julio 15, 2017

NACER para FALLECER… siendo humano.




Los dos eventos (o momentos) más importantes en la vida de todo ser humano son, por orden de importancia, su nacimiento y su fallecimiento.

Esta afirmación parecería ser incuestionable, dado que, sin nacimiento, simplemente no hay vida, nadie existiría.

Sin embargo, me permito disentir.

El momento más importante en la vida de cualquier ser humano puede ser su fallecimiento. Si así él lo quiere.
Siempre y cuando, este ocurra como consecuencia de su suicidio.
Siempre y cuando este suicidio no sea consecuencia de la desesperanza o el miedo.
Siempre y cuando sea un acto deliberado, libremente reflexionado, decidido, planeado y ejecutado.

La última y definitiva decisión que ratifica y reafirma la posible supremacía de la libre voluntad sobre el destino padecido.
El acto definitorio de la humanidad de todo ser que pretende ser humano y no un ejemplar más del reino animal.

Definitorio, no solo en el significado de definitivo, irremediable, sino ante todo en la acepción de dador de sentido.


Nacemos, sin quererlo… morir porque lo decidimos.
Triunfo… quizás no de la vida sobre la muerte… pero si del ser voluntarioso sobre la nada azarosa.





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