En la página web del semanario francés L’OBS, del 4 de este mes (tres días
antes de la segunda vuelta electoral de las elecciones presidenciales
francesas) se publicó un análisis de un prestigiado profesor de la universidad
Paris-Dauphine, Nicolas Colin, titulado “Macron y la próxima edad de oro.”
A grandes rasgos, la idea del análisis es que, después de la ocurrida
a finales del siglo XIX (con la siderurgia, la electricidad y el encuentro
entre la empresa y la ciencia) y la que tuvo lugar en el siglo XX con la transición
a la economía del automóvil, el capitalismo ha entrado en una tercera transición
tecnológica, la de la informática personal y las redes.
Que, si bien las dos transiciones se saldaron por un incremento de la
riqueza en términos del BIP, la primera genero un incremento de las
desigualdades y una extrema pauperización de los trabajadores, desembocando en
la segunda guerra mundial, cuando la segunda vio una repartición más
igualitaria de la riqueza con la instauración del estado de bienestar.
Entrados de lleno en esta tercera transición económica, ¿cuál futuro
inmediato nos espera, siendo que toda transición económica, antes de asentarse duraderamente,
implica el previo paso por una crisis mayor y mortífera?
A lo cual este mismo analista contesta que “nuestros” dirigentes deben
de tomar consciencia de este hecho y ser capaces de imaginar e implementar un nuevo
contrato social… siendo, evidentemente, que el candidato Emmanuel Macron posee
todas las cualidades requeridas para ser uno de estos dirigentes de esta nueva
etapa… por lo cual el votara este próximo domingo por Macron y nos invita a
hacer lo mismo.
Por razones, que no vienen al caso exponer en esta entrada (quizás cuando
el señor Macron sea el nuevo Presidente de la Republica francesa), tal como lo
hice toda mi vida, no acudiré a las urnas este domingo… sin embargo al leer
este análisis, que me pareció tendencioso y redactado con la premura de apoyar
al candidato Macron a cuarto para las doce, me sentí con la necesidad de hacer
el siguiente comentario:
Esta ¿tercera? transición tecnológica, que a mi parecer nos
lleva, más temprano que tarde, hacia el Transhumanismo, no desembocara hacia un
nuevo conflicto armado de alcance mundial, como tampoco hacia un nuevo Contrato
social garante de un más equitativo reparto de la riqueza… sino hacia la separación
física entre la muy extensa mayoría de los humanos, que se verán, no solo
excluidos, sino literalmente encerrados en “parques humanos”… y una muy
diminuta minoría que se verá beneficiada por el uso de estas tecnologías y sus repercusiones
económicas.
Los primeros careciendo del conocimiento y los recursos
financieros para apropiárselos (hacer uso de los mismo y decidir de las
modalidades de su empleo), y los segundos poseedores de los dos.
Lo cual, para mí, es un argumento más… y de peso… para no votar
por ninguno de los dos candidatos. Ni
por el espantapájaros Marine Le Pen con su tufo a rancio autoritarismo
paternalista y excluyente, ni el apartidista, tecnócrata y ultraliberal Macron
portaestandarte de esta previsible pesadilla.
Posdata: me acuerdo de un episodio ocurrido
hace ya muchos años, en el Consulado de Francia en la ciudad de México.
Había acudido a dicho
consulado para un trámite, del cual no me acuerdo.
Lo que, si me acuerdo,
es que, al abrir mi expediente, la señora malhumorada que me atendió, me
reprocho vehemente: “Señor, en las últimas elecciones, usted no cumplió con su
deber ciudadano”
Desconcertado, sin decírselo,
pensé: cómo saben que no he votado, a poco registran quien vota y quien no.
Pasado el susto le
conteste: uno, no es un deber sino un derecho… y dos, nunca me he considerado como
un ciudadano, sino como un súbdito.
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