Como en todo cuento macabro
respetuoso de las reglas del género… eran alrededor de las doce horas de la
media noche.
El hombre de una cierta
edad, digamos así como dos tercios de siglos… había terminado su casi diario
ejercicio de lo que según el consistía
en su “masturbación neuronal”.
Fue entonces, al
preciso momento de apagar su computadora… que un intenso y repentino dolor le
oprimió el pecho, irradiando este hacia el brazo izquierdo.
No había casi duda… un
infarto al miocardio… la pinche Huesuda quería llevárselo a su cama.
Traicionera pensó…
hacía mucho tiempo que el cuándo de su muerte no le preocupaba, había vivido lo
que se había atrevido a vivir (poco en realidad)… en cambio tenia años
cavilando sobre el cómo. Ni el diagnostico de un cáncer de próstata lo había
asustado. Desde el padecimiento sin consecuencias de un pequeño infarto
cerebral, y la subsiguiente “limpieza” de su carótida derecha… el sabia que la
Parca se lo llevaría como consecuencia de un “accidente cerebro vascular”.
Este era su verdadero temor, la posible invalidez corporal y/o mental… lo había
conducido a imaginar todos los escenarios posibles para el suicidio, ya fuese
de su propia mano ya fuese asistido por una tercera persona.
Así que no podía dejar
este mundo como consecuencia de un infarto al corazón… durante algunos minutos
le pidió a la Huesuda que lo dejara en paz, que se fuera por alguien más, que
era pésimo amante y no le serviría de gran cosa tenerlo en su cama.
Pero indiferente a su
suplica… esta seguía insistiendo en su propósito, cada vez con mayor dolor y
malestar.
Entendiendo que no
lograría zafarse de sus garras… busco ayuda.
Primero de su cariñosa
esposa de toda la vida… después de algún discípulo de Galeno y Ambroise Pare,
esto si de preferencia un poco mas versado y actualizado en el arte del cuidado
de este órgano cuyos latidos, hasta hace poco tiempo, definían el paso de la
vida a la muerte.
Decididamente la Huesuda
había pensado en todo… imposible de conseguir una ambulancia… así que fue en su
coche que la esposa se dirigió con él a Medica Sur.
Ante el incremento del
dolor, el desafortunado héroe de este cuento, decidió no seguir hacia Medica
Sur… seguro que no llegaban a tiempo. Un paréntesis… ¿si no le temía a la
muerte porque esta prisa y esta angustia, porque este “inexplicable”, irracional
apego a la vida?
A cuatro o cinco
cuadras de su domicilio hacia poco tiempo que habían abierto un nuevo hospital todo
de cristal por fuera… se hace una alta en el camino, se ingresa… resulta que
este aparentemente modernísimo hospital es un cascaron vacio… el personal de
urgencias no sabe bien a bien como proceder, no hay cardiólogo de guardia.
¡¡Vámonos cuando antes!!
Mientras tanto, la
esposa ha conseguido una ambulancia y contactado el cardiólogo PT, quien nos
espera en urgencias de Medica Sur… ultimo obstáculo, el paciente ya en la
ambulancia… esta no sale sin haber antes pagado la ¿atención recibida?
En camino o llegando…
el infartado pierde el conocimiento y no se acordara de nada de lo sucedido
hasta su ingreso… en vida… a la unidad coronaria… por lo que entran al relevo
uno o varios comentadores ajenos.
Por lo que dicen “los
papeles” (y estos no acostumbran mentir) llego en paro cardiorrespiratorio… le
aplicaron el procedimiento de resucitación (masaje cardiaco, desfibrilador)… le
colocaron con la mayor celeridad posible un stent en la artera obstruida (el cardiólogo
dirá que la principal)… alguien le pide su identidad y fecha de nacimiento…
contesta acertadamente… ha vuelto… ni tiempo le ha dado de rememorar su vida y
ver la pretendida lucecita… seguro que la Parca habrá hecho un terrible
berrinche, cuando pensaba que ya era suyo y se lo arrancaron de las manos.
Por lo pronto, la
señora ciencia médica y la pericia de los médicos… le ganaron la partida a la
traicionera Huesuda.
En el pequeño cubículo
de la unidad coronaria en el cual me instalaron… no hay ni día ni noche, el
tiempo no pasa, no transcurre… solo, cuando toso, el intenso dolor secuela de la reanimación.
En una escala del uno al diez, me piden evaluar la intensidad del dolor…
contesto que este es subjetivo y no puedo determinarlo… es el tipo de pregunta
que siempre me ha encabronado… por carecer de parámetros objetivos.
¿Por suerte? me ha
tocado el cubículo 3… cuya puerta deslizante se ha colgado y resulta
extremadamente difícil cerrar por lo que queda entreabierta… permitiendo
asomarme al espacio donde se concentran enfermeras y médicos. Uno de estos trae
unos pants del Real Madrid,… cuando soy un Culé empedernido… el breve dialogo
no se prolonga.
Oigo una voz, a la vez
suave y chillante, que sin saber porque ni de donde, me es conocida… cuando la
distingo la reconozco…es la doctora que por sus ojazos y su peineta he nombrado
“La Andaluza”. Su presencia es un bálsamo… quizás hasta me enamore por última
vez. El enamoramiento… en estas circunstancias, lo único que realmente hace que
la vida sea otra cosa que un corazón que palpita, unos pulmones que respiran y
una vejiga que se vacía. Un día llega sin su peineta, los pelos sueltos…
¿tendré la osadía de decirle que ya nos es “mi Andaluza”?... obviamente no.
EL mejor y único
momento agradable del día… el baño en la cama… me parece del orden del milagro…
y sin saber si lo logro del todo, no puedo no tratar de conversar con la o las
enfermeras que me lo proporcionan.
Antes
de que se me olvide… un sentido y grandísimo agradecimiento a todas las
enfermeras, así como, aunque mas lejano, todo el cuerpo médico (bajo la
supervisión de mi apreciado cardiólogo de cabecera el Dr Paris Troyo), que me
cuidaron, estando al pendiente de que la Parca no se reapareciera.
Persistente traicionera…
parece ser que esta quiso hacer de las suyas durante dos noches… sin lograr
llevarme a su lado.
En
la segunda de estas noches… me sentí muy agitado… y sintiendo su fétido aliento
a mi lado… pedí al enfermero de guardia que tuviese a bien colocarme en
posición vertical, dotarme de una hoja de papel y un bolígrafo. Pude apreciar
una cierta indecisión de su parte, pero ante la insistencia de mi reclamo
accedió… en esta hoja me despedí de mi familia… con las palabras propias de
toda despedida… solicitándoles de favor abrir en mi computadora el archivo “mis
últimas voluntades” y tratar de cumplirlas en la mayor medida posible… a
sabiendas de que mis hijos harían hasta lo imposible, mas no así el resto de la
familia a quienes con toda seguridad les parecería una “babosada” fuera de
lugar… para la muerte y la envoltura corporal del que se ha ido, como para todo
lo demás, hay reglas inamovibles que tienen que sujetarse al “debido decoro”.
No
sé si lo que hizo el enfermero de guardia es contrario al protocolo… pero le
agradezco infinitamente su comprensión y humanidad.
Desde
el primer o segundo día, mi cardiólogo PT me informo que tenía otras tres
arterias coronarias obstruidas por las cuales solo pasaba un hilito de sangre.
Me expuso que en estos casos habían dos escuelas (por lo menos es lo que
entendí)… la más antigua que aconsejaba proceder a la colocación de los
correspondientes stents en un periodo de veinte a treinta días después de la
colocación del que me salvo provisionalmente la vida… y otra, más moderna, que,
dependiendo de la recuperación del corazón, pretendía que una espera de dos o
tres días era suficiente… anunciándome que en su opinión era recomendable
proceder a esta angioplastia a la brevedad posible antes de abandonar la unidad
coronaria. Haciendo gala de mi ignorancia le dije que él era el experto y que
era su decisión.
Si
se me permite abro un nuevo paréntesis
para comentar que hemos entrado en la época en que quienes ejercen la
dominación y el poder son “los expertos”… lo cual, exceptuando algunos casos
como los del famosísimo doctor nazi Josep Mengele y los partidarios del
Transhumanismo, me parece perfectamente legitimo en el campo de la ciencia médica…
pero extremadamente peligroso cuando estos “expertos” pretendiendo serlo en
política o en economía dirigen a su
antojo los destinos del planeta y quienes en ella habitan.
Esta
noche, a mis expensas, justo frente a mi cubículo se dio uno reunión de ocho a
diez cardiólogos que debatían (o por lo menos es lo que me pareció… y el
parecer es la única verdad) de mi caso y mi próxima angioplastia. No entendía
sus argumentos médicos… pero lo que me quedaba claro era que unos se
pronunciaban a favor, otros en contra y algunos se refugiaban en la abstención…
que sea lo que Dios, o en este caso el Dr PT mande.
A
partir de este momento me considere como un conejillo de india.
A
medida que se aproximaba el momento de la intervención… era cada vez más obvio
que un conjunto de médicos (incluso quizás una que otra enfermera) se
preparaban para asistir a la misma.
Llegado
el momento de entrar a la sala de angioplastia, me percate que, como en las salas
destinadas al interrogatorio de los sospechosos, uno de los costados era
constituido por un gran vidrio, sin que yo pudiese distinguir quienes se
encontraban del otro lado, pero ellos si pudiendo asistir al espectáculo… del
éxito o el fracaso… lo que me hizo decir a algún medico cercano, que esta
operación se parecía demasiado a un espectáculo… pensado para mí mismo “Show
Time”.
Sedado
mas no anestesiado, podía escuchar sonidos y distinguir con bastante claridad
los médicos que se encontraban a mí alrededor… pero preferí guardar los ojos
cerrados casi a lo largo de toda la operación.
¡¡Terminamos…
fue todo un éxito!! Me pareció que unos
querían festejar y otros regresar a sus domicilios o sus acostumbradas
actividades.
Al
abandonar la sala para mi regreso a la unidad coronaria, vi algunos familiares…
sonrientes. Más adelante me comentarían que les habían enseñado un video de la
intervención… y que era increíble ver como se “iluminaba” el corazón cuando el
stent dejaba fluir la sangre. Una de mis cuñadas, profesora de biología, pedirá
el video para enseñárselo a sus alumnos.
Dos
o tres días más de recuperación en mi cubículo 3 de la unidad coronaria… y me
suben a Cuidados Intermedios donde me quedare otros dos o tres días… antes de
emprender el regreso a mi casa.
Me
salvaron la vida… regrese al mundo de los vivos… pero ya sin poder degustar las
crujientes baguettes, los quesos maduros franceses, los embutidos de toda clase
y nacionalidad, el paté, las yemas de huevo con azúcar, las copitas de un buen
vino.
Lo
que llegado a una cierta edad, constituye uno de los pocos, sino el único, placer
de la vida.
Me
quedara mi acostumbrada y placentera (a veces incluso gozosa) masturbación
neuronal (por lo pronto tengo que terminar el texto “Pourquoi pas demain” que
dejare en legado a mis hijos)… pero ya no será lo mismo.
Regrese
a casa justo para ver empezar el mundial de futbol… pero ya sé que, sin las
botanas y las cubas o el tequilito, esta borrachera futbolera será insípida.
En
mi particular partido… se que de momento voy ganándole a “La Faucheuse”
(versión francesa de la Huesuda mexicana y la Parca griega)… pero también sé
que el final del partido está siempre se alza con la victoria… una vez más,
hasta que el árbitro silbe el final del partido, cavilare sobre el cómo.
Posdata
que pretende ser de agradecimiento (me disculparan por mi parquedad, pero quienes
me conocen saben que no estoy muy versado en este género y sentimiento)
Agradezco
a mi cariñosa y tierna esposa Marina, que cuando le era permitido, estuvo en
permanente contacto conmigo, alentándome... además de todo lo que representa
tener que cuidarme desde la casa (sin duda lo más arduo y difícil.)
Agradezco
a mis hijos Xavier (que se vino desde Bielsa) y Emilio (que se vino desde
Barcelona) su reconfortante presencia y muestras de cariño.
Agradezco
a mi nuera Andrea, que se vino desde Barcelona, a la mayor brevedad posible sin
solicitar un permiso especial en su trabajo.
Agradezco
a toda la familia mexicana, así como a toda mi familia francesa
(geográficamente desde lo lejos, pero sentimentalmente cerca) por su apoyo y
muestras de cariño.
Agradezco
a todos los familiares y amigos (más de mis hijos o de la familia que propios)
que vinieron a visitarme sin poder verme.
Por
último un grandísimo agradecimiento a mi pequeña nieta Niaya, que me trajo al
hospital un estupendo dibujo, lleno de corazones y amor.
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