Cuando uno (los dedos de una mano sobran para contarlos) de mis amigos (que es medico) supo de mi terrible infarto al miocardio con todo y paro cardiorespiratorio… supongo que con la intención de levantarme el ánimo, me mando un correo que en una de sus partes decía textualmente: Me alegro que todo se solucionara. A partir de ahora seguro que la percepción que tienes de la vida es distinta. Se disfrutan los minutos y segundos de cada momento. Sin duda bien intencionado y bien dicho… pero falso.
No me acuerdo con exactitud lo que le
conteste… seguramente le daba las gracias por sus palabras de aliento… pero la
realidad es la que le conteste indirectamente a través de mi blog escribiendo:
La verdad es que a
pesar de haber estado a un pasito de la muerte… mi percepción de la vida sigue
siendo la misma. Quizás incluso con mayor indiferencia. Además de ser hijos de
nuestras circunstancias… ¿vivimos? lo que nos atrevemos a vivir… que por lo
general es muy poco… y punto final.
Como decía el gran
CIORAN (no me acuerdo de la frase exacta, pero es bastante cercano a lo que
quiso expresar)… no es pesimismo, ni siquiera el sentirse mayormente atraído
por la muerte que por la vida… sino, simple y llanamente lucidez.
No creo (más bien estoy
seguro) que de ahora en adelante no viviré cada minuto ni cada segundo… menos
cada día… con un mayor disfrute… sino todo lo contrario…o por lo menos, como lo
exprese anteriormente… con la misma indiferencia… cavilando no sobre él cuando me llevara la Parca
(que, aunque en esta ocasión me zafe in extremis de sus garras, tarde o
temprano siempre se sale con la suya) sino sobre el cómo… y todo lo que esto
implica (con la posibilidad de un necesario
suicidio)… incluso sobre el destino de mi envoltura corporal ya desprovista
de vida.
Apenas
unos cuantos días después en una nueva entrada de mi blog escribía:
…muchas de estas mismas
personas saben que la muerte (en general, pero obviamente la
mía en particular) ha sido un tema recurrente de mis reflexiones.
Como también saben que,
en cuanto a la mía, hace ya bastante tiempo que el cuándo ha dejado de tener la
importancia que en un tiempo ya lejano tuvo, quedándome con él solo
como… temiendo el dolor, innecesario y carente de sentido… pero también (y
quizás con mayor importancia) la perdida de las facultades mentales y/o físicas
cuya carencia aniquilan la digna humanidad… además de resultar un calvario para
quienes tienen que cuidar diariamente y hasta en sus más mínimos detalles la
física supervivencia del enfermo…en resumen, un verdadero calvario, o peor,
infierno… tanto para el enfermo que para quienes se sienten con la obligación
de cuidarlo.
Obviamente que en este
caso, para mí, la opción largamente madurada, es, sin duda alguna, el suicidio… de mi propia mano (si me
encuentro todavía en posibilidad de hacerlo) o asistido (en caso de no poder
llevarlo a cabo yo mismo). Ya sé que en caso de ser necesario puedo contar con
la efectiva comprensión de algunas personas cercanas…
…he aquí, para terminar, el
perfecto ejemplo de lo antes dicho… desde que la medicina y los médicos me
regresaron a este mundo (que dicen ser el de los vivos… que por suerte pocos se
atreven a calificar como el de seres dotados de “existencia”… el ingrediente más
escaso que germina en esta tierra) no
puedo dejar de pensar… que quizás perdí el tren… la oportunidad de tener la
muerte “soñada”, casi instantánea, casi sin dolor, sin verdadero temor, sin
consciencia de su llegada (perdí el conocimiento en la ambulancia y solo la recobre
a la hora en que me internaban en la unidad coronaria, con una total pérdida de
memoria de lo sucedido entre mi pérdida de conocimiento y el regreso de este)
Lo que
hoy quiero expresar… es que la idea del suicidio me es cada día mas presente.
No solo en el supuesto caso de que lo amerite
alguna incapacidad física y/o mental de tal magnitud que el suicidio, no pueda
no ser la única respuesta a tal situación… sino simplemente el suicidio como
tal… aun encontrándome sano de mente y cuerpo.
Esto por
varias razones:
La primera… digamos que de orden meramente
filosófico… la cual ya había expresado en una ya bastante anterior entrada de
este mismo blog, la cual, en una de sus partes, decía:
El suicidio… he aquí una posible respuesta a la
doble pregunta del cuándo y el cómo morir.
Sin duda… con ciertas condiciones… la más digna para el ser humano… la más
acorde con su humanidad.
La humanidad del ser reside esencialmente en su libertad. Es obvio que la libertad absoluta no existe. Lo queramos o no, todos los seres humanos somos seres sociales, inmersos en un entorno, unas circunstancias (presencia de otros seres en un tiempo y un espacio dados). Sin embargo en estos determinados entornos y circunstancias, tenemos la capacidad de ejercer nuestra voluntad, de escoger y decidir nuestro accionar.
La “vida” de todo ser humano sigue el mismo camino “cronológico”: ser, nacer, vivir, existir y morir.
Productos del azar y la necesidad, tanto el ser como el nacer, el vivir y el morir nos son impuestos. No tenemos la más mínima “soberana intervención” en ellos, escapan a nuestra voluntad. Solo el existir nos pertenece, es nuestra obra. Para ponerlo en términos sencillos, es lo que, dentro de nuestras propias limitaciones y las del entorno, hacemos con nuestra vida… y lo que podemos hacer es decidir terminar con ella.
Paradójicamente, el suicidio es decir si a la vida y no a la muerte. El suicidio es un acto de amor a la vida… el ultimo. La última posibilidad de ejercer mi libertad, mi último acto “voluntario” (producto de mi voluntad). Es morir para morir vivo, apropiándome de lo que me escape… sobre lo cual no tengo ningún poder, lo que me es impuesto por el hombre, la naturaleza o los dioses… que mi muerte sea un acto y no una consecuencia o una fatalidad… el último acto que al “adueñarme” de mi muerte corrobora, ratifica, refrenda mi existencia.
Para que el suicidio sea un acto de amor a la vida, la última expresión de mi existencia (o la reapropiación de esta), y no un renunciamiento, una derrota, una huida (todas cosas que son por ejemplo el suicidio como consecuencia de un impulso depresivo), este solo puede llevarse a cabo en dos circunstancias.
Una… cuando el cuerpo y/o la mente no son capaces de mantener, ya no la vida, sino la existencia. Existencia entendida como “el sentimiento del existir”, siendo este la capacidad de interrelación e interacción de mi yo (corporal y espiritual) con el entorno mediante los sentidos (que perciben y dan presencia) y el intelecto (que procesa, interpreta y dispensa sentido) cuya conjunción de ambos procesos físico-cognitivos confiere el sentimiento de existencia. Cuando mi estado físico y/o mental son tales que no me permiten siquiera ejercer las acciones más elementales necesarias a la mera supervivencia, cuando mi única opción de vida es la de una vida irremediablemente condenada a la impotencia y/o el dolor.
La humanidad del ser reside esencialmente en su libertad. Es obvio que la libertad absoluta no existe. Lo queramos o no, todos los seres humanos somos seres sociales, inmersos en un entorno, unas circunstancias (presencia de otros seres en un tiempo y un espacio dados). Sin embargo en estos determinados entornos y circunstancias, tenemos la capacidad de ejercer nuestra voluntad, de escoger y decidir nuestro accionar.
La “vida” de todo ser humano sigue el mismo camino “cronológico”: ser, nacer, vivir, existir y morir.
Productos del azar y la necesidad, tanto el ser como el nacer, el vivir y el morir nos son impuestos. No tenemos la más mínima “soberana intervención” en ellos, escapan a nuestra voluntad. Solo el existir nos pertenece, es nuestra obra. Para ponerlo en términos sencillos, es lo que, dentro de nuestras propias limitaciones y las del entorno, hacemos con nuestra vida… y lo que podemos hacer es decidir terminar con ella.
Paradójicamente, el suicidio es decir si a la vida y no a la muerte. El suicidio es un acto de amor a la vida… el ultimo. La última posibilidad de ejercer mi libertad, mi último acto “voluntario” (producto de mi voluntad). Es morir para morir vivo, apropiándome de lo que me escape… sobre lo cual no tengo ningún poder, lo que me es impuesto por el hombre, la naturaleza o los dioses… que mi muerte sea un acto y no una consecuencia o una fatalidad… el último acto que al “adueñarme” de mi muerte corrobora, ratifica, refrenda mi existencia.
Para que el suicidio sea un acto de amor a la vida, la última expresión de mi existencia (o la reapropiación de esta), y no un renunciamiento, una derrota, una huida (todas cosas que son por ejemplo el suicidio como consecuencia de un impulso depresivo), este solo puede llevarse a cabo en dos circunstancias.
Una… cuando el cuerpo y/o la mente no son capaces de mantener, ya no la vida, sino la existencia. Existencia entendida como “el sentimiento del existir”, siendo este la capacidad de interrelación e interacción de mi yo (corporal y espiritual) con el entorno mediante los sentidos (que perciben y dan presencia) y el intelecto (que procesa, interpreta y dispensa sentido) cuya conjunción de ambos procesos físico-cognitivos confiere el sentimiento de existencia. Cuando mi estado físico y/o mental son tales que no me permiten siquiera ejercer las acciones más elementales necesarias a la mera supervivencia, cuando mi única opción de vida es la de una vida irremediablemente condenada a la impotencia y/o el dolor.
Dos… cuando sano de
cuerpo y mente, o únicamente de mente, decido poner fin a mi vida, simplemente
porque no encuentro alguna razón lo suficientemente “satisfactoria” para seguir
asumiendo mi ausencia al mundo… cuando asumo que para mí el “sentimiento del
existir” se ha definitivamente esfumado.
El suicidio es no esperar la muerte sino ir hacia ella, no padecerla sino poseerla… es la muerte para evitar la vida inerme… la inexistencia. Cuando la existencia se muere (el existir resulta imposible)… el vivir no tiene razón de ser… entonces llega el momento de tener el valor de afirmar su existencia por última vez… venciendo la muerte considerada como un hecho inaprensible, en el cómo y el cuándo… poniendo uno mismo fin a su vida... insisto, por encontrarse esta despojada de su existencia.
Es una decisión por la cual no tenemos que rendir cuentas a nadie, ni los dioses, ni los hombres (con sus Estados y sus leyes) ni siquiera a quienes se quedan.
Si no pedimos venir al mundo… y si una vez en este resulta tan difícil ser al mundo… existir… que por lo menos podamos decidir cómo y cuándo dejarlo.
El suicidio es sustituir el ¿Cómo y cuándo moriré? por el cómo y cuándo morir... es el acto ultimo y por lo tanto supremo del ejercicio de nuestra libertad.
El suicidio es no esperar la muerte sino ir hacia ella, no padecerla sino poseerla… es la muerte para evitar la vida inerme… la inexistencia. Cuando la existencia se muere (el existir resulta imposible)… el vivir no tiene razón de ser… entonces llega el momento de tener el valor de afirmar su existencia por última vez… venciendo la muerte considerada como un hecho inaprensible, en el cómo y el cuándo… poniendo uno mismo fin a su vida... insisto, por encontrarse esta despojada de su existencia.
Es una decisión por la cual no tenemos que rendir cuentas a nadie, ni los dioses, ni los hombres (con sus Estados y sus leyes) ni siquiera a quienes se quedan.
Si no pedimos venir al mundo… y si una vez en este resulta tan difícil ser al mundo… existir… que por lo menos podamos decidir cómo y cuándo dejarlo.
El suicidio es sustituir el ¿Cómo y cuándo moriré? por el cómo y cuándo morir... es el acto ultimo y por lo tanto supremo del ejercicio de nuestra libertad.
La segunda… que de hecho está implícita en la
primera… simplemente porque… ya no encuentro alguna razón lo suficientemente
apasionante para seguir viviendo… no encuentro una respuesta que me satisfaga a
la pregunta ¿por qué seguir viviendo?... si (tal como lo exprese en un pasaje
de la entrada anteriormente mencionada) el sentimiento del “existir” se ha ido,
se ha esfumado… si siento que con lo vivido hasta el día de hoy, ya viví todo
lo que me atreví a vivir… y la decrepitud propia de la edad hace cada día más
improbable que me atreva a vivir de tal modo que me embargue de nuevo “el
sentimiento del existir”… pienso… siento (definitivamente se trata más de un
sentir que de un pensar, una sensación que una racionalidad)… que el estar vivo,
seguir vivo, carece ya de todo sentido.
No solo he extraviado el sentimiento del existir…
sino de modo natural como consecuencia lógica e ineluctable, de esta pérdida se
instalo el sentimiento de la inutilidad del vivir… de su sin razón… de su
absurdidad.
Entonces, porque no me aviento del decimo piso del
departamento en el cual vivo… no me cuelgo (seria este el último de los procedimientos
que escogería)… no me enveneno ingiriendo una altísima sobredosis de algún
medicamento, con cuya ingesta me duerma para ya no despertarme… no compro una
pistola (en México, todo puede conseguirse) y me pego un tiro en la boca,
apuntando hacia mi cerebro… me corto las venas medio sumergido en el agua
caliente de mi tina.
Simplemente porque no ha llegado el momento.
Porque tengo todavía tres buenas (o malas) razones
para querer seguir viviendo en este planeta.
La primera… y sin duda alguna la más importante… el
no querer dejar en el desamparo (emocional y no económico) y el no querer
lastimar emocionalmente a mi familia… mi compañera Marina (prefiero esta
palabra a la de esposa o peor todavía mujer) y mis hijos Xavier y Emilio.
Sobre todo Marina que, en su trabajo en la empresa
familiar, desde hace muchos años padece casi diariamente la violencia
psicológica de sus hermanos (regaños, gritos, acoso, etc.)… y necesita de quien
la escuche para no caer en el hoyo de la depresión, que hoy ronda a su alrededor…
sobra decir que también, obviamente, por el afecto y el cariño que le tengo.
Dicho de otra manera… no quiero dejar en la
“orfandad” a los miembros de mi familia que sigo queriendo y quienes quizás,
por una razón u otra, todavía necesiten de mi presencia.
La segunda… el gozo que todavía siento con el
diario ejercicio de mi “masturbación neuronal” con un cierto tinte
sadomasoquista.
Siendo mi principal masturbación… por la cual
todavía quiero seguir en vida… el terminar el “relato” que titule POURQUOI PAS
DEMAIN ou LA MEMOIRE INFIDELE, el cual quiero legar a mis hijos para que (si
así lo desean) lo lean después de mi fallecimiento. Acompañada esta, de vez en
cuando, de la redacción de alguna entrada para mi Blog… que nadie lee.
La tercera… porque antes de fallecer me gustaría
pasearme por la callejuelas y rincones del pequeño pueblo en el cual pase mi
infancia y parte de mi adolescencia… donde empecé a aprender lo que se de la
vida.
¿Razones suficientes para no poner un término a mi
vida?... de momento pienso… siento… que si… mucho mas la primera… que la
segunda… y esta que la tercera.
Como dije… el momento de mi suicidio… no ha llegado
todavía.
Pensando (rumiando, seria quizás la palabra más
exacta) en cómo resolver esta contradicción entre mi hondo sentimiento de
ausencia e inexistencia que me llevan a la idea del suicidio… y las razones que
todavía tengo para no cometer tal acto (ahora sí que to be or not to be), en uno
de los tantos momentos de tantas noches que paso en vela… repentinamente… me
vino a la mente una idea… un estratagema… suicidarme “simbólicamente”… dejando
de ser quien soy… es decir, esencialmente (en el sentido de esencia),
únicamente, apariencia.
Desde mi adolescencia me deje crecer la barba y me
ha gustado llevar el pelo largo. Si fuese por mí, llevaría los dos, pelo y
barba, realmente largos, muy largos… como las famosas fotos de Marx o Bakounine
(apariencia, les digo.) De vez en cuando así los llevo (aunque no tanto como
quisiera)… pero siempre llega el momento en que cedo al deseo de Marina de que
me corte los dos a una medida “normal”, “razonable”, aceptada por las buenas
costumbres sociales (primacía de la apariencia que llamo prejuicio).
La insistencia, últimamente, de Marina en que me
corte el pelo y la barba es lo que de hecho me ha llevado a pensar … y
encontrarle sentido… a este suicidio… que califico de simbólico.
Como todos (nada más que muchos no lo saben… o no
quieren saberlo)… soy solo apariencia… para el espejo… para la mirada de los
demás… para mi mismo (sobre todo para mi mismo)…solo apariencia.
Nadie sabe quién soy, nadie nunca lo supo y nadie
jamás lo sabrá… ni yo mismo.
Por lo tanto… si solo SOY APARIENCIA… y cambio esta
(aunque sea solo en cuanto al aspecto físico)… en realidad (para una realidad
que no es tal)… dejo de existir… dejo de ser quien soy… quien aparentemente
soy.
Sería perfectamente plausible… y exacto… afirmar
que un profundo cambio de mi apariencia equivale a un suicidio… mi suicidio… el
suicidio de quien soy para el espejo y las miradas de quienes creen saber quien
soy… quienes saben quién soy, solo en tanto que apariencia (por lo menos de
quienes saben, conocen, de mi actual apariencia.)
He aquí el porqué de este… aparentemente incomprensible…
acto de cortarme hasta la mínima expresión, tanto mi pelo como mi barba.
Ahora bien… este suicidio simbólico… tiene también
la ¿inestimable? ventaja de poder ser un renacimiento… un nuevo impulso.
No seguiré cortándome casi al ras pelo y barba para
siempre… sino que dejare que, poco a poco, este y esta crezcan de nuevo… hasta
ser de nuevo la imagen que fui… es decir… siendo solo la apariencia que fui… ser
nuevamente quien fui…deje de ser… y nuevamente seré.
Para, si así lo quiero, suicidar nuevamente mi
apariencia… las veces que quiera… hasta que llegue el momento de quitarle el
calificativo de simbólico… y vaya consciente y voluntariamente al encuentro de
la Parca
¿Qué les parece… un acto de
locura… el pensamiento de alguien cuyas cavilaciones denotan una pérdida (total
o parcial) de lo que se acostumbra llamar razón?
Antes de contestar piensen… aunque sea solo un
poco… en el sentido de la vida… ¿no es esta ausencia… esta inexistencia…este
sin sentido… la mayor de las locuras?
¿No será un acto de locura… en acuerdo, en
sintonía… con la locura que es la vida… la mía… la de cada uno de nosotros?
¿Se enojaran… si sustituyo el “nosotros” por el
“ustedes”?
¿Se enojaran conmigo o con lo
absurdo de la vida… con lo absurdo de MI vida y SU vida?
TODO ES APARIENCIA…
ESPERO QUE ESTE SUICIDIO DE LA APARIENCIA…
QUE NO APARIENCIA DE SUICIDIO…
NO SEA UN FIN…
SINO UN RENACER.
Posdata: con la inestimable
ventaja de que podre seguir (bajo esta modalidad u otra) “suicidándome
simbólicamente” las veces que quiera… hasta el día, si es que este llega, en
que ya no lo haga de manera simbólica… tome la decisión no de suicidar mi apariencia…
sino mi persona.
Segunda Posdata, quizás
esclarecedora: Hace ya algún tiempo (un poco más de cuatro años y medio para
ser más exacto) una cortísima entrada de mi blog era la siguiente:
LOCURA
A veces quisiera enloquecer.
Dejar la apariencia de mi vida...
la realidad de mi ausencia...
la realidad de mi inexistencia.
Vivir en MI mundo.
Vivir estando muerto.
¿LO LOGRE?
Regrese del peluquero… me vi en el espejo… mi pelo
es más corto que nunca… pero todavía demasiado largo… para que pueda afirmar
que mi “suicidio simbólico” haya sido todo un éxito.
Los espejos a menudo son mentirosos… nos reflejan la
imagen que queremos ver reflejada. A ver que dicen las miradas de los demás.
Ahora me doy cuenta que para poder asegurar el éxito
de este suicidio simbólico habría tenido que rasurarme la cabeza (dejarla como
una bola de billar) así como mi barba.
No me atreví… siquiera a un suicidio simbólico… ¿me
atreveré algún día… cuando llegue el momento… a dejar para siempre este mundo…
y no solo mi mundo.
Creo poder contestar afirmativamente… me parece
necesario tener un mayor atrevimiento para ejecutar un simbólico suicidio… que
el que se requiere para desaparecer para siempre, ingresar en la Nada… porque
entonces la apariencia ingresa en la Nada con nosotros… las miradas ajenas o el
espejo… ya no ven ni reflejan nada.
Quizás… solo algunas miradas se acuerden por un
tiempo de nosotros… antes de perder ellas también la memoria… sobre todo si a
la hora de nuestra partida eran jóvenes.
Bueno… en realidad solo falle a medias.
Al mediodía Marina me vio… y se quedo
sorprendidísima… ¿qué paso con tu pelo, jamás te había visto con el pelo tan
corto? Hasta dijo que me tomaría una foto para mandársela por WhatsApp a Emilio
(mi hijo menor quien vive en Barcelona)… no lo hizo… ¡decepción!
Sin embrago…unas horas después llego Xavier (mi hijo
mayor) y de inmediato me dijo que como era posible que me hubiesen cortado el
pelo tan corto… que parecía un militar o un policía… ¡colmo de la vergüenza!
Lo logre… a medias… ahora falta ver si este medio
éxito será suficiente para que este intento de suicidio simbólico… se traduzca
en el esperado Renacimiento.
A la espera de que el árbol (de la ilustración con
la cual empieza esta entrada) crezca lo suficiente… ¿y con la suficiente
rapidez?
Posdata concluyente: Esta noche… en un desvelo más…
me dije que un suicidio simbólico no es una locura si se trata de suicidar la
apariencia… sino todo lo contrario. ¿Cómo suicidar una apariencia si no es
mediante un suicidio simbólico?... la apariencia de un suicidio. Si algún día,
por los motivos que sean, me suicido “realmente”… significara que con este acto
habré abandonado la apariencia… alcanzado la realidad de mi ser… justo en el
momento mismo de mi propia muerte.
1 comentario:
No tengo idea si aún estés activo por este medio, solo tengo la certeza de que tengo que agradecer por regalarme el placer y deleite de encontrarme con estas grandes palabras. Espero tu lucha continúe y al igual que en el momento anterior sigas librandola con gallardía y honor.
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