agosto 11, 2011

De WALL STREET a LONDRES pasando por MADRID




Pienso que todo el mundo puede encontrar la relación que existe entre estas tres fotografías… salvo, como de costumbre, los políticos… y no es que sean ciegos… sino que, como todo el mundo también lo sabe, su campo de visión (de acción) se encuentra limitado por las anteojeras que quienes detentan y ejercen el verdadero poder, les colocan en el momento mismo en que son candidatos a alguna elección de cualquier cargo de representación tramposamente calificada de “popular”.

Hasta en el viejo diario conservador londinense “Daily Telefraph” una de sus cronistas, Mary Riddell, hacia este análisis: “No es una coincidencia si las peores violencias que Londres conoció en varias décadas tienen lugar en un contexto de economía mundial en proceso de desmoronarse… los gobiernos británicos sucesivos se esforzaron por cultivar la pobreza, las desigualdades, y la falta de humanidad que son exacerbados hoy con la crisis financiera… observe a los equipos de rompedores en las calles de nuestras ciudades, y llore para nuestro futuro…la generación perdida se entrena para la guerra. »

Sin embargo, los gobernantes (de igual manera Cameron hoy en Inglaterra que Sarkozy ayer en Francia) piensan que la crisis económica tiene las espaldas demasiadas anchas para explicar actos de vandalismo y pillaje cometidos por “rufianes” (Cameron) o la “escoria” (Sarkozy). No se atreven a decirlo abiertamente, tal como si lo hace toda la extrema derecha europea, pero para ellos la culpa la tienen, en primer lugar los inmigrantes que no quieren integrarse, y en segundo lugar los vagos que no quieren trabajar… por lo que la solución pasa por la implementación de una “política de seguridad”… también conocida como “política Kärcher”. De último momento, en su comparecencia ante la cámara de los Comunes, Cameron no descarta la posibilidad de sacar el ejercito a la calle y restringe la libertad de expresión (controlando las redes sociales) al tiempo que responsabiliza a los padres de los saqueadores por la actividad criminal de sus hijos y prevé la adopción de leyes destinadas a facilitar el trabajo de la policía… lo de siempre, más de lo mismo… quienes, dizque, gobiernan no tienen ninguna responsabilidad en los hechos, las raíces de estos “actos criminales” no son económicas ni políticas sino culturales… y la única solución consiste en menos “consideración” y mas mano dura, mas represión, tanto visible como encubierta.

Quizás los motines de Londres no estén directamente ligados a los últimos episodios de la crisis financiera, que se trate de los sobresaltos de la zona euro o de la degradación de la nota de la deuda americana… pero de lo que si no hay duda es que forman parte del paisaje
social de una Europa ultra liberalizada y pauperizada… cuyos miembros más desprotegidos ya no soportan los continuos electrochoques que les recetan sus médicos de cabecera de turno o los cirujanos que no conocen otra terapia que la de cercenar.
Aquí es dónde la crisis financiera y el pánico actual entran en escena. La crisis financiera, centrada sobre la problemática de la deuda y los equilibrios presupuestarios, incita todos los gobiernos europeos a más austeridad y reducciones de gastos públicos, que recortan y diluyen el modelo de sociedad edificado en la postguerra, conocido como el “Estado de bienestar.”
Políticas recesivas de ajuste, presentadas como inevitables para « calmar los mercados » y poner fin a la ' "esclavitud " de la deuda y del déficit, que son percibidas por una parte creciente de la población como el injusto precio a pagar por los “pobres y sin voz de siempre” para salvar un sistema que, como siempre, premia a los “ricos de siempre” que apuestan en una “economía casino” donde la casa siempre gana… porque resulta que quienes apuestan no solo son jugadores sino también dueños del casino.
Porque evidentemente la casa nunca pierde… en 2008-2009, los ciudadanos de a pie vieron como sus gobiernos salvaban al casino y sus dueños con su dinero (el del Estado, es decir el que este recauda, de preferencia a quienes no disponen de los medios para evadir la contribución porque carecen de cualquier medio de defensa)… y hoy ven como estos mismos gobiernos, que no se atrevieron a implementar las mínimas políticas correctivas que se imponían para restar en alguna medida (por tímida que sea) el poder de quienes juegan en la economía casino, les carga, una vez más, todo el peso del saneamiento de un desastre en el cual no tienen ninguna responsabilidad.

Hasta aquí el background de estos motines (que personalmente prefiero llamar revueltas)… pero porque una “salida” con tanta violencia y no alguna más civilizada, como por ejemplo la de los “indignados” españoles.
Quizás (por no decir seguramente), porque los jóvenes británicos que se amotinan ya se encuentran mas allá de la indignación… se saltaron esta expresión que se puede todavía calificar de política… porque su indignación (si es que la resintieron algún día) ha dejado lugar a la rabia (como la expresaron en 2005 los jóvenes franceses de los barrios periféricos de Paris, los jóvenes griegos hace apenas algunas semanas o los mismos ingleses de Brixton en 1981 o Tottenham en 1985)… y que como dice el antropólogo francés Alain Bertho “estos jóvenes destruyen para imponerse en un sistema que los rechaza… la juventud carece de porvenir, o más bien este mundo no está en posibilidad de proponerles alguno”.
En ausencia de esperanza, en ausencia de proyecto colectivo, en la ausencia de un relato compartido de construcción de un futuro mejor, la rabia y la destrucción actúan como única catarsis posible. Quién no tiene nada que perder, no pierde nada saltándose todas las normas de una sociedad que los mantiene en la orfandad.

¿Por qué tendrían que someterse a las reglas de la convivencia pacífica (supuestamente democrática) y a la autoridad (supuestamente democráticamente) constituida cuando estas les arrebatan su futuro, su vida, negándoles diariamente su existencia, dejándoles solos con su ausencia?  Estas revueltas son las de quienes gritan “paren el tren que aquí me bajo”… o quienes fueron bajados a empellones del mismo… o quienes nunca pudieron subirse en el.

¿Por qué respetarían los bienes (públicos o privados, poco importa, bienes al fin y al cabo) de una sociedad que al tiempo que les dice que lo único que dota de valor una vida es la posesión y el consumo… les impide poseer y consumir… debiendo contentarse de ver en los comerciales de la tele y los aparadores de las tiendas estos objetos (de unos deseos insidiosamente programados y propagados) que otros poseen y compran a carretadas?
Perpetua incitación a una ficticia felicidad que no pueden comprar… y les llena de humillación, frustración, rencor e ira… hasta que, con la muerte de alguno de los suyos a manos de cualquier “guardián del orden” (tan odiado) como detonador, explota toda la rabia contenida… saqueando y destruyendo (de preferencia con las llamas del fuego purificador) lo que les dijeron que “tenia que ser suyo” sin poder hacerlo suyo.

Pero no todo es Londres, muchos de los jóvenes (y los no tan jóvenes) que se han bajado del tren o que han sido bajados del mismo, que manifiestan su rechazo a este sistema que los desprecia e ignora… se indignan y expresan su repudio mediante manifestaciones, marchas, sentadas, gritando todavía civilizadamente “¡aquí estamos, escúchennos, hágannos caso!”
Más vale que quienes pretenden representar a todos los que no tienen voz los oigan y les hagan caso… si no quieren que algún día, hartos de ser ignorados y negados, dejen las pacificas acampadas por medios más violentos y destructivos… al cabo que no se puede hacer una tortilla sin romper huevos… o como decía más elegante y poderosamente el anarquista Buenaventura Durruti a un periodista en el momento más álgido de la revolución española de 1936: Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante.

Iba a concluir con un optimista, “estamos a tiempo, pero hay que darse prisa”… pero no… porque como dijo en estos días el periodista Ramón Lobo en su blog, “debería cambiar el sistema, pero esto es algo más complejo porque el sistema dejó de cotizar en las urnas y pasó a hacerlo en los mercados.”




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