Primero
numere cada uno de mis relojes de bolsillo, del 1 al 13.
En
un determinado momento, di cuerda a todos ellos, uno tras otro, considerando,
para efectos prácticos, que fue al mismo tiempo, el tiempo cero, el tiempo del
nacimiento… dejé que giraran las manecillas, transcurriera el tiempo… a medida
que las manecillas de cada uno iban deteniéndose, llegaba el tiempo de su
muerte.
Calcule
el tiempo de vida de cada uno.
Del
más corto al más prolongado, estos fueron:
Número
3: 30 horas con 09 minutos.
Número
4: 33 horas con 27 minutos.
Número
11: 33 horas con 42 minutos.
Número
2: 40 horas con 27 minutos.
Número
8: 40 horas con 27 minutos.
Número
7: 41 horas con 35 minutos.
Número
13: 44 horas con 18 minutos.
Número
10: 44 horas con 30 minutos.
Número
1: 49 horas con 10 minutos.
Número
6: 51 horas con 33 minutos.
Número
9: 63 horas con 19 minutos. Por mucho el más longevo.
Ahora
bien… este “ejercicio” no fue gratuito, tuvo una finalidad.
Desde mi mas tierna infancia supe que si, por nuestros padres, conocemos nuestra fecha de nacimiento, ignoramos la de
nuestro fallecimiento. Cada uno tiene un tiempo de vida indeterminado,
totalmente aleatorio… desde segundos hasta el momento en que la huesuda venga
por nosotros… la cual, por razones que solo ella conoce, a veces tiene mucha
prisa por llegar y a veces se tarda “una eternidad”, incluso más allá de lo
conveniente o deseado.
Nada
de esta bien anclada certidumbre cambio en cuanto mi cardiólogo me anuncio que,
debido a las consecuencias de mi infarto, era candidato a lo que nombro como
“muerte súbita”… ahora mismo, por siempre, mi tiempo de vida sigue siendo de
algunos segundos hasta que la huesuda quiera venir por mí.
Tiempo para siempre desconocido, imprevisible, impredecible... únicamente sujeto al estado de mis órganos y células... así como al capricho del Destino.
Entonces
fue cuando me vino a la mente el susodicho “ejercicio”… asumiendo que el tiempo de vida que me queda podía ser el de alguno de mis trece relojes… pudiendo mi corazón detenerse al
mismo tiempo que el corazón de alguno de estos… aun a sabiendas de que tal
posibilidad era infinitamente improbable… por lo que también especule que quizás
podría sustituir las horas por días, semanas, o incluso, porque no, meses. Lo cual,
redondeando, resulta… entre 30 y 63 días… 30 y 63 semanas… 30 y 63 meses, o sea
aproximadamente entre 2 años con 6 meses y 5 años con 3 meses, lo cual me
parece razonable. Siendo más que altamente improbable, ciertamente imposible,
entre 30 y 63 años.
Sin
embargo, al igual que en una de mis anteriores entradas, fechada del 7 de
noviembre del 2007 y titulada “Engañando a la muerte”… al no tener un corazón
de cuerda sino de cuarzo… el reloj numerado como 5, no se detuvo… es la hora en
que sus manecillas siguen marcando el paso del tiempo.
¿Es
hacer trampa?
¿Hice
trampa?
Si
bien, en esta ocasión, no traté de engañar a la muerte… ¿quise engañarme a mí
mismo?
Quizás…
aunque tarde o temprano, este corazón de cuarzo también se detendrá.
Considerando
que cambie la fuente de energía que lo mantiene en vida, hace alrededor de 2
meses… que no me acuerdo, en lo absoluto, de la fecha del anterior cambio… que
no tengo la menor idea de cuál es el tiempo de vida de esta fuente de energía… sigo
en las mismas… no tengo la más remota idea de cuando llegara mi muerte… aun
ligando, arbitrariamente, la fecha en la cual enmudecerán los latidos de mi
corazón, a la fecha en la cual se detendrán las manecillas de este reloj con
corazón de cuarzo.
La
única salida… la única manera de dejar atrás esta incertidumbre… resulta más
que obvia… que escoja yo mismo el momento de mi muerte, que esta llegue de mi
propia mano, y no cuando se le antoje a la Huesuda.
Al
ignorar cuando esta decidirá venir por mi… pudiendo ser en este preciso
momento… en toda lógica… tendría que poner fin a mi vida en este mismo
instante.
Sin
embargo, por alguna razón, que me resulta desconocida… que quizás me es conocida,
pero prefiero ignorar… no creo que este momento haya llegado… LO
POSPONGO.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario