Después
de haber subido a este blog, las dos anteriores entradas…
siento la imperiosa necesidad de reafirmar que, según mi entender, el Destino
no es más que la concatenación sin fin de las decisiones que, con mayor o menor
grado de libertad, hemos ido tomando a lo largo de nuestra vida.
Esta
concatenación, es la que hace que somos quien somos… pero también la que, en
buena medida, marca el camino de nuestro futuro, constituye los cimientos sobre
los cuales vamos construyendo nuestro devenir.
Siendo
la diferencia entre EL destino y MI destino, el margen de libertad en función
del cual hayamos tomado nuestras decisiones.
Entendiendo
por “margen de libertad”, la distancia entre, por un lado, las condicionantes
generadas por el entorno natural y las relaciones sociales (consciente o
inconscientemente aceptadas) y, por otro lado, la voluntad de autonomía para
obrar según nuestro propio criterio.
Lo
valioso de mi vida… para mí… cuando me veo en el espejo, más allá del espejo…
no para los demás, cuya mirada resulta siempre necesariamente
equivocada… radica esencialmente en que tanto de mi vida responde a MI destino (Destinée, en francés) y que tanto AL destino (Destin en francés).
Me
doy cuenta que, en realidad y sin proponérmelo, no hago más que resumir (de
manera muy reduccionista, como todo resumen) lo que, en forma mucho más extensa
y acertada, exprese en una anterior entrada, de fecha 11 de noviembre 2015,
titulada “DESTINO… Destin… Destinée”… la cual, a continuación, me permito invitar a leer o
releer.
Hace unos cuantos días, al leer un
libro francés, caí en la cuenta de que en el idioma español (o castellano si
prefieren) se dispone de una sola palabra DESTINO, para expresar dos
“conceptos” tan diametralmente opuestos como lo son, en el idioma francés,
DESTIN y DESTINÉE.
Hecho a partir del cual no me
atrevería a afirmar que el idioma francés es más rico y preciso que el castellano
(existen casos contarios)… pero sí creo que puede resultar, por lo menos
interesante, hacer una sucinta “disertación” sobre la diferencia entre los
vocablos DESTIN y DESTINÉE.
DESTIN se refiere, en un lenguaje con
connotación religiosa, a lo que podríamos designar por “Providencia”… y
en un lenguaje más profano, como el azar, la fatalidad, la imperiosa necesidad,
lo ineluctable.
El DESTIN tiene que ver con el
futuro. Un futuro, el nuestro, sobre el cual no tenemos el más mínimo poder de
decisión, ni siquiera de orientación. Una “fuerza” exterior a nuestra persona,
que nos moldea, nos va construyendo sin la más remota intervención nuestra… que
solo podemos aceptar, nunca rechazar, y de ahí, cuando mucho, intentar
adaptarnos a su dictado, su imposición.
Sin siquiera ser capaces de
determinar, ni adivinar, el origen o la procedencia, mucho menos la “esencia”,
de esta “fuerza ciega” (que solo alcanzamos a materializar y visualizar bajo la
forma de “eventos”) que nos impone su voluntad… por definición ajena a la
nuestra.
En cambio la DESTINÉE es todo lo
contrario. Es la capacidad de todo ser humano (o que pretende serlo) de
erigirse en dueño de su futuro, participe de la creación de su ser, su
existencia, su humanidad… su mundo… y por lo tanto, en mayor o menor medida,
participe de la creación del Mundo.
Dueño de su futuro, creador de su
ser… sino en su totalidad (resulta imposible abstraerse del entorno) si con la
capacidad de aceptar, rechazar, o por lo menos componer (que no transigir), con
los condicionamientos externos que disfrazan su imposición de una supuesta
libre aceptación.
Aun, condicionado por su entorno…
cada ser humano puede vivir su Destino o abandonarse a este… luchar activa y
arduamente día con día, para crear su propia vida, participando a la creación
del mundo… o aceptar pasivamente que pretendidas ciegas e inmateriales fuerzas
sean las que vayan moldeando su supervivencia.
Difícil elección… la primera requiere
luchar contra la corriente… la segunda dejarse llevar por ella. La segunda,
invisible e inaprehensible, nos es dada, nos envuelve, nos inmoviliza… la
primera, por alcanzar, requiere que desatemos los nudos que nos atan, rompamos
las cadenas que nos encadenan, dejar el inmovilismo y el confort, ponerse en
marcha y aventurarse.
Hoy en día, el Destino, en tanto que
DESTIN, es aceptarse como Homo-economicus, Homo-predator. Ser un engranaje más
en una “maquinaria social” funcionando según un bien aceitado mecanismo
jerárquico y mercantil.
Un engrane sin más libertad de
movimiento que la de rotar indefinidamente sobre su propio eje… sumiso,
obediente, sometido… carcomido por la competencia, la angustia de la permanente
evaluación, la obligatoria eficiencia y rentabilidad… sin más anhelo que el de
poder seguir con su mecánica función, su trabajo… sin más aspiración que la de
adquirir objetos… poder comprar, tanto lo necesario como lo superfluo, lo
indispensable a la supervivencia, lo que permita seguir siendo funcional objeto
entre objetos… comprar y ser comprado… ser comprado para poder seguir
comprando. Supervivencia reducida a un balance entre pérdida y beneficio…
acompasada entre codicia y poder… entregada al esforzado ocultamiento de su
ausencia, a su propia persona, a los demás, al mundo. Un mundo que gira sin el…
engrane movido por otros engranes… ignorantes todos de la fuente de poder que
los pone en movimiento… estático movimiento… sobre su propio eje.
El Destino, en tanto que DESTINÉE, es
negarse a seguir siendo este engrane… rehusarse en ceder a la multitud de
solicitaciones y explícitos mandatos que nos llevan a privilegiar el tener
sobre el ser. La afanosa búsqueda del ser implica aprender a desistir del
tener.
El darse a la tarea de forjar su
propio Destino, en tanto que DESTINÉE, nos obliga (si es que queremos tener
éxito en nuestro propósito) a rehuir de todo lo que nos integra al
Homo-economicus y el Homo-predator. Rechazar la dominación al igual que la
sumisión… renunciar a la apropiación y la explotación (tanto de sus semejantes
como de la naturaleza)… repudiar al trabajo, actividad, tiempo y espacio en los
cuales se encuentran y refuerzan mutuamente la dominación y la explotación.
Renunciar al ejercicio de una racionalidad instrumental, mecánica, que
privilegia el cálculo, la evaluación, la competencia, los valores propios de la
economía… en detrimento de una inteligencia sensible que acoge, sentimientos,
sensaciones, emociones… en busca de la solidaridad y el gozo. Sustituir el
valor de cambio por el valor de uso… el intercambio monetario por el don y la
gratuidad. Suplantar la fuerza productiva, por la fuerza vital… el consumo que
nos consume, por la creación que nos asemeja a los Dioses.
El hombre puede construir su Destino…
dejar la necesidad de la sobrevivencia por la tentación de vivir, el
sentimiento del existir… abandonar la preminencia del tener sobre el ser, la
cantidad sobre la calidad, el trabajo sobre la creación, el cálculo sobre la
sensibilidad, el vender sobre el dar, la apropiación sobre el compartir, la
dominación y la explotación sobre la fraternidad y la solidaridad.
Desde los albores de la humanidad,
con las huellas de su mano en las paredes de sus hábitats o centros
ceremoniales, el hombre dejo constancia de su presencia y paso por el tiempo…
de su humanidad.
Las líneas de la palma de mi mano no
marcan mi DESTINO… al igual que mis huellas digitales, me hacen único,
insustituible… único dueño de mi DESTINÉE… si así lo quiero, si así lo decido,
si así me atrevo.
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