No dudo de que a algunos allegados españoles (así como catalanes,
incluso independentistas), les habrá disgustado mi última entrada de ayer, no
por mi posicionamiento propiamente dicho, sino por la primacía de la emoción sobre
la razón.
Es cierto que el “manejo” de las emociones (inducir, exacerbar, etcétera)
es un recurso larga y eficazmente utilizado por los regímenes dictatoriales. Los
ejemplos más siniestros abundan en la historia, sea cual sea el espectro político,
de Hitler a Stalin, pasando por Franco. Pensándolo un poco más, incluso por
parte de cualquier respetable Jefe de gobierno de cualquier respetable
democracia… obviamente cambiando las formas, a modo de que no sea tan obvio, y
sin embargo igual o mas eficaz.
Pero también es cierto que TODOS los movimientos sociales, de la índole
o color político que sean, en una importante medida, se construyen y desarrollan
sobre un relato que apela a las emociones y sentimientos.
Es cierto, que, para casi todas ellas, las rebeliones, insurrecciones
y revoluciones, germinan sobre un suelo previamente abonado por una multitud de
“intervenciones y exposiciones intelectuales” forjadas en y por la utilización de
la razón.
Que en su proceso de crecimiento interviene (a veces para bien, sin
embargo, lo más a menudo, para su desgracia) la constitución de unas
dirigencias que las “encauzan” mediante el uso de instrumentos verticales cuya
legitimidad proviene, casi siempre, de la apelación a la razón.
Pero también es cierto que, en casi todas ellas, este brote primigenio,
se nutre de un espontaneo relato fincado sobre la vivencia de las emociones y los
sentimientos de quienes son los actores plebeyos de estos movimientos
emancipadores. Este relato vivencial, que, en una cierta medida, se podría emparentar
con el “impulso vital” de Bergson, es el que dota al movimiento del nutriente
que le permite crecer.
Como también es el secuestro de esta espontanea vivencia emocional por
la razón de las dirigencias omnisapientes y omnipotentes, que termina ahogando y
matando el movimiento.
La espontanea vivencia emocional de los “Sans-Culottes” fue la que permitió
a la Revolución francesa vencer a la aristocracia y la burguesía (es cierto que
con su correspondiente violencia revolucionaria), hasta que, después de la
dictadura revolucionaria de Robespierre, en 1794, la pausada razón de los “Termidorianos”
instituyo el Directorio, para dejar libre el camino a un tal Napoleón Bonaparte.
De la misma manera que, en la España de medianos de 1936, la
espontanea vivencia emocional de los anarquistas permitió, en Cataluña y Aragón,
la concreción de los ideales libertarios (la única de la historia), hasta que
la fría y pausada razón del partido comunista, la sofoco, dejando la mesa
puesta para la victoria militar de un tal Francisco Franco, 36 años de
dictadura franquista, la tan cacareada “Transición española” que alumbro la también tan cacareada Constitución
dicha ”del 78”, secuestrada por los grandes partidos institucionales y que hace
imposible hoy resolver mediante el dialogo el “conflicto catalán” (*)
(*) No está de más recordar que, hace una decena de años, la
gran mayoría de los catalanes no eran independentistas, que en 2006 el gobierno
Zapatero accedió a una ampliación de la autonomía reclamada por los catalanes,
que esta les fue acordada, que en una elección la mayoría de los catalanes la aprobó,
pero que cuatro años más tarde el PP con el señor Rajoy a la cabeza, se
inconformo y presento un recurso de nulidad en el Tribunal Constitucional, el
cual le dio la razón… a partir de entonces, muchos catalanes se fueron
decantando por el independentismo.
Resulta difícil (o quizás
demasiado fácil) entender porque el gobierno central, y con el apoyo de todos
los grandes partidos institucionales (PP y PSOE), no acepto nunca que se
llevara a cabo un referéndum LEGAL en el cual los catalanes (al igual que los
escoses) pudiesen contestar por un SI o un NO la pregunta de si querían o no un
Estado catalán independiente en forma de Republica.
Sobre todo, que, ante
tal posibilidad, con la cabeza fría, la respuesta es casi siempre guiada por la
razón pecuniaria, el cálculo de los intereses “peseteros”, y no la sentimental emoción,
por muy catalanes que se sientan. Estoy convencido que el No hubiese ganado… y
el problema resuelto, por lo menos por un buen numero de años.
Obviamente que hoy en día,
o mañana, con lo que está sucediendo, la respuesta sería otra.
No se lo digan a
nadie, pero sospecho que el maquiavélico cálculo del señor Rajoy, consiste en
llevar el enfrentamiento a un punto de máxima violencia posible, exacerbar los ánimos
nacionalistas españoles y anticatalanes, hasta donde le sea posible (lo cual
es relativamente fácil), y ante tal situación de violencia y encendido amor por la Patria española, disolver el parlamento, llamar a nuevas elecciones
generales y ganarlas con una muy confortable mayoría.
No conozco con la
requerida profundidad la Constitución española, pero estoy casi seguro de que la
disolución de las Cortes por el jefe de gobierno si es posible, con la salvedad
de que es el mismísimo Rey quien tiene que promulgarla. Pero después del
mensaje televisivo al pueblo español todo, de su serenísima alteza Felipe VI la
noche del 3 de octubre, no creo que este tuviese reparo alguno en hacerlo.
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