Hoy, 20 de
noviembre 2017, se celebra el 42 aniversario de la muerte del dictador…
y carnicero… Francisco Franco.
Varias
organizaciones franquistas (¡si todavía las hay!) se hicieron muy visible en
las últimas manifestaciones en defensa de la UNIDAD de España y el día de hoy
organizan en varias ciudades españolas conmemoraciones en honor al dictador.
Muchos de
los actuales políticos, que hoy gobiernan España, también conmemoraran en
silencio y a escondidas, no la muerte del dictador, sino su legado que se
esfuerzan en mantener siempre vivo, acomodándolo al aire del tiempo.
Celebración
(no conmemoración), del cual me hago participe, copiando y pegando el siguiente
texto, publicado por David Bollero en su blog “posos de anarquía”
retomado por el diario digital Publico.
Brindo por cada año que Franco lleva en el hoyo
Nunca he pensado que sea
hipócrita. De hecho, en esta vida, eso tiene un precio que, personalmente, he
pagado siempre con gusto. Por este motivo, no me tiembla la mano cuando digo
que yo no soy de esas personas que dicen que no le desean mal a nadie. Yo sí,
incluso, me alegro de la muerte de algun@s. Este es el caso de Franco, que cada
año por estas fechas tiene el honor de hacerme descorchar una botella de vino y
brindar por cada uno de los años que lleva en el hoyo.
Si no soy de esas personas que
cuando muere alguien olvida lo canalla que fue, imaginen cuando, además, estoy
convencido de que el mundo gana su fallecimiento. Hay muertes que no suponen
una pérdida sino, más bien, una ganancia. Lo único que lamento con el dictador
es que éste muriera en su cama, en lugar de pudrirse en una cárcel pagando por
lista interminable de crímenes. A pesar de ello, ¡qué rico me sabe el vino cada
20-N!
Cuando veo a los miembros de la
Fundación Francisco Franco celebrar sus misas, sus actos y publicar sus
esquelas hablando de que el asesino “murió cristianamente al servicio de la
patria”, miro a mi billetera y pienso la cantidad de botellas que me quedan por
descorchar, porque aún tengo muchas ganancias que celebrar.
Cuando escucho intervenciones
infames como las de Pablo Casado o Agustín Conde en el Senado, lo primero que
me viene a la mente es cómo en cuestión de mezquindad no aparece el conflicto
generacional. ¡Oh, casualidad! Estos dos personajes son del Partido Popular, el
mismo que nunca se ha atrevido a condenar los crímenes del franquismo, el mismo
que, de hecho, ha impedido que éstos se investiguen y que en cada Ayuntamiento
en el que gobierna pone todos cuantos palos en las ruedas puede para que no se
cumpla la Ley de Memoria Histórica.
Al fascismo en primera línea
política y empresarial lo tenemos perfectamente identificado; a los personajes
caricaturescos de cabeza rapada, bandera de aguilucho y olor a naftalina
añorando al asesino por el que yo brindo, también. Me preocupa más ese atajo de
indeseables que, detrás de la cortina, también hacen fuerza para que los
últimos vestigios del franquismo no desaparezcan, para que los herederos de la
dictadura, como si de un monarca se tratara, sigan gozando de privilegios de
apellido compuesto.
Todas esas personas, también me
sobran. El mundo está mucho mejor sin ell@s y, algún día, no habrá vino
suficiente para que la gente de bien brindemos por que ya no están, por nuestra
ganancia. Mientras tanto, Paquito, 42 años en el hoyo y qué rico me sabe este
vino.
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