julio 30, 2016

La IDENTIDAD como taparrabo de la DESIGUALDAD


Acabo de ver, durante 4 días, en CNN, una gran parte del circo de la Convención nacional del partido demócrata oficializando la nominación de Hillary Clinton como su candidata para la próxima elección presidencial estadunidense, y la semana anterior vi el mismo circo, pero esta vez del partido republicano oficializando la candidatura de Donald Trump.

A primera vista, fueron dos Convenciones con dos candidatos y dos “posicionamientos” (hablar de programas de gobierno sería faltar a la verdad) muy distintos, que aparentemente todo separa… y sin embargo, tienen algo en común… algo de suma importancia.
La oposición y el debate (todavía a distancia, en espera de los “tête à tête” tan importantes en la cultura política estadunidense) entre los dos candidatos se centraron principalmente, casi exclusivamente, sobre cuestiones de identidad. Blancos contra latinos (en eta ocasión casi no se aludio a los negros), americanos de cepa contra inmigrados, hombres contra mujeres, heterosexuales contra homosexuales, jóvenes contra ancianos, cristianos contra musulmanes, etcétera.

Estas dicotomías de raza, género, procedencia, preferencia sexual, zanja generacional, religión, como muchas otras, son reales… como lo son los graves e innegables problemas de inclusión/exclusión y convivencia/intolerancia que generan en la sociedad norteamericana, al igual que en toda sociedad en la cual conviven individuos y colectivos antropológicamente distintos.

Ninguno de los dos candidatos ha denunciado, con todas sus letras y consecuencias, la diferencia entre ricos y pobres… la discriminación, no identitaria, sino económica.
Quizás Hillary Clinton, de pasada la haya insinuado, pero únicamente para “darle gusto” a Bernie Sanders y tratar de captar una parte de sus seguidores.

¿Por qué esta omisión, tanto por parte del republicano como de la demócrata?

Porque Estados Unidos fue en gran medida el crisol del “capitalismo moderno”… y es hoy el mayor exponente de su versión neoliberal caracterizada por la mundialización y financiarización de la economía… y hasta donde sepamos, ni demócratas ni republicanos son enemigos del capitalismo. Cuando mucho algunos “descarriados extremistas” se atreven a expresar alguna crítica a lo que consideran sus “excesos”.

De hecho, la identidad es el perfecto taparrabo para la desigualdad.
El discurso identitario es muy útil para la salvaguarda de la segregación económica… permite explicarla y justificarla.
Cuando la pobreza (desde la disminución de sus ingresos hasta la exclusión) se ensaña con el 90% de la población mientras el 10% ve incrementarse su riqueza en proporciones nunca antes vistas… para la “derecha”, el problema son los negros, los mexicanos o los musulmanes, no el capitalismo… mientras para la “izquierda” es el racismo anti-negros, anti-mexicanos o anti-musulmanes, no el capitalismo… para nadie, nunca el capitalismo.

Se dice que en las prestigiosas universidades estadunidenses (Yale, Harvard, Princeton, Columbia, Cambridge, etc.) el 40% de los estudiantes son negros, hispanos o asiáticos (ya sea para condenar el hecho, en cuyo caso se emplea la palabra “solo”, ya sea para resaltarlo, en cuyo caso se emplea el vocablo “hasta”), pero se calla que el 70% provienen de familias con un ingreso anual superior a los 120,000 dólares, cuando el ingreso promedio en los USA es menor a los 52,000.

Cuando se adhiere al capitalismo, se requiere del racismo (la segregación, la discriminación) para explicar que ciertas personas se empobrecen, como se requiere del antirracismo para simular luchar contra la injusticia.

Cuando Hillary Clinton dice que el racismo es el pecado originario de los Estados Unidos, lo que en realidad nos dice es que la explotación no lo es.



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