Para mis amigos del PSOE… quienes deben estar pasando las de Caín.
La reforma a la Constitución española (negociada en solitario y a oscuras por el PP y el PSOE) que pretende fijar y garantizar un límite al déficit y por lo tanto al gasto público, es el medio más eficiente para darle la puntilla al “Estado de bienestar” (porque recursos siempre los ha habido y los seguirá habiendo, la cuestión es a que se dedican, a que gastos se destinan… y todos sabemos que cuando de austeridad y sacrificio se trata, siempre se piensa en reducir el gasto social antes que cualquier otro, principalmente los mas imprescindibles para la población y el futuro del país, como la salud y la educación, nunca se recorta el gasto destinado a la eufemística seguridad y/o al dispendioso y perfectamente inutil gasto militar disfrazado de defensa nacional)… pero el colmo es que (como siempre) esta reforma la hagan, en contubernio, las elites profesionales de la política sin, siquiera, consultar al pueblo (los sumisos gobernados de toda la vida)… cuando se supone que la democracia representativa (ni hablemos de una democracia más participativa) es el sistema mediante el cual el pueblo (la suma de todos y cada uno de los “Juan Pueblo”) se da unos gobernantes (dirigentes) para que estos gobiernen (administren) en su nombre y representación (por lo tanto respetando una voluntad general… que en la práctica no tiene medio alguno para expresarse, si no es a través de unos sondeos de opinión, que idean y realizan los mismos profesionales de la política, obviamente en función de sus intereses que son los de quienes detentan el real poder, siendo las elecciones una mera formalización de las relaciones de fuerza existentes en una determinada comunidad… donde mandan quienes disponen del mayor poder que no es más que la capacidad para imponer a los demás sus visiones y decisiones traduciéndolas en acciones que retroalimentan y consolidan esta misma dominación). Hace tiempo que todos los políticos “responsables” que velan por los intereses de (en este caso) España han olvidado la diferencia que existe entre “mandatarios” y “mandantes”... atribuyéndose la facultad de gobernar en nombre de sus mandantes sin siquiera la necesidad de rendirles cuentas de su actuar… hasta las siguientes elecciones donde competirán los mismos con diferentes antifaces.
Es que se trata de una imprescindible obligación impuesta por los mercados (sus actores como sus representantes y las instituciones capturadas por este y a su servicio), sin la cual se desmoronara la economía… no tenemos margen alguno de maniobra… o nos doblegamos o se nos viene la noche.
Quizás… pero, a unas cuantas semanas de las próximas elecciones generales, en las cuales todos saben (sabemos) que el PP ganara de calle (con una gran posibilidad de alcanzar la mayoría absoluta)… ¿por qué tenderle la cama al enemigo?… no solo tendérsela, sino calentársela, hacérsela la más confortable posible… asumir nosotros (aquí tomo provisionalmente prestado el papel de miembro del PSOE, siendo que no lo soy, considerándome, eso sí, de una izquierda libertaria) la autoría (compartida pero a iniciativa nuestra) y los costos de medidas contrarias a nuestro ideario (al no ser que nos lo hayan cambiado sin avisarnos) que ellos si (como buenos representantes que son de la derecha… más conservadora… remanente y resquicio del franquismo) en su momento tomaran con orgullo, gusto, e incluso una pizca de gozo.
Es que mientras estemos gobernando (que no es lo mismo que estar en el poder) tenemos la obligación ética de ser responsables, y procurar lo mejor (o lo menos mal) para España… y si las reglas del juego son estas, pues con estas tenemos que jugar. ¿Desde cuándo lo mejor para España (queriendo entender para los españoles) se identifica con lo mejor para el mercado cuando este, (tal Saturno devorando a sus propios hijos) impone mas y mas sacrifico, mas y mas austeridad al común de los españoles, para el mas gran beneficio de quienes si personifican (proveen de sustancia carnal) esta falacia abstracción del mercado?
No soy economista, pero en estos últimos días, mucho que si pretenden serlo, han puesto en duda la “eficacia” de esta medida (incluir en la Constitución la obligación de respetar un determinado limite al déficit y por ende el gasto publico) para, a mediano y largo plazo, asegurar el bienestar de la población en general (abatir el desempleo, incrementar el poder adquisitivo, en general acrecentar la calidad de vida) sino todo lo contrario… como tampoco y ni siquiera, a corto plazo, asegurar la tranquilidad de los mercados y poner un freno a su voracidad (lo cual es por definición extranjero a su esencia misma que es la obtención de la máxima utilidad posible, mediante procederes impropios de la economía productiva y de preferencia especulativos). Si es que la finalidad de la conducción de la economía de una entidad estatal (u otra) es la de proveer a la mayor calidad de vida posible (mínimamente en lo que a la procuración y disfrute de los bienes materiales se refiere)… porqué si no es así… ¡que nos lo digan de una vez! … y entonces actuaremos en consecuencia.
Mientras no se nos asegure lo contrario, y un partido político se declare “Socialista” (lo de “Obrero” ya no tiene sentido alguno), es inadmisible que este traicione sus valores y sus ideales… porque, temeroso del poder de las “fuerzas del mercado”, prefiere complacerlas adelantándose a sus deseos y designios, antes que respetar la lealtad que lo obliga con quienes, creyendo en estos valores e ideales, le aportan los votos necesarios para que haga todo lo que esté en su poder, para hacerlos realidad.
Sabíamos, desde tiempo atrás, que la economía no tenía por finalidad, en lo que a ella le corresponde, procurar la felicidad del hombre… intuíamos que la “política profesional y/o burocrática” tampoco tenía por fin contribuir, en la medida de sus posibilidades, a la felicidad del hombre… menos todavía tratándose de unos partidos pretendidamente de izquierda… hoy lo sabemos…. cada día que pasa estos se encargan de hacérnoslo saber, demostrárnoslo.Quizás, el poder que tengan de hacer realidad una política de izquierda que contribuya a la felicidad de todo hombre sea muy poco… y ahí radique su debilidad... y su inutilidad… por lo menos para tal fin.
Por lo que ¿quizás? sea un error la pretensión a ejercer las responsabilidades del ejercicio de un poder del cual se carece… generando desengaño y frustración entre quienes todavía lo creen posible. Quizás los partidos “tradicionales” autonombrados como de izquierda, deban renunciar a la lucha electoral por alcanzar el espejismo de un evanescente poder… y dedicarse mejor a una política de confrontación radical (en el sentido primario de ir a la raíz de las manifestaciones y las causas de la “mala vida” y no forzosamente en el sentido de recurrir a la violencia) con el sistema que nos impide, siquiera intentar, hacer realidad nuestros sueños. Una lucha frontal, sobre todos los terrenos y por todos los medios, contra las realidades impuestas, por la elaboración y propagación de la nueva “visión del mundo”, la auto construcción de la organización y los instrumentos que permitan el avance de esta lucha… en otras palabras… el abandono de la lucha por el poder… sustituida por la simultanea construcción de una alternativa y un movimiento… obviamente por definir.
Claro que para esto hay que estar dispuesto a renunciar a los beneficios que, como miembro de la elite gobernante (o por lo menos esto nos hacen creer y creemos) nos provee el sistema, con tal de que sigamos en el juego y lo avalemos.
Hace poco, en un ensayo sobre G.A. Cohen y John Rawls (pensadores norteamericanos “especialistas” de los temas ligados a “la justicia”), el "filosofo político" francés Jean Fabien Spitz escribió: “¿Debemos renunciar a defender la igualdad, con el pretexto de que es irrealizable? En la medida en que confunde lo que es justo con lo que es posible, grande es para la izquierda la tentación de hacerlo. Para pretender inspirar la acción y el deseo de transformar, la reflexión política no debe ni puede renunciar al ideal o a la utopía.”
Me permito completar este enunciado, especificando… no solo la reflexión política sino también la acción política.