Pasado el primer
momento de la catártica euforia poselectoral, en la que todo era miel sobre
hojuelas, amor y paz de los más importantes y connotados empresarios, desbordante
esperanza e ilusión de los “más desfavorecidos” de toda la vida… a tres meses
para que Andrés Manuel López Obrador tome legalmente posesión de su cargo de
Presidente de la Republica Mexicana… y después de casi dos meses de una diaria
presencia ante las cámaras delineando, con cierta calculada borrosidad, los grandes ejes de su próxima administración
(que no gobierno)… se dejan escuchar las primeras dudas, los primeros cuestionamientos
sobre la real viabilidad de su “programa de gobierno” y su tan pregonada “cuarta
transformación”.
Primero fue la frontal, pero esperada, arremetida del EZLN en su mensaje, en tres partes, llamado “300”, que se puede resumir en que AMLO era el candidato preferido del capital, por ser el más
apto y mejor capacitado para hacer frente a las crisis del actual modelo
capitalista, dispuesto este a “un cambio de capataz con tal de que el finquero siga
siendo el de siempre”.
Pero lo que si me
parece más sintomático de este cuestionamiento y las dudas respecto a la tan
cacareada “cuarta transformación” es el posicionamiento expresado, hace algunos
escasos días, por parte del Ing. Cuauhtemoc Cardenas.
El cual revela una primera
fisura, que puede ser una futura grieta, hasta convertirse en una ruptura, en
el seno de la constelación de fuerzas y actores políticos, en principio afines
al proyecto portado por AMLO.
Por lo que creo
importante transcribir, tal cual, el artículo de opinión del Ingeniero.
No vaya a ser este el
primer síntoma de la posible transformación de la inmensa esperanza e ilusión en
una temible desesperanza y desilusión, que, ante tan altas expectativas truncadas,
podría abrir el camino hacia una, todavía desconocida, pero muy peligrosa reacción,
tanto del capital como de la base social y electoral del lopezobradorismo.
Mucho me temo que como dice el refrán, “cuando más alto vueles, más dura será la
caída”. No me acuerdo quien, en su momento, comparo la elección de AMLO con el
huevo de la serpiente.
Ahí les va el mencionado
artículo que el Ingeniero Cuauhtemoc Cardenas escribió y publico bajo su nombre
y con quienes se presentan como sus colaboradores: Carlos Lovera y Víctor García
Zapata.
El nuevo gobierno y lo que sigue.
Recuento
El triunfo electoral de Andrés
Manuel López Obrador y de Morena expresa el hartazgo de quienes votaron ante
los resultados de los últimos gobiernos federales del PAN y del PRI, y de los
gobiernos estatales, en especial ante la incontrolada violencia delincuencial,
la inseguridad pública, la violación de derechos, la corrupción burocrática,
sindical y empresarial sin freno y la impunidad, reinantes en el país. Y,
seguramente, también el rechazo a los impactos negativos de las políticas
neoliberales en términos de despojo de tierra y recursos naturales, desempleo
creciente, caída de los salarios e ingresos reales, notoria desigualdad social
y de género, informalidad y pobreza, segregación y exclusión, penuria de
vivienda y servicios sociales, que la mayoría de la población resiente e identifica
como resultado del mal gobierno, aunque no del modelo de desarrollo neoliberal.
La amalgama ideológica abanderada
por AMLO acompañó una propuesta electoral centrada en el combate a la
corrupción, considerada la culpable de todos los problemas nacionales y en la
aplicación de la austeridad republicana, que aportaría los recursos para nuevas
políticas y proyectos. El éxito de ambas se asentaría en el buen ejemplo. En
campaña también fueron enunciadas medidas asistencialistas como los apoyos
monetarios para adultos mayores y jóvenes que no estudian ni trabajan, y un
desarrollo regional fincado en medidas como la descentralización de Secretarías
de Estado a las capitales estatales, el mantenimiento de las zonas económicas especiales
y megaproyectos que son continuidad de la lógica prevaleciente.
En ningún momento se hizo
referencia a causas estructurales del sistema socio-económico y territorial
nacional e internacional, como responsables del lento crecimiento económico de
décadas ni de la crisis social que lo ha acompañado. No obstante, medios y
analistas identifican a AMLO y Morena como “la izquierda mexicana”, aunque no
hay elementos significativos en la propuesta política y en las prácticas e
ideologías del conjunto de su futuro gabinete, que permitan caracterizarlos
como tales.
Pragmáticamente López Obrador
ofreció seguridades al capital financiero, empresarios, medios de comunicación
y gobernantes de turno, en virtud de lo cual los poderes económico, político y
mediático matizaron el discurso confrontativo y descalificador en su contra,
allanando camino. Por su parte, el hartazgo, descontento, sufrimiento y enojo
se tradujeron en rebelión electoral, en manifestación cívica contra tanto
despojo, violencia, corrupción e impunidad, acompañado por la esperanza en que
alguien lo pueda solucionar.
El mensaje de las y los votantes
se perló con claridad: no queremos más de esto, llámese como se llame. El
estado de ánimo social proporcionó una suerte de blinda je al triunfador y obligó
al poder establecido a pensar dos veces la tentación de la salida fraudulenta y
autoritaria. Prevaleció la aceptación de la derrota, la salida negociada y la
protección de la retirada y el statu quo.
El cierre de la jornada electoral
se ajustó a un solo guion: rápido reconocimiento de Meade, discurso del titular
del INE y discurso presidencial. En esta secuencia, la democracia formal quedó
a salvo y hasta fortalecida para el relato institucional y mediático, a pesar
de las numerosas irregularidades en el proceso y en la jornada.
Aunque no explícitamente, la
hegemonía neoliberal ha sido severamente cuestionada por la sociedad. La
soberbia tecnocrática, la corrupción del sistema político y judicial, los
candados del sistema electoral a la participación ciudadana independiente, la penetración
del crimen organizado y el agotamiento del discurso mediático, contribuyeron a
un “alto aquí” cuyos efectos están por verse.
La suma de agravios, la pobreza,
la desigualdad, la multiplicación de víctimas, el desprecio institucional por
los derechos humanos, la injusticia, se traducen en crecientes reclamos que se
articulan a través de mecanismos alternos de información y, en la oportunidad,
se expresaron en el castigo electoral. Las diversas formas de organización de
la sociedad en resistencia allí están.
Presente
No parece posible que se inicie
un proceso de desmontaje de la hegemonía neoliberal para sustituirla por otra
de corte popular, en favor de un país igualitario, justo, libre y soberano. En
cambio, es probable que se inicie una etapa de adecuación del modelo, sin
mayores cambios en su naturaleza y en las relaciones de poder, pero con nuevas
pautas para cierta distribución de riqueza y un reacomodo político derivado del
colapso de los partidos y del caudal de votos de AMLO y Morena.
El capital financiero y las
grandes empresas han recibido garantías: equilibrio macroeconómico, disciplina
¬fiscal, autonomía del Banco de México, no incremento de impuestos, refuerzo de
las ZEE, apoyo a la inversión. Adicionalmente, tienen presencia en el futuro
gobierno.
Las corporaciones mediáticas,
también debidamente representadas, han sido felicitadas por su comportamiento y
tienen garantías de que su hegemonía cultural conservadora no será atacada. El
cierre de campaña de Morena, en el Estadio Azteca, es un hito en la
espectacularización de la política en manos televisivas y un refrendo de
acuerdo.
Lo político institucional es el
plano dónde los cambios pueden ser más evidentes, asentados en la conformación
de los poderes ejecutivos y legislativos, en la crisis y reconfiguración de los
partidos políticos y en los primeros lineamientos de políticas públicas
relacionadas con corrupción, austeridad y ajustes burocráticos, con los riesgos
e injusticias que puede conllevar. Sin embargo, esto no impide que se mantenga
el régimen presidencialista y centralista, ahora sin contrapeso institucional,
con gran capacidad de dirección política y prescindiendo de la organización y
participación popular.
Reconociendo el avance
democrático, lo primero que sorprende es la enorme y desinhibida capacidad de
adaptación de los poderes fácticos a las nuevas circunstancias y también la
respuesta magnánima de quien obtiene el triunfo y está dispuesto a olvidar
todas las diferencias en aras de la convivencia pacífica.
Luego del triunfo, se ha desatado
un entusiasmo general. Buena parte de los sectores sociales, de los empresarios
a los sindicatos, los gobernadores en funciones y muchas OSC apoyan
públicamente al ganador y se alinean con él, reeditando tiempos pasados. Las
políticas anunciadas hasta el momento, no conllevan riesgos ni amenazas para el
poder económico, los mercados funcionan con normalidad y el FMI ha expresado su
contento.
El reclamo social expresado en
las urnas puede tener respuestas inmediatas a través de ciertas medidas recién
enunciadas: impulso al mercado interno, recuperación salarial, apoyo al campo,
industrialización, política de seguridad y combate a la violencia y el crimen,
reforma educativa, beneficios sociales, regulación del mercado de drogas y proceso
de pacificación. Anuncio de mayor información, diálogo de funcionarios con
organizaciones, debate de algunas políticas públicas y no criminalización de
resistencias, pueden contabilizarse en favor de una apertura. Del mismo modo,
los incipientes trazos de una política migratoria vinculada al desarrollo
regional, Centroamérica incluida, aunque debe señalarse las dudas que generan
el papel a jugar por el Istmo de Tehuantepec y la zona franca en la frontera
norte.
Otras medidas pueden llevar a
excesos centralistas, propios de un gobierno que controla los poderes ejecutivo
y legislativo, como la creación de delegaciones federales únicas en los estados
a manera de prefecturas designadas desde el centro que pueden marginar a las
autoridades electas localmente y constituirse en el verdadero poder local.
Pero lo más relevante se
encuentra en los temas ausentes (ver documento “Lo que no se dice”, 22 junio
2018). Falta saber cuál es, en realidad, la visión integral de país, de
ocupación sustentable y armónica del territorio, del papel de la sociedad y las
comunidades y su participación organizada en la definición de políticas
públicas en todos los órdenes de gobierno. Cómo y en función de qué se de¬finen
proyectos como el tren maya, el reforzamiento de la ZEE del Istmo de
Tehuantepec, la localización de refinerías o de reforestación. No se percibe el
concepto rector que articule y otorgue sentido a las diversas medidas que se
están anunciado.
No se mencionan cambios a los
artículos 25, 27 y 28 constitucionales para revertir las reformas de 2013. No
hay referencia alguna al extractivismo, en cualquiera de sus formas y
variantes; la Reforma del Estado, incluyendo el sistema de justicia en
procuración, administración e impartición y la institucionalidad electoral; el
papel del municipio, base de las relaciones democráticas y primer afectado por
el crimen organizado; la planeación integral del desarrollo con participación
social en todos los niveles, mecanismo real de control del libre mercado; una
comunicación democrática, abierta y plural en contrapeso a las corporaciones
mediáticas; una política de género transversal a la gestión; los derechos de
pueblos y comunidades indígenas, más allá de lo declarativo; la relación con
América Latina y el papel de México en el mundo; éstos, entre otros temas que
son sustanciales para la construcción de un país de iguales.
Dejan abiertos muchos
interrogantes el enfoque de los problemas y la concepción para abordarlos. Por
ejemplo, despojo, violencia, corrupción e impunidad, no son causas de fondo,
son consecuencia de un modelo de dominación y colonización que debe ser
sustituido completamente. Estos flagelos, que acompañan la historia de la
humanidad, hoy son expresión del neoliberalismo. Si la corrupción se toma como
causa de los males nacionales, se está ocultando su naturaleza y acotando la
posibilidad de reducirla. Otro ejemplo es el ajuste del gasto burocrático que,
planteado como está, responde a lineamientos propios del neoliberalismo.
Reducir los ingresos de los
mandos superiores en todos los poderes y cuidar que no haya dispendio de
recursos públicos ni corrupción, es muy importante pero no sufi¬ciente para
definir una institucionalidad pública que impulse un nuevo modelo de desarrollo
capaz de limitar la voracidad del gran capital, controlar la especulación y
generar una distribución equitativa de la riqueza, que ofrezca empleo digno,
educación, salud, seguridad y vivienda para todos.
Lo que sigue
La experiencia reciente en varios
países de América Latina muestra el talante de la derecha conservadora
neoliberal y es una referencia para tener en cuenta. El poder global y sus
aliados locales harán lo necesario para mantener su hegemonía y, aunque en este
momento nada los amenaza, la expectativa popular sobre el nuevo gobierno
introduce una tensión que, antes de ahora, fue reclamo desoído o reprimido.
Esa expectativa de cambio real y
profundo de buena parte de la sociedad requiere apuntalarse, articularse y
traducirse en participación activa y organizada. Se abre un proceso inédito que
debe aprovecharse para ampliar la organización y desarrollo de las fuerzas de
transformación del país. Diversas organizaciones locales y ciudadanos
participaron del proceso electoral, desde una visión independiente y de
renovación. Más allá de las limitaciones normativas impuestas y los resultados
numéricos, hay un salto cualitativo que debe ponderarse y proyectarse a futuro.
Las múltiples resistencias
desplegadas en defensa del territorio y los recursos naturales no se detienen
en su defensa de la vida. Las organizaciones que reclaman por memoria, verdad,
justicia y reparación, no se quedarán en la expectativa. Y las que trabajan por
un cambio institucional de fondo, lo seguirán haciendo. Pero en conjunto siguen
siendo un mosaico disperso y fragmentado, cuya articulación es una asignatura
pendiente y es una necesidad para impulsar transformaciones reales.
Con todas y todos es necesario
una interlocución sistemática, una construcción de vasos comunicantes, de
identifi¬cación de reivindicaciones programáticas comunes y de coordinación
organizativa, con autonomía, sin alineamientos incondicionales, aprovechando
todos los espacios que se abran, apoyando las medidas que favorezcan y
señalando las que no. La participación del pueblo organizado en el proceso de
transformación del país, es indelegable.
Desde la perspectiva de Por
México Hoy, hay una agenda para sostener y una construcción de mayoría social y
política a continuar. Ninguna de las dos queda resuelta con la elección del
nuevo gobierno, aunque con éste puede haber mejores condiciones en la búsqueda
de un proceso constituyente ciudadano que de por resultado un nuevo pacto
social plasmado en una nueva constitución. Para ello es necesario mantener la
capacidad crítica, continuar desarrollando el análisis de las causas
estructurales de la crisis económica, social y territorial que afecta al país y
sus habitantes, aumentar el potencial de difusión de las propuestas de cambio y
articular las diversas formas de organización de sociedad y comunidades en
torno a un programa común. Allí radica el impulso a las transformaciones reales
para un México de iguales.
Postdata
Es difícil abrir juicios
definitivos sobre lo que está por venir. La enunciada “cuarta transformación”
del país inicia con señales contradictorias, propias de una amalgama de
intereses muchas veces contrapuestos. Están pendientes los temas mencionados
Por México Hoy. En el nuevo gobierno y lo que sigue arriba, aún faltan por
definirse muchas políticas públicas y no están claros los mecanismos de
participación ciudadana en ese proceso, ni su incidencia real.
El poder económico y el poder
mediático tienen presencia activa en la promoción de sus intereses, la
continuidad de su narrativa ajustada al momento y el inicio de lo que puede
llamarse deconstrucción de subjetividades favorables al futuro gobierno.
La rebelión electoral abrió una
brecha importante en la disputa por el país, un espacio que debe ocuparse con
participación social organizada, con propuestas concretas y con la construcción
de un sentido común emancipatorio.
Es necesario poner en la agenda
pública los temas ya mencionados: el extractivismo, en cualquiera de sus formas
y variantes; la Reforma del Estado, incluyendo el sistema de justicia y el
mecanismo electoral; los derechos humanos; el papel del municipio, base de las
relaciones democráticas y primer afectado por el crimen organizado; la
planeación integral del desarrollo con participación social en todos los
niveles; una comunicación democrática, abierta y plural en contrapeso a las
corporaciones mediáticas; una política de género transversal a la gestión; los
derechos de pueblos y comunidades indígenas, más allá de lo declarativo; la
relación con América Latina y el papel de México en el mundo.
Debe impulsarse revertir los
cambios a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, la derogación de la Ley
de Seguridad Interior, el decreto sobre aguas, la Ley General de Biodiversidad
y asimismo la revisión de las leyes de Minería, de Hidrocarburos, de Equilibrio
Ecológico y Protección al Ambiente, de Aguas Nacionales, leyes en materia
agraria, de Inversión Extranjera, de Asentamientos Humanos, Ordenamiento
Territorial y Desarrollo Urbano, de Bioseguridad de Organismos Genéticamente
Modificados, de Desarrollo Forestal Sustentable.
Para todo ello se requiere la
articulación con las distintas organizaciones de la sociedad civil que
despliegan su actividad en el territorio nacional, ocupando todos los espacios,
públicos, institucionales y mediáticos.
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