Desde
la misma noche en que se dio a conocer el resultado de las “elecciones
generales” españolas he seguido de muy cerca los sainetes protagonizados por
los diferentes partidos. Sainetes que, en anteriores entradas de este mismo
blog, califique, en un primer momento, de partidas de AJEDREZ y luego, a medida
en que la estrategia cedía el paso al abierto engaño, de partidas de POKER.
Después
vinieron las dos cesiones de investidura, las cuales también seguí en su
integralidad desde las páginas web de El País y de Publico.
Otro
bochornoso sainete… en el cual todos los participantes conocían de antemano el
resultado final, escenificando a la perfección lo que es realmente el juego de
la política a la usanza de siempre… un teatro de sombras cuyo principal propósito es que permanezcan invisibles los hilos y los "titiriteros mayores" que manejan las marionetas.
Distracción…
ilusión… ardid… ficción. La esencia misma de la democracia representativa.
Representativa, no porque unos señores, aparentemente elegidos por pretendidos
ciudadanos, gobiernen en nombre y lugar de quienes delegaron su derecho a
decidir de las cuestiones que moldean su vida (como individuos y como miembros
de la comunidad)… sino porque escenifican la representación de una
realidad que se trata de mantener oculta… que los ciudadanos permanezcan
pasivos espectadores mientras quienes detentan en los hechos el verdadero poder, imponen su dominación, sus decisiones, su gobernanza.
En
caso de que todavía tengan alguna duda en cuanto a quien realmente manda y
ejerce el poder… pregúntenle al señor Tsipras.
En
estas condiciones, me pregunto, una vez más… ¿sigue teniendo sentido, que cada
cierto tiempo, depositemos una papeleta en una urna para elegir alguien que
llegara al pretendido poder, con las manos atadas, sea quien sea… fingirá representarnos,
cuando solo nos “dorara la píldora” recetada por quienes realmente ejercen el poder... la cual tendremos obligatoriamente que tragar... y sin chistar?
