Lunes veintitrés horas con cuarenta y siete minutos.
En la cabecera de mi cama hay tres relojes de bolsillo.
Al colocarlos ahí y darles cuerda por vez primera me dije
el día en que las manecillas dejen de girar
el tiempo se habrá detenido
habré muerto.
Numerosas veces he olvidado darles cuerda
el tic tac enmudeció
y sin embargo sigo vivo.
Porque será que a la muerte siempre se le hace tarde o temprano
nunca llega a la hora
puntual.
Me quito los lentes
apago la luz
me acurruco en la cama.
Mierda me olvide dar cuerda a los relojes
no vaya a ser que esta noche se le ocurra ser puntual.
Busco el apagador
prendo la luz
me pongo los lentes
me incorporo
me dispongo a darles cuerda.
No.
No lo haré
esta noche tirare los dados.
Martes seis horas con treinta y tres minutos.
Me despierto
la suerte me ha sonreído
la huesuda no ha venido por mi.
Habrá sufrido un percance
se entretuvo en algún bar
tuvo demasiado trabajo esta noche
sabiéndome pésimo amante
decidió no llevarme a su cama.
No.
La verdad es que hice trampa
los dados estaban cargados.
Uno de los tres relojes no es de cuerda
más joven que los demás
tiene una batería por corazón.
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