Ayer,
pasé mi infancia en el pintoresco pueblito de Pont en Royans, entrada a la
meseta del Vercors, al pie de los Alpes.
Conocía
por su nombre los animales y las plantas que compartían conmigo este trozo de
tierra.
Me
desplazaba a pies o en bicicleta por estrechas carreteras y caminos, calles y
senderos
Escribía
mis textos y cartas a mano, con pluma fuente.
Mandándolas
por el correo esperando días o semanas la hipotética respuesta….a veces tan
ansiada.
Mi
padre encendía la vieja estufa esmaltada, primero de leña, después de carbón…
el gas llegando cuando mi infancia ya estaba por irse.
Las
noches o los domingos, sentados en círculo, toda la familia escuchaba,
hipnotizada, un viejo radio de bulbos… lo cual vivíamos como un milagro… que la
voz o el canto pudieran llegarnos a través de unos simples cables eléctricos
conectados a una caja mágica.
Nunca
me subí a un coche, salvo el autobús destartalado que poco antes de dejar mi
infancia por mi adolescencia me llevaba al internado.
Nunca
tuvimos teléfono en la casa, ni hablábamos ni nos hablaban.
Los
días soleados y fríos, de los aviones solo veía las blancas estelas que
cruzaban el cielo, preguntándome cual podía ser su destino.
La
televisión en blanco y negro fue lo último que llego antes de que dejara el
pueblito, la cual se veía solo previa autorización de los padres.
Mi
mundo se limitaba a estos cuantos kilómetros cuadrados… y lo que me decían el
papel del periódico, las voces de la radio y al ultimo las imágenes de la
televisión.
Al
invierno seguía la primavera, a esta el verano, después seguía el otoño, y el
ciclo se repetía como la muerte seguía a la vida.
Los
muertos se enterraban en el cementerio y los vivos los visitaban y cuidaban sus
tumbas.
Las
emociones y una ideología guiaban mis acciones, pretendiéndome, por mi buena
ventura, anarquista y ateo… ni Amo, ni Dios.
Imaginar
y soñar eran las actividades neuronales más apreciadas.
La
solidaridad, la rectitud y la honestidad (la comon decency, como decía Orwell)
eran las actitudes más valoradas.
La
mayoría de los padres tenían la certeza de que sus hijos tendrían una mejor
vida que la suya, el porvenir y la esperanza de estos eran suyo y suya.
La
tecnología era escasa, el trabajo rudo, y la orgullosa dignidad guiaba la vida
de cada trabajador.
Había
quienes mandaban y quienes obedecían… quienes lo tenían todo y quienes tenían
muchísimo menos… desde los albores de la humanidad era el basamento y el
mortero de nuestra vida en comunidad.
La
lucha de clases era real, y como siempre inequitativa… respondiendo a los
intereses y temores del momento del Capital… sin embargo existía un contrato
social llamado “estado del Bienestar” o “estado
Providencia”, que acotaba la naturaleza depredadora del capital y garantizaba un
mínimo de bienestar a quienes vendían su fuerza de trabajo.
Hoy
vivo en la que es una de las ciudades más grandes e inhabitables del mundo, México.
Me
desplazo por autopistas en coches nuevos y cruzo los océanos en avión.
Si
regreso al país donde se encontraba mi pueblito, un tren de alta velocidad me
lleva de un punto a otro de la geografía a cerca de trescientos kilómetros por
hora, sin siquiera ver mis compañeros de viaje ni el paisaje, todos con la mirada
clavada en alguna pantalla.
Los
animales están enjaulados y desconozco el nombre de la inmensa mayoría de las
plantas.
Me
he olvidado del papel, el lápiz y el bolígrafo, tecleando en una computadora…
únicamente con mis dos dedos índices.
Estoy
permanente e instantáneamente comunicado con todos los rincones del planeta,
sus habitantes (conocidos o extraños) y el conocimiento universal mediante el
Internet y su hijo el correo electrónico manipulando una extensa variedad de
pantallas.
La
realidad ya no es visible, palpable, sino extraña a mí ser, virtual.
Órganos
de unos hombres sustituyen los de otros.
No
se requiere hacer el amor (tener sexo dicen los menos románticos) para
engendrar un nuevo ser.
Ya
poco a poco, pero cada vez con mayor rapidez, artefactos de toda índole sustituyen
al hombre en sus tareas al igual que partes de su cuerpo.
Que
ciertos objetos y ciertas maquinas sustituyan a ciertos hombres ya no es una lejana
e imposible utopía sino una realidad de cada día.
Si
el mundo de la acción (principalmente el trabajo que muy probablemente
constituye para el 90% de la humanidad el 90% del tiempo dedicado al actuar) es
cada día menos humano y mas tecnológico… el de las relaciones entre humanos
(que principalmente tienen que ver con los sentimientos y las emociones) es
cada día menos real y mas virtual.
Pronto
el transhumanismo sustituirá al humanismo, el hombre será une especie en vía de
extinción, sustituido por un vencedor “hombre-máquina”, último escalón de la
evolución antes del reinado de las maquinas provistas de inteligencia
artificial.
En
ciertos periódicos norteamericanos de prestigio, varios artículos
(principalmente de deportivos y financieros… es decir campos en los cuales se
manejan una enorme cantidad de datos estadísticos) son escritos en su
totalidad, sin la mas mínima intervención humana, por “maquinas” dotadas de
algoritmos trabajando sobre la base de los “big data”.
Centenares
de satélites artificiales compiten con nuestra Luna y algunos se alejan hacia
otros planetas, incluso bastante más allá
de nuestro sistema solar.
En
mis neuronas sigo fiel a mi ideología y sigo emocionándome, pretendiéndome hoy
libertario y agnóstico, pero el pragmatismo, el interés y el utilitarismo guían
la mayoría de mis acciones… contradicción que, literalmente, poco a poco me
mata… junto a mi siempre mayor necesidad de enamorarme, mas ya sin la
posibilidad de amar y ser amado… en suma enamorarme del enamoramiento… para
comprobar que, por lo menos en cuanto a los sentimientos y la emociones, la
edad no hace mella… sentirme todavía vivo.
La
rapiña y el egoísmo constituyen hoy la guía de nuestro actuar.
Nos
consumimos en el consumo… y lo virtual es nuestra realidad.
Los
muertos ya ni se entierran (en ataúdes o ánforas), se colocan bien alineaditos,
de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, en los pequeños nichos de unas grandes
paredes… dejados al olvido.
Demasiados
hijos saben que sus padres tuvieron una mejor vida que la suya y el temor y la
desesperanza son su presente y su futuro.
La
tecnología invade nuestro mundo y sin embargo el trabajo es cada día más
enajenante. Hoy el trabajador es intimado no solo vender su fuerza de trabajo…
sino también a construirse responsable y orgullosamente a sí mismo en su labor…
supuestamente para alcanzar la felicidad que le proporcionara el binomio
productor/consumidor… fuente de su verdadera libertad en tanto que sujeto
(cuando en realidad no es más que un objeto prisionero del engranaje de las
relaciones de dominación.)
Sigue
habiendo quienes mandan y quienes obedecen…quienes siguen teniendo todo (cada
día menos numerosos) y quienes carecen de lo más elemental (cada día en numero
mas cuantioso)… lo cual sigue siendo el basamento y mortero de una pretendida
comunidad que no es más que el “aparentemente informal” agregado de electrones
que se pretenden libres… y lo seguirá siendo ad eternum.
La
lucha de clases se sigue dando (es un hecho que existe desde los principios de
la humanidad para perdurar hasta el fin de los tiempos,)… pero hoy en día aparentemente sin actores…
invisible… porque antes de que suene la campana que da inicio al combate uno de
los contendientes ya gano por knockout y el otro tendido de antemano en la lona
no se atreve a levantarse para dar la batalla… sabedor de que si lo hiciera su
adversario lo mandaría de nuevo a la lona… pero dejándolo inconsciente para
siempre… quizás muerto.
Mañana
habré dejado de existir (si es que algún día existí)… de vivir (seria mucho mas
conforme a la realidad de mi ausencia al mundo).
Si
bien he sido el sujeto (¿objeto?) de mis circunstancias, solo he vivido lo que
me he atrevido a vivir, es decir bien poco.
Como
la inmensa mayoría, casi toda mi vida he sido esencialmente espectador, y muy
pocas y contadas veces actor.
Si
bien le sigo temiendo al como de la muerte, ya no así al cuándo.
Aproximándose
a pasos agigantados la hora en la cual La Parca me llevara a sus aposentos, lo
que más me encabrona de este ineludible último paso, es no poder seguir siendo
espectador del futuro de la humanidad.
¿Qué será del hombre… de lo que durante siglos
fue su cuna y su hogar?
¿Quiénes
seguirán enclaustrados en esta tierra enclaustrada… y quienes por inaprovechables
y superfluos habrán sido expedita y definitivamente expulsados de su seno?
¿Cuales
poderosos habrán podido salir a la conquista del espacio encontrado un nuevo
hogar y una nueva cuna en la cual perpetuarse… y cuales seguirán en esta tierra
arrasada y estéril, arrastrándose como los animales que fueron al principios de
los tiempos y que nuevamente son?
Si
es que el hombre como tal y no un engendro sigue existiendo.
Posdata: Un
cantante/poeta francés… LEO FERRE…
ha expresado muy bien este sentimiento de desvanecimiento, ausencia y perdida,
en una larga diatriba ¿cantada o gritada? titulada IL N’Y A PLUS RIEN (ya no queda nada).
Desgraciadamente,
para quienes no conocen el idioma francés, no he encontrado ninguna traducción al
español de la letra… pero la simple expresión del rostro del cantante ya lo
dice casi todo.