octubre 27, 2015

JUNTOS y SOLOS... SOLOS y JUNTOS


En estos últimos tiempos me ha tocado comer en diversos restaurantes algunos domingos. Me resulto abrumador ver en estos restaurantes… de hecho en cualquier lugar público… parejas, familias, grupos de amigos... todos juntos… y sin embargo solos… cada uno con su celular o su tableta… ni siquiera una mirada por la pareja, el pariente o el amigo que tienen a su lado, enfrente.
Colmo de los colmos… mesas en las cuales unos niños de entre dos y cinco años, no dejan ni un momento de concentrarse en su tableta, absortos en otro mundo, debiendo sus padres, casi darles de comer en la boca.

JUNTOS pero SOLOS… SOLOS pero JUNTOS.

Cada uno en su universo… comunicando con “amigos”… manipulando sus dedos pulgares con una velocidad y una habilidad asombrosas… fotografiando sus platos de comida para mandar en el instante la foto a “alguien” o subiéndola a Instagram… quien sabe con cual texto.
Textos… cortos, lo más corto que se pueda… con la mayor cantidad posible de abreviaturas… incomprensibles para quienes no estamos iniciados a esta particular ¿comunicación?

YO… YO… YO… YO  y más YO.

YO solo con mi maquinita y mis diestros pulgares… comunicándome con el OTRO a distancia, sin su real presencia, sin su real cercanía, sin su mirada.
“El infierno son los otros.” Esta presencia virtual, distante… permite tener “la ilusión de la cercanía”, disfrutar del poder de decir y mostrar… sin asumir los riesgos que presenta toda real presencia… protegido de una eventual discrepancia, de un posible cuestionamiento.
Toda interacción con una real presencia conlleva el peligro de perder el control de nuestra propia imagen…. de lo que queremos y pretendemos ser… lo que queremos que los otros crean que somos… es un salto al vacío, sin arnés o red de protección… es exponerse… es peligrar.

Queremos exponernos, darnos a ver… pero no desnudos… no sin mascara ni artificio.


 Lo que nos permiten las redes sociales y sus vehículos… es tener la ilusión de comunicarnos con los otros, prescribiendo de su real presencia, huyendo el contacto humano… buscar ser reconocidos y aceptados…  a la vez que protegidos de su inquisidora mirada.

Comunicación cuya virtualidad nos permite engañar nuestra soledad… alejarla, rehusarnos a reconocerla, aceptarla, vivirla… cuando disfrutarla es tan necesario a la consecución de nuestra plenitud existencial, nuestro sentimiento de existir.
La “calidad” de nuestra vida es la calidad de nuestra soledad. De ella depende la calidad de nuestras relaciones… de lo contrario el OTRO no es más que un medio para evitar esta soledad… no es apreciado, amado, por ser quien es… con toda su complejidad… toda su humanidad.





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