Acabo de leer en la sección “Opinión” del diario EL PAIS de hoy, el
texto de Juan José Millás, titulado 20 euros, haciendo alusión al escándalo de
fraude fiscal instrumentado por el banco HSBC (conocido como el “SwissLeak”) Su
sarcástico humor me gusto tanto que no puedo no reproducirlo inextenso.
Ahí les va:
¿Se puede vivir en Copenhague o
Estocolmo y hacer pis en Madrid? Usted y yo no, pero hay ricos capaces de comer
en un país, hacer la digestión en otro, y evacuar en España. Es lo que hacían
todos estos defraudadores con el dinero en Suiza. Este país huele tan mal por
eso, porque solo lo utilizan para ir al servicio y a veces ni tiran de la
cadena. El dinero, en la economía financiera, carece de significado cierto
(ignoramos cuál es el respaldo de un billete de 500 euros), pero su valor
simbólico no deja de crecer. Cuanto menor es su apoyo real, mayor es su
capacidad alegórica. Un millón de euros equivale a un riñón, un riñón que, al
contrario del auténtico, puedes guardar fuera de tu cuerpo, incluso fuera de tu
patria. De ahí que los Pujol, por poner un ejemplo, pudieran mear en Barcelona
el agua de Vichy que se tomaban en Suiza. He ahí un patriotismo de urinario.
El dinero guarda mucha relación con el cuerpo. Tener el riñón bien forrado
o cubierto significa poseer muchas riquezas. A Bárcenas se le ve tranquilo
porque sus vísceras están a salvo. Mientras defeca entre nosotros, su dinero
(del que están hechas sus entrañas) sigue creciendo en paraísos fiscales
situados a miles de quilómetros. Soñábamos con ser la California de Europa y
hemos devenido en sus servicios públicos. Cuando un cliente del HSBC en Ginebra
pregunta por los baños, lo dirigen hacia nuestro país, que, según coloques el
mapa, debe de caer al fondo a la derecha. Para usted y para mí, un billete de
20 euros es un billete de 20 euros, algo con lo que puedes comprar en los
chinos equis quilos de fruta o tantas pizzas congeladas.
Pero es que usted y
yo vivimos en la economía real, en la que el dinero, en vez de ser un riñón, es
una mierda.
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