junio 17, 2014

TIEMPO DE MUNDIAL… CIENCIA MÉDICA: UNO, LA HUESUDA: CERO… aunque todos sepamos cual es el marcador final y quien se alza con la victoria.



Como en todo cuento macabro respetuoso de las reglas del género… eran alrededor de las doce horas de la media noche.

El hombre de una cierta edad, digamos así como dos tercios de siglos… había terminado su casi diario ejercicio de  lo que según el consistía en su “masturbación neuronal”.

Fue entonces, al preciso momento de apagar su computadora… que un intenso y repentino dolor le oprimió el pecho, irradiando este hacia el brazo izquierdo.

No había casi duda… un infarto al miocardio… la pinche Huesuda quería llevárselo a su cama.

Traicionera pensó… hacía mucho tiempo que el cuándo de su muerte no le preocupaba, había vivido lo que se había atrevido a vivir (poco en realidad)… en cambio tenia años cavilando sobre el cómo. Ni el diagnostico de un cáncer de próstata lo había asustado. Desde el padecimiento sin consecuencias de un pequeño infarto cerebral, y la subsiguiente “limpieza” de su carótida derecha… el sabia que la Parca se lo llevaría como consecuencia de un “accidente cerebro vascular”. Este era su verdadero temor, la posible invalidez corporal y/o mental… lo había conducido a imaginar todos los escenarios posibles para el suicidio, ya fuese de su propia mano ya fuese asistido por una tercera persona.

Así que no podía dejar este mundo como consecuencia de un infarto al corazón… durante algunos minutos le pidió a la Huesuda que lo dejara en paz, que se fuera por alguien más, que era pésimo amante y no le serviría de gran cosa tenerlo en su cama.

Pero indiferente a su suplica… esta seguía insistiendo en su propósito, cada vez con mayor dolor y malestar.

Entendiendo que no lograría zafarse de sus garras… busco ayuda.

Primero de su cariñosa esposa de toda la vida… después de algún discípulo de Galeno y Ambroise Pare, esto si de preferencia un poco mas versado y actualizado en el arte del cuidado de este órgano cuyos latidos, hasta hace poco tiempo, definían el paso de la vida a la muerte.

Decididamente la Huesuda había pensado en todo… imposible de conseguir una ambulancia… así que fue en su coche que la esposa se dirigió con él a Medica Sur.

Ante el incremento del dolor, el desafortunado héroe de este cuento, decidió no seguir hacia Medica Sur… seguro que no llegaban a tiempo. Un paréntesis… ¿si no le temía a la muerte porque esta prisa y esta angustia, porque este “inexplicable”, irracional apego a la vida?

A cuatro o cinco cuadras de su domicilio hacia poco tiempo que habían abierto un nuevo hospital todo de cristal por fuera… se hace una alta en el camino, se ingresa… resulta que este aparentemente modernísimo hospital es un cascaron vacio… el personal de urgencias no sabe bien a bien como proceder, no hay cardiólogo de guardia.

¡¡Vámonos cuando antes!! 

Mientras tanto, la esposa ha conseguido una ambulancia y contactado el cardiólogo PT, quien nos espera en urgencias de Medica Sur… ultimo obstáculo, el paciente ya en la ambulancia… esta no sale sin haber antes pagado la ¿atención recibida?

En camino o llegando… el infartado pierde el conocimiento y no se acordara de nada de lo sucedido hasta su ingreso… en vida… a la unidad coronaria… por lo que entran al relevo uno o varios comentadores ajenos.

Por lo que dicen “los papeles” (y estos no acostumbran mentir) llego en paro cardiorrespiratorio… le aplicaron el procedimiento de resucitación (masaje cardiaco, desfibrilador)… le colocaron con la mayor celeridad posible un stent en la artera obstruida (el cardiólogo dirá que la principal)… alguien le pide su identidad y fecha de nacimiento… contesta acertadamente… ha vuelto… ni tiempo le ha dado de rememorar su vida y ver la pretendida lucecita… seguro que la Parca habrá hecho un terrible berrinche, cuando pensaba que ya era suyo y se lo arrancaron de las manos.

Por lo pronto, la señora ciencia médica y la pericia de los médicos… le ganaron la partida a la traicionera Huesuda.

En el pequeño cubículo de la unidad coronaria en el cual me instalaron… no hay ni día ni noche, el tiempo no pasa, no transcurre… solo, cuando toso,  el intenso dolor secuela de la reanimación. En una escala del uno al diez, me piden evaluar la intensidad del dolor… contesto que este es subjetivo y no puedo determinarlo… es el tipo de pregunta que siempre me ha encabronado… por carecer de parámetros objetivos.

¿Por suerte? me ha tocado el cubículo 3… cuya puerta deslizante se ha colgado y resulta extremadamente difícil cerrar por lo que queda entreabierta… permitiendo asomarme al espacio donde se concentran enfermeras y médicos. Uno de estos trae unos pants del Real Madrid,… cuando soy un Culé empedernido… el breve dialogo no se prolonga.

Oigo una voz, a la vez suave y chillante, que sin saber porque ni de donde, me es conocida… cuando la distingo la reconozco…es la doctora que por sus ojazos y su peineta he nombrado “La Andaluza”. Su presencia es un bálsamo… quizás hasta me enamore por última vez. El enamoramiento… en estas circunstancias, lo único que realmente hace que la vida sea otra cosa que un corazón que palpita, unos pulmones que respiran y una vejiga que se vacía. Un día llega sin su peineta, los pelos sueltos… ¿tendré la osadía de decirle que ya nos es “mi Andaluza”?... obviamente no.

EL mejor y único momento agradable del día… el baño en la cama… me parece del orden del milagro… y sin saber si lo logro del todo, no puedo no tratar de conversar con la o las enfermeras que me lo proporcionan.

Antes de que se me olvide… un sentido y grandísimo agradecimiento a todas las enfermeras, así como, aunque mas lejano, todo el cuerpo médico (bajo la supervisión de mi apreciado cardiólogo de cabecera el Dr Paris Troyo), que me cuidaron, estando al pendiente de que la Parca no se reapareciera.
 
Persistente traicionera… parece ser que esta quiso hacer de las suyas durante dos noches… sin lograr llevarme a su lado.

En la segunda de estas noches… me sentí muy agitado… y sintiendo su fétido aliento a mi lado… pedí al enfermero de guardia que tuviese a bien colocarme en posición vertical, dotarme de una hoja de papel y un bolígrafo. Pude apreciar una cierta indecisión de su parte, pero ante la insistencia de mi reclamo accedió… en esta hoja me despedí de mi familia… con las palabras propias de toda despedida… solicitándoles de favor abrir en mi computadora el archivo “mis últimas voluntades” y tratar de cumplirlas en la mayor medida posible… a sabiendas de que mis hijos harían hasta lo imposible, mas no así el resto de la familia a quienes con toda seguridad les parecería una “babosada” fuera de lugar… para la muerte y la envoltura corporal del que se ha ido, como para todo lo demás, hay reglas inamovibles que tienen que sujetarse al “debido decoro”.
No sé si lo que hizo el enfermero de guardia es contrario al protocolo… pero le agradezco infinitamente su comprensión y humanidad.

Desde el primer o segundo día, mi cardiólogo PT me informo que tenía otras tres arterias coronarias obstruidas por las cuales solo pasaba un hilito de sangre. Me expuso que en estos casos habían dos escuelas (por lo menos es lo que entendí)… la más antigua que aconsejaba proceder a la colocación de los correspondientes stents en un periodo de veinte a treinta días después de la colocación del que me salvo provisionalmente la vida… y otra, más moderna, que, dependiendo de la recuperación del corazón, pretendía que una espera de dos o tres días era suficiente… anunciándome que en su opinión era recomendable proceder a esta angioplastia a la brevedad posible antes de abandonar la unidad coronaria. Haciendo gala de mi ignorancia le dije que él era el experto y que era su decisión.
Si se me permite abro un nuevo paréntesis  para comentar que hemos entrado en la época en que quienes ejercen la dominación y el poder son “los expertos”… lo cual, exceptuando algunos casos como los del famosísimo doctor nazi Josep Mengele y los partidarios del Transhumanismo, me parece perfectamente legitimo en el campo de la ciencia médica… pero extremadamente peligroso cuando estos “expertos” pretendiendo serlo en política  o en economía dirigen a su antojo los destinos del planeta y quienes en ella habitan.

Esta noche, a mis expensas, justo frente a mi cubículo se dio uno reunión de ocho a diez cardiólogos que debatían (o por lo menos es lo que me pareció… y el parecer es la única verdad) de mi caso y mi próxima angioplastia. No entendía sus argumentos médicos… pero lo que me quedaba claro era que unos se pronunciaban a favor, otros en contra y algunos se refugiaban en la abstención… que sea lo que Dios, o en este caso el Dr PT mande.
A partir de este momento me considere como un conejillo de india.

A medida que se aproximaba el momento de la intervención… era cada vez más obvio que un conjunto de médicos (incluso quizás una que otra enfermera) se preparaban para asistir a la misma.

Llegado el momento de entrar a la sala de angioplastia, me percate que, como en las salas destinadas al interrogatorio de los sospechosos, uno de los costados era constituido por un gran vidrio, sin que yo pudiese distinguir quienes se encontraban del otro lado, pero ellos si pudiendo asistir al espectáculo… del éxito o el fracaso… lo que me hizo decir a algún medico cercano, que esta operación se parecía demasiado a un espectáculo… pensado para mí mismo “Show Time”.

Sedado mas no anestesiado, podía escuchar sonidos y distinguir con bastante claridad los médicos que se encontraban a mí alrededor… pero preferí guardar los ojos cerrados casi a lo largo de toda la operación.

¡¡Terminamos… fue todo un éxito!!  Me pareció que unos querían festejar y otros regresar a sus domicilios o sus acostumbradas actividades.

Al abandonar la sala para mi regreso a la unidad coronaria, vi algunos familiares… sonrientes. Más adelante me comentarían que les habían enseñado un video de la intervención… y que era increíble ver como se “iluminaba” el corazón cuando el stent dejaba fluir la sangre. Una de mis cuñadas, profesora de biología, pedirá el video para enseñárselo a sus alumnos.

Dos o tres días más de recuperación en mi cubículo 3 de la unidad coronaria… y me suben a Cuidados Intermedios donde me quedare otros dos o tres días… antes de emprender el regreso a mi casa.

Me salvaron la vida… regrese al mundo de los vivos… pero ya sin poder degustar las crujientes baguettes, los quesos maduros franceses, los embutidos de toda clase y nacionalidad, el paté, las yemas de huevo con azúcar, las copitas de un buen vino.
Lo que llegado a una cierta edad, constituye uno de los pocos, sino el único, placer de la vida.

Me quedara mi acostumbrada y placentera (a veces incluso gozosa) masturbación neuronal (por lo pronto tengo que terminar el texto “Pourquoi pas demain” que dejare en legado a mis hijos)… pero ya no será lo mismo.

Regrese a casa justo para ver empezar el mundial de futbol… pero ya sé que, sin las botanas y las cubas o el tequilito, esta borrachera futbolera será insípida.

En mi particular partido… se que de momento voy ganándole a “La Faucheuse” (versión francesa de la Huesuda mexicana y la Parca griega)… pero también sé que el final del partido está siempre se alza con la victoria… una vez más, hasta que el árbitro silbe el final del partido, cavilare sobre el cómo.


Posdata que pretende ser de agradecimiento (me disculparan por mi parquedad, pero quienes me conocen saben que no estoy muy versado en este género y sentimiento)
Agradezco a mi cariñosa y tierna esposa Marina, que cuando le era permitido, estuvo en permanente contacto conmigo, alentándome... además de todo lo que representa tener que cuidarme desde la casa (sin duda lo más arduo y difícil.)
Agradezco a mis hijos Xavier (que se vino desde Bielsa) y Emilio (que se vino desde Barcelona) su reconfortante presencia y muestras de cariño.
Agradezco a mi nuera Andrea, que se vino desde Barcelona, a la mayor brevedad posible sin solicitar un permiso especial en su trabajo.
Agradezco a toda la familia mexicana, así como a toda mi familia francesa (geográficamente desde lo lejos, pero sentimentalmente cerca) por su apoyo y muestras de cariño.
Agradezco a todos los familiares y amigos (más de mis hijos o de la familia que propios) que vinieron a visitarme sin poder verme.
Por último un grandísimo agradecimiento a mi pequeña nieta Niaya, que me trajo al hospital un estupendo dibujo, lleno de corazones y amor.


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