El 15 de
septiembre pasado subí a este blog una entrada titulada EL CHOQUE DE TRENES, en
referencia al grave “conflicto” entre el gobierno español y el de la
Generalidad de Catalunya, a raíz de la decisión tomada por el gobierno catalán de
organizar un referéndum, el día 1 de octubre, preguntando a los ciudadanos
catalanes: VOLEU QUE CATALUNYA SIGUI UN ESTAT INDEPENDENT EN FORMA DE
REPUBLICA? ¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de
república?
Lo cual
implicaba la declaración de independencia de Catalunya en caso de victoria del
SI. Posibilidad, obviamente inaceptable para el poder central. Mas si tomamos
en consideración que este se encuentra en las manos del Partido Popular. Partido
que cobija en su seno los herederos de facto del franquismo y representa los
intereses de la élite económica.
Desde esta
fecha, no hay día en que el encontronazo entre el gobierno central, apoyado por
el poder económico y mediático (la campaña montada por el periódico El País es simplemente asquerosa), con la judicatura por delante, y el gobierno catalán
apoyado por unas vigorosas organizaciones civiles independentistas, escale de
manera cada vez más peligrosa y violenta, si bien esta violencia es, de
momento, solo declarativa.
¿Que pasara
el día primero de octubre, cuando los votantes se presenten en los centros de votación,
resguardados por la guardia civil y las fuerzas policíacas antimotines, para
impedirles depositar su papeleta en la urna?
Los dos trenes
colisionaran… quizás con heridos… e incluso uno que otro muerto.
Lo cual,
estoy convencido, es lo que quiere el gobierno central que suceda, para
implementar así el artículo 155 de la Constitución española, que lo habilita
para declarar nula la autonomía catalana y disolver los gobierno y parlamento
catalanes.
Ante tal
hecho ¿cómo reaccionaran las fuerzas políticas, organizaciones civiles y
ciudadanos catalanes independentistas?
Ante tan
negro panorama, posiblemente teñido de sangre, me pareció, más que pertinente, necesario,
retranscribir un artículo aparecido hoy 27 de septiembre en el periódico digital
PUBLICO.
Ahí les va:
Guerracivilismo en Catalunya; o ganar en las urnas lo que se
perdió en la guerra.
Javier de Rivera
Profesor coordinador del Máster
CCCD, miembro del grupo de investigación Cibersomosaguas y editor en
Teknokultura
“Los independentistas quieren
ganar en las urnas lo que perdieron en la guerra civil”. Con esta frase
cerraban una noticia sobre el referéndum catalán en una cadena privada de
ámbito nacional. Es una de esas frases de cierre que se te quedan resonando en
la cabeza durante los segundos de silencio que pasan hasta que entra la
siguiente noticia. Posiblemente, el redactor de turno pensaría que era un
cierre elocuente e ingenioso, pero yo creo que su significado es profundamente
turbador, y lo que es peor, que resume bastante bien un tipo de opinión sobre
esta cuestión.
La frase es una paráfrasis, o
cita modificada, del famoso “quieren ganar en las calles lo que perdieron en
las urnas” con el que los políticos de derechas critican las movilizaciones de
izquierdas. En este caso, el argumento es que los descontentos intentan
imponerse a través de la protesta sobre la “mayoría silenciosa” que pacífica y
democráticamente expresó su voluntad en las urnas. Se critica así la falta de
legitimidad de la protesta social en una democracia donde la gente puede votar.
Este argumento no tiene en cuenta
que se puede obtener mayoría absoluta con tan solo un tercio del electorado y
que casi el 30% de la población no vota por lo que resulta un poco engañoso.
Aunque hay que reconocer que algo de razón tiene: es más fácil protestar por
una mala solución a un problema que hacerse cargo de solucionarlo, y si la
izquierda y la clase obrera quiere mejorar su situación podría empezar por
mejorar el funcionamiento de sus partidos y ganar las elecciones.
Sin embargo, el problema viene de
lejos: las posiciones de izquierda tienen más problemas para representarse
políticamente que las de derechas. Históricamente, las izquierdas se fragmentan
y se pierden en debates internos, mientras que las derechas se concentran con
mayor facilidad. La explicación tiene que ver con la lógica detrás de cada
tendencia: los valores conservadores se refuerzan en el liderazgo fuerte, el
respeto a la autoridad y la conformidad con las reglas impuestas; mientras que los
progresistas tienden a cuestionar la autoridad, desconfían del liderazgo
carismático, rechazan lo impuesto y no se pueden contener en discutir quien es
más de izquierdas. Por eso existe un problema de agregación del voto en la
izquierda, ante el que tampoco faltan propuestas para aceptar liderazgos
fuertes y posiciones conformistas, e incluso autoritarias, con lo que se
erosiona su identidad crítica, derivando hacia el centro; pero ese es un
problema diferente al que nos ocupa.
La frase inquietante del cierre
de la noticia nos recuerda a esta crítica a la movilización social porque
mantiene el mismo tono, pero invierte los términos. La estructura de la frase
indica que alguien quiere lograr de forma ilegítima lo que perdió de forma
legítima. En el original lo legítimo es el voto y lo ilegítimo la protesta. En
ésta, lo ilegítimo son las urnas y lo legítimo resultado de la guerra civil.
En definitiva, esta frase—aunque
quizás fuera pensada como una inocente ocurrencia—sostiene la idea de que la
violencia puede imponer un estado de las cosas que debe ser respetado. Contra
ella, deberíamos sostener que todo lo que se logra por la imposición de la
violencia es ilegítimo y que sus resultados deben ser reparados. Más bien, lo
que buscan los catalanes que quieren votar (independentistas o no) es reparar
con las urnas el daño que se les hizo en la guerra civil y la dictadura. La
convocatoria de un referéndum es el único modo de recuperar la dignidad que se
les quitó desde la violencia, ya fuera la ejercida por los generales de Franco
o por los dictadores antes conocidos como reyes, como Fernando VI.
En otras palabras, la única forma
de legitimar tanto la permanencia de Cataluña en España como su independencia
pasa por la convocatoria de un referéndum. Si ya se hubiera convocado, lo más
probable es que hubiera ganado el NO y los independentistas tendrían que
aceptar estar en España contra su voluntad. Pero la derecha tiene sus propios
motivos para oponerse: la unidad de España les resulta tan sagrada como el
derecho divino de la monarquía. Esta es, a todas luces, una postura retrógrada,
autoritaria y antidemocrática. En democracia solo es legítimo lo que se logra
por medio del voto. Es un sistema imperfecto que puede llegar a legitimar
abusos y grandes errores, pero es lo mejor a lo que hemos podido llegar. La
democracia es una forma de exorcizar la violencia, de expulsarla—aunque sea de
forma precaria—de los medios legítimos para lograr nuestros objetivos. Votamos
para evitar pegarnos a ver quién tiene razón.
“La revolución es la paz, la
reacción es la guerra”, es el tema de un libro de Pi i Margall, un político de
la I República que abogaba por la República Federal. Este modelo podría
habernos permitido construir un país más progresista e inclusivo, pero nadie se
atrevió a seguir por esa línea. Pi i Margall era un idealista, en todo el
sentido de la palabra, era un hegeliano de izquierdas que creía en el progreso
social conforme a los ideales de justicia, igualdad y libertad. La revolución
es la paz porque expresa el deseo de los pueblos a realizar estos ideales, a
materializarlos para mejorar su situación vital. La reacción es la guerra,
porque es la respuesta violenta de quienes tienen el poder ante la posibilidad
de perderlo. Quien se beneficia de una situación injusta solo puede defenderla
desde la violencia y la manipulación ideológica, que es otra forma de
violencia.
Todo nacionalismo—empezando por
el español—tiene componentes conservadores y reaccionarios, y el
independentismo catalán no está libre de ellos. Sin embargo, eso no es excusa
para cuestionar el derecho de un pueblo a votar sobre su destino y decidir
democráticamente sobre su condición nacional. Los territorios pertenecen a
quienes los habitan, no a quienes sienten que son suyos, aunque nunca hayan
vivido en ellos, ya sea por la fuerza de la tradición o por la gracia de Dios.
Por eso, cuando existe una reclamación multitudinaria para realizar un
referéndum de autodeterminación, éste debe realizarse, porque nada es más
legítimo que el derecho de un pueblo a decidir su destino.
Hoy, por la importancia y pertinencia de su análisis,
agrego a esta entrada, el siguiente articulo:
La necesaria movilización de las fuerzas democráticas frente
a los herederos del franquismo
Vicenç Navarro
El coste de la desmemoria
histórica
La escasa recuperación de la
Memoria Histórica en los círculos políticos, mediáticos e incluso académicos españoles
explica que no se haya corregido la tergiversada historia de este país,
tergiversación que continúa dominando el relato del pasado y del presente. No
hay plena conciencia ni hay pleno reconocimiento, por ejemplo, de que la Guerra
Civil fue un golpe militar contra un sistema democrático gobernado por unas
fuerzas políticas promotoras de reformas urgentes y necesarias que estaban
afectando los intereses de las clases privilegiadas y dominantes que, siendo
una minoría de la población, necesitaron de una enorme y cruel represión frente
a la mayoría de la población, que eran las clases populares. De no ser por la
enorme resistencia popular en la mayor parte de los territorios españoles,
aquel golpe militar se hubiera impuesto en cuestión de dos o tres meses. Pero a
pesar de la ayuda de las tropas nazis alemanas y fascistas italianas, y de la
escasa ayuda militar que el gobierno republicano recibió de los supuestamente
democráticos gobiernos occidentales (temerosos estos de que las reformas
altamente populares del Frente Popular contaminaran a sus propias clases
populares), no pudieron conseguir someter a la mayoría de la población hasta
tres años más tarde, estableciendo uno de los regímenes más represivos, crueles
y terroristas (es decir, que el terror era una política del Estado) que hayan
existido en Europa durante el siglo XX. Nunca hay que olvidar que por cada
asesinato que cometió Mussolini, el régimen de Franco cometió diez mil.
La Guerra Civil fue una lucha
de clases. Pero también fue una lucha de dos visiones de lo que es España
No hay duda de que la Guerra
Civil fue una lucha de clases, de las oligarquías y de las burguesías en contra
de la clase trabajadora de los distintos pueblos y naciones de España. Los
vencedores de aquella lucha de clases establecieron el Estado dictatorial, y,
cuarenta años más tarde, fueron las fuerzas dominantes en la transición de la
dictadura a la democracia, definida erróneamente como modélica. Y digo
erróneamente porque el desequilibrio de fuerzas en aquel proceso fue tan grande
a favor de los vencedores de la Guerra Civil y en contra de los vencidos (las
izquierdas que lideraban las fuerzas democráticas) que era imposible que el
resultado de aquella transición fuera modélico. Su producto, la democracia
española, era y continúa siendo enormemente limitada y el Estado del Bienestar
fue y continúa siendo muy insuficiente. Los datos que avalan tal observación
están ahí para el que quiera verlos. Los muestro en mis libros (ver Bienestar
insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país.
Anagrama, 2002; y El subdesarrollo social de España: causas y consecuencias.
Anagrama, 2006).
Ahora bien, hay otra parte de la
desmemoria histórica que está incluso más ocultada. Es poco conocido hoy en
España que además de la lucha de clases que apareció en la mayoría de los
pueblos y naciones de España, hubo otra lucha que se sintió con especial
énfasis en las naciones “periféricas”, como Catalunya y el País Vasco (y
también en Galicia). La represión en contra de la cultura e identidad nacional
en Catalunya fue una característica de aquel golpe militar y del régimen que
estableció. Puedo dar constancia de ello, como catalán que soy. No soy muy dado
a referirme a experiencias personales, pero me permito hacer una excepción en
este artículo en mi intento de explicar una dimensión poco conocida del pasado
de nuestro país a mis amigos al sur del Ebro, a quien está dirigido
predominantemente este artículo. Cuando yo era un niño, alrededor de los 10-11
años, un gris (la policía franquista) en Barcelona se molestó por dirigirme a
él, en la calle, en catalán –mi lengua materna- diciéndome “no hables como un
perro, habla como un cristiano”. Recuerdo bien la frase, a la que respondí
escupiéndole en la cara. Además de la paliza y el bofetón que me dio, me llevó
al cuartelillo de la policía, desde donde llamaron a mis padres, maestros
republicanos que fueron brutalmente represaliados por su apoyo a las reformas
educativas de la República y a la Generalitat de Catalunya (ver Una breve
historia personal de nuestro país. biografía de Vicenç Navarro, en
www.vnavarro.org). Mi padre me acarició la cabeza, y hablando para sí mismo
dijo “Tan jove, ja” (tan joven, ya), y mi madre, delante de los grises, me dio
uno de los besos más grandes y más políticos que una madre haya dado a su hijo
en Catalunya, mostrando lo enormemente orgullosa que estaba de mí.
En muchas partes de España parece
no conocerse que siempre ha habido en Catalunya un sentimiento de identidad que
no tiene por qué ser excluyente o insolidario. Es cierto que este sentimiento
puede lamentablemente traducirse en un nacionalismo excluyente. Así pasó con
Jordi Pujol, el mayor punto de referencia político del nacionalismo catalanista
conservador, cuando escribía que los “inmigrantes” murcianos y andaluces que
venía a trabajar a Catalunya (a los que la burguesía catalana y los
nacionalistas pujolianos llamaban “charnegos”) tenían una capacidad intelectual
inferior a la de los catalanes. Ahora bien, siempre hubo otro sentimiento identitario
solidario característico de las izquierdas catalanas, opuesto al anterior. En
el mismo periodo que Jordi Pujol promovía aquel nacionalismo, yo escogí ser
médico de los “charnegos” en el barrio más pobre de Barcelona, el Somorrostro.
La resistencia antifascista que se había infiltrado en el sindicato fascista,
el SEU, fundó el SUT (el Servicio Universitario del Trabajo), que había
establecido el único centro sanitario en aquel barrio y cuyos habitantes
representaban la clase trabajadora venida de otras parte de España que estaba
construyendo el país y luchando, muchos de ellos, en la resistencia
antifascista. Las izquierdas catalanas siempre vimos que la lucha social y la
lucha por la recuperación de la identidad catalana estaban unidas, pues la causa
de su opresión era la misma: el Estado fascista. Y esta diversidad de
identidades regionales y nacionales era la riqueza del país. Nuestro deseo era
que tal diversidad quedara reflejada en la configuración del Estado cuando se
estableciera la democracia.
La España plurinacional fue
siempre la visión preferente dentro de las izquierdas catalanas y españolas
La tergiversada historia de
España, heredada de la dictadura, ha ocultado que siempre ha habido dos
versiones de España. Una, la uninacional, de las derechas españolas, cuya
máxima expresión se dio durante el fascismo. Esta visión de España es la visión
de los vencedores de la Guerra Civil. Pero la de los vencidos era la visión
plurinacional y pluri-identitaria, característica de las izquierdas. No se conoce
en España que tanto el PSOE como el PCE, durante la resistencia antifascista,
tenían en su programa el reconocimiento de dicha plurinacionalidad, garantizada
por el derecho de decisión o autodeterminación, que aseguraba que la deseada
unión de España estuviera basada en la voluntad de las distintas regiones y
naciones de España, en lugar de estar unidas por la fuerza, tal como exige la
actual Constitución Española, que asigna nada menos que al Ejercito la función
de asegurar tal unión (cláusula impuesta por el Monarca y el Ejército en el
redactado de la Constitución). En esta última versión, la uninacional, se
consideraba a la visión plurinacional como la anti-España, siendo brutalmente
reprimida por el régimen dictatorial, y todavía ocultada o discriminada durante
el régimen del 78 iniciado en la inmodélica transición, como resultado de la
pervivencia de la cultura franquista, todavía muy extendida en los aparatos del
Estado español, incluyendo su judicatura y sus órganos de seguridad.
La represión fascista contra
los que la dictadura definió como rojos y separatistas
La mayor represión fruto del
golpe militar fascista y del régimen que le siguió fue dirigida a los que
fueron definidos como rojos y separatistas, categorías que incluían en
Catalunya a aquellas personas que habían luchado por una España justa, libre y
democrática (a las que definían como rojos), y a aquellas personas que luchaban
por una España plurinacional (a las que definían como separatistas). Y lo peor
de esta represión era que a uno se le definiera como rojo y separatista, como
lo fue gran parte de mi familia, incluyendo mi padre, al que se le supuso
separatista por haber sido secretario de la Asociación en Defensa de la
República Catalana en la Federación Española. Mi padre era federalista, no
secesionista. Y amaba profundamente a España y a Catalunya. Era valenciano de
origen y maestro ilusionado, junto con mi madre, también maestra ilusionada,
con las reformas docentes realizadas por la Generalitat de Catalunya y por la
II República. Que los considerasen a ellos, mis padres (y mis tíos y tías que
tuvieron que dejar España y más tarde luchar contra el nazismo en la Francia
ocupada) como anti-España, es absurdo y ofensivo en extremo, pues lucharon y
dieron lo mejor de su vida por otra España diferente a la España monárquica
borbónica, centrada en la capital del Reino, Madrid (que no tenía nada que ver
con el Madrid popular), radial, jerárquica, corrupta e injusta. Su España era
republicana, democrática, justa y plurinacional. Pero para los “nacionales”
(así se definían a sí mismas las fuerzas fascistas), los que apoyaban la otra
visión de España eran antiespañoles. Para ellos, separatistas eran todos
aquellos que no compartían su visión uninacional. El president Companys (al que
los fascistas fusilaron), que había sido director de una revista titulada Nueva
España, y que fue Ministro del gobierno español republicano, era un
federalista, no un secesionista. Y sorprenderá también a muchos lectores saber
que los mártires y héroes cuya vida y muerte se homenajea el día nacional de
Catalunya, el 11 de septiembre, por defender los derechos de Catalunya frente a
Felipe V, de la realeza borbónica, también luchaban por el bien de España, dato
que las derechas nacionalistas españolistas y los independentistas siempre
ocultan en su historia tergiversada de España. Cito textualmente las palabras
del General Villarroel, que dirigió a los luchadores que se enfrentaron a las
fuerzas borbónicas que los derrotaron, eliminando los derechos de la nación
catalana: “Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar
del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra
nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e
hijos legítimos de nuestros mayores. ¡Por nosotros y POR LA NACIÓN ESPAÑOLA
PELEAMOS! Hoy es el día de morir o vencer” (el original no está en mayúsculas,
las añado para que se pueda leer bien). Queda claro que los héroes masacrados
por las tropas borbónicas luchaban por otra visión de España, claramente
plurinacional, cuya memoria es recordada el 11 de septiembre, la Fiesta
Nacional de Catalunya. El Día Nacional en la primera versión de España –la
uninacional borbónica- es el día de la Raza (tal como se llamaba) en el que se
celebra la victoria y conquista de un nuevo continente. En Catalunya, sin
embargo, el Día Nacional es un homenaje a los derrotados defendiendo otra
visión de Catalunya y de España.
El renacer del
plurinacionalismo
Esta visión plurinacional ha
continuado viva en las izquierdas catalanas durante la época democrática. Fue
precisamente un gobierno de izquierdas -el gobierno tripartito del socialista
Pasqual Maragall- el que preparó el Estatut de Catalunya que fue vetado,
después de ser aprobado por el Parlament de Catalunya, por las Cortes Españolas
y refrendado por la población en Catalunya, por el Tribunal Constitucional
(TC), controlado por el PP. Tal veto (de partes esenciales de aquel Estatut,
como considerar a Catalunya como una nación) y la pasividad del PSOE han creado
la situación actual. La derecha española en general, y el PP en particular, han
sido una fábrica de independentistas. El nacionalismo españolista y su versión
y expresión uninacional son la mayor causa del crecimiento del independentismo.
Dicho esto, me niego a creer que
el gobierno Rajoy esté aplicando claras políticas represivas que están
incrementando el independentismo como resultado de su incompetencia, como
algunas voces de izquierdas están indicando. El Sr. Rajoy encaja perfectamente
en el molde extremista del nacionalismo uninacional heredado del franquismo.
Cree, como también creen muchas personas de derechas, e incluso de izquierdas,
que los partidos independentistas son los responsables de haber creado este
enorme movimiento en Catalunya, sin querer darse cuenta de que la realidad es
precisamente lo contrario. Ha sido el hecho de ver desoídas las justas demandas
de redefinición de España lo que ha convertido el deseo de reconocimiento en un
deseo de separación. Y el hecho de que la visión uninacional sea todavía la
dominante en España, en parte debido a la renuncia por parte de las izquierdas
tradicionales de su visión plurinacional, explica el comportamiento
electoralista de Rajoy, totalmente comprensible desde el punto de vista
electoral, pues lo beneficia a nivel de votos.
La demanda por un referéndum
En Catalunya, según las
encuestas, la mayoría favorece una consulta o un referéndum sobre si Catalunya
debería separarse o no de España. Tal
apoyo va (según la encuesta) de un 70 a un 80%. Sin embargo, la mayoría no es
favorable a la independencia. La prohibición del “referéndum” por parte del
Estado y del gobierno Rajoy, consecuente con su historia de falta de
sensibilidad hacia las peticiones provenientes de Catalunya, ha generado una
gran protesta, claramente instrumentalizada por los partidos independentistas
que gobiernan Catalunya, que han utilizado a su vez métodos sectarios y
antidemocráticos en su instrumentalización del referéndum, el cual se ha
transformado más en un plebiscito de apoyo a la independencia que en un
auténtico proceso de debate democrático sobre los méritos o deméritos de tal
opción, libremente expresados en los medios públicos de la Generalitat. En
realidad, tales medios han sido meros instrumentos independentistas.
Esto ha dado pie a desarrollar
una enorme represión contra las instituciones de la Generalitat de Catalunya
que está siendo llevada a cabo por los aparatos del Estado uninacional (el
judicial y el policial) bajo el gobierno Rajoy, represión que están afectando los
derechos políticos y civiles de toda la población mediante medidas que, como
han indicado varios juristas y
constitucionalistas de conocido prestigio (como el Sr. José Antonio Martín
Pallín, fiscal y magistrado emérito del Tribunal Supremo, el Sr. Baltasar
Garzón o el profesor Javier Pérez Royo), son ilegales.
Crítica a algunas respuestas
de sectores de izquierdas
Ante esta situación es
sorprendente el silencio de la intelectualidad española. Me parece bien que
unas personas de izquierdas publicaran en El País (hoy uno de los diarios más
hostiles a la transformación social y nacional de España) una carta indicando
que el referéndum no es un referéndum. Debo ser una de las personas en
Catalunya que ha sido más crítica con Junts Pel Sí y su mal llamado referéndum.
Ahora bien, me parece muy mal que no critiquen la continua y agresiva
intervención del Estado, tanto por parte del gobierno como por parte de los
aparatos del Estado, dirigidos por un coronel de la Guardia Civil, procedente
de una familia de Fuerza Nueva y hermano de un ex miembro del TC, hecho
ampliamente conocido en Catalunya. El sistema judicial y constitucional español
dista mucho de ser el sistema democrático que el país tendría si hubiera habido
una ruptura con el Estado anterior. Y lo mismo ocurre con las fuerzas de
seguridad. Es preocupante que miembros de la Guardia Civil saludaran a miembros
de la ultraderecha que los vitoreaban cuando estaban reprimiendo
manifestaciones totalmente pacíficas y no violentas. Hemos visto estos días la
llegada a Barcelona de grupos civiles fascistas que están intentando agredir a
la población, que se está manifestando pacíficamente. Estos mismos grupos
fascistas rodearon el centro de Zaragoza, donde fuerzas democráticas estaban
reunidas para realizar un acto político que pudiera contribuir a resolver uno
de los mayores problemas que hoy existen en España. No ha habido ninguna
detención de miembros de dichos grupos. Y los políticos que acudieron al acto
tuvieron que encerrarse en el lugar donde éste se realizaba.
La llamada a la movilización
democrática
Cualquier persona democrática,
sea o no catalana, consciente de la historia real y no tergiversada del país,
necesita movilizarse y decir NO a esta ocupación de Catalunya por los aparatos
del Estado central, dirigidos por un gobierno corrupto que utiliza el Estado y
sus aparatos de represión para fines partidistas y personales. Escribir ahora
diciendo que el referéndum propuesto por la Generalitat de Catalunya no es
legal me parece insuficiente. Lo que estamos viendo hoy es la movilización de
las fuerzas herederas del fascismo, los súper patriotas de siempre, que están,
como también hicieron en el 36, recurriendo a una represión que (por desgracia
y como resultado de la insuficiente recuperación de la memoria histórica está
contando con la simpatía de amplios sectores de la población española),
reforzando así su dominio sobre España y su Estado. La victoria de Rajoy en su
enfrentamiento con la Generalitat de Catalunya (conseguida, una vez más, con la
pasividad del PSOE) debilitará enormemente a las fuerzas democráticas en
España. De ahí la importancia de las fuerzas españolas que se reunieron en
Zaragoza representando esa otra España, la plurinacional, sin la cual será
también imposible resolver el gran problema social creado a su vez por el mismo
Estado uninacional (también con la pasividad del PSOE). La democracia en España
está en peligro y el máximo responsable de ello es la persistencia de la
cultura franquista en el Estado español.
El movimiento democrático iniciado
en Catalunya que debería extenderse al resto de España
La represión ha movilizado a la
mayoría de las asociaciones progresistas de la sociedad civil, desde los
sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, hasta los movimientos vecinales,
asociaciones de pequeños empresarios, clubs de fútbol, etc. que se están
organizando para oponerse a tanta represión. La gran mayoría de dichas
asociaciones no son independentistas, pero se sienten ofendidas por la brutal
represión que está hoy teniendo lugar en Catalunya. Y un elemento muy
importante es que se ha diluido el protagonismo que los partidos
independentistas y los movimientos afines como la ANC y OMNIUM CULTURAL han
tenido hasta ahora, dirigiendo las movilizaciones. Los sindicatos son las
asociaciones civiles más grandes de Catalunya, y junto con la clase
trabajadora, que no es independentista y no se movilizó en las campañas
independentistas, se están ahora movilizando para defender las instituciones
catalanas y la democracia. Es significativo que los trabajadores del puerto no
estén abasteciendo a los barcos que han utilizado las tropas enviadas a
Catalunya para ocuparla. El movimiento pro-independentista grande, pero no
mayoritario, se está ampliando en un movimiento más grande a favor de la
democracia, de las instituciones catalanas y de la plurinacionalidad de España.
Hoy, significativamente reunidos en el Museo de Historia de Catalunya, han
aprobado un manifiesto en el que se convoca a la sociedad civil catalana a
defender la democracia en Catalunya, violada ahora por el intervencionismo
judicial y político del Estado español. Por el bien de Catalunya y de España es
importante que se haga esta movilización de todas las fuerzas democráticas en
contra de las políticas antidemocráticas y represoras que están siguiendo los
herederos de la dictadura que oprimió tanto a las clases populares de los
distintos pueblos y naciones de España.
Sigo con
la “subida”, a destiempo, de los artículos cuyo contenido analítico me parece
hacerlos candidatos a tal suerte.
Aquí les
va el del día de hoy.
La lógica de la ocupación
Javier Pérez Royo
Sin negociación no hay salida. Y
la negociación de la integración de Cataluña en España exige la exclusión del
poder judicial y la participación de las Cortes, el Parlament y el cuerpo
electoral de esta nacionalidad
“No me pregunte cómo empezó la
Primera Guerra Mundial”, responde escuetamente la historiadora Margaret
MacMillan al periodista que la estaba entrevistando, reafirmando con ello lo
que se ha convertido en una suerte de lugar común en la historiografía reciente
sobre la Primera Guerra Mundial. Nadie quería la guerra, ningún gobierno de
ningún país tomó decisiones conscientemente en esa dirección, pero todos dieron
pasos que acabaron conduciendo a ella de manera inexorable.
Ningún país está libre de avanzar
inadvertidamente hacia la catástrofe. La mayor parte de los conflictos de una
cierta entidad empiezan porque nadie piensa que se van a desarrollar de la
forma en que lo acaban haciendo y que van a tener las consecuencias que acaban
teniendo. ¿Se habría iniciado la invasión de Irak si el presidente Bush hubiera
sabido que la invasión iba a ser lo que ha sido? ¿Habría convocado Camerón el
referéndum del Brexit?
Obviamente, no se pueden comparar
las relaciones entre Cataluña y el Estado español con ninguna de las
situaciones a las que acabo de hacer referencia. Pero, a nuestra escala, la
catástrofe que puede producirse es formidable. Y también hemos avanzado hacia
ella inadvertidamente. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero dijo en un mitin que
aprobaría cualquier Estatuto que hubiera validado el Parlament, cuando se firmó
el “Pacto del Tinell”, cuando el PP decidió no participar en el debate sobre la
reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, descabalgando a Josep Piqué,
cuando el Parlament aprobó un Proyecto de Estatuto de Autonomía que era una
“carta a los Reyes Magos”, cuando tras ser corregido profundamente dicho
Proyecto de Estatuto por el Congreso de los Diputados y ser aprobado en
referéndum, el PP decidió recurrirlo ante el Tribunal Constitucional y maniobró
de manera torticera para conseguir su objetivo, cuando el Tribunal
Constitucional se dejó arrastrar por el PP adonde nunca debería haberse dejado
arrastrar y dictó la sentencia que dictó...
La enumeración no es exhaustiva,
sino simplemente ejemplificativa. A nadie se le ocurrió que haciendo lo que
estaban haciendo podíamos acabar en el 1-0. Estoy seguro de que, si no todos,
casi todos los que participaron en los actos que he enumerado no harían lo que
hicieron si pudieran dar marcha atrás. Pero lo hicieron y aquí estamos. Como
decía Kierkegaard, la historia se entiende hacia atrás, pero hay que hacerla
hacia delante. Esa es la gran dificultad.
Ahora estamos donde estamos. Hay
cosas que ya no podemos evitar, pero hay otras en las que todavía estamos a
tiempo.
LA LÓGICA DE LA OCUPACIÓN SE ESTÁ
IMPONIENDO DE UNA MANERA INSIDIOSA. NADIE HABLA EXPRESAMENTE DE ELLA, PERO SE
ESTÁN DANDO PASOS EN ESA DIRECCIÓN
La más importante, en mi opinión,
es evitar la “ocupación de Cataluña”. Con una Cataluña ocupada no puede haber
democracia en España. Todavía estamos a tiempo de evitar que se produzca dicho
disparate, que sería suicida. Pero no disponemos de mucho, porque la lógica de
la ocupación se está imponiendo de una manera insidiosa. Nadie habla
expresamente de ella, pero se están dando pasos en esa dirección. Desde los
ministerios del Interior, Justicia y Economía y desde la Fiscalía General se
están adoptando decisiones, que están siendo avaladas por el Tribunal Superior
de Justicia de Cataluña y la Audiencia Nacional, que, si no se corrigen, van a
conducir inevitablemente a la ocupación de Cataluña y a dirigir políticamente
la comunidad sin la legitimación democrática de los ciudadanos de dicha
“nacionalidad”, si utilizamos el término del artículo 2 de la Constitución, o
de dicha “Nación”, si atendemos a lo que se consideran a sí mismos los
ciudadanos de Cataluña.
Los procesos judiciales, una vez
que se ponen en marcha, son muy difíciles, cuando no imposibles de detener.
Inhabilitar políticamente al nacionalismo catalán, que es lo que supondrían los
procesos contra los alcaldes, que inevitablemente se tendrían que extender a
todos los concejales, que se reafirmarían en la postura de sus alcaldes, a los
miembros del Govern y altos cargos de la Generalitat, iniciar procesos por
sedición y rebelión contra los presidentes de la ANC y ÒMNIUM, únicamente puede
conducir a la ocupación de Cataluña con un alto grado de coacción física.
En la lógica de la ocupación se
sabe cómo se entra, pero no cómo se sale. Exactamente igual que ocurre en la
lógica del golpe de Estado. Ya nos ha pasado con el recurso contra el Estatuto
de Autonomía. Se dio un golpe de Estado, quebrando la Constitución Territorial
de 1978, como si lo que el Tribunal Constitucional estuviera haciendo es dictar
una sentencia más de las miles que ha dictado. Desde ese momento Cataluña está
sin Constitución y ahora no sabemos cómo podemos salir del laberinto en que nos
hemos metido.
Si nos seguimos deslizando por el
camino por el que vamos, acabaremos con Cataluña “ocupada” y con una España en
la que será imposible la democracia.
Sin negociación no hay salida. Y
la negociación de la integración de Cataluña en España exige la exclusión del
poder judicial. Los jueces están constitucionalmente inhabilitados para
participar en una negociación. No pueden hacerlo por mandato constitucional.
Únicamente órganos legitimados democráticamente de manera directa pueden
negociar. Y una negociación genuina no puede tener lugar con la espada de
Damocles de un eventual recurso al juez, sea constitucional u ordinario. Son
las Cortes Generales, el Parlament de Cataluña y el cuerpo electoral de esta
nacionalidad los únicos que pueden participar en la negociación y decisión
acerca de la integración de Cataluña en España.