noviembre 07, 2007

ENGAÑANDO A LA MUERTE


Lunes veintitrés horas con cuarenta y siete minutos.

En la cabecera de mi cama hay tres relojes de bolsillo.

Al colocarlos ahí y darles cuerda por vez primera me dije

el día en que las manecillas dejen de girar

el tiempo se habrá detenido

habré muerto.

Numerosas veces he olvidado darles cuerda

el tic tac enmudeció

y sin embargo sigo vivo.

Porque será que a la muerte siempre se le hace tarde o temprano

nunca llega a la hora

puntual.

Me quito los lentes

apago la luz

me acurruco en la cama.

Mierda me olvide dar cuerda a los relojes

no vaya a ser que esta noche se le ocurra ser puntual.

Busco el apagador

prendo la luz

me pongo los lentes

me incorporo

me dispongo a darles cuerda.

No.

No lo haré

esta noche tirare los dados.

Martes seis horas con treinta y tres minutos.

Me despierto

la suerte me ha sonreído

la huesuda no ha venido por mi.

Habrá sufrido un percance

se entretuvo en algún bar

tuvo demasiado trabajo esta noche

sabiéndome pésimo amante

decidió no llevarme a su cama.

No.

La verdad es que hice trampa

los dados estaban cargados.

Uno de los tres relojes no es de cuerda

más joven que los demás

tiene una batería por corazón.

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