Hace algunas semanas
estuve en casa de mi hermana… quien me dio el reloj de bolsillo que llevaba mi
padre el día en que un coche lo atropello… arrastrándolo muchos metros antes de
detenerse… cansándole la muerte, un 17 de mayo del año 1966… después de muchos
días de agonía.
Desde el momento del
impacto las manecillas del reloj dejaron de marcar el paso del tiempo… hoy, un
relojero lo desarmo, lo limpio. lo reparo… y el reloj recobro vida… oigo su
regular tic-tac… veo las tres manecillas seguir dando un sinfín de vueltas para
regresar, cada minuto, cada hora, cada día, a ocupar la misma posición… signo de que marca nuevamente el paso del tiempo.
No el tiempo de mi
padre… sino el mío… mi tiempo.
Para que el tiempo no
se detuviera… durante años, cada día, mi padre le dio cuerda… hoy, medio siglo después,
me toca a mí darle cuerda para que el tiempo no se detenga.
Procurare hacerlo…
mientras mi corazón no se detenga… hasta que mi tiempo se acabe.
De lograrlo… sé que el
corazón del reloj seguirá latiendo un tiempo después de que el mío se haya
detenido… seguirá marcando el paso del tiempo cuando el mío habrá llegado a su término.
Ojalá, alguien siga
dando cuerda a este reloj… al igual que al verlo marcar el tiempo, pienso en el
de mi padre… quizás, entonces, este alguien piense en mi tiempo… que es lo único
a lo que uno puede pretender… seguir vivo en la memoria de alguien.
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