El 30 de marzo, el periódico español EL PAIS dio cuenta del arresto de
13 anarquistas, miembros de los llamados “Grupos Anarquistas Coordinados”
acusados de “pertenencia a organización criminal con fines terroristas” por
haber, en estos últimos meses o años, colocado artefactos explosivos en cajeros
y unas cuantas iglesias o instituciones católicas.
Son solo "amateurs" de poca monta… ni terroristas ni anarquistas.
Colocar unas cuantas bombitas artesanales en iglesias y cajeros no es terrorismo…
y mucho menos anarquista.
El verdadero terrorismo anarquista, consiste en actos de sabotaje cuyo
resultado sea la inutilización (aun temporal) de los centros económicos y políticos
que son la esencia misma del actual sistema capitalista, principalmente las
comunicaciones (transporte de mercancías pero principalmente y ante todo de datos) y la finanza (que si
bien se inscribe en la economía, ha adquirido una preponderancia y autonomía
cada día mas importantes) así como la
producción y distribución de energía… todo bajo la ineludible primicia de la movilidad
absoluta y la desaparición de los tradicionales obstáculos espaciales y
temporales (calificada por el filósofo Zygmunt Bauman, como "la compresión espacio-temporal)
NO el colocar explosivos caseros en lugares que no son más que simples símbolos
del sistema y de ninguna manera las arterias que alimentan su corazón mismo.
Sin olvidarse del ajusticiamiento de los seres de carne y hueso que en última
instancia toman las decisiones aparentemente dictadas por entidades o “lógicas matemáticas”
supuestamente neutras y virtuales (como el Mercado o los algoritmos.)
Como tampoco nos podemos (debemos) olvidar del sencillo recurso al
sabotaje del proceso de legitimación de estas políticas y estos poderes, que
constituyen las elecciones supuestamente democráticas (cuando la democracia no
es más que un mito y un engaño)… mediante la no participación a las mismas.
Las cuales son hoy una farsa más inútil que nunca, sin razón de ser…
cuya función legitimadora es muy ventajosamente sustituida por la “industria
mediático-espectacular”… la cual además de proveer a sus “objetivos” de la información-desinformación, el divertimento y una
vida vivida a distancia, por procuración… permite la gobernanza sobre la base
de la regular y continua consulta de la “opinión pública” previamente
conformada y formateada por esta misma industria de la legitimación.
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