octubre 04, 2017

Cataluña, razón y emoción. Catalunya, raó i emoció.


Como decía mi madre “Tinc sang catalana pels quatre costats” (tengo sangre catalana por los cuatro costados).
Si, en ciertos momentos necesito sentirme de una tierra y un pueblo, esta y este son, sin duda alguna, Cataluña.
Antes que francés por mi nacionalidad y bagaje cultural, antes que mexicano por el lugar en el cual escogí vivir, me siento catalán.

Por mi herencia paterna y formación ideológica, ambas anarquistas, no me siento parte de ningún Estado nacional (como tampoco organización supranacional) o trozo de tierra delimitada por alguna frontera.
Formo parte de la humanidad toda, sin distinción alguna.

Frente al movimiento independentista catalán, esta dualidad me mantiene en la indefinición, esta contradicción me impide escoger nítidamente un bando u otro.
Desde la racionalidad, no puedo apoyar (de la manera que sea) el independentismo catalán.
Desde la emotividad, simpatizo con este movimiento y anhelo.

Hasta ahora, en esta indefinición me había mantenido.

Sin embargo, a medida que escala el enfrentamiento entre catalanes y españoles (tanto ciudadanos como autoridades) las emociones van carcomiendo la razón.

Todavía puedo designar responsables o culpables, tanto Puigdemont como Rajoy, quienes piensan esencialmente en términos de política, elecciones y poder, aunque me parezca que la agenda política de Rajoy es mucho más peligrosa que la de Puigdemont.
Consciente que los dos no son los representantes de los “pueblos” españoles y catalanes, sino de los intereses de ambas elites detentoras del Poder.

Pero, a medida que se perfila con mayor precisión la represión, y consiguiente opresión, del Poder español sobre el Pueblo catalán, ya no hay “análisis político” y racionalidad que valgan… las emociones se imponen. Si tengo que tomar partido, defender una causa y condenar una actuación… defenderé las aspiraciones de los catalanistas y condenare el actuar del gobierno central y todos los que lo apoyen, sean quienes sean, por las razones que sean.

Desgraciadamente así es.
En momentos de crisis que requieren definirse y tomar partido, la razón no pesa lo suficiente ante la emoción.
Cuando los sentidos, presencian ciertas situaciones intolerables, no es el neocórtex él que se pone al mando, sino la parte más primitiva del cerebro.

Así es… a tal punto que ya no sé si alegrarme o lamentarme, que así sea.


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