agosto 19, 2018

AMLO y el NAICM… de política y manipulación.



A modo de introducción y contextualización empezare esta entrada con el copiado/pegado de un artículo publicado en el diario español EL PAIS, el día 17 de agosto. Artículo, que, una vez no es costumbre, no me parece tan tendencioso.

A continuación, expondré, brevemente, la reflexión que este “asunto”, de política de alto vuelo (considerando tanto la envergadura del proyecto, como la decisión política que este requiere que se tome) desencadeno en mí, de modo cuasi automático.





Ahí, les va, la contextual introducción que, arbitrariamente y sin permiso del autor, tomo prestada.

López Obrador someterá a consulta el nuevo aeropuerto de Ciudad de México

El presidente electo no despeja las dudas sobre el destino del nuevo aeródromo, cuando las obras ya han avanzado casi un tercio

Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México, someterá a consulta popular la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México. El político ha anunciado este viernes que los mexicanos elegirán entre seguir con la construcción del aeródromo en las cercanías del lago de Texcoco (30 kilómetros al noreste de la capital) o comenzar con la ampliación de la base militar de Santa Lucía (a 50 kilómetros de la ciudad) para que funcione paralelamente con el aeropuerto Benito Juárez, actualmente en operaciones.

La decisión sobre el destino del nuevo aeropuerto de Ciudad de México quedará pendiente para finales de octubre, un mes antes de que Andrés López Obrador asuma la presidencia de México. El presidente electo ha presentado los dos proyectos con una lista de ventajas y desventajas de cada una de las opciones, sin embargo, no ha aclarado cómo convocará a los mexicanos para participar en la decisión final. “Llamo al pueblo de México a que nos ayuden a resolver sobre este asunto complicado, difícil, que heredamos pero que tenemos que enfrentar de la mejor manera posible”, dijo en la presentación de las propuestas.

La construcción del polémico aeródromo, que comenzó en 2014, ha avanzado un 31%. López Obrador se opuso desde el primer momento al proyecto de Enrique Peña Nieto y durante la campaña electoral anunció que lo cancelaría. Tras las protestas de diversos empresarios, el político matizó su opinión y aseguró que revisaría los contratos de construcción para evaluar si continuaba su construcción o no. Javier Jiménez Espriú, que será el titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), ha explicado este viernes que el equipo de transición recibirá durante las próximas tres semanas las valoraciones de diversos grupos de ingenieros y de la sociedad civil.

Está previsto que el aeropuerto que ya se encuentra en construcción cueste 13.000 millones de dólares —un poco más del doble del presupuesto de la ampliación del Canal de Panamá, que en 2016 sumó 5.450 millones de dólares—. Jiménez Espriú señaló que para seguir adelante con el proyecto será necesario el incremento de las tarifas aéreas, así como el cierre de la base militar de Santa Lucía por cuestiones de tráfico aéreo. El próximo titular de la SCT también ha apuntado que el 75% de la inversión para el proyecto ya está asegurado y que cancelarlo costaría aproximadamente 5.200 millones de dólares. El equipo de López Obrador ha reconocido que el plan original es más cercano a la Ciudad de México pero que su impacto ambiental es considerable.

Por otra parte, la ampliación de la base militar de Santa Lucía representaría un gasto de 3.600 millones de dólares y resolvería en un menor plazo el problema de saturación del actual aeropuerto. Jiménez Espriú ha mencionado que existe un debate entre los especialistas en aviación sobre la posibilidad que Santa Lucía y el aeropuerto Benito Juárez puedan funcionar simultáneamente, debido a su cercanía, pero ha explicado que para aclarar estas dudas el Gobierno tendría que hacer estudios adicionales con un coste de 10 millones de dólares.


López Obrador no profundizó sobre el modelo para decidir el futuro del aeropuerto. “Se pueden poner mesas en las plazas públicas y la gente se organiza para recibir los votos; otra forma es una encuesta nacional con vigilancia de los ciudadanos para que no quede ninguna sospecha. Sea una opción o la otra, le damos la garantía a los mexicanos que no va a haber corrupción”, mencionó. La consulta popular en México está garantizada en la Constitución. Allí se señala que solo puede ser propuesta por el presidente mexicano, el 33% de los legisladores, o un 2% de los ciudadanos del padrón electoral. Para que la decisión sea vinculante es necesario que la consulta sea organizada por el Instituto Nacional Electoral (INE) y que exista un 40% de participación ciudadana.




A partir de aquí, mi reflexión… o para quienes discrepan de la misma, mi digresión.

Sea cual sea la decisión que tomara Andrés Manuel López Obrador (mejor conocido como AMLO) en relación al futuro aeropuerto internacional de la Ciudad de México (mejor conocido como NAICM), esta tendrá un muy alto costo político para el nuevo Tlatoani.

En caso de dar su visto bueno a la continuación del proyecto actualmente en obra (con o sin retoques) me parece evidente que se enemistara con una importante fracción de su base social… y electoral.
A más de uno le costara algo de trabajo tragarse una culebra tan dispendiosa y faraónica cuando se suponía que la prioridad de las prioridades era “primero los pobres”. (si bien esta opción se encontraba un poco diluida en “el combate contra el crimen y la corrupción”).
En cuanto a los que constituyen la parte, quizás más educada y elitista, pero con una bien anclada “sensibilidad y visión ecológicas”, tampoco les parecerá muy apetitoso tener que tragarse una culebra cuyas consecuencias sobre el entorno natural y el tejido social, juzgan, desde tiempo atrás, como desastrosas, un verdadero ecocidio a la par de un atentado contra los actuales pobladores y vecinos del lugar.

En caso de decidirse por el abandono de este proyecto, cuyo avance en su construcción se calcula al día de hoy en un 31%, cuyos contratos con los inversionistas ya están en su gran mayoría firmados (se estima que en un 75%), y cuyo costo como consecuencia de su cancelación se calcula en aproximadamente 5,200 millones de dólares, no hay la menor duda de que el inesperado noviazgo entre el gran capital y el presidente electo (que tanto esfuerzo y vergonzosa renuncia a su ideario político le ha costado) estaría mucho más cerca de un temible divorcio que de una feliz boda.

Sin ser adivino, me parece que, visto la desproporción entre el costo político en un caso y en el otro, en realidad la decisión ya esta tomada. Para un político, que se califica a sí mismo como “pragmático”, es, sin duda, mas aconsejable disgustar a una porción de su base social y electoral, que no contrariar y fastidiar al gran capital. Al primero, desposeído de todo poder siempre se le podrá vender unas cuencas de vidrio que de alguna manera lo contente.
En cambio, al segundo, poseedor del poder de hacer y deshacer a su antojo la “salud económica” del país (obviamente entendido esta como la salvaguarda de los sacrosantos “equilibrios macroeconómicos”, que no son otra cosa que las condiciones indispensables al mantenimiento del modelo de desarrollo y la perpetuación de su propio poder, o sea seguir garantizando su dominación en la conformación de las relaciones sociales) mas vale mantenerlo contento, o por lo menos no tenerlo de enemigo declarado.

Todo político pragmático, se sabe de memoria que en la conformación de las relaciones sociales (económicas, políticas, y las que gusten) la única variable que decide de quien detenta el poder y quien no, es, simple y llamamiento, la fuerza, de cada quien, de cada actor (tanto como individuo o como grupo).
Ahora bien ¿quiénes son los detentores del poder, de la indispensable y suficiente violencia, tanto de hecho como institucionalizada? Me parece que la respuesta es mas que evidente: el Capital y el Ejercito. He aquí, los dos “actores” con los cuales resulta suicida entrar en conflicto. Quizás (seguramente) los hubo en el pasado, pero hoy, no hay fuerza política alguna que pueda enfrentar a estas dos otras. La violencia del Capital y la del Ejercito, no tienen parangón con la de cualquier político, a pesar de cuál sea la magnitud de la fuerza política y social que le haya sido otorgada por las urnas.

En realidad, la decisión ya esta tomada… y para no cargar con el costo político de esta, o por lo menos aligerarlo, es que AMLO se saca de su chistera la vacilada de una supuesta “consulta popular” (o ciudadano, poco importa el termino).
Como cualquier político profesional, cuyo principal objetivo es la conquista del poder y la conservación de este (no importa con cuales intenciones y objetivo, sea este de izquierda o de derecha) AMLO recurre entonces a la antigua, bien rodada y siempre vigente recurso de la Manipulación.
Manipulación que este caso (como en tantos otros, que parece ser ya un sello distintivo de la casa Morena) se traduce en el tan socorrido recurso de la “consulta popular” o la “encuesta ciudadana”.
Procederes que se presentan como la aplicación de una “democracia participativa”, cuando no son mas que el artilugio que permite dotar de una legitimidad política democrática a una decisión tomada desde antes del “ejercicio democrático”, por la organización y/o su líder máximo.
En el caso de la consulta, este ejercicio se traduce en la instalación, en lugares estratégicos, de algunas cuantas mesas a las cuales acuden unos cuantos “ciudadanos” que, generalmente, después de alguna platica con quienes atienden las listas o las “urnas caseras” indican su la naturaleza de su voto o depositan su papeleta.
En el caso de la encuesta, el ejercicio es todavía mas “engañoso”, dado que, por lo general, se trata de una simple llamada telefónica en la cual el sujeto encuestado tiene que escoger entre dos o más opciones.
Todo esto sin ningún control por parte de la ciudadanía, ni siquiera de algún órgano institucional, que puedan avalar el “carácter democrático” del ejercicio, ni en cuanto a quienes participan, el respecto de alguna metodología, y mucho menos los resultados verídicos que arrojan dichas consultas o encuestas.

Consulta o encuesta que pueden ser vinculantes o no, según el objetivo perseguido con la organización de las mismas.
En este caso en particular, todo indica que el ejercicio tendrá carácter de vinculante, dado que se trata de “evadir el bulto” de evitar, hasta donde sea posible, el costo político que representará la decisión tomada -con toda anticipación, mucho antes de dicho ejercicio democrático- sea cual sea esta.
No solo evadir la responsabilidad de la decisión tomada, sino cargar la misma sobre la espalda de la “ciudadanía” quien habrá elegido democráticamente una tan difícil y arriesgada decisión.

Finalmente, a pesar de su carácter de “luchador social” y político comprometido con “los intereses de las mayorías”, AMLO no deja de ser un político profesional cuyo verdadero y ultimo interese es la lucha por el poder y la retención de este… por lo cual no puede no tomar en consideración este hecho esencial: su poder real es muy escaso, prácticamente inexistente… y el muy menguado que le dejan quienes si lo tienen y lo ejercen consiste esencialmente en la importantísima función de legitimar la estructura de poder, las relaciones de dominación existentes. Procurar aminorar (que no solucionar o eliminar) las contradicciones y conflictos generados por esta estructura, con el menor grado de violencia posible, generar el máximo consenso posible en torno a las políticas decididas por quien realmente gobiernan (es decir, toman las decisiones que favorecen sus particulares intereses, dejando para el resto de la población las migajas que “su” representante tendrá a bien distribuir con la mayor dosis posible de justicia y equidad)
En suma procurar que los dominados acepten, con agrado, su sumisión, la integren como un hecho inapelable, una Ley de la naturaleza divina… ya no siendo esta una divinidad del más allá, sino terrenal… llamada Democracia.







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