EL TRABAJO
ámbito de violencia, sufrimiento... y muerte
Empecemos por lo que todos sabemos, intuimos, vivimos. En nuestra vida “adulta” (de hecho desde que empieza la etapa de la adquisición “institucionalizada y controlada” de los conocimientos y habilidades que nos permitirán ocupar nuestro lugar en la organización de la actividad laboral) el cien por ciento de nuestra vida consciente (estado de vigilia en oposición al sueño) tiene que ver directa o indirectamente con el trabajo. Desde que cada mañana dejamos los brazos de Morfeo hasta que regresamos a ellos, día tras día, año tras año, nuestro actuar se resume al ir y venir del hogar al lugar donde trabajamos, al trabajo como tal y a la reposición de la “energía física” y la “cordura mental” perdidas en este “castigo de los dioses” para poder así seguir trabajando, y trabajando, y trabajando… como solía decir en mi adolescencia, “trabajar para ganarse la vida perdiéndola”.
Soy privilegiado, valiéndome de cierto parentesco con mis patrones y habiendo llegado a una cierta edad, he logrado la posibilidad de trabajar formalmente únicamente de dos a tres días a la semana.
Sin embargo, hoy domingo, haciendo mas o menos una semana que estoy cavilando este texto… teniendo mas o menos las ideas y la estructura del mismo, habiéndome levantado dispuesto a empezar su redacción, habiéndola empezado… en este preciso momento se que a pesar de ser este el día que un cierto Dios instituyo como día de guardar, tendré que pecar, desobedeciendo su mandamiento… para trabajar en la programación de la producción de la próxima semana para la fabrica en la cual trabajo.
No tengo ninguna gana de hacerlo, no quiero interrumpir el desarrollo de esta reflexión para dedicar un tiempo (por corto que este sea) a una actividad que, lejos de procurarme alguna satisfacción, me parece totalmente desprovista de interés, de no ser el de contribuir a una mayor racionalización (el antiguo Dios creador habiendo, muy a su pesar, dejado su trono al Dios de la modernidad y la eficiencia) de la explotación de algunos seres humanos que tendrán que dedicar toda su vida a la obtención de los medios “materiales” que les permitan subsistir, mientras sus empleadores, además de “contribuir a la buena marcha de la economía del país”, tendrán el doble orgullo de proporcionarles el empleo que tanto necesitan para poder ¿vivir? y el de fabricar los productos que estos y otros podrán consumir para sobrellevar su miserable ausencia a la vida… amen de los beneficios de la plus valía que juiciosamente reinvertida permitirá seguir dándole vuelta a la noria.
Quizás sobre insistir en que el trabajo, que debería de consistir en la producción “autogestionada” de los bienes materiales y culturales propios a la satisfacción de las necesidades básicas de los miembros de la comunidad, es en los hechos la mas importante y determinante de las actividades que estructuran la organización social que funda, constituye y perpetua el sistema de dominación imperante en una determinada comunidad (casi todas por no decir todas). Sin embargo me pareció importante afirmarlo una vez mas antes de dejar este ángulo mas “conceptual” del trabajo, para abordar el tema de esta reflexión que pretende interesarse a las condiciones mas “terrenales” y concretas del ejercicio de esta actividad.
Condiciones que hacen del trabajo un ámbito de violencia, sufrimiento… y hasta muerte.
En Francia, donde según estadísticas del año 2000 se suicidan 11,000 personas al año, un promedio de 360 lo harían en los mismos locales de la empresa en la cual laboran y por razones directamente ligadas al trabajo. ¡Una por día!. A ultimas fechas se ha desatado una verdadera epidemia que a hecho que el recién electo presidente francés Nicolas Sarkozy se ha declarado “profundamente perturbado por estos hechos, sintiéndose personalmente interpelado por estos dramas”.
En unos cuantos meses, de octubre 2006 a febrero 2007, ocho ingenieros y técnicos altamente calificados trabajando en el “Technocentre” Renault de Guyancourt así como en la central nuclear EDF de Chinon se suicidan en sus lugares de trabajo implicando explícitamente sus condiciones de trabajo.
En el mes de mayo de este mismo año 2007 son cinco trabajadores de PSA Peugeot-Citroën de Mulhouse que se suicidan, uno ahorcándose en la empresa, los otros cuatro poniendo fin a sus vidas en sus casas, pero todos responsabilizando explícitamente sus condiciones de trabajo.
El 8 de marzo del 2007, se encuentra en el rió Ain el cuerpo de Isabelle Beal, de 41 años, empleada en el restauran Sodexho de la empresa Renault Trucks en Saint Priest (Francia). En su coche abandonado a unos cuantos metros de ahí, una carta con palabras de amor y despedida para su marido y sus dos hijos, explicando “no soy lo suficientemente fuerte, no aguanto mas las presiones en el trabajo”.
Cuando se les cuestiona, los directivos de las empresas interesadas tienen una respuesta bien preparada y estructurada, casi irrebatible. Se trata de personas psíquicamente frágiles… quizás con problemas personales… y que un evento quizás relacionado con su trabajo llevan a dar el paso del cual no se regresa. Lo que no dicen, por ejemplo, es que cuando el famosísimo señor Carlos Ghosn tomo posesión de su cargo como nuevo presidente director general de Renault, este se comprometió a incrementar en 250% los dividendos de las acciones del grupo. ¿Cómo traducir esta apuesta financiera en objetivos productivos?. ¡Sencillo! basta con nombrarlos, poner números y cuotas: un incremento de las ventas de ochocientos mil vehículos para 2009 comparado con las del 2005, la puesta en el mercado en este mismo lapso de veintiséis nuevos modelos y un incremento del margen de utilidad de 2.5% a 6%. ¿Cómo lograrlo?. ¡Sencillo! sacándose de la manga el plan “Renault Contrat 2009”, mediante el cual en una de sus partes (obviamente la menos publicitada) se transforma la obligación normal de trabajo en una obligación de resultados. Todos y cada uno de los asalariados del Technocentre (centro de concepción) tienen una “entrevista” con su superior jerárquico, entrevista en la cual se fijan conjuntamente las metas y objetivos a cumplir por parte del asalariado, los cuales a su vez se traducen en un compromiso escrito firmado por el trabajador y que este recibe a su domicilio con “acuse de recibo”, advirtiéndole sutilmente que su permanencia en la empresa dependerá del cumplimiento en tiempo y forma de dicho “contrato”.
Al año del ribonbante anuncio de la puesta en practica del “Contrato Renault 2009”, el mismo señor Ghosn podía anunciar orgulloso que “gracias al total compromiso de la totalidad del personal al cual quiero rendir un sentido homenaje, la reducción de los costos, la mejoría de la calidad y la eficiencia del grupo, Renault ha logrado los márgenes de utilidad previstos en el plan “Renault Contrato 2009”. Lo que no se imaginaba en aquel entonces el señor Ghosn, era que menos de un año después, enfrentando los cuestionamientos de los sindicatos por el suicidio de cinco ingenieros y técnicos en las instalaciones del Technocentre, hasta entonces motivo de orgullo, tendría que admitir “la existencia de tensiones objetivamente muy fuertes para los ingenieros del grupo”, yendo hasta pedir que se hiciera lo posible para “identificar las situaciones en las cuales nuestros colaboradores se encuentran desamparados para enfrentar ciertas dificultades”… y es que semanas antes un ingeniero de 39 años se había arrojado desde el quinto piso del Technocentre y que el seguro social, por primera vez en su historia, había asimilado dicho suicidio a un accidente de trabajo, sobre la base de un reporte que señalaba que dicho trabajador “había alcanzado un estado emocional critico, preocupado por su porvenir, por las presiones de sus tareas, el estrés y los continuos cuestionamientos de un superior jerárquico”.
El capitalismo cambia… las condiciones de trabajo perduran… o empeoran.
Esta situación en el Technocentre de Renault es en muchos sentidos emblemática de la evolución del capitalismo, los procesos de producción y por lo tanto sus consecuencias al nivel de las condiciones de trabajo.
Hasta hace poco cuando se hablaba de las pésimas condiciones de trabajo, siempre pensaba uno en la labor de los trabajadores manuales con poca o ninguna calificación profesional, la magnitud del esfuerzo y desgaste físicos, los mismos gestos mil veces repetidos que robotizaban al trabajador, las condiciones de higiene y seguridad, etc. Estas condiciones de trabajo siguen vigentes pero no son estos trabajadores quienes se suicidan, quizás nunca lo fueron (la “dureza” de la lucha diaria por subsistir y sobrevivir no permiten demasiada autocompasión) o pasaban desapercibidas para los medios (seguro que el suicidio de un ser que se consideraba poco mas que una bestia de carga no era de ningún interés, ni siquiera para la nota roja). Hoy, quienes se suicidan por razones directa o indirectamente relacionadas con el trabajo son ingenieros, técnicos altamente calificados, trabajadores de cuello blanco, en fin gente que además de ser “presentable” goza de un nivel socioeconómico que, siendo el dinero el ultimo y único Dios que cuenta y salva, debería de ponerlos al abrigo de semejantes actos literalmente incomprensibles.
Lo que pasa es que, como todos sabemos, el capitalismo ha cambiado enormidades. La formación de capital y valor pasa cada día menos por la producción de bienes materiales, sino por las transacciones financieras y la producción del conocimiento con sus aplicaciones en la esfera de la ciencia y la alta tecnología, el campo de la investigación y la concepción, lo que el recién fallecido Andre Gorz llamaba el “capitalismo inmaterial”.
Nada mas que si la naturaleza de la formación de capital y creación de valor ha cambiado aceleradamente, los valores relacionados con el trabajo ellos siguen siendo los mismos, los que antes se aplicaban a los parias se siguen aplicando a los trabajadores de bata blanca. En el mundo del trabajo, sea cual sea este, las relaciones siguen rigiéndose por la violencia y la arbitrariedad. Además, en vistas de la posición y función “estratégicas” de quienes laboran con bata blanca, las presiones propias del sistema se transmiten con toda facilidad al trabajo. La rentabilidad, la productividad, la competitividad, la obtención de la mayor ganancia posible en el menor tiempo posible, la competencia exacerbada, la lucha de todos contra todos por todos los medios posibles, la supervivencia de los mas fuertes y la muerte de los mas débiles.
Todo esto que constituye la vivencia diaria, “normal”, del mundo de la economía y las empresas se transmite irrevocablemente en el mundo del trabajo, las relaciones tanto entre los diferentes niveles de la jerarquía como entre los trabajadores de un mismo nivel. Todos tienen que cumplir con objetivos cada día mas inalcanzables, el rendimiento de cada trabajador es constantemente sometido a una evaluación que pretende ser medible, cuantificable, objetiva. La presión directa sobre el trabajo desempeñado se combina con un chantaje permanente que no tiene que ver con el trabajo propiamente hablando sino con los resultados de la empresa. El salario, la progresión o relegación “jerárquica” del asalariado, su transferencia, la permanencia de su puesto de trabajo como la suya, van constituyendo una situación de permanente e intensa presión cuya combinación con el constante temor a la precariedad… lo llevan a sentirse bajo una situación de permanente amenaza y temor a fallar.
Antes cuando la sirena de la fabrica sonaba y el obrero retiraba su ropa de trabajo… su labor había llegado a su fin… hasta su regreso a la fabrica al día siguiente. Hoy se queda mas tiempo en su oficina o laboratorio… en su cabeza se lleva su trabajo (y sus temores) a su casa… quizás hasta sueñe con su trabajo.
En estas condiciones no es de extrañar que un día algún trabajador no aguante mas, que el peligroso cocktail de intensas y continuas presiones, temores y angustia desemboque en la huida definitiva de una realidad insoportable e inmanejable, el suicidio. Pero seguramente que rara vez la radical decisión y el acto mismo son repentinos, “espontáneos”, sino mas bien el ultimo eslabón de un largo y doloroso proceso que transita por el estrés y la depresión.
El estrés en el trabajo… o como violentar al otro.
En una encuesta levantada en el año 2000 por la “Fundación europea para la mejoría de las condiciones de vida y del trabajo”, 28% de los asalariados europeos consideran que su trabajo es fuente de estrés.
Según el diccionario el estrés es “el conjunto de alteraciones fisiológicas y psicológicas que se producen como respuesta a la exigencia de un rendimiento muy superior al normal, que requiere de una adaptación”. En cuanto a la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo se dice que “hay estrés cuando existe un desequilibrio entre la percepción que una persona tiene de las presiones que le son impuestas por su entorno y la percepción que tiene de de sus propios recursos para hacerles frente”. Combinando estos dos acercamientos podemos definir el estrés, en relación al trabajo, como el conjunto de alteraciones fisiológicas y psicológicas que sufre un trabajador (cualquier asalariado, sea cual sea la naturaleza de su trabajo) cuando percibe encontrarse en la imposibilidad de hacer frente a las presiones que percibe como una amenaza para su integridad (entendida esta como el conjunto de los elementos que condicionan y aseguran
la “vitalidad” de la persona).
Numerosos y diversos son los factores que en una situación de trabajo pueden generar estrés. Podemos agruparlos en cinco conjuntos.
Los factores relacionados con la naturaleza misma del trabajo: las cargas de trabajo, las exigencias de rendimiento, la masa de información a procesar, las exigencias de calidad, la ausencia de autonomía, la rutina, la fragmentación, etc.)
Los factores relacionados con la organización del trabajo: falta de directrices claras y precisas en cuanto a la labor a ejecutar, contradicciones entre diferentes ordenes de trabajo e instancias de mando, inadaptación de los horarios de trabajo a los ritmos biológicos así como la vida social y familiar, inestabilidad propia de los contratos de trabajo y precariedad, etc.
Los factores psicosociales relacionados con las relaciones de trabajo: control y supervisión autoritarios y/o deficientes, ausencia de ayuda y cooperación de parte de los compañeros o los superiores jerárquicos, ausencia de incentivos pero ante todo de reconocimiento, etc.
Factores relacionados con el entorno físico y técnico: molestias ambientales (ruido, calor, humedad, etc), deficiente concepción de los puestos de trabajo (falta de espacio, falta de alumbrado, etc), etc.
Factores relacionados con el entorno socioeconómico de la empresa: presiones competitivas del mercado, salud económica deficiente de la empresa, incertidumbre de la viabilidad de la empresa, etc.
Frente a una situación estresante el organismo reacciona prácticamente en automático, buscando una respuesta de adaptación para hacer frente a lo que se percibe como una agresión o una amenaza.
Esta reacción se da en tres tiempos. Primera fase, alarma: confrontado a lo que se percibe como agresión o amenaza el organismo (sistema simpático) libera en gran cantidad hormonas (catecolaminas como la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina) que preparan el organismo a la lucha o la huida. Segunda fase, resistencia: de persistir la situación estresante el organismo se prepara para resistir, produciendo nuevas hormonas (glucocorticoides) para dotarlo de la energía necesaria. Tercera fase, agotamiento: si la situación estresante se prolonga e intensifica, y el organismo se muestra incapaz de hacer frente, se produce una hiperestimulación de hormonas nociva para la salud.
En unas cuantas semanas esta hiperactivacion se traducirá por la aparición de diversos síntomas y malestares.
Físicos: dolores (musculares, articulares, de cabeza, cólicos, etc), trastornos del sueño, el apetito o la digestión, sensaciones de opresión o falta de aire, etc.
Emocionales: incremento de la sensibilidad y el nerviosismo, excitación, angustia, tristeza, etc.
Intelectuales: alteración de la concentración, trastorno de la memoria, etc.
Del comportamiento: modificación de los hábitos alimenticios, agresividad y violencia, aislamiento social, etc. Estos aspectos “médicos” del estrés son tomados (de manera muy simplificada) de un exhaustivo estudio del INRS (instituto nacional de la investigación científica) de Francia.
Síntomas y malestares que al prolongarse el estado de estrés se tornan crónicos evolucionando hacia “síndromes metabólicos” como la obesidad, la hipertensión arterial, el trastorno del metabolismo de los lípidos, todos precursores de un deterioro generalizado del sistema cardiovascular… desembocando en infartos agudos, embolias cerebrales… la “muerte súbita” que los japoneses llaman “Karoshi” y reconocen como accidente de trabajo desde principios de los años setentas…. y si se salvan de la muerte súbita no se apresuren en cantar victoria… el estrés crónico puede evolucionar hacia un estado de ansiedad y depresión tal… que los puede llevar al suicidio… reconocido por primera (y única) vez en Francia como accidente de trabajo, en este mismo año 2007.
No tengo la menor duda de que nuestros empresarios y políticos (que tan bonita mancuerna hacen) consideraran todo esto bien exagerado y que unas cuantas “muertes súbitas” o suicidios imputables al trabajo no tienen tanta importancia… al fin y al cabo que todos moriremos algún día de algo. Esta si que es una “verdadera verdad”… hasta ellos se morirán… por muy empresarios o políticos que sean.
Ya que la vida de los demás nos les importa mucho… pero que “los dineros” si les importan… les podemos informar que, por ejemplo, en 1992, en Gran Bretaña se estimaba que se perdían, por razones directamente imputables al estrés, ciento ochenta millones de jornadas laborales al año con un costo de once mil millones de euros. Que en 1996, en Suecia, se estimo que el costo de las enfermedades cardiovasculares producto del estrés fue de ciento setenta y siete millones de euros, y ciento veinticinco millones en Dinamarca… claro que hablamos de naciones “desarrolladas” a las cuales les sobran los recursos para poder llevar a la practica tales estudios… y saben que… tienen razón… como vamos a tomar en consideración el costo del estrés (una enfermedad de ricos) en un país donde mas de la mitad de la población vive en situación de pobreza.
El acoso psicológico en el trabajo… o como negar la dignidad del otro.
Después de semejante baile de millones, porque no regresamos a lo que si nos importa a todos (o por lo menos debería de importarnos) la vida de sufrimiento de quienes trabajan (no me atrevería ni tendría el mal gusto ni la sinvergüenza de incluirme).
Me parece de primera importancia destacar muy especialmente el sufrimiento resultado de una practica muy extendida en el mundo del trabajo, a saber, el acoso psicológico (que algunos estudiosos del asunto nombran como acoso moral, los influenciados por la cultura angloamericana, “mobbing”, y los que podríamos calificar de extremistas, psicoterror, termino en ciertas circunstancias mucho mas cercano a la realidad).
Como era de esperarse, en México prácticamente no se conoce el termino o concepto (a pesar de que mi practica profesional, que como dije antes es escasa, me indica que se trata, para desgracia nuestra, de una practica muy extendida), por lo que una vez mas, si queremos encontrar alguna definición “oficial”, nos tendremos que remitir a una definición proveniente de alguna nación mas “avanzada”, tratándose esta vez de Francia. La ley laboral francesa (ley N° 2002-73, del 17 de enero del 2002) define el acoso psicológico en el ámbito del trabajo como “un conjunto de actitudes reiteradas teniendo por objeto o por efecto una degradación de las condiciones de trabajo susceptibles de perjudicar los derechos del asalariado y su dignidad, alterar su salud física o mental así como comprometer su porvenir profesional”.
El acoso psicológico, o en ciertos casos extremos psicoterror, es sin duda una de las prácticas de mayor violencia y que provoca el mayor sufrimiento al trabajador que lo padece. Esto por el carácter siempre deliberado de un acto que tiene por consecuencia y objeto violentar, y de ser posible destruir, la dignidad de la persona psicológicamente agredida.
Esta practica muy extendida (en una encuesta efectuada en Francia en el año 2000 mas del 5% de los trabajadores declaraban ser o haber sido victimas de acoso psicológico) se da a todos los niveles, entre trabajadores de un mismo nivel jerárquico, entre un superior jerárquico y un subordinado (sin duda el mas extendido y el mas vil), pero también puede darse entre un subordinado y su superior jerárquico, et incluso ser practicado por un colectivo.
La victima del acoso puede ser una persona “frágil”, pero la mayoría de las veces se trata mas bien de trabajadores con una fuerte personalidad, que representan un estorbo y que se trata de “quitar del medio”, de separar del lugar de trabajo. La victima no es quien se somete sino quien resiste… a sus superiores jerárquicos… a la presión de sus subordinados… o a otro trabajador de su mismo nivel jerárquico pero con el cual se encuentra en competencia dentro de la empresa.
Como su nombre lo indica este acoso muy raras veces implica alguna agresión física sino que se materializa mediante variadas prácticas que tienen por objeto “quebrar” psicológicamente a la victima:
Sanciones disciplinarias sin sustento.
Humillaciones, insultos, burla.
Amenazas, a veces explicitas pero la mayor parte del tiempo veladas.
Condiciones de trabajo degradantes.
Aislamiento, ausencia de toda comunicación (lo que se conoce como “la ley del hielo”).
Labores carentes de sentido o imposibles de ser correctamente llevadas a cabo por no corresponder al “nivel” o la función del trabajador.
Sobrecarga de trabajo o privación de este.
Ausencia de consignas claras o consignas contradictorias.
…y una larga de lista de etcéteras, función de la ingeniosidad y perversidad del acosador
En cuanto a las motivaciones del acoso psicológico estas son muy variadas.
Puede tratarse de un acoso individual “gratuito” y perverso, con el único objeto de destruir la victima, por motivos relacionados o no con el trabajo (muchas veces se trata de una agresión que se da en el lugar de trabajo pero por motivos que no tienen que ver precisamente con el trabajo).
Puede tratarse de un acoso planeado por la misma empresa para empujar la victima a presentar su renuncia, disfrazando así de “renuncia voluntaria” lo que en realidad no es mas que un despido (con los beneficios que esto representa para la empresa).
En el mismo tenor, el acoso puede responder a una estrategia de la empresa, una “lógica de gestión” para poner en competencia a los trabajadores, dividirlos.
Sin embargo, casi siempre, lo que se esconde detrás del acoso psicológico, es una lucha directa o indirectamente relacionada con el ejercicio del poder, la cual involucra quienes cumplen una labor o una función que se traduce en el ejercicio de un cierto nivel de poder (poder de decisión, poder de mando, etc). En estos casos cuando mas elevado es el nivel en el cual se disputa el poder, mas violenta y despiadada es la actitud del agresor y mayores los daños sufridos por la victima. Aunque también puede involucrar a trabajadores de niveles medios y trabajadores que no detentan la mas mínima parcela de poder, tratándose en estos casos de imponer su poder sobre un subordinado y/o de resistirse al ejercicio del poder de un superior jerárquico. Como también puede enmarcarse en una lucha ya no de carácter individual sino grupal o colectivo (camarillas, grupos de interés, sindicatos, etc).
Las consecuencias del acoso son mas “dañinas” (provocan los mayores daños) cuando mas alto es el nivel en el cual este se da. Por la simple razón de que tratándose entonces de personas que por su misma función en la empresa trabajan rodeados de un equipo de colaboradores (cercanos o no) estos mismos terminan (sin deberla ni temerla) viéndose involucrados (ya sea como victimas o como victimarios) en estas luchas relacionadas con el ejercicio del poder.
Si el acoso psicológico se da con especial frecuencia y violencia en la esfera del trabajo, es porque es precisamente en la estructura de la empresa (espacio por excelencia de los micro poderes donde se materializa la relación de dominación) donde se concentra y ejerce a su estado mas “puro” la relación de mando/obediencia que rige la totalidad de las relaciones que estructuran nuestras sociedades.
Las consecuencias del acoso psicológico sobre la salud física y mental del trabajador acosado, son prácticamente las mismas que las anteriormente enlistadas y descritas en relación al estrés: Trastornos del aparto cardiovascular (hipertensión arterial, incremento del colesterol), trastorno gastrointestinales (gastritis y ulcera), dolores musculares, cefaleas, inhibición del deseo sexual, nerviosismo, irritabilidad, trastornos del sueño, depresión, etc, etc.
Sin embargo las consecuencias sobre la salud mental pueden ser mucho mas graves que en el caso del “simple” estrés. Principalmente debido a que las agresiones sufridas atacan deliberadamente a la persona en su dignidad misma. Lo que puede llevar a la victima, ya sea a adoptar actitudes violentas (generadas por sentimientos de odio y venganza) que pueden inducirla a cometer actos criminales, ya sea destruir su autoestima al tiempo que favorecer el desarrollo de una patología de soledad y aislamiento que puede adentrarla en una profunda depresión desembocando en el suicidio.
El acoso psicológico puede ser de tal gravedad para el acosado que en Francia, este no es solo contemplado en el código laboral (como se expuso anteriormente) sino también el código penal, que en su articulo 222-33-2, lo sanciona con una pena que puede ir desde una multa de 15,000 euros (equivalente a 240,000 pesos) hasta un año de encarcelamiento.
Si esta legislación estuviese vigente en México… y se aplicara… por mi experiencia personal, no dudo que las cárceles (ya de por si repletas, tanto de criminales como de inocentes) estarían rebosando de acosadores. Aunque conviene precisar que aun en Francia, y a pesar de esta legislación, no se conoce hasta la fecha ningún caso de algún acosador condenado a alguna pena de privación de libertad. Quizás porque en este caso, le corresponde al asalariado victima del acoso establecer los hechos constitutivos del presunto delito y al defensor del acosador refutar que estos hechos sean constitutivos de dicho delito.
Aunque quizás también sea porque condenar el acoso psicológico seria tanto como condenar una practica común en muchos ámbitos distintos al del trabajo (piénsenle un poco y no tardaran en encontrar cuales)… además de que aun restringiéndolo a este solo ámbito, seria ir en contra de los intereses de quienes son en múltiples ocasiones y ultima instancia los beneficiarios (por no decir los propiciadores) de esta practica, a saber los empresarios.
Incluso, yendo un poco mas allá… definitivamente, no es conveniente condenar una practica que de alguna manera (y al fin y al cabo) participa de la “cimentación” del orden autoritario, base y principio de las relaciones de mando/obediencia constitutivas de cualquier estructura social hoy en día vigente, sean estas los asientos del “mega poder” o de los “micro poderes” (para algún acercamiento a estos conceptos, favor de reportarse a la anterior entrada de este blog, titulada “De armas, locos… y algo mas. Treinta y tres victimas”)
El trabajo no solo se torna un ámbito de violencia, sufrimiento y muerte en ciertas circunstancias, sino que… LO ES PER SE.
No siendo el objeto de esta entrada disertar sobre esta última afirmación, sino simplemente hacerlo (aunque el término de disertar es demasiado ambicioso) sobre la primera, me contentare de dar alguna primera pista (o introducción) a partir de la cual podrán ahondar en este camino.
Desde los tiempos bíblicos el trabajo es una maldición. Maldición proferida por Dios contra Adán a quien, por haberse atrevido a probar del fruto del conocimiento, condeno a ganarse el pan con el sudor de la frente. No se si los creyentes tendrán una explicación convincente de este hecho (aunque ya sabemos que para ellos no es cuestión de explicar sino de tener fe, no de razonar sino de creer), pero como ateo me basta saber que “cuando el rió suena es que agua lleva” y que por algo será que en sus origines la religión cristiana asimilo el trabajo a una maldición… aunque no haya tratado de elucidar este porque. Para varias civilizaciones de la antigüedad, que nos son presentadas como la cuna de nuestra civilización occidental (principalmente la griega), el trabajo era tan malo que este era reservado a los esclavos, categoría social cuya función era precisamente la de liberar a los ciudadanos de una actividad que por su naturaleza misma impedía el ejercicio de las funciones propias de los ciudadanos. Un paréntesis para subrayar que las cosas no han cambiado mucho ya que hoy en día quienes se hacen cargo de la “administración de la ciudad”, también conocida como “el arte de gobernar”, tampoco trabajan y disponen de quienes lo hagan por ellos… aunque la esclavitud haya sido abolida… formalmente pero no en los hechos. Regresando al tema, en el periodo conocido como la Edad Media, trabajar era algo deleznable que todos hacían lo imposible por eludir (aunque una vez mas muy pocos lograban este imposible). Para el artesano su actividad no era un trabajo sino un arte, en cuanto a los ciervos, pues esto eran, ciervos. Fue solo con la Reforma protestante, a finales del siglo XVI, que (para beneficio de quienes no trabajaban sino Vivian del de los demás) el trabajo pasó a ser algo honroso y el ser un “buen trabajador” una virtud. De tal modo que hasta el día de hoy el trabajo es el principal eje de nuestra vida, de manera que para “desarrollarse” como persona es fundamental (indispensable) disponer de una actividad laboral… además de que este nos provee del único medio (legal y moralmente aceptado y aceptable) que nos permite acceder a la independencia y la libertad… que como todos sabemos (por ejercerlo a diario) consiste en comprar, gastar, consumir. Por esto, hoy en día, en que escasea el trabajo, ser desempleado es una desgracia… no solo económica sino “existencial”… si no trabajo no existo. Cuantas personas (aun disponiendo de suficientes recursos económicos) acercándose a la edad de la jubilación entran en pánico… incapaces siquiera de imaginarse una vida sin trabajo.
Se suponía que esta parte final del texto iba a ser solo una introducción para una posible futura reflexión a cerca del trabajo como tal (mas allá de las condiciones en las cuales este se ejerce) y sin embargo ya llevamos muchas líneas y de seguir por este camino nos dirigimos hacia la redacción de un tratado… por lo que me contentare de dar alguna definición del termino (o concepto) de trabajo, seguido de algunas preguntas que servirán para que quienes las lean traten de reflexionar y contestarlas.
Una definición la mas neutra, general y objetiva posible del trabajo (que podría ser aceptada por cualquier persona, independientemente de sus convicciones ideológicas) podría ser la siguiente: “conjunto de las actividades ejecutadas por ciertos miembros de una comunidad, a cambio de un salario, con el objeto de producir, en un determinado espacio de una determinada manera con determinados medios de producción y materiales, para su posterior venta, los bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades de una comunidad”.
A partir de esta definición que cada quien se haga algunas preguntas y trate de responderlas, para obtener su propia definición de lo que es, revela y esconde el concepto de trabajo. No hace falta hacer preguntas muy “rebuscadas” o incluso capciosas, ni ponerse a leer (estudiar seria mucho pedir) los filósofos, sociólogos, antropólogos, etnólogos y hasta economistas que han tratado el tema… bastan las preguntas (todas se valen) que empiezan por los pronombres interrogativos básicos: que, quien, cuando, donde, como y el mas importante de todos, porque. Dicho de paso esta “metodología” básica y sencilla es la que todo el mundo (sin necesidad de ser experto en alguna ciencia o arte) puede emplear ante cualquier problemática, interrogación o duda para que quienes deciden por nosotros no nos vean la cara de tontos”.
Algunas de las preguntas pudiendo ser:
Cuales actividades, quienes deciden de la naturaleza y organización de estas, porque estas y no otras.
Quienes las ejecutan, en que condiciones, quienes deciden de cómo se ejecutan.
Porque a cambio de un salario, quienes fijan el monto del salario y su reparto, en función de que criterios, quienes pagan.
Como y en que condiciones se produce (procesos, medios de producción y/o tecnología, materiales, cantidades, etc.) y quienes lo deciden, en función de que criterios e intereses.
Porque para su venta y no con otro propósito u de otra manera, quienes deciden del precio de los bienes producidos y los servicios ofrecidos, con que criterios.
Quienes deciden de cuales son los bienes a producir y los servicios a ofrecer, porque, con que criterios, con cuales finalidades.
Cuales son las necesidades que se quieren o deben satisfacer, de quienes, quienes lo deciden, en función de que criterios, con que finalidades.
Obviamente que cada pregunta como tal así como la respuesta a esta, genera mas preguntas y mas respuestas.
No menos obviamente, muchas de estas respuestas podrían ser contestadas con la palabra mágica de “mercado”. Que siempre aparece así nada mas sin que nadie sepa bien a bien lo que representa ni se lo pregunte, simplemente aceptándola e integrándola a su vocabulario como si fuese un “mecanismo” con vida propia, autónoma, independiente de toda intervención humana.
Sin hacer el necesario análisis al cual nos convocan estas simples (“simplistas” dirían algunos) cuestiones, mi respuesta es que lo que el trabajo no es, pero debería de ser, es un conjunto de actividades cuya finalidad consiste en proveer a la comunidad de los bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades definidas por la comunidad, de conformidad con las modalidades (estructuras productivas y administrativas, procesos, materiales, tecnologías, etc.) ellas también definidas la comunidad. “Definidas por la comunidad” significando que la toma de decisión es el resultado de acuerdos alcanzados mediante modalidades que involucren la participación activa y directa de todos los integrantes de la comunidad.
En cambio en unas sociedades que (como las nuestras) se estructuran sobre el binomio mando/obediencia, en las cuales el ejercicio del poder es (en todas sus expresiones y niveles) monopolizado por una muy pequeña minoría para el beneficio exclusivo de esta misma minoría y teniendo como primera y mas importante prioridad el mantenimiento ad infinitud de esta dominación, el trabajo es un conjunto de actividades diseñadas por quienes detentan la dominancia para “materializar” y conservar los intereses económicos (esencialmente la generación de la plus valía) y políticos (esencialmente el ejercicio del poder) de estos.
Producir, intercambiar ¿que, como (que engloba también, con que, con quien, cuando, donde) para que y para quien?.
Mientras la respuesta a estas preguntas estén contestadas por el mercado (esta “construcción abstracta y virtual” que supuestamente regula los intercambios entre los oferentes y demandantes de algún bien o servicio, sin mas intervención humana que los intereses particulares de todos y cada uno de estos, pero cuya función es la de ocultar y legitimar los intereses de quienes ejercen la dominancia económica) o alguna burocracia (este conjunto de “servidores públicos profesionales” y/o "expertos" cuya función es supuestamente la de organizar las relaciones sociales, entre estas las de la producción e intercambio de los bienes y servicios, para beneficio del interés general de los integrantes de la comunidad pero que lo hace en función de sus propios intereses, en tanto que burocracia), el trabajo será, por antonomasia, un ámbito de violencia, sufrimiento y muerte.
El trabajo dejara de serlo, solo cuando las relaciones (todas) que constituyen una comunidad no se basen mas en la dominación de unos seres humanos sobre otros sino en la libre asociación de hombres libres y creadores que participen con responsabilidad en la satisfacción de las necesidades de la comunidad respetando las aspiraciones de cada uno, no en tanto que productor y/o consumidor sino en tanto que ser portador de su propia “capacidad a existir”.
El trabajo dejara de serlo, solo cuando no sea una actividad mediante la cual se producen e intercambian mercancías sino satisfactores, cuando el valor del producto del trabajo deje de ser su valor de cambio para ser su valor de uso… y disfruto.
Soy privilegiado, valiéndome de cierto parentesco con mis patrones y habiendo llegado a una cierta edad, he logrado la posibilidad de trabajar formalmente únicamente de dos a tres días a la semana.
Sin embargo, hoy domingo, haciendo mas o menos una semana que estoy cavilando este texto… teniendo mas o menos las ideas y la estructura del mismo, habiéndome levantado dispuesto a empezar su redacción, habiéndola empezado… en este preciso momento se que a pesar de ser este el día que un cierto Dios instituyo como día de guardar, tendré que pecar, desobedeciendo su mandamiento… para trabajar en la programación de la producción de la próxima semana para la fabrica en la cual trabajo.
No tengo ninguna gana de hacerlo, no quiero interrumpir el desarrollo de esta reflexión para dedicar un tiempo (por corto que este sea) a una actividad que, lejos de procurarme alguna satisfacción, me parece totalmente desprovista de interés, de no ser el de contribuir a una mayor racionalización (el antiguo Dios creador habiendo, muy a su pesar, dejado su trono al Dios de la modernidad y la eficiencia) de la explotación de algunos seres humanos que tendrán que dedicar toda su vida a la obtención de los medios “materiales” que les permitan subsistir, mientras sus empleadores, además de “contribuir a la buena marcha de la economía del país”, tendrán el doble orgullo de proporcionarles el empleo que tanto necesitan para poder ¿vivir? y el de fabricar los productos que estos y otros podrán consumir para sobrellevar su miserable ausencia a la vida… amen de los beneficios de la plus valía que juiciosamente reinvertida permitirá seguir dándole vuelta a la noria.
Quizás sobre insistir en que el trabajo, que debería de consistir en la producción “autogestionada” de los bienes materiales y culturales propios a la satisfacción de las necesidades básicas de los miembros de la comunidad, es en los hechos la mas importante y determinante de las actividades que estructuran la organización social que funda, constituye y perpetua el sistema de dominación imperante en una determinada comunidad (casi todas por no decir todas). Sin embargo me pareció importante afirmarlo una vez mas antes de dejar este ángulo mas “conceptual” del trabajo, para abordar el tema de esta reflexión que pretende interesarse a las condiciones mas “terrenales” y concretas del ejercicio de esta actividad.
Condiciones que hacen del trabajo un ámbito de violencia, sufrimiento… y hasta muerte.
En Francia, donde según estadísticas del año 2000 se suicidan 11,000 personas al año, un promedio de 360 lo harían en los mismos locales de la empresa en la cual laboran y por razones directamente ligadas al trabajo. ¡Una por día!. A ultimas fechas se ha desatado una verdadera epidemia que a hecho que el recién electo presidente francés Nicolas Sarkozy se ha declarado “profundamente perturbado por estos hechos, sintiéndose personalmente interpelado por estos dramas”.
En unos cuantos meses, de octubre 2006 a febrero 2007, ocho ingenieros y técnicos altamente calificados trabajando en el “Technocentre” Renault de Guyancourt así como en la central nuclear EDF de Chinon se suicidan en sus lugares de trabajo implicando explícitamente sus condiciones de trabajo.
En el mes de mayo de este mismo año 2007 son cinco trabajadores de PSA Peugeot-Citroën de Mulhouse que se suicidan, uno ahorcándose en la empresa, los otros cuatro poniendo fin a sus vidas en sus casas, pero todos responsabilizando explícitamente sus condiciones de trabajo.
El 8 de marzo del 2007, se encuentra en el rió Ain el cuerpo de Isabelle Beal, de 41 años, empleada en el restauran Sodexho de la empresa Renault Trucks en Saint Priest (Francia). En su coche abandonado a unos cuantos metros de ahí, una carta con palabras de amor y despedida para su marido y sus dos hijos, explicando “no soy lo suficientemente fuerte, no aguanto mas las presiones en el trabajo”.
Cuando se les cuestiona, los directivos de las empresas interesadas tienen una respuesta bien preparada y estructurada, casi irrebatible. Se trata de personas psíquicamente frágiles… quizás con problemas personales… y que un evento quizás relacionado con su trabajo llevan a dar el paso del cual no se regresa. Lo que no dicen, por ejemplo, es que cuando el famosísimo señor Carlos Ghosn tomo posesión de su cargo como nuevo presidente director general de Renault, este se comprometió a incrementar en 250% los dividendos de las acciones del grupo. ¿Cómo traducir esta apuesta financiera en objetivos productivos?. ¡Sencillo! basta con nombrarlos, poner números y cuotas: un incremento de las ventas de ochocientos mil vehículos para 2009 comparado con las del 2005, la puesta en el mercado en este mismo lapso de veintiséis nuevos modelos y un incremento del margen de utilidad de 2.5% a 6%. ¿Cómo lograrlo?. ¡Sencillo! sacándose de la manga el plan “Renault Contrat 2009”, mediante el cual en una de sus partes (obviamente la menos publicitada) se transforma la obligación normal de trabajo en una obligación de resultados. Todos y cada uno de los asalariados del Technocentre (centro de concepción) tienen una “entrevista” con su superior jerárquico, entrevista en la cual se fijan conjuntamente las metas y objetivos a cumplir por parte del asalariado, los cuales a su vez se traducen en un compromiso escrito firmado por el trabajador y que este recibe a su domicilio con “acuse de recibo”, advirtiéndole sutilmente que su permanencia en la empresa dependerá del cumplimiento en tiempo y forma de dicho “contrato”.
Al año del ribonbante anuncio de la puesta en practica del “Contrato Renault 2009”, el mismo señor Ghosn podía anunciar orgulloso que “gracias al total compromiso de la totalidad del personal al cual quiero rendir un sentido homenaje, la reducción de los costos, la mejoría de la calidad y la eficiencia del grupo, Renault ha logrado los márgenes de utilidad previstos en el plan “Renault Contrato 2009”. Lo que no se imaginaba en aquel entonces el señor Ghosn, era que menos de un año después, enfrentando los cuestionamientos de los sindicatos por el suicidio de cinco ingenieros y técnicos en las instalaciones del Technocentre, hasta entonces motivo de orgullo, tendría que admitir “la existencia de tensiones objetivamente muy fuertes para los ingenieros del grupo”, yendo hasta pedir que se hiciera lo posible para “identificar las situaciones en las cuales nuestros colaboradores se encuentran desamparados para enfrentar ciertas dificultades”… y es que semanas antes un ingeniero de 39 años se había arrojado desde el quinto piso del Technocentre y que el seguro social, por primera vez en su historia, había asimilado dicho suicidio a un accidente de trabajo, sobre la base de un reporte que señalaba que dicho trabajador “había alcanzado un estado emocional critico, preocupado por su porvenir, por las presiones de sus tareas, el estrés y los continuos cuestionamientos de un superior jerárquico”.
El capitalismo cambia… las condiciones de trabajo perduran… o empeoran.
Esta situación en el Technocentre de Renault es en muchos sentidos emblemática de la evolución del capitalismo, los procesos de producción y por lo tanto sus consecuencias al nivel de las condiciones de trabajo.
Hasta hace poco cuando se hablaba de las pésimas condiciones de trabajo, siempre pensaba uno en la labor de los trabajadores manuales con poca o ninguna calificación profesional, la magnitud del esfuerzo y desgaste físicos, los mismos gestos mil veces repetidos que robotizaban al trabajador, las condiciones de higiene y seguridad, etc. Estas condiciones de trabajo siguen vigentes pero no son estos trabajadores quienes se suicidan, quizás nunca lo fueron (la “dureza” de la lucha diaria por subsistir y sobrevivir no permiten demasiada autocompasión) o pasaban desapercibidas para los medios (seguro que el suicidio de un ser que se consideraba poco mas que una bestia de carga no era de ningún interés, ni siquiera para la nota roja). Hoy, quienes se suicidan por razones directa o indirectamente relacionadas con el trabajo son ingenieros, técnicos altamente calificados, trabajadores de cuello blanco, en fin gente que además de ser “presentable” goza de un nivel socioeconómico que, siendo el dinero el ultimo y único Dios que cuenta y salva, debería de ponerlos al abrigo de semejantes actos literalmente incomprensibles.
Lo que pasa es que, como todos sabemos, el capitalismo ha cambiado enormidades. La formación de capital y valor pasa cada día menos por la producción de bienes materiales, sino por las transacciones financieras y la producción del conocimiento con sus aplicaciones en la esfera de la ciencia y la alta tecnología, el campo de la investigación y la concepción, lo que el recién fallecido Andre Gorz llamaba el “capitalismo inmaterial”.
Nada mas que si la naturaleza de la formación de capital y creación de valor ha cambiado aceleradamente, los valores relacionados con el trabajo ellos siguen siendo los mismos, los que antes se aplicaban a los parias se siguen aplicando a los trabajadores de bata blanca. En el mundo del trabajo, sea cual sea este, las relaciones siguen rigiéndose por la violencia y la arbitrariedad. Además, en vistas de la posición y función “estratégicas” de quienes laboran con bata blanca, las presiones propias del sistema se transmiten con toda facilidad al trabajo. La rentabilidad, la productividad, la competitividad, la obtención de la mayor ganancia posible en el menor tiempo posible, la competencia exacerbada, la lucha de todos contra todos por todos los medios posibles, la supervivencia de los mas fuertes y la muerte de los mas débiles.
Todo esto que constituye la vivencia diaria, “normal”, del mundo de la economía y las empresas se transmite irrevocablemente en el mundo del trabajo, las relaciones tanto entre los diferentes niveles de la jerarquía como entre los trabajadores de un mismo nivel. Todos tienen que cumplir con objetivos cada día mas inalcanzables, el rendimiento de cada trabajador es constantemente sometido a una evaluación que pretende ser medible, cuantificable, objetiva. La presión directa sobre el trabajo desempeñado se combina con un chantaje permanente que no tiene que ver con el trabajo propiamente hablando sino con los resultados de la empresa. El salario, la progresión o relegación “jerárquica” del asalariado, su transferencia, la permanencia de su puesto de trabajo como la suya, van constituyendo una situación de permanente e intensa presión cuya combinación con el constante temor a la precariedad… lo llevan a sentirse bajo una situación de permanente amenaza y temor a fallar.
Antes cuando la sirena de la fabrica sonaba y el obrero retiraba su ropa de trabajo… su labor había llegado a su fin… hasta su regreso a la fabrica al día siguiente. Hoy se queda mas tiempo en su oficina o laboratorio… en su cabeza se lleva su trabajo (y sus temores) a su casa… quizás hasta sueñe con su trabajo.
En estas condiciones no es de extrañar que un día algún trabajador no aguante mas, que el peligroso cocktail de intensas y continuas presiones, temores y angustia desemboque en la huida definitiva de una realidad insoportable e inmanejable, el suicidio. Pero seguramente que rara vez la radical decisión y el acto mismo son repentinos, “espontáneos”, sino mas bien el ultimo eslabón de un largo y doloroso proceso que transita por el estrés y la depresión.
El estrés en el trabajo… o como violentar al otro.
En una encuesta levantada en el año 2000 por la “Fundación europea para la mejoría de las condiciones de vida y del trabajo”, 28% de los asalariados europeos consideran que su trabajo es fuente de estrés.
Según el diccionario el estrés es “el conjunto de alteraciones fisiológicas y psicológicas que se producen como respuesta a la exigencia de un rendimiento muy superior al normal, que requiere de una adaptación”. En cuanto a la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo se dice que “hay estrés cuando existe un desequilibrio entre la percepción que una persona tiene de las presiones que le son impuestas por su entorno y la percepción que tiene de de sus propios recursos para hacerles frente”. Combinando estos dos acercamientos podemos definir el estrés, en relación al trabajo, como el conjunto de alteraciones fisiológicas y psicológicas que sufre un trabajador (cualquier asalariado, sea cual sea la naturaleza de su trabajo) cuando percibe encontrarse en la imposibilidad de hacer frente a las presiones que percibe como una amenaza para su integridad (entendida esta como el conjunto de los elementos que condicionan y aseguran
la “vitalidad” de la persona).
Numerosos y diversos son los factores que en una situación de trabajo pueden generar estrés. Podemos agruparlos en cinco conjuntos.
Los factores relacionados con la naturaleza misma del trabajo: las cargas de trabajo, las exigencias de rendimiento, la masa de información a procesar, las exigencias de calidad, la ausencia de autonomía, la rutina, la fragmentación, etc.)
Los factores relacionados con la organización del trabajo: falta de directrices claras y precisas en cuanto a la labor a ejecutar, contradicciones entre diferentes ordenes de trabajo e instancias de mando, inadaptación de los horarios de trabajo a los ritmos biológicos así como la vida social y familiar, inestabilidad propia de los contratos de trabajo y precariedad, etc.
Los factores psicosociales relacionados con las relaciones de trabajo: control y supervisión autoritarios y/o deficientes, ausencia de ayuda y cooperación de parte de los compañeros o los superiores jerárquicos, ausencia de incentivos pero ante todo de reconocimiento, etc.
Factores relacionados con el entorno físico y técnico: molestias ambientales (ruido, calor, humedad, etc), deficiente concepción de los puestos de trabajo (falta de espacio, falta de alumbrado, etc), etc.
Factores relacionados con el entorno socioeconómico de la empresa: presiones competitivas del mercado, salud económica deficiente de la empresa, incertidumbre de la viabilidad de la empresa, etc.
Frente a una situación estresante el organismo reacciona prácticamente en automático, buscando una respuesta de adaptación para hacer frente a lo que se percibe como una agresión o una amenaza.
Esta reacción se da en tres tiempos. Primera fase, alarma: confrontado a lo que se percibe como agresión o amenaza el organismo (sistema simpático) libera en gran cantidad hormonas (catecolaminas como la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina) que preparan el organismo a la lucha o la huida. Segunda fase, resistencia: de persistir la situación estresante el organismo se prepara para resistir, produciendo nuevas hormonas (glucocorticoides) para dotarlo de la energía necesaria. Tercera fase, agotamiento: si la situación estresante se prolonga e intensifica, y el organismo se muestra incapaz de hacer frente, se produce una hiperestimulación de hormonas nociva para la salud.
En unas cuantas semanas esta hiperactivacion se traducirá por la aparición de diversos síntomas y malestares.
Físicos: dolores (musculares, articulares, de cabeza, cólicos, etc), trastornos del sueño, el apetito o la digestión, sensaciones de opresión o falta de aire, etc.
Emocionales: incremento de la sensibilidad y el nerviosismo, excitación, angustia, tristeza, etc.
Intelectuales: alteración de la concentración, trastorno de la memoria, etc.
Del comportamiento: modificación de los hábitos alimenticios, agresividad y violencia, aislamiento social, etc. Estos aspectos “médicos” del estrés son tomados (de manera muy simplificada) de un exhaustivo estudio del INRS (instituto nacional de la investigación científica) de Francia.
Síntomas y malestares que al prolongarse el estado de estrés se tornan crónicos evolucionando hacia “síndromes metabólicos” como la obesidad, la hipertensión arterial, el trastorno del metabolismo de los lípidos, todos precursores de un deterioro generalizado del sistema cardiovascular… desembocando en infartos agudos, embolias cerebrales… la “muerte súbita” que los japoneses llaman “Karoshi” y reconocen como accidente de trabajo desde principios de los años setentas…. y si se salvan de la muerte súbita no se apresuren en cantar victoria… el estrés crónico puede evolucionar hacia un estado de ansiedad y depresión tal… que los puede llevar al suicidio… reconocido por primera (y única) vez en Francia como accidente de trabajo, en este mismo año 2007.
No tengo la menor duda de que nuestros empresarios y políticos (que tan bonita mancuerna hacen) consideraran todo esto bien exagerado y que unas cuantas “muertes súbitas” o suicidios imputables al trabajo no tienen tanta importancia… al fin y al cabo que todos moriremos algún día de algo. Esta si que es una “verdadera verdad”… hasta ellos se morirán… por muy empresarios o políticos que sean.
Ya que la vida de los demás nos les importa mucho… pero que “los dineros” si les importan… les podemos informar que, por ejemplo, en 1992, en Gran Bretaña se estimaba que se perdían, por razones directamente imputables al estrés, ciento ochenta millones de jornadas laborales al año con un costo de once mil millones de euros. Que en 1996, en Suecia, se estimo que el costo de las enfermedades cardiovasculares producto del estrés fue de ciento setenta y siete millones de euros, y ciento veinticinco millones en Dinamarca… claro que hablamos de naciones “desarrolladas” a las cuales les sobran los recursos para poder llevar a la practica tales estudios… y saben que… tienen razón… como vamos a tomar en consideración el costo del estrés (una enfermedad de ricos) en un país donde mas de la mitad de la población vive en situación de pobreza.
El acoso psicológico en el trabajo… o como negar la dignidad del otro.
Después de semejante baile de millones, porque no regresamos a lo que si nos importa a todos (o por lo menos debería de importarnos) la vida de sufrimiento de quienes trabajan (no me atrevería ni tendría el mal gusto ni la sinvergüenza de incluirme).
Me parece de primera importancia destacar muy especialmente el sufrimiento resultado de una practica muy extendida en el mundo del trabajo, a saber, el acoso psicológico (que algunos estudiosos del asunto nombran como acoso moral, los influenciados por la cultura angloamericana, “mobbing”, y los que podríamos calificar de extremistas, psicoterror, termino en ciertas circunstancias mucho mas cercano a la realidad).
Como era de esperarse, en México prácticamente no se conoce el termino o concepto (a pesar de que mi practica profesional, que como dije antes es escasa, me indica que se trata, para desgracia nuestra, de una practica muy extendida), por lo que una vez mas, si queremos encontrar alguna definición “oficial”, nos tendremos que remitir a una definición proveniente de alguna nación mas “avanzada”, tratándose esta vez de Francia. La ley laboral francesa (ley N° 2002-73, del 17 de enero del 2002) define el acoso psicológico en el ámbito del trabajo como “un conjunto de actitudes reiteradas teniendo por objeto o por efecto una degradación de las condiciones de trabajo susceptibles de perjudicar los derechos del asalariado y su dignidad, alterar su salud física o mental así como comprometer su porvenir profesional”.
El acoso psicológico, o en ciertos casos extremos psicoterror, es sin duda una de las prácticas de mayor violencia y que provoca el mayor sufrimiento al trabajador que lo padece. Esto por el carácter siempre deliberado de un acto que tiene por consecuencia y objeto violentar, y de ser posible destruir, la dignidad de la persona psicológicamente agredida.
Esta practica muy extendida (en una encuesta efectuada en Francia en el año 2000 mas del 5% de los trabajadores declaraban ser o haber sido victimas de acoso psicológico) se da a todos los niveles, entre trabajadores de un mismo nivel jerárquico, entre un superior jerárquico y un subordinado (sin duda el mas extendido y el mas vil), pero también puede darse entre un subordinado y su superior jerárquico, et incluso ser practicado por un colectivo.
La victima del acoso puede ser una persona “frágil”, pero la mayoría de las veces se trata mas bien de trabajadores con una fuerte personalidad, que representan un estorbo y que se trata de “quitar del medio”, de separar del lugar de trabajo. La victima no es quien se somete sino quien resiste… a sus superiores jerárquicos… a la presión de sus subordinados… o a otro trabajador de su mismo nivel jerárquico pero con el cual se encuentra en competencia dentro de la empresa.
Como su nombre lo indica este acoso muy raras veces implica alguna agresión física sino que se materializa mediante variadas prácticas que tienen por objeto “quebrar” psicológicamente a la victima:
Sanciones disciplinarias sin sustento.
Humillaciones, insultos, burla.
Amenazas, a veces explicitas pero la mayor parte del tiempo veladas.
Condiciones de trabajo degradantes.
Aislamiento, ausencia de toda comunicación (lo que se conoce como “la ley del hielo”).
Labores carentes de sentido o imposibles de ser correctamente llevadas a cabo por no corresponder al “nivel” o la función del trabajador.
Sobrecarga de trabajo o privación de este.
Ausencia de consignas claras o consignas contradictorias.
…y una larga de lista de etcéteras, función de la ingeniosidad y perversidad del acosador
En cuanto a las motivaciones del acoso psicológico estas son muy variadas.
Puede tratarse de un acoso individual “gratuito” y perverso, con el único objeto de destruir la victima, por motivos relacionados o no con el trabajo (muchas veces se trata de una agresión que se da en el lugar de trabajo pero por motivos que no tienen que ver precisamente con el trabajo).
Puede tratarse de un acoso planeado por la misma empresa para empujar la victima a presentar su renuncia, disfrazando así de “renuncia voluntaria” lo que en realidad no es mas que un despido (con los beneficios que esto representa para la empresa).
En el mismo tenor, el acoso puede responder a una estrategia de la empresa, una “lógica de gestión” para poner en competencia a los trabajadores, dividirlos.
Sin embargo, casi siempre, lo que se esconde detrás del acoso psicológico, es una lucha directa o indirectamente relacionada con el ejercicio del poder, la cual involucra quienes cumplen una labor o una función que se traduce en el ejercicio de un cierto nivel de poder (poder de decisión, poder de mando, etc). En estos casos cuando mas elevado es el nivel en el cual se disputa el poder, mas violenta y despiadada es la actitud del agresor y mayores los daños sufridos por la victima. Aunque también puede involucrar a trabajadores de niveles medios y trabajadores que no detentan la mas mínima parcela de poder, tratándose en estos casos de imponer su poder sobre un subordinado y/o de resistirse al ejercicio del poder de un superior jerárquico. Como también puede enmarcarse en una lucha ya no de carácter individual sino grupal o colectivo (camarillas, grupos de interés, sindicatos, etc).
Las consecuencias del acoso son mas “dañinas” (provocan los mayores daños) cuando mas alto es el nivel en el cual este se da. Por la simple razón de que tratándose entonces de personas que por su misma función en la empresa trabajan rodeados de un equipo de colaboradores (cercanos o no) estos mismos terminan (sin deberla ni temerla) viéndose involucrados (ya sea como victimas o como victimarios) en estas luchas relacionadas con el ejercicio del poder.
Si el acoso psicológico se da con especial frecuencia y violencia en la esfera del trabajo, es porque es precisamente en la estructura de la empresa (espacio por excelencia de los micro poderes donde se materializa la relación de dominación) donde se concentra y ejerce a su estado mas “puro” la relación de mando/obediencia que rige la totalidad de las relaciones que estructuran nuestras sociedades.
Las consecuencias del acoso psicológico sobre la salud física y mental del trabajador acosado, son prácticamente las mismas que las anteriormente enlistadas y descritas en relación al estrés: Trastornos del aparto cardiovascular (hipertensión arterial, incremento del colesterol), trastorno gastrointestinales (gastritis y ulcera), dolores musculares, cefaleas, inhibición del deseo sexual, nerviosismo, irritabilidad, trastornos del sueño, depresión, etc, etc.
Sin embargo las consecuencias sobre la salud mental pueden ser mucho mas graves que en el caso del “simple” estrés. Principalmente debido a que las agresiones sufridas atacan deliberadamente a la persona en su dignidad misma. Lo que puede llevar a la victima, ya sea a adoptar actitudes violentas (generadas por sentimientos de odio y venganza) que pueden inducirla a cometer actos criminales, ya sea destruir su autoestima al tiempo que favorecer el desarrollo de una patología de soledad y aislamiento que puede adentrarla en una profunda depresión desembocando en el suicidio.
El acoso psicológico puede ser de tal gravedad para el acosado que en Francia, este no es solo contemplado en el código laboral (como se expuso anteriormente) sino también el código penal, que en su articulo 222-33-2, lo sanciona con una pena que puede ir desde una multa de 15,000 euros (equivalente a 240,000 pesos) hasta un año de encarcelamiento.
Si esta legislación estuviese vigente en México… y se aplicara… por mi experiencia personal, no dudo que las cárceles (ya de por si repletas, tanto de criminales como de inocentes) estarían rebosando de acosadores. Aunque conviene precisar que aun en Francia, y a pesar de esta legislación, no se conoce hasta la fecha ningún caso de algún acosador condenado a alguna pena de privación de libertad. Quizás porque en este caso, le corresponde al asalariado victima del acoso establecer los hechos constitutivos del presunto delito y al defensor del acosador refutar que estos hechos sean constitutivos de dicho delito.
Aunque quizás también sea porque condenar el acoso psicológico seria tanto como condenar una practica común en muchos ámbitos distintos al del trabajo (piénsenle un poco y no tardaran en encontrar cuales)… además de que aun restringiéndolo a este solo ámbito, seria ir en contra de los intereses de quienes son en múltiples ocasiones y ultima instancia los beneficiarios (por no decir los propiciadores) de esta practica, a saber los empresarios.
Incluso, yendo un poco mas allá… definitivamente, no es conveniente condenar una practica que de alguna manera (y al fin y al cabo) participa de la “cimentación” del orden autoritario, base y principio de las relaciones de mando/obediencia constitutivas de cualquier estructura social hoy en día vigente, sean estas los asientos del “mega poder” o de los “micro poderes” (para algún acercamiento a estos conceptos, favor de reportarse a la anterior entrada de este blog, titulada “De armas, locos… y algo mas. Treinta y tres victimas”)
El trabajo no solo se torna un ámbito de violencia, sufrimiento y muerte en ciertas circunstancias, sino que… LO ES PER SE.
No siendo el objeto de esta entrada disertar sobre esta última afirmación, sino simplemente hacerlo (aunque el término de disertar es demasiado ambicioso) sobre la primera, me contentare de dar alguna primera pista (o introducción) a partir de la cual podrán ahondar en este camino.
Desde los tiempos bíblicos el trabajo es una maldición. Maldición proferida por Dios contra Adán a quien, por haberse atrevido a probar del fruto del conocimiento, condeno a ganarse el pan con el sudor de la frente. No se si los creyentes tendrán una explicación convincente de este hecho (aunque ya sabemos que para ellos no es cuestión de explicar sino de tener fe, no de razonar sino de creer), pero como ateo me basta saber que “cuando el rió suena es que agua lleva” y que por algo será que en sus origines la religión cristiana asimilo el trabajo a una maldición… aunque no haya tratado de elucidar este porque. Para varias civilizaciones de la antigüedad, que nos son presentadas como la cuna de nuestra civilización occidental (principalmente la griega), el trabajo era tan malo que este era reservado a los esclavos, categoría social cuya función era precisamente la de liberar a los ciudadanos de una actividad que por su naturaleza misma impedía el ejercicio de las funciones propias de los ciudadanos. Un paréntesis para subrayar que las cosas no han cambiado mucho ya que hoy en día quienes se hacen cargo de la “administración de la ciudad”, también conocida como “el arte de gobernar”, tampoco trabajan y disponen de quienes lo hagan por ellos… aunque la esclavitud haya sido abolida… formalmente pero no en los hechos. Regresando al tema, en el periodo conocido como la Edad Media, trabajar era algo deleznable que todos hacían lo imposible por eludir (aunque una vez mas muy pocos lograban este imposible). Para el artesano su actividad no era un trabajo sino un arte, en cuanto a los ciervos, pues esto eran, ciervos. Fue solo con la Reforma protestante, a finales del siglo XVI, que (para beneficio de quienes no trabajaban sino Vivian del de los demás) el trabajo pasó a ser algo honroso y el ser un “buen trabajador” una virtud. De tal modo que hasta el día de hoy el trabajo es el principal eje de nuestra vida, de manera que para “desarrollarse” como persona es fundamental (indispensable) disponer de una actividad laboral… además de que este nos provee del único medio (legal y moralmente aceptado y aceptable) que nos permite acceder a la independencia y la libertad… que como todos sabemos (por ejercerlo a diario) consiste en comprar, gastar, consumir. Por esto, hoy en día, en que escasea el trabajo, ser desempleado es una desgracia… no solo económica sino “existencial”… si no trabajo no existo. Cuantas personas (aun disponiendo de suficientes recursos económicos) acercándose a la edad de la jubilación entran en pánico… incapaces siquiera de imaginarse una vida sin trabajo.
Se suponía que esta parte final del texto iba a ser solo una introducción para una posible futura reflexión a cerca del trabajo como tal (mas allá de las condiciones en las cuales este se ejerce) y sin embargo ya llevamos muchas líneas y de seguir por este camino nos dirigimos hacia la redacción de un tratado… por lo que me contentare de dar alguna definición del termino (o concepto) de trabajo, seguido de algunas preguntas que servirán para que quienes las lean traten de reflexionar y contestarlas.
Una definición la mas neutra, general y objetiva posible del trabajo (que podría ser aceptada por cualquier persona, independientemente de sus convicciones ideológicas) podría ser la siguiente: “conjunto de las actividades ejecutadas por ciertos miembros de una comunidad, a cambio de un salario, con el objeto de producir, en un determinado espacio de una determinada manera con determinados medios de producción y materiales, para su posterior venta, los bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades de una comunidad”.
A partir de esta definición que cada quien se haga algunas preguntas y trate de responderlas, para obtener su propia definición de lo que es, revela y esconde el concepto de trabajo. No hace falta hacer preguntas muy “rebuscadas” o incluso capciosas, ni ponerse a leer (estudiar seria mucho pedir) los filósofos, sociólogos, antropólogos, etnólogos y hasta economistas que han tratado el tema… bastan las preguntas (todas se valen) que empiezan por los pronombres interrogativos básicos: que, quien, cuando, donde, como y el mas importante de todos, porque. Dicho de paso esta “metodología” básica y sencilla es la que todo el mundo (sin necesidad de ser experto en alguna ciencia o arte) puede emplear ante cualquier problemática, interrogación o duda para que quienes deciden por nosotros no nos vean la cara de tontos”.
Algunas de las preguntas pudiendo ser:
Cuales actividades, quienes deciden de la naturaleza y organización de estas, porque estas y no otras.
Quienes las ejecutan, en que condiciones, quienes deciden de cómo se ejecutan.
Porque a cambio de un salario, quienes fijan el monto del salario y su reparto, en función de que criterios, quienes pagan.
Como y en que condiciones se produce (procesos, medios de producción y/o tecnología, materiales, cantidades, etc.) y quienes lo deciden, en función de que criterios e intereses.
Porque para su venta y no con otro propósito u de otra manera, quienes deciden del precio de los bienes producidos y los servicios ofrecidos, con que criterios.
Quienes deciden de cuales son los bienes a producir y los servicios a ofrecer, porque, con que criterios, con cuales finalidades.
Cuales son las necesidades que se quieren o deben satisfacer, de quienes, quienes lo deciden, en función de que criterios, con que finalidades.
Obviamente que cada pregunta como tal así como la respuesta a esta, genera mas preguntas y mas respuestas.
No menos obviamente, muchas de estas respuestas podrían ser contestadas con la palabra mágica de “mercado”. Que siempre aparece así nada mas sin que nadie sepa bien a bien lo que representa ni se lo pregunte, simplemente aceptándola e integrándola a su vocabulario como si fuese un “mecanismo” con vida propia, autónoma, independiente de toda intervención humana.
Sin hacer el necesario análisis al cual nos convocan estas simples (“simplistas” dirían algunos) cuestiones, mi respuesta es que lo que el trabajo no es, pero debería de ser, es un conjunto de actividades cuya finalidad consiste en proveer a la comunidad de los bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades definidas por la comunidad, de conformidad con las modalidades (estructuras productivas y administrativas, procesos, materiales, tecnologías, etc.) ellas también definidas la comunidad. “Definidas por la comunidad” significando que la toma de decisión es el resultado de acuerdos alcanzados mediante modalidades que involucren la participación activa y directa de todos los integrantes de la comunidad.
En cambio en unas sociedades que (como las nuestras) se estructuran sobre el binomio mando/obediencia, en las cuales el ejercicio del poder es (en todas sus expresiones y niveles) monopolizado por una muy pequeña minoría para el beneficio exclusivo de esta misma minoría y teniendo como primera y mas importante prioridad el mantenimiento ad infinitud de esta dominación, el trabajo es un conjunto de actividades diseñadas por quienes detentan la dominancia para “materializar” y conservar los intereses económicos (esencialmente la generación de la plus valía) y políticos (esencialmente el ejercicio del poder) de estos.
Producir, intercambiar ¿que, como (que engloba también, con que, con quien, cuando, donde) para que y para quien?.
Mientras la respuesta a estas preguntas estén contestadas por el mercado (esta “construcción abstracta y virtual” que supuestamente regula los intercambios entre los oferentes y demandantes de algún bien o servicio, sin mas intervención humana que los intereses particulares de todos y cada uno de estos, pero cuya función es la de ocultar y legitimar los intereses de quienes ejercen la dominancia económica) o alguna burocracia (este conjunto de “servidores públicos profesionales” y/o "expertos" cuya función es supuestamente la de organizar las relaciones sociales, entre estas las de la producción e intercambio de los bienes y servicios, para beneficio del interés general de los integrantes de la comunidad pero que lo hace en función de sus propios intereses, en tanto que burocracia), el trabajo será, por antonomasia, un ámbito de violencia, sufrimiento y muerte.
El trabajo dejara de serlo, solo cuando las relaciones (todas) que constituyen una comunidad no se basen mas en la dominación de unos seres humanos sobre otros sino en la libre asociación de hombres libres y creadores que participen con responsabilidad en la satisfacción de las necesidades de la comunidad respetando las aspiraciones de cada uno, no en tanto que productor y/o consumidor sino en tanto que ser portador de su propia “capacidad a existir”.
El trabajo dejara de serlo, solo cuando no sea una actividad mediante la cual se producen e intercambian mercancías sino satisfactores, cuando el valor del producto del trabajo deje de ser su valor de cambio para ser su valor de uso… y disfruto.
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