noviembre 09, 2016

¿POR QUE GANO DONALD TRUMP?



Primera reacción, en caliente, a la ¿inesperada o no tanto? elección de Donald Trump.

Al levantarme y leer las versiones digitales de los medios que acostumbro leer, tres me llamaron de inmediato la atención.
Una, el artículo escrito por John Carlin en el portal de El País, titulado “Un loco a cargo del manicomio.”
Dos, el video, también en El País, de Iñaki Gabilondo, titulado “La rebelión de las masas.”
Tres, el artículo de Juan Carlos Monedero, publicado en su blog Comiendo tierra, albergado por el diario digital Publico, titulado “Cuando apostaste por Clinton, elegiste a Trump (o socialismo y barbarie)”.

A mi parecer, la relevancia implícita de los dos primeros radica en que nos obliga a interrogarnos… uno, sobre lo que se esconde detrás del vocablo “manicomio”…  y dos, que se esconde detrás del vocablo “enfermedad” cuando en su video Iñaki Gabilondo expresa que “Trump es el síntoma y no la enfermedad."

Cuestionamiento al cual responde, a mi parecer con bastante acierto, la argumentación desarrollada por Juan Carlos Monedero en su artículo antes mencionado.
El cual, a continuación, me permito copiar y pegar.


Cuando apostaste por Clinton, elegiste a Trump (o socialismo y barbarie)




Y, claro, salió Trump.
No es que lo hubieran contado los posos del café leídos al anochecer. Bastaba mirar con la cabeza fría el abandono que sufren millones de norteamericanos a los que les prometen diariamente una dieta de sueño americano y apenas llegan a meterse en la boca la sensación de ser uno más de esos loser de las peores series. Una vez que sacaron a Sanders del juego -con trampas y desde dentro de las filas demócratas-, todas las papeletas apuntaban a Trump. Los trucos parlamentarios se están agotando en muchos sitios. Los perdedores se cansan de que les vean todos los días la cara de pendejos.
Entre una amiga de los banqueros y un rico, la gente escogerá al rico. Porque saben que es el jefe. Aún más si es hombre. Porque la estructura laboral, los anuncios, los cuidados, el ejército, los salarios y la violencia recuerdan a cada paso que los que mandan son los hombres. Y los ricos. Lo que pasa en nuestras sociedades es estructural. ¿O crees que si le das a la gente de desayunar miedo y Gran Hermano, Sálvame y Hormiguero va a recitarte por la noche a César Vallejo y a reflexionar como Aristóteles? Y si no emprendes es que eres un perdedor de mierda.
No se puede seguir haciendo trampas, reforzando el modelo neoliberal y esperar que la ciudadanía golpeada crea que los de siempre les van a solventar algún problema. El negro Obama tenía el alma laboral blanca. Y Hillary Clinton es, además de una mentirosa y una tramposa, una burócrata de Washington y una lobista de Wall Street. Las mejoras con Obama, han sido mínimas. Los ricos son infinitamente más ricos y los pobres son más y más pobres. No es tan extraño entender que, al final, la gente golpeada tendrá la tentación de preferir engañarse y apostarlo todo a una identidad convertida en el único plato que te vas a comer ese día. Y si encima les ayudas a identificar un enemigo al que le eches la culpa de lo mal que te va en la vida, miel sobre hojuelas. Y los Trump felices porque mientras hablan de los excesos del sistema para parecer tus amigos, tú nunca vas a echar la culpa al sistema sino a tu vecino de infortunios. Como decía Rábago: ¡Los inmigrantes te quieren quitar tu trabajo de esclavo!
Se puso a la ciudadanía norteamericana, una sociedad saturada audiovisualmente, delante de un dilema difícil de digerir: elegir a alguien que va a mandar todo a la mierda (y ya saldrá el sol por donde quiera), o más de lo mismo. Y, como en los años treinta, en una situación de desempleo, de precariedad laboral, de impunidad política, de violencia estructural y guerra, de miedo y amenaza, los fantoches de la extrema derecha emergen. La única posibilidad de frenarlos es con consciencia. El 1º de mayo de 1933, la izquierda tenía 14 millones de votos y Hitler 11. Pero los sindicatos decidieron marchar ese día del trabajo junto a las camisas pardas, a ver si así los frenaban. Frenar la consciencia es lo más terrible que sucede todos los días.  Decía Hillary Clinton que el socialismo de Sanders era un terrible peligro. Pues ahí tienes. Lo dijo la Luxemburgo y me lo recuerda Jaume: socialismo o barbarie.


También, y sin querer vanagloriarme, me permito copiar y pegar la entrada que publique en este blog, con fecha 26 de julio 2016, no por presumir de algún poder de premonición, sino porque de alguna manera puede ser una lectura que, en parte y por mínima que sea, puede representar una posible aproximación a la pregunta ¿Por qué gano Trump?

PORQUE PUEDE GANAR DONALD TRUMP


Hoy la política no es la actividad en virtud de la cual una sociedad libre, de personas libres, resuelve los conflictos que le plantea su convivencia colectiva, en pos del bien común.

La política es la actividad que permite el ejercicio del poder de quienes dirigen sobre los dirigidos, quienes gobiernan sobre los gobernados, quienes ejercen la dominación sobre quienes padecen la sumisión.

Hoy en día, en el sistema de dominación mundialmente hegemónico, conocido como capitalismo oligárquico (en su fase de mundialización neoliberal) y cuya expresión política formal más habitual es la democracia representativa, la actividad política se reduce esencialmente, cada cierto tiempo, en la elección de los miembros que integran los órganos que supuestamente ejercen la dominación en representación del conjunto de los miembros de una determinada colectividad.
La “actividad política” entre una y otra elección, es solo un espectáculo destinado al entretenimiento de los mirones, y sobre todo la preparación de la próxima elección, con sus batallas de posición, reales y/o fingidas, entre los futuros competidores, tanto entre los partidos como en el seno mismo de estos.

Elección precedida de lo comúnmente llamado periodo electoral, de variable duración, durante el cual los contendientes (miembros de unas organizaciones constituidas ex profeso para estas justas electorales en pos del poder) hacen “campaña” para atraer el voto de quienes depositaran en una urna una papeleta con el nombre del partido o la persona en quien depositaran el poder de representarlos en los órganos constituidos para el ejercicio del poder político… el cual no detenta ni ejerce el real poder, siendo su verdadera función, la de legitimar las decisiones que toman quienes detentan y ejercen los verdaderos y ocultos medios de la dominación.

Campaña electoral, que no es una batalla en la cual los contendientes pugnen por la supremacía de un determinado modelo de relaciones sociales, ni siquiera algún programa político especifico… sino una vulgar campaña de marketing que, como todo marketing, se dirige más al corazón y las emociones de sus blancos que a sus mentes y raciocinio.

Estrategias electorales que descansan, básicamente, sobre dos emociones primarias: el miedo y la esperanza… la imperiosa necesidad… de culpar y creer… del chivo expiatorio y el salvador.

El primer paso es preparar el terreno (labrar, abonar) sobre el cual se sembrará para después cosechar.
Un terreno propicio para recibir la semilla del miedo y, en forma simultanea o posterior, la esperanza, es evidentemente un escenario de crisis y si posible de caos. Crisis varias y simultaneas, pero principalmente económica, siendo que, de esta, casi en forma automática se generaran las de orden social y político.
La crisis económica no requiere ser inducida. En la actual etapa de desarrollo del capitalismo, esta surge por generación espontánea y se ha tornado crónica, sin posibilidad de ser erradicada, puesto que no es consecuencia sino esencia, principal engrane, quizás hasta motor mismo del funcionamiento de este capitalismo financiero depredador, generador de una desigualdad y exclusión, de una profundidad y extensión pocas veces visto (por lo menos desde el fin de la segunda guerra mundial.)
En cuanto al caos este es una consecuencia natural de la situación de crisis que con el tiempo no cesa de ahondarse, basta como botón de muestra citar a la inmigración. Sin contar que el caos, si puede ser inducido de formar relativamente fácil, basta crear las condiciones propicias a la aparición del tan temido terrorismo.

Si a los ingredientes básicos del empobrecimiento y la exclusión, se le agrega una incontrolable e incontrolada invasión de seres todavía más pobres que, por el simple hecho de su presencia, arrastran a los ya pauperizados hacia una fosa sin fondo, más algunos oportunos (para no decir, bienvenidos) atentados terroristas… les aseguro que el MIEDO se apoderara, cada día, de una mayor proporción, de una población que se siente vulnerable e indefensa antes estos repetidos y simultáneos ataques, no solo a su lugar en la pirámide social sino incluso a su integridad física. Si, a la pauperización y exclusión vividas como un ataque a la integridad social (que, según el nivel, puede asemejarse a la integridad física), le agrega usted uno que otro indiscriminado atentado… entonces es prácticamente una certeza que una gran parte de la población será emocionalmente presa de miedo, (o peor todavía, miedos) un miedo cuyo verdadero origen es incapaz de aprehender, responsabilizando de este a cualquier chivo expiatorio con una apariencia física y una cultural, distintas a la suya… a la vez que culpara a los representantes (que no detentores) del poder, más cercanos y visibles, los políticos, la clase política como tal. Con, a más largo plazo, la sospecha puesta no solo en la clase política, sino en “las elites.”

Entonces sumidas en el miedo, personal y colectivo (por lo menos entre los de su misma condición), inseguras, desprotegida, con temor a la mañana siguiente… en la cual pueden despertarse sin empleo, sin saber si no les quitaran las pocos pertenencias que aún les quedan, temerosas frente al espectáculo de la violencia que día con día, inocula el veneno de la duda y la incertidumbre de que será hecho el mañana… estas personas están dispuestas, predispuestas, a escuchar cualquiera que les prometa terminar con su pesadilla… que les regresara el empleo perdido, hará lo necesario para que no les quiten lo poco que les queda, los protegerá de la violencia… se presenta como el gentil pero fierro caballero defensor de la Ley y el Orden…lo más importante, les regresara su dignidad, les hará sentirse de nuevo orgullosos de lo que son, incluyéndolos nuevamente en este todo, del cual podrán sentirse orgullosos de pertenecer… los rescatara, los salvara de esta caída sin fin al infierno… su personal infierno… he aquí su salvador… el salvador… Donald Trump.

Portador de un discurso… que, en un pasado no tan remoto, probo su eficacia.
El más conocido y quizás más emblemático… un tal Adolfo Hitler. Como también un tal Benito de apellido Mussolini… del cual (pero es puramente anecdótico) Donald Trump (seguramente sin saberlo) adopta a menudo el mismo porte.

No sé si, en este próximo noviembre, Donald Trump será elegido como el cuadragésimo quinto presidente de los USA… pero, creo que por todo lo expuesto hasta aquí… son muchas las probabilidades de que así sea… o por lo menos (poniéndonos menos dramático) sus posibilidades de logarlo no son tan escasas como quisiéramos.

Este pasado 25 de julio, un sondeo de opinión de CNN nos decia que Donald Trump “recogía” 48% de los votos contra 45% de Hillary Clinton… y esta diferencia se incrementaría hasta un 44% contra 39%, si se toma en consideración los otros dos candidatos, el “libertariano” Gary Johnson con 9% y la ecologista Jill Stein con 3%.

Obviamente falta mucho, pero Donald Trump ya dio muestras de no ser tan malo debatiendo (por la importancia de los debates televisivos en la cultura política norteamericana), al igual que sabemos que Hillary Clinton, además de ser todo menos carismática, tiene mucha cola que le pisen (y Donald Trump no tendrá ningún escrúpulo en utilizar una campaña de desprestigio, por nauseabunda que sea, sino todo lo contrario.)

Queda, por saber por quién se decantará Wall Street… quien, siempre provisorio, tiene los dos fierros en la lumbre… hasta que opta por el futuro ganador (si bien desde antes ya hizo su elección, la cual, a pesar de todo su poder, no garantiza que acierte.)



Quienes piensan que Donald Trump no es más que un payaso… más vale que empiecen a tomarlo por lo que es… un candidato a la presidencia de los USA que tiene reales posibilidades de ser electo.

¡Ojalá me equivoque!
Porque si bien es cierto que Donald Trump no es ningún payaso (como tampoco lo era en su momento el actor de quinta Ronald Reagan), también es cierto que no es ningún salvador o valiente caballero decidido a luchar contra los malvados en defensa los pobres y desprotegidos.
Porque, si bien es cierto que no pertenece al mundo de los “políticos profesionales corruptos”, si es miembro del 1% (si no es del 1% si del 10%) vilipendiado por el movimiento “Occupy Wall Street”… que lo único que, de ser electo, si hará, es “darles por culo” a los desclasados que lo hayan encumbrado… porque como buen capitalista que es, está en su naturaleza ser un depredador, un lobo que se disfraza de oveja para mejor comerse a los incautos corderitos.
Porque si bien es cierto que impondrá “la Ley y el Orden”, será su ley y su orden, la ley y el orden de los más fuertes, para beneficio de quienes mandan y explotan.

Si resultara ser electo presidente de los USA, como dicen en México “¡que Dios nos agarre confesados!”


 Posdata: ¿casualidades?



Leído esta misma tarde en el número del 14 al 20 de julio 2016, del semanario francés, L’OBS, en una entrevista al “especialista” de la economía numérica, Nicolas Colin.

¿Qué es el fenómeno Trump?
Tanta tensión política en tantos países del mundo, recuerda lo sucedido en los años 1930.
El fascismo ha hecho su aparición por todos lados al mismo momento, bajo diversas formas, como reacción uniforme de la sociedad a la inadaptación de las instituciones.
Cuando los individuos no se sienten protegidos contra los excesos de la economía de mercado, sienten la tentación del fascismo.
El fascismo es la pasión por la restauración de un viejo orden y una mítica prosperidad. Es el sobrepaso de la separación derecha/izquierda. La tentación autoritaria frente a las limitaciones de los regímenes democráticos. Ya hemos llegado a este momento.



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