Si las encuestas de opinión
no mienten (no son más que una herramienta de la batalla electoral) y si la
magnitud del fraude anunciado es incapaz de cambiar el ganador que estas
predicen…este próximo domingo “la tercera será la vencida”… y Andrés Manuel López
Obrador (AMLO para su partidarios, el señor López para sus adversarios) será
Presidente electo de México. Faltando, obviamente, que esta victoria sea
oficializada por los organismos institucionales encargados de cumplir con esta
tarea.
Esta noche ¿histórica?,
muchos súbditos mexicanos (nadie, ni aquí ni en ninguna parte del orbe, es
ciudadano) tendrán la esperanza de que la política mexicana cambiará, que este
nuevo tlatoani hará realidad su dicho “primero los pobres” (nótense que este
slogan electoral que era primordial en sus dos anteriores candidaturas… ¿extrañamente?
desapareció en esta ocasión).
Ojalá la esperanza depositada
en este nuevo “gobernante máximo” se haga realidad… pero estoy convencido de
que no será así, que no será más que otro sueño guajiro.
¿Por qué?
Uno, porque quienes
mandan (toman las decisiones que determinan la naturaleza de las relaciones
sociales en un ámbito geográfico determinado) no son los políticos
profesionales (jamás lo han sido, pero hoy menos que nunca) cuya verdadera función consiste en proveer de
legitimidad el real gobierno de las elites de la economía capitalista mediante
sus instrumentos de toda naturaleza e índole (economicismo y mercantilización de
todas las relaciones sociales, empresas e instituciones multinacionales y supranacionales,
financiarizacion de la economía, y un muy largo etcétera) y la imposición de su
“modo de vida” (no pasemos por alto, que todos, absolutamente todos, en mayor o
menor medida, vivimos de acuerdo con los valores y las practicas del sistema capitalista.)
Dos, porque así será
mientras todos vivamos (en tanto que individuos o como miembros de la
colectividad) ejerciendo (conscientemente o no) la dominación y aceptando
(voluntariamente o no) la sumisión.
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