Primero, lo primero.
Primero… ¿fue, hubo?
la NADA… ¿Cómo rendir cuenta de la existencia de lo inexistente, con cual
verbo?
Después… el principio
de TODO… el inexplicable, inconcebible, Big Bang… el surgimiento del Universo (algunos prefiriendo recurrir a la
palabra creación en lugar de surgimiento, de la misma manera que prefieren el
sereno Dios a la temible Nada.)
Pasa el tiempo (si es
que este existe)… el Cosmos se desarrolla, se expande… en algún lugar de una
galaxia nombrada la Vía Láctea, ¿nace? el planeta Tierra… cuya azarosa pero precisa proximidad a su estrella
hace posible la ¿aparición? del agua en su estado liquido.
Del lo inanimado nace
lo animado… la vida.
El azul del oxigeno…
el verde de la clorofila.
Las plantas… los
animales… ocupan todo el planeta.
En un lugar de un
continente hoy llamado África… fruto de la incesante evolución… hace su
aparición el Hombre.
Adans y Evas que
saldrán de su cuna para conquistar la totalidad del planeta. No conviviendo con
la naturaleza sino haciéndola suya, domesticándola, explotándola. ¡Depredadores!...
sabiéndose depredadores… escogiendo, queriendo serlo.
Mortales todos… pero
capaces de perpetuar la especie… hasta llegar a soñar con dejar de ser lo que
son… humanos… humanos y por su naturaleza propia mortales.
Minúsculo conglomerado
de células… eso sí, dotado de consciencia… en busca del Infinito… la
inmortalidad.
Mientras obran para
alcanzar este sueño… los ellos se encuentran con las ellas, las ellas con los
ellos… los ellos con los ellos… las ellas con las ellas.
Yo contigo.
Posiblemente varios “contigos”…
varias ellas y varios ellos… pero siempre… cada El y cada Ella, sin alcanzar
superar su unicidad… su esencial soledad.
Parte del Mundo, parte
del TODO… pero… incapaces de habitar El Mundo, extraños al Mundo, ausentes del
Mundo.
Sabedores que somos de
nuestra finitud, conscientes de nuestra temporalidad, de que nuestra
involuntaria llegada al TODO nos lleva inexorablemente a la NADA… nos embarga
un hondo, profundo, sentimiento de inexistencia, de vacío, de ausencia…
necesitados de quien nos acompañe en este camino que no lleva a ninguna parte,
más que a la Nada… necesitados de compartir nuestra AUSENCIA con alguna
PRESENCIA.
Sea quien sea yo… seas
quien seas tú… sé, sabes, que necesito de tu presencia para soportar (vencer
seria una utopía) mi propia ausencia.
También sé, sabes, que
tu presencia es cada día más virtual… que tu ausencia es cada día más real.
Sé, sabes, que con el
tiempo, la distancia que separa tu virtual presencia de tu real ausencia… se
ensancha o se estrecha (según lo interprete cada quien) cada día un poco más.
No puedo resignarme
por más tiempo al dolor de que tu presencia sea ausencia… mi realidad, virtual.
Gracias por lo que me
diste… y lo que no supe pedirte.
Perdón… por lo que no
supe darte.
Esta es mi condición…
esta es tu condición… humana condición.
Ninguna relación de
“cercanía emocional” nunca perdura… cuanto más intensa y profunda, peor… porque…
YO soy, y siempre seré YO… TÚ eres, y siempre serás TÚ.
El convivir puede ser
duradero… el afecto sincero… la estima inestimable… el COMPARTIR... solo pasajero,
ilusorio, falaz, evanescente… quimérico.
Cercanos… pero solos…
acompañados pero solos.
Extranjeros desde
siempre, extraños para siempre.
Yo y tu… yo y ellos.
Sufrimiento y dolor…
emocional y corporal… sempiterno e incesante.
Tú sigues… yo me quedo.
Solo YO… solo.
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