He aquí dos artículos (una crónica y un análisis) publicados los días 3 o 4 de Agosto (no me acuerdo) en el periódico español “PUBLICO”… y que creo… valen la pena ser leídos… como vale la pena hacer un pequeño comentario al final de cada uno de ellos.
Amador Fernández Savater
Os dejo con este relato de mi amiga H. sobre la increíble tarde-noche de ayer en Madrid. El “pueblo unido” contra los que quieren un “espacio sin pueblo”.
[Tercera ley de Newton: a toda acción le sigue siempre una reacción de igual fuerza y sentido contrario]
Madrid, 2 de agosto de 2011.
Por la mañana, la policía nacional y la policía municipal han escoltado a los servicios de limpieza y han desmantelado el punto de información, la cocina y lo poco que quedaba en Sol. Han arrancado hasta las flores.
Por la tarde el mensaje que circulaba por las redes sociales era “vamos de paseo a Sol”.
A las 19:30 leo en el facebook de D. que está de compras por el centro y que ni los trenes ni los metros hacen parada en Sol “por orden gubernamental”. Sol está acordonado. Toda la plaza está cercada por la policía nacional y no se puede entrar. Hay identificaciones y registros. Y algún momento de tensión.
Alrededor de las 20:00, incapaz ya de concentrarme, abandono el maravilloso mundo de la matemática griega, cierro el portátil, y bajo a ver qué pasa.
Compruebo que por Preciados, llena de gente de paseo y de compras, no se puede llegar a Sol. Por Carmen tampoco.
Por la tarde el mensaje que circulaba por las redes sociales era “vamos de paseo a Sol”.
A las 19:30 leo en el facebook de D. que está de compras por el centro y que ni los trenes ni los metros hacen parada en Sol “por orden gubernamental”. Sol está acordonado. Toda la plaza está cercada por la policía nacional y no se puede entrar. Hay identificaciones y registros. Y algún momento de tensión.
Alrededor de las 20:00, incapaz ya de concentrarme, abandono el maravilloso mundo de la matemática griega, cierro el portátil, y bajo a ver qué pasa.
Compruebo que por Preciados, llena de gente de paseo y de compras, no se puede llegar a Sol. Por Carmen tampoco.
La de Sol probablemente sea una de las plazas de Madrid en la que más calles confluyen: Preciados, Carmen, Montera, Sevilla, San Jerónimo, Espoz y Mina, Carretas, Correo, Mayor y Arenal. Y todas están cortadas.
Entre la gente que ha considerado apetecible la invitación a pasear por Sol, los que están de compras, los que pasaban por allí, los turistas, los curiosos y todas las personas que hay en Madrid a pesar de ser agosto, se forma una multitud de los más variopinta que rodea la plaza por todos los frentes.
Se corean consignas ya habituales desde el 15-M, “lo llaman democracia y no lo es, es una dictadura, eso es”, “que no, que no, que no nos representan”. Entre las nuevas consignas oigo frases como “no pasa nada, si no es hoy, será mañana”. Alguno se dirige a los policías: “Cambiad esos caretos, hombre, que no se ha muerto nadie”, “iros a vuestras casas con vuestras familias a ver tele 5″.
Alguien se lamenta de no haber traído confeti. En el otro lado de la plaza, en Carretas, alguien suelta al cielo un montón de globos de colores. La gente de este lado lo celebra aplaudiendo, saltando, agitando la mano y saludando a la otra orilla.
[Me viene a la memoria la película Barrio: "En agosto se está mejor en Madrid".]
Entre la gente que ha considerado apetecible la invitación a pasear por Sol, los que están de compras, los que pasaban por allí, los turistas, los curiosos y todas las personas que hay en Madrid a pesar de ser agosto, se forma una multitud de los más variopinta que rodea la plaza por todos los frentes.
Se corean consignas ya habituales desde el 15-M, “lo llaman democracia y no lo es, es una dictadura, eso es”, “que no, que no, que no nos representan”. Entre las nuevas consignas oigo frases como “no pasa nada, si no es hoy, será mañana”. Alguno se dirige a los policías: “Cambiad esos caretos, hombre, que no se ha muerto nadie”, “iros a vuestras casas con vuestras familias a ver tele 5″.
Alguien se lamenta de no haber traído confeti. En el otro lado de la plaza, en Carretas, alguien suelta al cielo un montón de globos de colores. La gente de este lado lo celebra aplaudiendo, saltando, agitando la mano y saludando a la otra orilla.
[Me viene a la memoria la película Barrio: "En agosto se está mejor en Madrid".]
De repente un tipo grita: “Ciao, ciao, cia, nos vamos a Callao” y todos a una decimos adiós con la mano a la policía, nos giramos y comenzamos a caminar por Carmen y Preciados en sentido contrario cantando “adiós con el corazón”.
El efecto velcro hace que los que están por allí se unan y en Callao ya somos muchos, nos sentamos y nos sentimos como si estuviéramos en Sol. Todos juntos en una plaza. Todos juntos en el ágora.
Circula el mensaje “a las diez en Ópera, pásalo”.
El efecto velcro hace que los que están por allí se unan y en Callao ya somos muchos, nos sentamos y nos sentimos como si estuviéramos en Sol. Todos juntos en una plaza. Todos juntos en el ágora.
Circula el mensaje “a las diez en Ópera, pásalo”.
Se une tanta gente que Callao comienza a desbordarse. Al principio la gente se coloca en las aceras y en las isletas, pero somos tantos que, si bien en ningún momento hay ningún plan, acabamos en la Gran Vïa, ahora ya desbordada por todos los que llegan de Sol, por los que no han podido cruzar la plaza por ninguna de todas las calles cortadas y se han tenido que dar la vuelta.
Las reuniones multitudinarias espontáneas se comportan como el agua: pasan por donde pueden, por donde queda hueco. Y así es como miles de personas abarrotan la carretera de la Gran Vía cantando, aplaudiendo, silbando, coreando, gritando “no nos mires, únete”, levantando los brazos y mostrando las palmas vacías al helicóptero que lleva desde las 6:30 AM sobrevolando el centro de Madrid, en este momento ya a muy baja altura.
Las reuniones multitudinarias espontáneas se comportan como el agua: pasan por donde pueden, por donde queda hueco. Y así es como miles de personas abarrotan la carretera de la Gran Vía cantando, aplaudiendo, silbando, coreando, gritando “no nos mires, únete”, levantando los brazos y mostrando las palmas vacías al helicóptero que lleva desde las 6:30 AM sobrevolando el centro de Madrid, en este momento ya a muy baja altura.
En Gran Vía me encuentro con D y con R. que me cuentan lo que les ha costado reunirse. Uno estaba en Preciados y el otro en Carretas y a ninguno de los dos les dejaban cruzar al otro lado. “No nos mires, únete”, D. no entiende lo que dicen y pregunta qué significa “uve te”. Dice que ha venido en chanclas y no está preparado para tener que salir corriendo. Alegres, bajamos tranquilamente la Gran Vía hasta la confluencia con Alcalá y allí nos paramos todos un momento bajo la estatua de Atenea que corona la azotea del Círculo de Bellas Artes.
Llegamos a Cibeles y por primera vez veo la mastodóntica obra que han erigido de propio para la inminente visita del papa. Es como un enorme y feo costillar metálico que tapa el antiguo edifico de Correos y actual sede del Ayuntamiento. Cuando giramos a la derecha y enfilamos el Paseo del Prado todavía hay mucha gente bajando por la Gran Vïa. Por el megáfono alguien pregunta ¿qué hacemos? Respuesta casi unánime: “Eso, eso, eso, nos vamos al Congreso”. Los que vamos delante llegamos enseguida. Hay pocos policías. Les gritan el ya clásico “que se besen, que se besen”.
Cuando todos los que vienen detrás a un paso más lento aparecen, todo el mundo rompe en aplausos.
Unos le gritan a los nacionales: “hoy sois vosotros los que sois cinco o seis”.
Brevísimo momento de pánico colectivo: los policías ¿empujan las vallas para adelantarlas?, ¿tiran “algo”?, sale humo y un montón de gente echa a correr. Un señor que está hablando por el móvil le dice al que tiene al otro lado “carga policial”, otra una señora se queja “qué hijos de puta, ya han empezado”. La cosa se calma en menos de diez segundos. Una anciana con su perro se lamenta de que la policía no le deja pasar para regreasar a su casa.
Cuando todos los que vienen detrás a un paso más lento aparecen, todo el mundo rompe en aplausos.
Unos le gritan a los nacionales: “hoy sois vosotros los que sois cinco o seis”.
Brevísimo momento de pánico colectivo: los policías ¿empujan las vallas para adelantarlas?, ¿tiran “algo”?, sale humo y un montón de gente echa a correr. Un señor que está hablando por el móvil le dice al que tiene al otro lado “carga policial”, otra una señora se queja “qué hijos de puta, ya han empezado”. La cosa se calma en menos de diez segundos. Una anciana con su perro se lamenta de que la policía no le deja pasar para regreasar a su casa.
D. tiene hambre. Nos invita a cenar, charlamos, nos reímos, les acompaño a Atocha, nos despedimos y yo regreso sola de camino a casa.
Subo por Atocha para girar en Carretas suponiendo que ya se habrá disuelto todo, pero para mi sorpresa Carretas está llena. El acceso a Sol sigue cortado. No se puede entrar a la plaza por ninguna de todas las calles. Todos los acesos siguen cerrados por lecheras y antidisturbios.
La gente les grita “si vosotros no nos dejáis entrar, nosotros no os dejamos salir”.
Doy vueltas, miro, escucho y finalmente me alejo buscando el modo de llegar a mi casa.
Tengo que dar un rodeo enorme. Cortar Sol es cortar todo el centro de Madrid, cortar la circulación de ida y venida de las ¿nueve? calles que confluyen en la plaza.
Me subo a un bolardo y contemplo anonadada el espectáculo: casi a medianoche, la plaza más céntrica de Madrid está vacía, protegida no se sabe muy bien de qué peligros.
Los agentes de los cuerpos de seguridad están rodeando un espacio en el que no hay nadie, no hay edificios en llamas, no hay heridos, no hay peligro, no hay bienes preciadísimos de valor incaculable. No hay nada. La policía está protegiendo la nada.
[Me acuerdo de la cancioncilla de aquel anuncio: "Chimos es, es un agujero, rodeado de buen caramelo"]
La gente les grita “si vosotros no nos dejáis entrar, nosotros no os dejamos salir”.
Doy vueltas, miro, escucho y finalmente me alejo buscando el modo de llegar a mi casa.
Tengo que dar un rodeo enorme. Cortar Sol es cortar todo el centro de Madrid, cortar la circulación de ida y venida de las ¿nueve? calles que confluyen en la plaza.
Me subo a un bolardo y contemplo anonadada el espectáculo: casi a medianoche, la plaza más céntrica de Madrid está vacía, protegida no se sabe muy bien de qué peligros.
Los agentes de los cuerpos de seguridad están rodeando un espacio en el que no hay nadie, no hay edificios en llamas, no hay heridos, no hay peligro, no hay bienes preciadísimos de valor incaculable. No hay nada. La policía está protegiendo la nada.
[Me acuerdo de la cancioncilla de aquel anuncio: "Chimos es, es un agujero, rodeado de buen caramelo"]
Si desde el 15-M Sol se había convertido en un símbolo, lo de esta noche no ha hecho sino reforzar ese carácter simbólico, evidenciarlo, enmarcarlo. Ahora más que nunca Sol es un signo en el sentido de que es algo que remite a otro algo: Sol es una plaza vacía que remite a toda la gente que está fuera de ella, que somos todos: unos por haber dado la orden de inhabilitarla como espacio público y otros por no poder disponer de ese espacio público para pasear por él.
Cuando estábamos en Sol dijeron estábamos ocupando ilegalmente un espacio público, que impedíamos la libre circulación y el comercio y que éramos peligrosos y violentos.
Esta noche los cuerpos de seguridad estatales -cumpliendo órdenes- mantienen esa misma plaza tomada, vallada, cerrada, vacía de personas y llena de armas.
Esta noche los cuerpos de seguridad estatales -cumpliendo órdenes- mantienen esa misma plaza tomada, vallada, cerrada, vacía de personas y llena de armas.
Madrid, 3 agosto. 02:25 AM. El helicóptero sigue atronando.
Precioso relato pleno de vida y poesía… lo que es incapaz de darnos la política cuando esta deja de ser política para tornarse “politiquería”, o sea lucha entre profesionales de la política burocratizada cuyo principal (sino único) fin es asumir pacifica y ordenadamente (que no democráticamente si conocemos el verdadero significado de esta palabra) las “responsabilidades” del ejercicio del poder.
Andrés Perelló
Diputado del PSOE
Diputado del PSOE
Ilustración por Jordi Duró
Caído el Muro de Berlín, y descubierto el gran vacío que se abría en los países de la órbita soviética, la izquierda democrática expresó su satisfacción al ver confirmado que la igualdad sin libertad era insostenible. Pero la derecha, en lugar de satisfacción, mostró su disposición a apedrear con los cascotes del muro a todo lo que, a su juicio, pudiera tener alguna proximidad con los regímenes del Este. Y, por supuesto, el socialismo democrático no era para esa derecha más que una vertiente del comunismo con el que alguna vez tuvo que pactar por temor a las amenazas procedentes del otro lado del muro. Posteriormente cayó otro muro, el de Wall Street. Y otra vez la derecha salió a apedrear con los cascotes, como si los culpables del fracaso del capitalismo especulador fueran los socialistas, en vez de los cachorros de las familias más elitistas del mundo instalados en los consejos de administración de los grandes bancos y corporaciones financieras, ávidos de riqueza rápida y carentes de cualquier escrúpulo a la hora de alcanzarla.
Poderes mediáticos, agencias de calificación, partidos de la derecha, todos ellos en perfecta sintonía no siempre bien disimulada, han logrado ir haciendo retroceder a la izquierda socialdemócrata hasta meterla en una jaula. A ello han colaborado los inventos de las terceras vías, los discursos de imitación del neoliberalismo, las escasas ganas de combatir y la funcionarización de la política a la que nos han conducido algunos líderes socialdemócratas europeos, alejándonos de nuestros aliados naturales en la sociedad que, desencantados, han ido desertando por millones del apoyo electoral al proyecto socialista.
Creer que imitando a la derecha en nuestros comportamientos internos y en algunas de nuestras políticas –supresión de impuestos de patrimonio, condescendencia con jerarquías eclesiásticas, empresariales y financieras, por citar algunas– iba a darnos los mismos rendimientos que a los partidos conservadores era, más que un error notable, una negligencia política propia de novatos.
Cuando un gobierno de izquierdas, por la razón que sea, aplica políticas neoliberales y dice que en esta coyuntura son “las únicas posibles”, los progresistas tienden a pensar que, de ser así, lo mejor es que esas políticas las hagan lo neoliberales, y que, cuando sean posibles las políticas progresistas, ya votarán a la izquierda. No vale ya pedir el voto para “ocupar el poder” si se va a hacer lo mismo que haría un partido de derechas. Hay que apuntar maneras, antes y durante el periodo de gobierno. En la era de la comunicación, las redes sociales, y la transparencia, no se pueden tener modelos de partidos contradictorios con lo que se quiere para la sociedad. Sí importa, y mucho, por ejemplo, cómo funciona la democracia interna en un partido, porque permite configurarse una idea sobre cómo trabajará con la democracia externa, o qué valor tiene la participación de los militantes en la modelación del proyecto político.
Estos temas están en el sustrato de las demandas que amplios sectores sociales, sobre todo jóvenes, plantean en calles y plazas. Muchos ciudadanos no ven con claridad que, con su actual funcionamiento, los partidos políticos puedan serles útiles, sobre todo los de izquierdas, a los que piden más y en los que desde hace muchos años no se produce un debate profundo desde las bases. En esas organizaciones, las tomas de decisión en asuntos vitales se concentran en muy pocas manos. Las asambleas y congresos no pasan mucho más allá de seleccionar liderazgos, unas veces con más fortuna que otras. Las élites dirigentes, y sus equipos de asesores y mercadotecnia, se encargan del resto.
No hay salida posible de la jaula si quienes han de abrir la puerta son los que están fuera, mirándonos desde calles y plazas, y no ven que el rearme ideológico va en serio, que existe el compromiso de encontrar políticas alternativas a las dictadas por los mercados y las derechas europeas, apalancadas en unas instituciones que utilizan para la consecución de sus fines como nunca lo hizo la izquierda socialdemócrata. Habrá que dar muchas evidencias de cambio y compromiso para conseguir la complicidad electoral de quienes hoy están fuera de la jaula.
Democracia participativa, reforma de la Ley Electoral, tasa financiera, dación de la vivienda en pago, rechazo a un Pacto del Euro carente de compromiso social, reparto del trabajo, impuestos al patrimonio y al capital especulativo, transparencia institucional, refuerzo de las libertades religiosas, de expresión, de circulación; defensa de los servicios públicos esenciales: sanidad, educación y servicios sociales; renta básica de ciudadanía, políticas efectivas de igualdad, incremento de becas y medidas de fomento del empleo juvenil, revisión de la política nuclear, lucha contra el cambio climático… Medidas de este tipo han de volver a ser compromisos claros, definidos y defendidos por todos los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, desde la oposición y desde el Gobierno.
Nos corresponde dar ejemplo a quienes hemos decidido ser vanguardia, por militar en partidos políticos, más aún si administramos cargos públicos. Si nuestro destino es convertirnos en ujieres de la política al servicio de los mercados, es mejor que lo dejemos. De lo contrario, nadie abrirá la puerta de la jaula desde fuera para que la izquierda salga, ocupe el poder, transforme lo que queda pendiente y detenga las regresiones, ya demasiadas, a las que las derechas económica, financiera, mediática y política nos han llevado. Quien no esté dispuesto a asumir este reto, haría bien en dar un paso atrás o cambiar de acera. En la de la derecha seguramente encontrará triunfos y éxito.
Poderes mediáticos, agencias de calificación, partidos de la derecha, todos ellos en perfecta sintonía no siempre bien disimulada, han logrado ir haciendo retroceder a la izquierda socialdemócrata hasta meterla en una jaula. A ello han colaborado los inventos de las terceras vías, los discursos de imitación del neoliberalismo, las escasas ganas de combatir y la funcionarización de la política a la que nos han conducido algunos líderes socialdemócratas europeos, alejándonos de nuestros aliados naturales en la sociedad que, desencantados, han ido desertando por millones del apoyo electoral al proyecto socialista.
Creer que imitando a la derecha en nuestros comportamientos internos y en algunas de nuestras políticas –supresión de impuestos de patrimonio, condescendencia con jerarquías eclesiásticas, empresariales y financieras, por citar algunas– iba a darnos los mismos rendimientos que a los partidos conservadores era, más que un error notable, una negligencia política propia de novatos.
Cuando un gobierno de izquierdas, por la razón que sea, aplica políticas neoliberales y dice que en esta coyuntura son “las únicas posibles”, los progresistas tienden a pensar que, de ser así, lo mejor es que esas políticas las hagan lo neoliberales, y que, cuando sean posibles las políticas progresistas, ya votarán a la izquierda. No vale ya pedir el voto para “ocupar el poder” si se va a hacer lo mismo que haría un partido de derechas. Hay que apuntar maneras, antes y durante el periodo de gobierno. En la era de la comunicación, las redes sociales, y la transparencia, no se pueden tener modelos de partidos contradictorios con lo que se quiere para la sociedad. Sí importa, y mucho, por ejemplo, cómo funciona la democracia interna en un partido, porque permite configurarse una idea sobre cómo trabajará con la democracia externa, o qué valor tiene la participación de los militantes en la modelación del proyecto político.
Estos temas están en el sustrato de las demandas que amplios sectores sociales, sobre todo jóvenes, plantean en calles y plazas. Muchos ciudadanos no ven con claridad que, con su actual funcionamiento, los partidos políticos puedan serles útiles, sobre todo los de izquierdas, a los que piden más y en los que desde hace muchos años no se produce un debate profundo desde las bases. En esas organizaciones, las tomas de decisión en asuntos vitales se concentran en muy pocas manos. Las asambleas y congresos no pasan mucho más allá de seleccionar liderazgos, unas veces con más fortuna que otras. Las élites dirigentes, y sus equipos de asesores y mercadotecnia, se encargan del resto.
No hay salida posible de la jaula si quienes han de abrir la puerta son los que están fuera, mirándonos desde calles y plazas, y no ven que el rearme ideológico va en serio, que existe el compromiso de encontrar políticas alternativas a las dictadas por los mercados y las derechas europeas, apalancadas en unas instituciones que utilizan para la consecución de sus fines como nunca lo hizo la izquierda socialdemócrata. Habrá que dar muchas evidencias de cambio y compromiso para conseguir la complicidad electoral de quienes hoy están fuera de la jaula.
Democracia participativa, reforma de la Ley Electoral, tasa financiera, dación de la vivienda en pago, rechazo a un Pacto del Euro carente de compromiso social, reparto del trabajo, impuestos al patrimonio y al capital especulativo, transparencia institucional, refuerzo de las libertades religiosas, de expresión, de circulación; defensa de los servicios públicos esenciales: sanidad, educación y servicios sociales; renta básica de ciudadanía, políticas efectivas de igualdad, incremento de becas y medidas de fomento del empleo juvenil, revisión de la política nuclear, lucha contra el cambio climático… Medidas de este tipo han de volver a ser compromisos claros, definidos y defendidos por todos los partidos socialistas y socialdemócratas europeos, desde la oposición y desde el Gobierno.
Nos corresponde dar ejemplo a quienes hemos decidido ser vanguardia, por militar en partidos políticos, más aún si administramos cargos públicos. Si nuestro destino es convertirnos en ujieres de la política al servicio de los mercados, es mejor que lo dejemos. De lo contrario, nadie abrirá la puerta de la jaula desde fuera para que la izquierda salga, ocupe el poder, transforme lo que queda pendiente y detenga las regresiones, ya demasiadas, a las que las derechas económica, financiera, mediática y política nos han llevado. Quien no esté dispuesto a asumir este reto, haría bien en dar un paso atrás o cambiar de acera. En la de la derecha seguramente encontrará triunfos y éxito.
Me parece sensacional que un diputado del PSOE sea el autor del mismo... me pregunto si renunciara al PSOE para ir al PP o a Izquierda Unida... si renunciara a su diputación para acompañar a algún colectivo próximo a la "sensibilidad" de "Democracia real Ya"... o si (lo cual creo ser lo más factible y probable) después de esta "masturbación neuronal" (que personalmente practico a diario) seguirá con su "actuar político" de todos los días.
¡Que difícil resulta acordar su "actuar" con su "ideología"!
Personalmente, pretendiendo tener una formación política de corte anarquista y una sensibilidad libertaria... a lo largo de muchos años y como parte de mi trabajo he procedido en varias ocasiones al despido de varias decenas de trabajadores… y diariamente a su sumisión al orden y su explotación.
Personalmente, pretendiendo tener una formación política de corte anarquista y una sensibilidad libertaria... a lo largo de muchos años y como parte de mi trabajo he procedido en varias ocasiones al despido de varias decenas de trabajadores… y diariamente a su sumisión al orden y su explotación.
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