Por parecerme tener un enfoque
poco común y muy interesante, me atreví traducir, de la mejor manera que pude,
un artículo del filósofo Abdennour Bidar tomado de la revista semanal francesa L’OBS,
para poder “subirlo” a este blog. Lo cual hago a continuación.
Donald Trump electo: nuestras iras merecen algo mejor.
Para el filósofo y ensayista,
Abdennour Bidar "cuando se alcanza una sensación de malestar demasiado
alta, la masa humana no reflexiona más", reacciona por instinto y responde
a la violencia experimentada con otra violencia.
Que nos sirva de
lección. Los Estados Unidos pagaron el precio de la ira popular. En
concreto de esta rabia cuando para escucharla, y recuperarla no hay más que los
líderes populistas que la traducen en intolerancia, el repliegue sobre sí
mismo, el rechazo del otro - Trump allí, Le Pen aquí.
Desde hace algunos días he oído
mucho departir sobre esta ira, pero poca gente para expresar lo que me parece
una evidencia: no es inevitable que la ira del pueblo se exprese así de la manera
más catastrófica; podemos evitarlo siempre y cuando propongamos a esta ira algo
distinto al regreso al pasado, la exaltación de una identidad o una grandeza
desaparecidas, algo más que las tristes y peligrosas pasiones de la nostalgia, el
temor al presente y el porvenir, el odio hacia el extranjero y el resentimiento
contra los poderosos.
Lo que ha ocurrido en los Estados
Unidos., es la desgracia de la ira abandonada a sí misma, en momentos de gran
vacío ideológico, de ausencia de cualquier horizonte o ideal colectivo digno de
ese nombre, terrible travesía del desierto de la esperanza y el sentido. En
el contexto de un vacío tan abismal, la ira de un pueblo no tiene casi ninguna
posibilidad de alumbrar algo positivo. Dado que no se presenta nada con la
capacidad de levantarla más allá de ella misma en una "gran pelea"
por ideales humanistas, es inevitable que se hunda en lo peor ... Y por lo
tanto acaba por entregarse a quienes terminaran la tarea, los sepultureros que
precipitaran a todos en el caos.
Después de la disolución de toda
cohesión social bajo los golpes combinados de las desigualdades, las discriminaciones,
el individualismo, el relativismo, el comunitarismo, el multiculturalismo, el liberalismo,
la última etapa de la descomposición sobreviene cuando todo esto ha engendrado
un sufrimiento, una angustia, un rencor, que se perciben sin remedio y sin
salida.
Cuando se alcanza una sensación
de malestar demasiada elevada, la masa humana no reflexiona más. Entonces
reacciona por instinto, tal un animal perseguido que se siente acorralado.
Responde a la violencia experimentada con otra violencia.
Aquí en Francia, todavía hay
tiempo para tomar otro camino. Para escuchar la ira antes de que degenere.
De ofrecerle no invertir en otras violencias y “guerras contra" sino en
"luchar por". Para recrear un triple enlace crucial: el vínculo
de la solidaridad, la equidad, el intercambio y la tolerancia con el otro; la
relación de respeto y armonía con la naturaleza y los animales; el enlace
del conocimiento de sí mismo con nuestra propia interioridad. Porque la
madre de todas nuestras crisis es sin duda el gran desgarramiento de todos
estos vínculos que nutren nuestra humanización, nuestra marcha hacia el “ser consciente”,
personal y colectivo.
He aquí, a mi juicio, la lucha
más noble y positiva en la cual invertir nuestra ira. Hay un riesgo enorme
en la ira de un pueblo cuando se levanta sin que nada logre apaciguarla. Pero
también se encuentra en ella una tremenda energía cuando se logra sublimarla
dándole un real horizonte real de esperanza y acción. Trump ? Unas
“uvas de la ira” que se dejaron pudrir. Nuestras iras se merecen algo
mejor. Ofrezcámosles la lucha por un nuevo proyecto de civilización: la
hermandad de todas nuestras relaciones con nosotros mismos, los demás, la
naturaleza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario