ese modo se pierde la relación viva con la energía creadora de los movimientos. 
Por otro lado, lo que se ve en el exterior del teatro viene proyectado desde el interior. Me refiero a algo muy concreto y cotidiano: la ocupación total de la mente social (pensamiento y mirada, atención y deseo) por lo que ocurre en la escena. ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas hemos perdido últimamente hablando del penúltimo gesto de cualquiera de nuestros súper-héroes/heroínas (Iglesias, Monedero, Carmena, Garzón, quien sea)? Con la nueva política cambian las obras y los actores, hay nuevos decorados y guiones, pero seguimos tan reducidos como antes a espectadores, comentaristas y opinadores ante sus pantallas, perdiendo así el contacto con nuestro centro de gravedad: nosotros mismos, nuestra vida y nuestros problemas, lo que estamos dispuestos a hacer y lo que ya hacemos, las prácticas que inventamos más o menos colectivamente, etc. Hipersensibles a los estímulos que nos vienen de arriba, indiferentes y anestesiados a lo que ocurre a nuestro alrededor (piel cerrada). Y de nada sirve criticar el teatro: se sigue fijando en él la atención, aunque sea a la contra.
Reabrir la piel
Recapitulo. El neoliberalismo no es un “régimen político”, sino un sistema social que organiza la vida entera. No es un “grifo” que derrama sus políticas hacia abajo y que podemos simplemente cerrar conquistando los lugares centrales del poder y la representación, sino una dinámica de producción de afectos, deseos y subjetividades (“la finalidad es cambiar los corazones y las almas”) desde una multiplicidad de focos.
La vía electoral-institucional tiene en razón de ello sus propios “techos de cristal”. Y es tal vez eso lo que podemos aprender del culebrón trágico de Syriza: dentro los marcos establecidos de acumulación y crecimiento, el margen de maniobra del poder político es muy limitado. Y girar hacia otros modelos (pensemos en el decrecimiento, por ejemplo) no se puede “decretar” desde arriba, sino que requiere de toda una redefinición social de la pobreza y la riqueza, de la vida buena y deseable, que sólo se puede suscitar desde abajo. Por esa razón, constituir el poder destituyendo la fuerza (pasar de la piel al teatro) es catastrófico. Son siempre nuevos procesos de subjetivación, nuevos cambios de piel, los que redefinen los consensos sociales y abren lo posible, también para los gobiernos.
Se trata entonces de reabrir la piel (la tuya, la mía, la de todos). A nivel íntimo, esto exige a cada uno resistirse a la captura de la atención y el deseo, del pensamiento y la mirada por las lógicas representativas, espectaculares. El teatro lo monta cada día el matrimonio funesto entre el poder político y los medios de comunicación (incluyendo aquí desgraciadamente a los medios alternativos, también hipnotizados por "la coyuntura"), pero lo reproducimos todos, en cualquier conversación entre amigos o con la familia, cuando dejamos que organice el marco de nuestras preguntas, preocupaciones y opciones: ¿populista o movimientista? ¿confluencia o unidad popular? ¿Zutano o Mengano?  Hay que revertir ese movimiento centrípeto y fugar de cualquier centro: centri-fugar. Recuperar el eje. Partir de nosotros mismos. Mirar alrededor.
A nivel general, se trata de retomar la experimentación a ras de suelo y al nivel de las formas de vida: pensar y ensayar ahí nuevas prácticas colectivas, inventar nuevas herramientas e instrumentos para sostenerlas y expandirlas, imaginar nuevos mapas, brújulas y lenguajes para nombrarlas y comunicarlas. El impasse de 2013 tuvo mucho que ver, si miramos hacia dentro de lo que hacemos y no sólo hacia afuera (el impacto en el poder político), con la inadecuación radical de nuestros esquemas de referencia (formas de organización, imágenes de cambio, etc.) para acompañar lo que estaba pasando.
Por supuesto, este es y será un camino largo, difícil, frustrante a veces, pero también real y en ese sentido satisfactorio. Porque la promesa que nos lanzan desde la escena sobre un “cambio” que nada va a exigirnos excepto ir a votar al partido correcto el día de las elecciones sólo es una tomadura de pelo. 
Estar a la altura del desafío neoliberal pasa por desplegar una “política expandida”: no reducida o restringida a determinados espacios (mediáticos e institucionales), a determinados tiempos (la coyuntura electoral) y a determinados actores (partidos, expertos), sino al alcance de cualquiera, pegada a la multiplicidad/materialidad de las situaciones de vida, creadora de valores capaces de rivalizar con los valores neoliberales de la competencia y el éxito.
La misma palabra "política" quizá ya no nos alcance para nombrar algo así, parece traicionarnos siempre, desplazando el centro de gravedad hacia el poder, la representación, el Estado, los políticos, el teatro. No se trata de un cambio de régimen, sino de alimentar un proceso múltiple de autodeterminación de la vida. La política es el método, pero el desafío es cambiar nuestras almas y nuestros corazones.
* Las imágenes de la piel y el teatro me han venido sugeridas por la lectura de Economía libidinal de Jean-François Lyotard.

** Este texto elabora las ideas de conversaciones con Marga y Raquel, Leo, Franco, Diego, Ernesto, Álvaro, Marta, Ema...

noviembre 09, 2016

¿POR QUE GANO DONALD TRUMP?



Primera reacción, en caliente, a la ¿inesperada o no tanto? elección de Donald Trump.

Al levantarme y leer las versiones digitales de los medios que acostumbro leer, tres me llamaron de inmediato la atención.
Una, el artículo escrito por John Carlin en el portal de El País, titulado “Un loco a cargo del manicomio.”
Dos, el video, también en El País, de Iñaki Gabilondo, titulado “La rebelión de las masas.”
Tres, el artículo de Juan Carlos Monedero, publicado en su blog Comiendo tierra, albergado por el diario digital Publico, titulado “Cuando apostaste por Clinton, elegiste a Trump (o socialismo y barbarie)”.

A mi parecer, la relevancia implícita de los dos primeros radica en que nos obliga a interrogarnos… uno, sobre lo que se esconde detrás del vocablo “manicomio”…  y dos, que se esconde detrás del vocablo “enfermedad” cuando en su video Iñaki Gabilondo expresa que “Trump es el síntoma y no la enfermedad."

Cuestionamiento al cual responde, a mi parecer con bastante acierto, la argumentación desarrollada por Juan Carlos Monedero en su artículo antes mencionado.
El cual, a continuación, me permito copiar y pegar.


Cuando apostaste por Clinton, elegiste a Trump (o socialismo y barbarie)




Y, claro, salió Trump.
No es que lo hubieran contado los posos del café leídos al anochecer. Bastaba mirar con la cabeza fría el abandono que sufren millones de norteamericanos a los que les prometen diariamente una dieta de sueño americano y apenas llegan a meterse en la boca la sensación de ser uno más de esos loser de las peores series. Una vez que sacaron a Sanders del juego -con trampas y desde dentro de las filas demócratas-, todas las papeletas apuntaban a Trump. Los trucos parlamentarios se están agotando en muchos sitios. Los perdedores se cansan de que les vean todos los días la cara de pendejos.
Entre una amiga de los banqueros y un rico, la gente escogerá al rico. Porque saben que es el jefe. Aún más si es hombre. Porque la estructura laboral, los anuncios, los cuidados, el ejército, los salarios y la violencia recuerdan a cada paso que los que mandan son los hombres. Y los ricos. Lo que pasa en nuestras sociedades es estructural. ¿O crees que si le das a la gente de desayunar miedo y Gran Hermano, Sálvame y Hormiguero va a recitarte por la noche a César Vallejo y a reflexionar como Aristóteles? Y si no emprendes es que eres un perdedor de mierda.
No se puede seguir haciendo trampas, reforzando el modelo neoliberal y esperar que la ciudadanía golpeada crea que los de siempre les van a solventar algún problema. El negro Obama tenía el alma laboral blanca. Y Hillary Clinton es, además de una mentirosa y una tramposa, una burócrata de Washington y una lobista de Wall Street. Las mejoras con Obama, han sido mínimas. Los ricos son infinitamente más ricos y los pobres son más y más pobres. No es tan extraño entender que, al final, la gente golpeada tendrá la tentación de preferir engañarse y apostarlo todo a una identidad convertida en el único plato que te vas a comer ese día. Y si encima les ayudas a identificar un enemigo al que le eches la culpa de lo mal que te va en la vida, miel sobre hojuelas. Y los Trump felices porque mientras hablan de los excesos del sistema para parecer tus amigos, tú nunca vas a echar la culpa al sistema sino a tu vecino de infortunios. Como decía Rábago: ¡Los inmigrantes te quieren quitar tu trabajo de esclavo!
Se puso a la ciudadanía norteamericana, una sociedad saturada audiovisualmente, delante de un dilema difícil de digerir: elegir a alguien que va a mandar todo a la mierda (y ya saldrá el sol por donde quiera), o más de lo mismo. Y, como en los años treinta, en una situación de desempleo, de precariedad laboral, de impunidad política, de violencia estructural y guerra, de miedo y amenaza, los fantoches de la extrema derecha emergen. La única posibilidad de frenarlos es con consciencia. El 1º de mayo de 1933, la izquierda tenía 14 millones de votos y Hitler 11. Pero los sindicatos decidieron marchar ese día del trabajo junto a las camisas pardas, a ver si así los frenaban. Frenar la consciencia es lo más terrible que sucede todos los días.  Decía Hillary Clinton que el socialismo de Sanders era un terrible peligro. Pues ahí tienes. Lo dijo la Luxemburgo y me lo recuerda Jaume: socialismo o barbarie.


También, y sin querer vanagloriarme, me permito copiar y pegar la entrada que publique en este blog, con fecha 26 de julio 2016, no por presumir de algún poder de premonición, sino porque de alguna manera puede ser una lectura que, en parte y por mínima que sea, puede representar una posible aproximación a la pregunta ¿Por qué gano Trump?

PORQUE PUEDE GANAR DONALD TRUMP


Hoy la política no es la actividad en virtud de la cual una sociedad libre, de personas libres, resuelve los conflictos que le plantea su convivencia colectiva, en pos del bien común.

La política es la actividad que permite el ejercicio del poder de quienes dirigen sobre los dirigidos, quienes gobiernan sobre los gobernados, quienes ejercen la dominación sobre quienes padecen la sumisión.

Hoy en día, en el sistema de dominación mundialmente hegemónico, conocido como capitalismo oligárquico (en su fase de mundialización neoliberal) y cuya expresión política formal más habitual es la democracia representativa, la actividad política se reduce esencialmente, cada cierto tiempo, en la elección de los miembros que integran los órganos que supuestamente ejercen la dominación en representación del conjunto de los miembros de una determinada colectividad.
La “actividad política” entre una y otra elección, es solo un espectáculo destinado al entretenimiento de los mirones, y sobre todo la preparación de la próxima elección, con sus batallas de posición, reales y/o fingidas, entre los futuros competidores, tanto entre los partidos como en el seno mismo de estos.

Elección precedida de lo comúnmente llamado periodo electoral, de variable duración, durante el cual los contendientes (miembros de unas organizaciones constituidas ex profeso para estas justas electorales en pos del poder) hacen “campaña” para atraer el voto de quienes depositaran en una urna una papeleta con el nombre del partido o la persona en quien depositaran el poder de representarlos en los órganos constituidos para el ejercicio del poder político… el cual no detenta ni ejerce el real poder, siendo su verdadera función, la de legitimar las decisiones que toman quienes detentan y ejercen los verdaderos y ocultos medios de la dominación.

Campaña electoral, que no es una batalla en la cual los contendientes pugnen por la supremacía de un determinado modelo de relaciones sociales, ni siquiera algún programa político especifico… sino una vulgar campaña de marketing que, como todo marketing, se dirige más al corazón y las emociones de sus blancos que a sus mentes y raciocinio.

Estrategias electorales que descansan, básicamente, sobre dos emociones primarias: el miedo y la esperanza… la imperiosa necesidad… de culpar y creer… del chivo expiatorio y el salvador.

El primer paso es preparar el terreno (labrar, abonar) sobre el cual se sembrará para después cosechar.
Un terreno propicio para recibir la semilla del miedo y, en forma simultanea o posterior, la esperanza, es evidentemente un escenario de crisis y si posible de caos. Crisis varias y simultaneas, pero principalmente económica, siendo que, de esta, casi en forma automática se generaran las de orden social y político.
La crisis económica no requiere ser inducida. En la actual etapa de desarrollo del capitalismo, esta surge por generación espontánea y se ha tornado crónica, sin posibilidad de ser erradicada, puesto que no es consecuencia sino esencia, principal engrane, quizás hasta motor mismo del funcionamiento de este capitalismo financiero depredador, generador de una desigualdad y exclusión, de una profundidad y extensión pocas veces visto (por lo menos desde el fin de la segunda guerra mundial.)
En cuanto al caos este es una consecuencia natural de la situación de crisis que con el tiempo no cesa de ahondarse, basta como botón de muestra citar a la inmigración. Sin contar que el caos, si puede ser inducido de formar relativamente fácil, basta crear las condiciones propicias a la aparición del tan temido terrorismo.

Si a los ingredientes básicos del empobrecimiento y la exclusión, se le agrega una incontrolable e incontrolada invasión de seres todavía más pobres que, por el simple hecho de su presencia, arrastran a los ya pauperizados hacia una fosa sin fondo, más algunos oportunos (para no decir, bienvenidos) atentados terroristas… les aseguro que el MIEDO se apoderara, cada día, de una mayor proporción, de una población que se siente vulnerable e indefensa antes estos repetidos y simultáneos ataques, no solo a su lugar en la pirámide social sino incluso a su integridad física. Si, a la pauperización y exclusión vividas como un ataque a la integridad social (que, según el nivel, puede asemejarse a la integridad física), le agrega usted uno que otro indiscriminado atentado… entonces es prácticamente una certeza que una gran parte de la población será emocionalmente presa de miedo, (o peor todavía, miedos) un miedo cuyo verdadero origen es incapaz de aprehender, responsabilizando de este a cualquier chivo expiatorio con una apariencia física y una cultural, distintas a la suya… a la vez que culpara a los representantes (que no detentores) del poder, más cercanos y visibles, los políticos, la clase política como tal. Con, a más largo plazo, la sospecha puesta no solo en la clase política, sino en “las elites.”

Entonces sumidas en el miedo, personal y colectivo (por lo menos entre los de su misma condición), inseguras, desprotegida, con temor a la mañana siguiente… en la cual pueden despertarse sin empleo, sin saber si no les quitaran las pocos pertenencias que aún les quedan, temerosas frente al espectáculo de la violencia que día con día, inocula el veneno de la duda y la incertidumbre de que será hecho el mañana… estas personas están dispuestas, predispuestas, a escuchar cualquiera que les prometa terminar con su pesadilla… que les regresara el empleo perdido, hará lo necesario para que no les quiten lo poco que les queda, los protegerá de la violencia… se presenta como el gentil pero fierro caballero defensor de la Ley y el Orden…lo más importante, les regresara su dignidad, les hará sentirse de nuevo orgullosos de lo que son, incluyéndolos nuevamente en este todo, del cual podrán sentirse orgullosos de pertenecer… los rescatara, los salvara de esta caída sin fin al infierno… su personal infierno… he aquí su salvador… el salvador… Donald Trump.

Portador de un discurso… que, en un pasado no tan remoto, probo su eficacia.
El más conocido y quizás más emblemático… un tal Adolfo Hitler. Como también un tal Benito de apellido Mussolini… del cual (pero es puramente anecdótico) Donald Trump (seguramente sin saberlo) adopta a menudo el mismo porte.

No sé si, en este próximo noviembre, Donald Trump será elegido como el cuadragésimo quinto presidente de los USA… pero, creo que por todo lo expuesto hasta aquí… son muchas las probabilidades de que así sea… o por lo menos (poniéndonos menos dramático) sus posibilidades de logarlo no son tan escasas como quisiéramos.

Este pasado 25 de julio, un sondeo de opinión de CNN nos decia que Donald Trump “recogía” 48% de los votos contra 45% de Hillary Clinton… y esta diferencia se incrementaría hasta un 44% contra 39%, si se toma en consideración los otros dos candidatos, el “libertariano” Gary Johnson con 9% y la ecologista Jill Stein con 3%.

Obviamente falta mucho, pero Donald Trump ya dio muestras de no ser tan malo debatiendo (por la importancia de los debates televisivos en la cultura política norteamericana), al igual que sabemos que Hillary Clinton, además de ser todo menos carismática, tiene mucha cola que le pisen (y Donald Trump no tendrá ningún escrúpulo en utilizar una campaña de desprestigio, por nauseabunda que sea, sino todo lo contrario.)

Queda, por saber por quién se decantará Wall Street… quien, siempre provisorio, tiene los dos fierros en la lumbre… hasta que opta por el futuro ganador (si bien desde antes ya hizo su elección, la cual, a pesar de todo su poder, no garantiza que acierte.)



Quienes piensan que Donald Trump no es más que un payaso… más vale que empiecen a tomarlo por lo que es… un candidato a la presidencia de los USA que tiene reales posibilidades de ser electo.

¡Ojalá me equivoque!
Porque si bien es cierto que Donald Trump no es ningún payaso (como tampoco lo era en su momento el actor de quinta Ronald Reagan), también es cierto que no es ningún salvador o valiente caballero decidido a luchar contra los malvados en defensa los pobres y desprotegidos.
Porque, si bien es cierto que no pertenece al mundo de los “políticos profesionales corruptos”, si es miembro del 1% (si no es del 1% si del 10%) vilipendiado por el movimiento “Occupy Wall Street”… que lo único que, de ser electo, si hará, es “darles por culo” a los desclasados que lo hayan encumbrado… porque como buen capitalista que es, está en su naturaleza ser un depredador, un lobo que se disfraza de oveja para mejor comerse a los incautos corderitos.
Porque si bien es cierto que impondrá “la Ley y el Orden”, será su ley y su orden, la ley y el orden de los más fuertes, para beneficio de quienes mandan y explotan.

Si resultara ser electo presidente de los USA, como dicen en México “¡que Dios nos agarre confesados!”


 Posdata: ¿casualidades?



Leído esta misma tarde en el número del 14 al 20 de julio 2016, del semanario francés, L’OBS, en una entrevista al “especialista” de la economía numérica, Nicolas Colin.

¿Qué es el fenómeno Trump?
Tanta tensión política en tantos países del mundo, recuerda lo sucedido en los años 1930.
El fascismo ha hecho su aparición por todos lados al mismo momento, bajo diversas formas, como reacción uniforme de la sociedad a la inadaptación de las instituciones.
Cuando los individuos no se sienten protegidos contra los excesos de la economía de mercado, sienten la tentación del fascismo.
El fascismo es la pasión por la restauración de un viejo orden y una mítica prosperidad. Es el sobrepaso de la separación derecha/izquierda. La tentación autoritaria frente a las limitaciones de los regímenes democráticos. Ya hemos llegado a este momento.