Esta
entrada completa, ameniza, desdramatiza, las dos anteriores.
Ayer,
después de comer con una amiga, le propusimos ir al cine para ver la película
“El ultimo amor del señor Morgan”… a lo cual nos contesto “¿de qué trata la
película, cual es la historia?
Esperando
esta pregunta, yo había imprimido con antelación la sinopsis de la película en
cuestión, la cual empezaba así: “El Sr. Morgan es un terco anciano
norteamericano que vive solo en Paris. Es viudo y con tendencias suicidas hasta
que conoce a Pauline. La vitalidad de la joven y su optimismo inquebrantable
devuelven las ganas de vivir al Sr Morgan…..”
Al entregarle
la sinopsis en cuestión y empezar a leerla, de inmediato nuestra amiga nos
dijo, palabras más, palabras menos: la historia de un viejo con tendencias
suicidas, no gracias.”
A
lo que, sin pensármelo mucho, le conteste:
“Pues
a mí me gustan estas historias porque me veo reflejado en ellas… viejo y con
tendencias suicidas.
Desde
hace ya algún tiempo estoy pensando en el suicidio… pero el problema radica en
que no se qué método emplear, si colgarme, abrirme las venas, envenenarme,
tirarme de mi decimo piso, volarme los sesos… no lo sabía, dudaba… hasta que
hace unos días se me prendió el foco… me cortaría el pelo y la barba de manera
tan corta (normalmente los llevo bastante largos) que al verme en el espejo,
seguro me moriría del susto. Desgraciadamente… de regreso a mi casa me vi en el
espejo y si bien la imagen que este reflejo me asusto… no fue lo suficiente como
para morirme. Así que la próxima vez tendré que raparme la cabeza como un huevo
y afeitarme del todo la barba”.
Ahí
les va una foto de cómo me veo después de mi corte de pelo y barba. Los que me
conocen… dirán si no era para morirse del susto.
Los
que no me conocen pueden remitirse a esta foto de hace unos dos años (me
disculpo por la mala calidad de la misma, pero al no gustarme que me
fotografíen, no encontré otra.)
Aparentemente…
ninguna de las personas que iban en el coche entendió mi sarcástico y negro
humor.
La
amiga no hizo ningún comentario… tal como lo hubiera hecho mi nieta de seis
años, solo me dijo: “otra de tus bromas pesadas”… y es que poco tiempo antes,
al preguntarme como me sentía después de mi infarto, le había contestado que
estupendamente bien, que cada día rezaba a diosito pidiéndole que de favor me
concediera un día mas de vida… y que hasta el día de hoy, a pesar de ser ateo,
este había accedido a mis plegarias. Quizás porque en realidad soy agnóstico y este señor con larga
barba blanca (¡que envidia!) y que se pasa la vida ahí arriba esperando que la
Parca le mande algún huésped, piensa que soy todavía rescatable.
Marina, mi esposa… quizás más acostumbrada a mi humor negro, no dijo ni
palabra, hizo como si nada, lo ignoro (es sin duda la reacción más
inteligente).
En
cuanto a mi suegra, que iba a mi lado, replico… ¡Basta de tonterías, cállate!
(hay que decir que, muchos años atrás, su hijo mayor se había suicidado a la
edad de 33 años… y cuando, a la mitad de mi parlamento me di cuenta de mi
metida de pata, ya era demasiado tarde para no terminarlo.)
No
sé si habré logrado desdramatizar mis dos últimas entradas (aunque la segunda
de las dos, ya era un sincero intento, en este sentido)
Por
si no… ahí les va un último chiste en forma de dibujo.
A
mi nieta… y quienes me lean: No se crean todo lo que les dicen sus abuelos o
abuelas.
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