El
pasado 29 de noviembre 2016, la entrada titulada SUICIDIO EN CAMARA LENTA,
terminaba con una doble pregunta, a la cual contestaba no tener respuesta.
Resulta
que hoy, creo haber encontrado, por lo menos en forma parcial, la respuesta.
Para
poner esta respuesta en su contexto, me veo con la necesidad de, primero,
copiar y pegar la entrada en la cual formulaba la doble pregunta, para
posteriormente enunciar la respuesta.
Por
lo tanto, primero, ahí les va la entrada en cuestión.
Como
bien lo saben los poquísimos lectores de este blog… desde mi adolescencia, la
muerte ha sido EL principal tema de todas mis divagaciones filosóficas.
Fundamentalmente
sobre dos “vertientes”, el Cuándo y el Cómo, así como el suicidio como único
acto pudiendo dotar de sentido la muerte de todo ser humano. Siendo que la
muerte de un ser carente de consciencia no requiere de sentido, sucede y punto…
infranqueable ley de la naturaleza (con la esperanza de que los transhumanistas
nunca alcancen su explicito propósito de vencer la muerte.)
Después
de haber sufrido, hace dos años y medio, mi mega infarto, “resuelto” con la
colocación de 3 stents… así como la posterior y reciente colocación de un stent
más para corregir una oclusión, de un 70%, en una arteria coronaria (en otra no
colocaron un stent a pesar de encontrarse obstruida en un 30%)… se
pertinazmente, que el estrés, al igual que la ingesta de ciertos alimentos,
perjudican en exceso mi corazón.
Sin
embargo, no estoy dispuesto a renunciar a las actividades que me procuran el
estrés (principalmente seguir con la escritura del relato que había suspendida
por expresa recomendación de mi cardiólogo después de mi infarto), ni a la
ingesta de estos alimentos.
Simplemente
porque los dos, son, hoy en día, las únicas fuentes de real placer y gozo que
me quedan.
Necedad
que, con toda certeza, acorta le tiempo de espera de mi próximo, y con toda
probabilidad fatal, infarto.
¿Podría
entonces decirse que, en toda consciencia, se trata de un suicido diferido, “en
cámara lenta”?
Por
una parte, sin duda alguna… pero entonces… ¿Por qué no dejo de tomar la
medicación recetada por mi cardiólogo? Lo cual haría que este suicidio en
cámara lenta no fuese tan dilatado en el tiempo, la Huesuda apresurara su paso.
Quizás,
porque, a pesar de considerar el suicidio como el único acto capaz de dar
sentido a la muerte, mi muerte, toda muerte… porque a pesar de importarme en
extremo el cómo y ya no el cuándo… “algo” hace que me aferre todavía a la vida.
¿Qué?
¿Por
qué?
Si
alguien tiene la respuesta… este tendría que ser yo, nadie más… y no la tengo.
Por
lo tanto… ¿Por qué seguir viviendo, cuando se nos presenta la opción de dejar
de vivir?
Mi
muy personal y muy desesperanzadoramente sencilla respuesta (la cual no es
ninguna novedad, de hecho, ya venía enunciada en la “presentación” del relato
que empecé a escribir “Pourquoi pas demain”) es la siguiente:
Por
curiosidad, para saber que seguirá pasando a partir de ahora… lastimosamente
hasta el día de mi muerte.
Que
seguirá pasando en el mundo exterior, en los círculos concéntricos que rodean,
desde la más cercana proximidad hasta la más remota lejanía, mi YO… pero
también, que seguirá pasando en esa centralidad, la simultánea y contradictoria
presencia del gozo y la insatisfacción, la excitación y la ansiedad… obviamente
con una abrumadora presencia de displicencia y sin sabores.
Aunque
también tengo que asumir, admitir, que el vértigo no es el temor a caer en el
fondo del precipicio, tal como nos gusta creerlo con tal de tranquilizarnos…
sino, al contrario, la muy fuerte tentación de saltar en el… permanente
combate, en el seno de nuestros cuerpo y mente, entre la pulsión de vida, Eros,
y la pulsión de muerte, Tánatos.
Somos,
esencialmente, espectadores… lo soy.
Ante
nuestra esencial imposibilidad de edificar nuestro propio destino, dotar
nuestra vida de sentido, reducidos a vivir nuestra ausencia, nuestra
inexistencia… somos espectadores.
De
nuestra propia vacuidad, pero ante todo del destino de la especie en este tan
exiguo espacio/tiempo de un universo que nos es incomprensible, coo lo es
nuestra “ficticia presencia” en el mismo
Sabedores
de la esencial insignificancia de la vida, toda vida, incluida la nuestra… solo
nos queda observarla.
Sumando
a la tragedia de nuestra inexistencia, la ignorancia del porvenir de la
especie, de los que vendrán después de nosotros y de los cuales no sabremos
nada.
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