junio 18, 2015

IR AL ENCUENTRO DE LA NADA


Hace unos días, me practicaron una cirugía sin mayor importancia (plastia inguinal derecha con colocación de malla), sin embargo por el antecedente de mi todavía reciente muy grave infarto al miocardio, pensé en la posibilidad de que, debido a alguna “complicación” derivada de dicho infarto, pudiera fallecer durante o posteriormente a dicha intervención quirúrgica… por lo que hice parte a mi familia de MIS ULTIMAS VOLUNTADES (texto que se puede leer en este mismo blog, bajo el titulo de TESTAMENTO VITAL, con fecha 6 de mayo)
No obstante… ¿afortunadamente?... una vez más… todo salió bien… La Parca y sus hermanas no quisieron llevarme a sus aposentos, y menos aun a sus camas.
Lo que, fiel a mis “antojos”, me lleva una vez más a parir un texto sobre la muerte… muy particularmente el suicidio.

Por lo que…

No… la precedente entrada de mi blog, no podía ser la última… tenia… tiene que haber otra, que por lo pronto, funja como penúltima y virtual… en espera de que llegue el momento en que sea… será… realmente la ultima.




Desde mi más remota adolescencia… hasta el día de hoy… mi mente ha cavilado sobre la pertinencia del vivir y su natural fin la muerte… en particular una de sus modalidades… el suicidio.

Desde hace algunos años… suicidio como consecuencia de una vida física y/o mental, corporal y/o espiritual… irremediablemente comprometida, dañada, inútil, carente de toda dignidad y humanidad… a consecuencia de alguna enfermedad o accidente cuya incapacidad me arrebate mi humanidad para dejarme solo mi animalidad… con la necesaria y degradante (quizás a veces para ellos repugnante) ayuda de los seres  más cercanos que no se merecen este castigo.

Sin embargo, este escenario… que veía, sentía, tan cercano… a pesar de mi relativamente reciente infarto agudo al miocardio que me llevo a las puertas mismas de la muerte… ya no me parece serlo tanto.

A pesar de este alejamiento (pero siempre posible motivación para un suicidio)… desde siempre ha existido otra posible causal… de orden más bien filosófico.
Esta es la que hoy en día ocupa mis pensamientos, reflexiones… y porque no decirlo… mi decisión de recurrir al suicidio. Prácticamente, solo me falta decidir del momento más apropiado para el mismo.

Nuestra llegada a este mundo no ha sido producto de nuestra decisión, nuestra voluntad… mi decisión, mi voluntad. Solo el azaroso encuentro de un ovulo y un espermatozoide… una fecundación que al cabo de aproximadamente nueve meses me hizo llegar al punzante frio, el ruido ensordecedor, la cegadora luz, el insoportable dolor de mi expulsión del acogedor útero… literalmente jalado por unos fórceps que me aprisionaban la todavía tierna cabeza.

Nuestra presencia en este Mundo, el habitarlo… depende en una mayor o menor parte de nuestras decisiones… pero estas se enmarcan, se ven mermadas, acotadas, condicionadas por el entorno, nuestras circunstancias. Lo cual mengua una enormidad nuestra capacidad, posibilidad, del sentimiento de nuestra propia existencia.
A lo largo de nuestro vivir… hacemos lo posible para ser los dueños de nuestra vida… experimentar el genuino sentir de nuestra existencia… siempre únicamente hasta donde nos atrevemos… sin lograrlo, sin alcanzarlo.
Por lo general… nos contentamos con ser espectadores (jamás o en muy contadas y puntuales ocasiones actores.)
Sin siquiera ser verdaderamente capaces de contemplar… simples mirones… desde lo alto, desde fuera, incapaces de sumergirnos, de sentirnos parte de un Todo. Solos… extranjeros, sin acompañamiento, complicidad, compartir, contacto.

Como escribió en algún libro el filosofo francés Michel Obfray: “ Mourrir au monde de son vivant est pire que mourrir un jour véritablement”… lo cual podría mal traducir como: Morir al mundo en vida es peor que verdaderamente morir algún día.

Luego, con el paso del tiempo, llega la progresiva decrepitud del cuerpo y la mente, hasta que nos damos por vencidos. Con alguna que otra batalla de retaguardia… pero ya sin la fuerza vital del presente… y su inexistencia de cara al futuro.

El soplo de la vida se ve sustituido por la resignación, el desaliento, la incapacidad.
Si… a ratos, solo a ratos… hemos tenido la suerte de experimentarlo, el sentimiento de nuestra existencia  se queda atrás, sustituido por el sentimiento de nuestra esencial AUSENCIA al mundo. Nos embarga el profundo sentimiento de la NADA… junto a la irremediable SOLEDAD como esencia misma de la condición humana… cuando nos damos cuenta que toda nuestra vida, acompañados o solos, no ha sido más que un ensordecedor monologo… que nunca hemos conocido a nadie como nadie nunca supo quien éramos.

Es entonces… cuando nuestra presencia se vuelve definitiva ausencia… nuestra existencia simple y llano vivir… nuestro compartir, perene soledad… que sentimos que el seguir en vida dejo de ser una aspiración… para tornarse involuntaria costumbre, cotidiana rutina, mero habito… que ha llegado el momento de interrogarnos sobre el porqué, las razones, de seguir en vida…. y si las interrogantes se quedan sin convincentes respuestas… pensar en ejercer, por ultima (y quizás única) vez de nuestra vida, el único acto realmente libre de todo nuestro pasajero andar por este mundo… el de decidir dejarlo voluntariamente para siempre.

No como producto de una profunda tristeza, algún estado depresivo… sino como el único acto realmente libre, liberador… digno… digno de nuestra condición humana… de la consciencia de nuestra irremediable mortalidad.

No aceptar la… muerte… sino ir a su encuentro… el ultimo… y quizás único… acto que afirma nuestra… mi… humanidad.

Sin olvidar una de sus mayores dimensiones simbólicas… la de redimir (sin su connotación judeocristiana), de una vez por todas, nuestras (mis) cotidianas traiciones.

Por lo pronto, que quienes me lean, no se asusten ni me lloren (o gocen) anticipadamente… todavía siento que un indefinible ¿ALGO? me retiene a la vida… cuando este ALGO se haya disipado, haya dejado de ser una fuerza capaz de mantenerme aferrado a la vida… entonces habrá llegado la hora de mi suicidio.

Hasta aquí lo expresado en este día, en el cual, a pesar de todo, todavía no he dado el paso definitivo.




El día en que me haya decidido a darlo, todo lo anterior seguirá siendo… obviamente… más valido que nunca.
Solo que este día podre agregar… y podrán leer…

No los dejo… me dejo… me voy… me he ido.

Simplemente consciente de la profunda absurdidad y sin sentido de la vida… en un mundo en el cual no he pedido venir… que no he podido habitar… en el cual, salvo en contadas intermitencias, solo he sido espectador... en el cual solo me atreví a vivir, sin llegar a la plenitud del sentimiento de la existencia… de mi propia existencia.
                                                                         
Hoy… ya me canse de estar en este Mundo sin ser parte de él, ni siquiera vivir, y mucho menos existir, simplemente ESTAR.

Que me sea permitido, abandonarlo cuando así lo quiera… que el morir sea mi decisión, mi último y quizás único acto en el cual exprese mi libertad y dignidad de ser, dicho humano.

Los que se quedan… los que he amado, odiado, o me han sido indiferentes (los más) sin poder o querer hacérselos saber… no me lloren y me olviden cuanto antes.
Idos… solo seguimos vivos en el recuerdo de unos cuantos, muy pocos… y ni siquiera creo haber hecho lo suficiente con mi vida para que esta remembranza perdure mas allá de algunos días, meses… o unos pocos años en el mejor de los casos.
Sin contar que cuando los seres que me fueron más cercanos… también se hayan ido… el olvido será irremediablemente perpetuo.

Posdata:
Queda el ¿cómo?
De antemano descarto un suicido violento y/o sangriento que me parece inapropiado… porque en el fondo mi idea no es realmente la de matarme, poner fin a mi vida… sino la de acostarme, para quedarme apaciblemente dormido… y nunca más despertarme.