Una película dirigida por un israeloestadunidense, Sam Bacile, financiada con “donativos” de judíos norteamericanos, presenta al profeta Mahoma como un homosexual, pederasta, violador, ladrón, y un sinfín de otras lindezas. Esta película, aparentemente estrenada en un solo cine californiano, sin el menor éxito, se sube (de hecho solo el tráiler, con subtítulos en árabe) a YouTube… y el 11 de septiembre (¿se acuerdan de lo que paso este día en el año 2001?) se prende la mecha en Bengasi (Libia) donde una turba de jóvenes (se supone que salafistas, o miembros de Al Qaeda según la versión gringa) penetran en el consulado gringo que saquean, queman y de paso matan al embajador estadunidense (que quien sabe que hacia ahí) junto con otros tres norteamericanos… evidentemente para lavar el honor del profeta y castigar a los cruzados impíos.
Al día siguiente son atacadas las embajadas
norteamericanas en Egipto y Yemen, con protestas callejeras en Teherán y Bagdad.
La mayoría de las reacciones y comentarios van en el
sentido de:
“Se cosecha lo que se siembra” o “cría cuervos y los
ojos te sacaran.”… o… se trata de una jugada planeada por la derecha gringa más
conservadora y reaccionaria (aliada a los judeoisraelitas) para perjudicar a
Obama y favorecer a Romney… quizás… pero me parece que lo más importante de
estos eventos no consiste en querer adivinar el porqué o la finalidad de los
mismos… sino en que:
Siempre hay una “franja” económica o ideológicamente dominante que se
apodera de la primigenia revuelta popular para hacerlas suyas, conforme a sus
propios intereses.
Hay un excelente libro al respecto: “L’expérience
plébéienne” de Martin Breaugh (no es su temática principal, el centro de su
discurso, pero, analizando las revoluciones y revueltas populares desde
Espartaco hasta la revolución bolchevique, lo demuestra fehacientemente.)
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