diciembre 19, 2011

DEMOCRACIA, MERCADOS Y TECNOCRACIA


"Substituir al gobierno de los hombres, la administración de las cosas"
Saint Simon.

Mi suegra, de casi noventa años, española exiliada en México después de la guerra civil, se dice de izquierda (por mimetismo simbiótico con las ideas y acciones de un venerado esposo de formación comunista y oficial del ejercito republicano) y anticlerical furibunda (que no es lo mismo que atea)… pues bien… antes de las pasadas elecciones generales españolas me permití provocarla diciéndole que lo natural era que “por traidor” el Partido Socialista Obrero Español perdiera dichas elecciones, que lo natural era que las ganara el odiado fascistoide Partido Popular que aunque fuese un lobo disfrazado de cordero, lobo era… cuando el pretendido socialista era un cordero mutado a lobo que pretendía seguir siendo cordero.
Provocación que se quedo sin contestación, pero con mirada reprobatoria… insinuando que el traidor… era yo.

En Aragón, tenemos unos amigos, “militantes profesionales” (con cargos de nosotros desconocidos) del PSOE cuyo varapalo de las anteriores elecciones autonómicas y municipales no había menguado su “fe” en un posible “reposicionamiento” del partido para las siguientes elecciones generales… que la vigilia del fatídico 20 N (sería interesante y de provecho estudiar el significado de esta nueva “moda” que consiste en designar ciertos eventos de la vida política por el día seguido de la inicial del mes correspondiente a la fecha en el cual se escenificaron… una corazonada me dice que tiene precisamente que ver con el concepto de escenificación) todavía creían (insistiría nuevamente en que tenían “fe”) que si bien la derrota era su horizonte, esta podría darse por una diferencia de tres a cuatro puntos porcentuales.
Al día siguiente, al teléfono y no en su presencia (lo cual tiene su importancia) se les notaba tristes, preocupados… pero no destrozados… con los suficientes ánimos para seguir adelante. Pensé: encomiable… pero… ¿hacia dónde, en qué dirección?

Encontrándonos en un punto de la geografía aragonesa el día de las elecciones, y visitando algunos parientes (algunos más lejanos que otros)… percibimos… uno, que quienes creíamos “ser de izquierdas”, agobiados y temerosos, iban a votar o habían votado “por un cambio” (¿Quién llamaba a votar por un cambio?)… dos, que algunos habían decidido hacer uso de su derecho a no acudir al encuentro con las urnas… tres, que quienes habían sido toda la vida “de derechas” no expresaban su victoria anticipada con particular alegría ni festejo, sino mas bien alguna inexpresada pero palpable preocupación “por lo que les esperaría a partir del siguiente día… intuyendo quizás que sus “lideres” no eran mas que títeres en manos de desconocidas, invisibles y vampiresas “fuerzas” que seguirían con su insaciable sed de la sangre de los indefensos corderitos (importando muy poco de qué lado se situaran estos en la geografía política.)
Al día siguiente, pensé: victoria pírica para unos cuantos (en relación a las anteriores elecciones generales del 2008, el PP incremento su caudal de votos en apenas un poco más de quinientos mil)… verdadero descalabro para otros tantos (en relación a las mismas anteriores elecciones generales, el PSOE perdió un poco más de cuatro millones y medio de votos)… sacrificios, profundo malestar (miseria tanto física como sicológica) y desasosiego para todos, hayan votado a quien hayan votado… salvo, claro está, para los bribones de siempre que salen ganando, sean quienes sean los vencedores y los vencidos en las urnas.

Personalmente, el resultado… me satisfizo… con una preocupación, sin embargo, al leer al día siguiente, en la columna “Puntada sin hilo” del periódico PUBLICO, esta última gota: “Y la gota más terrible: Se reunieron más falangistas en el Valle de los Caídos que indignados en la Puerta del Sol”.

¡¿Satisfecho?!... quizás no sea la palabra exacta… demasiada masoquista… digamos, mejor… que me congratulo.

No porque los españoles (no todos, solo quienes son un verdadero estorbo, casi prescindibles pero son todavía necesarios, solo el noventa por ciento que cumple a la perfección, sin quejarse demasiado, conscientemente o no, su función de abono para que el otro diez por ciento recoja los frutos y se los coma) como antes los irlandeses, los portugueses y los griegos, hoy los italianos y estos mismos españoles, mañana los franceses, pasado mañana los alemanes y con ellos todos los europeos, en espera de que les toque el turno a todos los demás terrícolas… vayan a “pasar las de Caín”.
No… sino porque de dos cosas una… o los amos se salen con la suya una vez mas y encuentran la manera de perpetuarse entre los de su especie sin necesidad de mantener en vida (en condición de humanos) a los demás, como tampoco haga falta mantener con vida al planeta que los alumbro (al fin que la muerte y una “vida artificial” también son fuentes de ganancia)… o se empieza a luchar decididamente, vigorosamente, inteligentemente, etcétera, por la vida, contra esta elite parasitaria y su sistema de dominación: político (institucional o factico) social (quizás prioritariamente el mediático, pero de hecho la totalidad de las relaciones verticales que se rigen por el binomio mando/obediencia y la sumisión, expresa o encubierta, impuesta o falsamente voluntaria), pero ante todo económico (cuestionando y contestando al: ¿que, como, con que finalidad; producir, distribuir, consumir, intercambiar?)… en suma, cuestionar la totalidad del entramado de las relaciones que constituyen el actual sistema de convivencia entre los individuos y su relación con las fuentes naturales de la vida… cuestionarlo, combatirlo, derribarlo… imaginando y construyendo, en una perpetua dialéctica entre proyecto y acción, las nuevas relaciones de una nueva convivencia.



Desde la creación de este blog (que defino como un ejercicio de “masturbación neuronal”), hace ya más de seis años, numerosas fueron las entradas en las que se intento exponer, analizar y defender la tesis (para mi central) de que tanto la democracia como el estado de derecho son unas falacias cuya finalidad es la de perpetuar unas relaciones de dominación que se fundamentan en “el reino de la economía y la razón instrumental”… por lo que me parece vano, ocioso, y hasta trivial, hacerlo por enésima vez.
Sin embargo, desde la crisis (reductoramente mal llamada) financiera del 2008 hasta la actual crisis (también reductoramente mal llamada) de las deudas soberanas y el euro, asistimos (como espectadores) a una acelerada mutación del sistema dicho de democracia representativa, que evidencia de manera bastante nítida su carácter de falacia.

Hasta hoy, en todas las sociedades integradas por un cierto número de individuos, en un determinado espacio geográfico, la cuestión del poder y su ejercicio en cuanto a una estructuración del mismo que asegure la convivencia (de preferencia, pero no forzosamente, pacifica) de los miembros que la integran, la problemática del gobierno, como traducción (generalmente pero no forzosamente institucionalizada), de la relación de mando/obediencia, y su legitimación, se han materializado sobre la base de “categorías” que responden a la pregunta: “¿a titulo de qué?” estos miembros de la comunidad están llamados a ejercer la autoridad sobre los que les deben obediencia y sumisión.

Probablemente, el mas antiguo de estos títulos sea el de la fuerza. Manda el mas fuerte. El que dispone de los medios necesarios para imponer su autoridad mediante la fuerza, sean estos, desde los albores de la humanidad, la pura fuerza física o la de las armas… pero también, mas recientemente, la de la Ley que otorga a quien manda el derecho al legitimo uso de la violencia. Proceso de legitimación (propio de una sociedad “civilizada” dirán los “modernos”) el cual siempre, en todos los tiempos y todas las latitudes, sirvió y sigue sirviendo para encubrir y disfrazar el origen, la fuente primera (y de ser necesario, el recurso ultimo), de toda autoridad: la fuerza.

Probablemente siguió el de la filiación, sea esta humana, divina o una combinación de las dos. Quien tiene el poder lo recibe de Dios (cualquier divinidad sirve), le fue otorgado y lo ejerce en su nombre… o le fue transmitido por sus antepasados quienes ya detentaban la autoridad, heredando asi las funciones propias del poder sin mas meritos o virtudes que los del linaje que el nacimiento le otorga. Obviamente que el poder contar con el empoderamiento del padre terrenal a la vez que con la del padre celestial tenia sus ventajas. Si la modernidad se encargo de borrar del mapa político la aristocracia, tanto terrenal como celestial (quedando solo sus remanentes conocidos como nepotismo), en la esfera económica, en numerosos casos, la aristocracia de la riqueza sigue gozando de buena salud. Aunque, la verdad sea dicha, hoy en día, en muchas de las principales firmas, la propiedad está en manos de entidades financieras y fondos; en cuanto a la dirección de las mismas esta se encuentra en manos de administradores y gestores cuyos nombramientos tienen poco que ver con la filiación… y mucho con la pertenencia al cerrado circulo de una elite que se reproduce mas “in vitro” (el ser parte del medio propicio y tener a su disposición las técnicas apropiadas) que por la clásica y natural (pero poco eficiente por demasiada aleatoria) relación sexual.

He aquí que hemos topado con los “títulos” que hoy en día rigen (por lo menos en los Estados occidentales económicamente más “desarrollados”) las relaciones de dominación (con sus correspondientes “expresiones políticas”), la intemporal plutocracia (u oligarquía) y la modernísima tecnocracia.
Sin embargo, con el afán de seguir con una cierta lógica (para la estructura misma del texto), es conveniente abordar antes el que, desde la llegada de la modernidad (en mi modesta opinión, por ahí de 1789) sirve de coartada y taparrabo a todos los demás… la democracia.

La definición (o caracterización) más conocida de “democracia” es sin duda la del presidente Lincoln: el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. La cual, en sentido estricto, remite a que la soberanía reside en la totalidad (todos y cada uno) de quienes conforman la comunidad que se da este estructura de gobierno, los cuales toman las decisiones de acuerdo a la voluntad colectiva (o general) del grupo. Lo cual implica que sus miembros son libres e iguales y plantea la cuestión del cómo se expresa y genera esta voluntad general simbiosis de las voluntades particulares de los iguales.
Lo cual solo se da en la “democracia directa”, que supone la participación directa, sin intermediación alguna, de los iguales. Solo se puede generar mediante una estructura asamblearia (que va del ámbito mas elemental, concreto y próximo, al mas complejo, abstracto y general) en la cual los delegados en cada uno de los niveles de la misma son comisionados que transmiten el mandato asambleario acordado en su propio nivel. Como lo expresan con tanta perspicacia, Jacques Rancière: “el gobierno de los que no desean gobernar” y el sub Marcos: “mandar obedeciendo”.
Democracia directa ateniense, que (al circunscribirse al genero masculino y los “hombres libres”) no era tal, y que solo se ha dado en algunas circunstancias historicas de finales del siglo XIX y principios del XX (la Comuna de París, el movimiento de los Consejos en Alemania, el Maknovismo ucraniano y el Colectivismo Libertario durante la guerra civil española) y que siempre se tilda de utópica y combate encarnizadamente hasta su total liquidación.
La única democracia que se considera como tal por ser la única “razonablemente” posible, realista, viable… es la “representativa”. El soberano sigue siendo el pueblo, pero los seres de carne y hueso que conforman esta abstracción, no ejercen dicha soberanía, sino que se limitan a elegir, cada cierto tiempo, unos representantes que serán quienes, en su nombre, gobernaran, detentando el poder de normar y gestionar la convivencia, o sea, hacer las leyes y hacerlas cumplir.
Se nos presenta el concepto de “democracia representativa” como si esta yuxtaposición de los términos “democracia” y “representativa” fuese un pleonasmo… cuando en realidad es un oxímoron. Los supuestos representantes no representan a quienes supuestamente los eligieron, sino a los intereses de la elite política y económica.
Elite política conformado por un puñado de profesionales de la política que se disputan el poder desde unas estructuras conocidas como “partidos” que bajo la apariencia de agrupaciones dotadas de una ideología y un programa de gobierno, son en realidad meros instrumentos que, mediante la utilización de las mas elementales reglas de la mercadotecnia, se disputan los votos de los individuos que con cierta regularidad son llamados a expresar su preferencia entre quienes les solicitan su “apoyo” para constituirse en la maquinaria que los gobernara, administrara la convivencia.
Elite económica que detenta el verdadero poder… la propiedad, administración y gestión de los medios (el capital, bajo todas sus formas materiales, virtuales y simbólicas) que producen y distribuyen la riqueza… en función de su propio interés (de clase dirían los marxistas).
Notación al margen… o mención especial… merecen quienes conforman la elite del poder mediático, o sea, quienes poseen y administran los medios que permiten la mediación “interna” entre los diversos segmentos de la elite, y “externa” entre estos y los individuos que integran la masa amorfa. Sin olvidar su invaluable aportación a la creación y gestión de las necesidades y deseos que sustentan la producción y consuno de la riqueza.
Dicho de otro modo, la democracia representativa es el medio (mecanismo) mediante el cual la elite (las elites) consigue (consiguen) su legitimación como tal… quienes ejercen la dominación obtienen el consentimiento de quienes padecen la voluntaria sumisión.
En términos meramente políticos (politiqueros), la democracia representativa es el mecanismo mediante el cual el “pueblo soberano” se despoja voluntariamente de su soberanía para instrumentalizar la convivencia pacífica, alcanzar el “consenso”, o sea, otorgar a la mas fuerte minoría el poder de crear una mayoría y una oposición que siempre estarán de acuerdo sobre lo esencial… que se resume a la administración, defensa y permanencia ad eternum de los intereses de quienes ejercen la dominación.


En última estancia, lo que las elites (quienes detentan y ejercen la dominación) pretenden con la democracia representativa es gobernar sin el pueblo… que el titulo para gobernar no sea la democracia sino la plutocracia (el gobierno de los ricos) en combinación con la tecnocracia (el gobierno de los sabios, quienes saben) o al amparo de esta.
En lo que respecta a la plutocracia… no hay problema… de facto, siempre ha sido así, esta siempre ha gobernado, igual ayer que hoy… solo ha cambiado la traducción política de esta dominación… en función de la caracterización (económica y social) del momento histórico en el cual esta se da.

Hasta hace muy poco, durante aproximadamente los últimos doscientos años (para algunos un poco mas, para otros un poco menos, con sus “necesarias” interrupciones), en la mayoría de los Estados modernos y desarrollados, la democracia representativa ha sido la formula mas acorde con los intereses de las elites. Esto en su modalidad de “partidocracia”, es decir una lucha pacifica por ocupar el gobierno, mediante elecciones (mas o menos democráticas), entre políticos profesionales que se distribuyen en diferentes organizaciones partidistas supuestamente dotadas de un ideario y programa de gobierno diferenciado. Los hay conservadores, progresistas, de derecha, de izquierda (con sus correspondientes extremos), de centro (centro derecha y centro izquierda)… pero, eso si… todos jugando con las mismas reglas del juego (evidentemente democráticas)… siendo la primordial, esencial, fundamental, sustancial… la aceptación, explicita (por lo general del arco parlamentario situado a la derecha) o tacita (por lo general del arco parlamentario situado a la izquierda) del modelo económico… de todos conocido como… el capitalismo. De ahí que se decía (sigue diciendo) que la democracia era consubstancial al capitalismo y este a la democracia. Lo cual, sea dicho de paso, fue desmentido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, la ultima siendo la del Estado chino que ya no se sabe si es comunista y/o capitalista, siendo posiblemente un engendro de los dos sistemas, una criatura nacida de la copulación contra natura del uno y el otro, guardando en su material genético una extraña mezcla de lo peor de los dos… eso si, y como siempre, para el mayor beneficio de la(s) elite(s).

En la vieja Europa occidental (a la cual, desde la caída del muro de Berlin se fueron sumando los antiguos Estados ¿comunistas? de la Europa del este), hasta hace unos cuantos meses (o semanas) la formula en boga fue la de la complementaria y exitosa alianza entre la clásica democracia representativa partidista y un capitalismo, no tan clásico (de hereje lo califican los verdaderos clásicos), en el cual la convivencia social pacifica se logro mediante el llamado “estado de bienestar”, el cual suponía (sin que esto representara un mayor inconveniente, una mayor disfuncionalidad) que el “capital” aceptaba una cierta redistribución de la riqueza en beneficio del “trabajo”, bajo la forma de prestaciones sociales y ciertas mejoras en las condiciones de trabajo. Producto de la “heroica lucha de los trabajadores”… pero también (y ante todo diría yo) porque así lo había requerido en su momento un capitalismo que para salir de un perceptible “estancamiento” había encontrado su regeneración mediante el consumo de masa… el cual a su vez requería de unas condiciones sociales y económicas propicias al mismo.
Todo estaba de lo mejor en el mejor de los mundos posibles… hasta que por ahí de los años setentas, el capital se dio cuenta que la (su) plusvalía decrecía mas alla de lo que sus integrantes consideraban como aceptable… dando entonces un secundo air al liberalismo mas “clásico” (hoy llamado neoliberalismo) y poniendo manos a la obra para recuperar lo que (por derecho) les pertenecía… empezando a poner en practica toda una batería de medidas (legales y de facto) destinadas a poner paulatinamente fin a este “estado de bienestar” que les había ido despojando de lo suyo.
Un poco más tarde, medianos de los ochenta, principio de los noventa, se puso en marcha una nueva etapa del capitalismo, con la “aparición” de una nueva era tecnológica (esencialmente en el campo de las comunicaciones y hace menos tiempo la biología), la libre circulación de los capitales, las empresas multinacionales, la globalización (tanto de los procesos productivo como del consumo, tanto de los bienes materiales como de los padrones culturales)… siendo la cereza del pastel, la “financiarizacion” de la economía… la cual supone que un conjunto de bancos de inversión, compañías de seguros, fondos de pensión y fondos especulativos (que compran y venden esencialmente cuatro tipos de activos: divisas, acciones, bonos de los Estados y productos derivados) “mueven” cada año, a escala planetaria, capitales por un valor de 3,450 billones de euros, cuando, en el mismo tiempo, la economía real (las empresas de bienes y servicios) crea una riqueza (PIB) estimada en 45 billones de euros… o sea setenta y cinco veces más (Ignacio Ramonet en la versión española de Le Monde Diplomatique del mes de noviembre).


Llegado a este punto, es de sentido común, que el capital, y su actual representación genérica y simbólica, “los mercados”, lleguen a la conclusión de que el desmantelamiento del anacrónico Estado de bienestar tiene que acelerarse y que si las viejas y contraproductivas estructuras políticas representan un obstáculo para tal fin, llego la hora de sustituirlas, o por lo menos adaptarlas a las nuevas exigencias de los nuevos tiempos.

Así es como, lo mas naturalmente del mundo, se llego a la conclusión de que donde la democracia representativa era un impedimento para la implementación de las necesarias políticas económicas de recortes y austeridad (que son un medio y no el verdadero fin)… había llegado el momento de reemplazar esta por el gobierno de la tecnocracia… obviamente, guardando las apariencias.
Es así que (por ejemplo y como caso más paradigmático) ante la crisis de las deudas soberanas y el euro, hábilmente alimentadas por los siempre muy útiles “mercados” y sus comparsas las agencias de notación, los primeros ministros elegidos en las urnas Yorgos Papandreu, en Grecia, y Silvio Berlusconi, en Italia fueron sustituidos por los “tecnócratas” Lucas Papademos y Mario Monti. Entrecomillando el termino de “tecnócratas”, dado que si bien estos señores, que no fueron elegidos por nadie, mas si designados (presentados como los adecuados, porque ellos si poseen los conocimientos financieros que la situación requiere) por los poderes económicos, pueden ser calificados de tecnócratas,… no son unos tecnócratas cualesquiera… no… Papademos sumaba ocho años de vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) y otros ocho como gobernador del Banco Central griego… y Monti, que aterrizó en Roma tras seis años asesorando a Goldman Sachs, coloco al frente de su equipo económico a Conrado Passera, máximo ejecutivo del banco Intesa Sanpaolo, y a Vittorio Grilli, ex directivo del Credit Suisse y el First Boston Group. A lo cual podemos agregar que Mario Draghi quien llego unos cuantos dias antes a la cúspide del Banco Central Europeo (BCE) fue un ex directivo de Goldman Sachs. Como dato adicional representativo de esta tendencia, se puede mencionar que 14 de los 27 países que integran la Unión Europea han situado a ex banqueros o gestores de fondos al frente de los ministerios de Economía, Finanzas o del Banco Central… mas los que seguirán por el mismo camino.

Ha llegado la hora para la elite económica de hacerse cargo, directamente (sin unos fastidiosos intermediarios de dudosa lealtad) de las riendas del poder político… ha llegado la hora de la sustitución de los políticos profesionales por los tecnócratas… la paulatina transformación de la democracia (aun siendo representativa) en tecnocracia… la sustitución de quienes fueron (supuestamente) elegidos por los individuos que dan cuerpo a la abstracción conocida como “pueblo”, y así dotados del consentimiento legitimador… por quienes tienen su legitimidad no de unas obsoletas y hoy disfuncionales elecciones, sino del conocimiento, del saber… que en estos tiempos se requiere para poder afrontar los retos que plantean las crisis… que por ser económicas, requieren de técnicos en economía… con obviamente la experiencia que da el haber previamente asumido altas responsabilidades técnicas en el mundo de la finanza, hoy corazón de la economía. Aunque también se da el movimiento inverso, en el que algunos técnicos que tuvieron a su cargo la gestión de estructuras estatales, una vez finalizado su periodo como “servidores públicos” y cumplida su misión, regresan a su alma mater, las empresas y compañías de donde saltaron a la palestra política.


Que el conocimiento y el saber sean fuente de legitimación para el ejercicio del poder se remonta quizás a la prehistoria en la que el dominar alguna técnica era presumiblemente de vital importancia para la sobrevivencia misma del grupo, y por lo tanto el dominar una cierta técnica era presumiblemente fuente de alguna forma de autoridad.
Incluso hoy en día el saber, no tanto como dominio de alguna técnica o aplicación de algún conocimiento, sino simplemente como un mayor grado de educación o formación académica, es motivo suficiente para que muchos individuos (de la clase y condición que sean, pero preferentemente “bien educados”) acepten no solo una legitimación de orden técnico para el gobierno de alguna sociedad, sino para la “natural” exclusión de los “ignorantes”, del acto democrático por excelencia en una democracia representativa, el derecho al voto en el que cada persona detenta un voto teniendo todos estos el mismo valor, sean cuales sean las posiciones sociales de cada votante (único momento en el que se supone que se expresa y respeta la premisa igualitaria de la democracia). Me acuerdo muy bien de la diatriba del papa de un amigo de mi hijo que, un día de elección, defendió con mucha convicción que no todos los votos debían de tener el mismo valor, que no podía ser, era sumamente injusto, que el voto de un campesino analfabeto (solo le falto agregar indígena o indio) tuviese el mismo valor que el de un profesionista y el de este el mismo valor que el de alguien con un doctorado obtenido en los Estados Unidos… en fin… que los gobiernos tecnocráticos tienen mucho porvenir, tanto por la actual relación de fuerzas en la estructura económica base de toda dominación, como por la aceptación cultural de la “natural superioridad” que otorgan el conocimiento y el saber, la cual legitima el gobierno por parte de quienes poseen esta ventaja social que reviste tintes de virtud.
Obviamente que esta tendencia nos lleva a una dictadura tecnocrática (sobre la base de la propiedad de la riqueza y la filiación), dado que si bien puede existir una cierta herencia genética de la propensión a ser mas “inteligente”, no hay la menor duda de que la formación intelectual está íntimamente ligada a la posición social que favorece la reproducción “por división celular” de una elite cuyos integrantes frecuentan las mismas escuelas, de donde salen los mismos expertos, que tienen las mismas soluciones para los mismos problemas (que ellos mismos se han encargado de definir como problemas).

Como se expuso con anterioridad, el sueño de toda oligarquía es el de poder gobernar sin el estorbo del pueblo (la plebe)… que la gestión sustituya a la política… los expertos a los políticos… en función de leyes científicas, matemáticas, ineludibles… mientras al pueblo, ignorante por principio, se le pide reemplazar la política por la fe en la racionalidad instrumental, la utopía por el utilitarismo, la manifestación de su ser existencial por el consumo.
Expertos que obtienen su legitimidad de un supuesto conocimiento científico… por lo tanto supuestamente neutro, apolítico, apartidista, que obedece únicamente a sus propias leyes… cuando en realidad han sido escogidos y designados por quienes detentan el poder económico… los cuales se esconden bajo la incorpórea abstracción de los “mercados”… haciendo uso del poder otorgado para gestionar y administrar las “decisiones correctas” implementando una batería de “dolorosas pero imprescindibles” medidas favorables a los intereses de sus representados.

Puede ser que ciertos políticos (especialmente los que se autonombran de izquierda) se rehúsen por un tiempo a cavar su propia tumba, se resisten a su extinción… pero de que servirá este combate de retaguardia, si en los hechos los gobiernos supuestamente democráticos (sea cual sea su color político) actúan (de muto propio) o se ven obligados a actuar como si fueran tecnocráticos.
Puede ser que por un tiempo los ciudadanos de a pie, desilusionados y desencantados por la traición de sus políticos, acepten lo inevitable (incluso posiblemente considerado como acertado) de un tal despotismo ilustrado.
¿Pero que pasara cuando las políticas de los tecnócratas (aplicadas por ellos mismos o por los políticos) aparezcan, en toda su nitidez, como lo que son: medidas destinadas a incrementar el desigual reparto de la riqueza, con su cuota de sufrimiento, y exclusión… cuando se percaten que las leyes del mercado, a las cuales no queda de otra que rendir pleitesía, solo se traducen en miseria… física pero también existencial?
¿Recurrirán a la violencia?
¿En qué grado?
¿Se echaran en brazos de algún mesiánico salvador?
¿Cómo contestaran los centros de poder?
¿Se quitaran (o arrancaran) las mascaras de la libertad “bajo caución” para que aparezca, como último recurso del mantenimiento del estatus quo, el rostro del autoritarismo más extremo y brutal?



¿Qué hacer?

Actuar (¿cómo?) para que la democracia deje de ser esta forma de gobierno que permite a la oligarquía reinar en nombre del pueblo, esta forma de sociedad que regula el poder de la mercancía.
Arrancar (¿cómo?) a los gobiernos oligárquicos (que se presenten con el rostro de la democracia representativa o con la máscara del gobierno de la razón técnico-instrumental) el monopolio de la vida pública… y a la riqueza el poder absoluto sobre nuestras vidas.
Luchar (¿cómo?) por la existencia de formas de organización social que se aparten de la lógica capitalista de la ganancia privada y la competencia… por la existencia de espacios en los cuales priven los intereses de la colectividad, del bien común, de la solidaridad.

¿Cómo?