En esta fecha, hoy 9 de septiembre del 2014, quien
esto escribe, RAYMOND TORRENT XAUS, encontrándome
mentalmente sano (o en posesión de todas mis facultades mentales, como
prefieren)… antes que llegue el día de mi fallecimiento, expreso estas últimas
voluntades:
Uno… por mi historial médico son grandes las
probabilidades de sufrir algún día, inopinadamente, un Accidente Cerebro
Vascular, con toda la gama de las posibles consecuencias inherentes a este… así
como que, haciendo uso de su libre albedrio, cansado de tanto latir, mi corazón
decida descansar dejando definitivamente de palpitar.
Dos… por lo que si como consecuencia de algún accidente o
enfermedad, de cualquier naturaleza, el estado de mi cuerpo
y/o mi mente hicieran imposible valerme por mi mismo (requerir de la ayuda de
una tercera persona para cumplir cabalmente con los actos más elementales de la
vida física y/o mental), anuncio mi firme e irrevocable intención de poner yo
mismo fin a mi vida.
Tres… si,
mi estado físico o mental, o cualquier otra circunstancia, imposibilitaran que
yo mismo cumpliera con lo anterior, solicito que algunos de mis allegados y/o algún
profesional de la salud me presten (o se la presten a mi esposa Marina y/o mis
hijos Xavier y Emilio) la ayuda necesaria para cumplir tal propósito.
Cuatro… Obviamente
que quien atendiera esta expresión de mi libre voluntad, no estaría cometiendo
crimen alguno, dado que solo sería el instrumento mediante el cual podría yo
llevar a cabo el acto soberano de poner fin a mi vida… por considerar que
seguir vivo en el estado antes mencionado no es, a mi juicio, existir… siendo este
la capacidad de interrelación e interacción de mi yo (corporal y espiritual)
con el entorno mediante los sentidos (que perciben y dan presencia) y el
intelecto (que procesa, interpreta y dispensa sentido) cuya conjunción de ambos
procesos físico-cognitivos confiere el sentimiento de existencia.
¿Qué vale una vida si el existir antes definido no
puede “vivirse” con plena autonomía (condición de una existencia digna) y
requiere de la constante y permanente “ayuda” de alguna tercera persona para
los actos más elementales del diario vivir?
Además, y no menos sino mas importante, no solo se ve
uno negado la posibilidad de un “existir (o simple vivir) digno”, sino que
“envenena” y aniquila el digno existir de quien o quienes tienen que prestarle
la necesaria ayuda material y espiritual (sin ninguna connotación religiosa.)
Vivir (estar vivo) en estas condiciones es,
simplemente, un crimen de lesa humanidad.
El suicidio, no es una opción… sino una obligación, un
deber. Nacemos por casualidad o por decisión de nuestros progenitores… nunca
por voluntad propia… y, una vez más, vivimos lo que nos atrevemos a vivir
dentro de nuestras circunstancias… que el morir sea nuestra decisión, nuestro
último y quizás único acto en el cual expresemos nuestra libertad y dignidad.
Resumiendo…
después de haber vivido lo que me haya atrevido a vivir… que se me permita
cerrar el círculo de la vida… sin dolor ni incapacidad física o mental para mi
mismo… como sin el sufrimiento, para mi familia, de la obligación de mantener
en vida un ser ya sin humanidad.
Cinco… habiendo
fallecido, me niego rotundamente a que mi cadáver sea velado en alguna agencia
funeraria (supuestamente para un último adiós…imposible de ser correspondido),
sino que se proceda a la mayor brevedad posible a mi incineración (o cremación,
como gusten)
Las mezclas de sentido dolor, hipocresía,
indiferencia, chismorreo y hasta buenos o malos chistes que suelen darse en
estas velaciones, siempre me han parecido de lo más aborrecible. Cada quien
puede procesar su duelo por el ser querido o respetado, sin necesidad de estas
concentraciones en las cuales imperan la falsedad, la simulación y un notable
aburrimiento para los asistentes… ¡ni se diga para el difunto!
Seis… me
rehusó terminantemente a que se publique (en donde sea y por quien sea) unas
esquelas. Practica cuyo único fin es el de informar del infortunado (o
esperado) deceso a quienes ya lo saben… o por razones generalmente de negocio,
pretendiendo “quedar bien” con quienes le sobrevivieron… o sea… en última
instancia… engrosar las arcas de los medios en los cuales se publican. Aunque
tengo que reconocer que conozco gente para quienes su “pasatiempo favorito” es
abrir el periódico para leerse todas las esquelas… sin duda para gozar de la grata
sensación de no encontrar la suya.
Siete…
incinerado, me rehusó a que mis cenizas (o lo que sea que supuestamente quede
de mi cadáver) sean depositadas en algún nicho de algún panteón… para que
familiares y amigos puedan visitarme en determinadas fechas o algunos de sus
momentos de ocio y derramar alguna que otra lagrima… esbozar una velada sonrisa…
o, ¿por qué no?, un bostezo.
Si en algún momento, para bien o para mal, alguien se
acuerda espontáneamente de mi persona… me bastara… y no veo porque tendría que
infligirle el castigo de tener que visitar mis polvos para llorarme o
maldecirme.
Ocho… que
mis cenizas sean enterradas y/o esparcidas en los siguientes lugares:
Una parte enterada debajo de algún árbol… de
preferencia en algún rincón montañoso, puede ser un peral de San Pancho, pero
realmente poco importa el lugar… para que de alguna suerte estos restos sigan
siendo parte del Universo… y con un poquito de suerte, incluso de la vida, si
es que pasan a formar parte de alguna cadena alimenticia. Que me sea permitido
soñar en que mis cenizas “nutrirán” algún fruto prohibido mordido por una joven
y bella damisela… o en su defecto algún pajarito cantando la dulzura del fruto.
Otra parte en el pueblo francés de mi infancia,
Pont-en Royans, en estos tres sitios: uno, a un lado (a mismo el suelo, sin
excavación alguna) de la tumba de mis padres (cuya única razón de vivir,
después de la derrota de sus sueños libertarios y el correspondiente exilio, se
resumió a dar la mejor vida posible a sus hijos)… dos, en las aguas del rio La
Bourne, à la altura del Pont Picard preciso lugar en el cual las aguas de este rio dejan
de ser rabioso torrente para tornarse repentinamente mansa y ancha planicie
acuosa… tres, esparcirlas al viento en lo alto de las ruinas del lugar llamado
“Trois Châteaux” (restos de tres muros derruidos invadidos por la vegetación,
así es como lo recuerdo) hasta las cuales subir a temprana edad fue mi primera
hazaña. Cuesta algo de trabajo y de antemano lo siento si la subida es un poco
empinada y por un caminito en medio de
la vegetación… pero una vez ahí, desde lo alto “la vue est emprenable”.
Fiel a mi escepticismo (que en vida muchos calificaban
de pesimismo cuando era lucidez) no puedo asegurar que las cenizas que les sean
entregadas sean realmente las de mi envoltura corporal… pero hagan como si lo
fuesen.
Nueve... herencia, testamento
propiamente dicho… que a mi fallecimiento… sea cual sea la causa del
mismo, muerte natural o suicidio (por mano propia o asistido)… la totalidad de
mis bienes… sean cuales sean la naturaleza, origen y procedencia de los mismos,
originariamente propios o, si fuese el caso, heredados del muy improbable
anterior fallecimiento de mi esposa Marina Sampietro Claraco… sean heredados en
su totalidad y en partes iguales por mis hijos Xavier Torrent Sampietro y Emile
Jose Torrent Sampietro… quienes dispondrán de ellos sin restricción alguna
conforme a sus intereses y las decisiones que tomen libremente y sin coacción alguna al respecto.
Codicilo… los
únicos bienes de mi propiedad a los cuales otorgo la mayor importancia son mis
libros (más del 90% franceses), mis CD’s y mis DVD’s, los cuales dejo que mis
hijos se los repartan como gusten y hagan con ellos lo que les plazca (menos
lucrar, vendiéndolos)… aunque claro, me gustaría que conservaran los libros… y de
vez en cuando leyeran uno que otro. Dado que tengo la manía de resaltar en
amarillo los extractos más importantes o que más me gustan, podrán ahorrarse la
lectura de todo el libro, abocándose únicamente a la lectura de lo subrayado…
aunque obviamente no es lo conveniente, ya que no tienen por qué coincidir
conmigo en cuanto a la importancia y/o el gusto. De no ser de su agrado
conservarlos, que los regalen a alguna institución francesa radicada en México
(dado que en su casi totalidad son franceses).
Suplica
y advertencia: Suplico que todas y cada una de mis voluntades sean
aceptadas y rigurosamente cumplidas por todos y cada uno de los miembros de la
familia…. mis hijos y mi esposa haciéndose cargo del “destino” de mis cenizas.
De no ser así… les advierto que, me encuentre donde me
encuentre (incluso desde la más remota y absoluta Nada) me las arreglare para atormentarlos
hasta el fin de sus vidas… por lo menos sufriendo con un atroz, permanente e indeleble sentimiento de
culpabilidad y…. si es que la tienen… de vergüenza.
De
fecha y vigencia: Por último… pero como dicen, no menos importante…
este texto tiene por fecha la de este día, pero dejo constancia de que esta se
actualiza día con día, sin que tenga necesidad de hacerlo de mi puño y letra…
aunque procurare hacerlo de vez en cuando (de lo contrario, existe la
posibilidad de que algún “astuto” (también se vale el género femenino)
argumente que no tiene validez… dado que nada asegura que para cuando llegue la
hora en que la Parca tome la decisión de llevarme a sus aposentos (ya sea en
forma inmediata ya sea con algún indefinido tiempo de espera) me encuentre
realmente “mentalmente sano y en posesión de todas mis facultades mentales”.
El tono a veces desenvuelto (quizás incluso
sarcástico) de este texto… no le resta “seriedad”, veracidad ni validez… así
que, tal como lo exprese anteriormente, les suplico tener la bondad (mejor, la
honestidad) de hacer hasta lo imposible, para seguir las “instrucciones” ahí
vertidas o expresadas… aunque para algunos les pueda parecer un sin sentido o
incluso una “jalada”.
Posdata:
Como algunos lo saben (o lo sospechan) desde la
adolescencia, a lo largo de toda mi vida, la actividad que mas gozo me ha
proporcionado es la de una cierta “masturbación neuronal” consistiendo en la
escritura de textos (que no sabría definir o cualificar de otra manera que no
fuese la de Relatos) en mi lengua materna el francés.
Por la combinación de una indudable falta de talento y
una exigente autocritica, en todos mis “intentos” nunca he pasado de las
cincuenta o sesenta paginas antes de tirarlas al basurero.
En este momento hago un último intento, con un texto
titulado POURQUOI PAS DEMAIN. LA MEMOIRE INFIDELE. Sin saber si lograre llegar
al punto final de este ejercicio antes de llegar al mío… en la “introducción”
del mismo preciso que la “finalidad” de esta última tentativa es que quienes lo
lean (particularmente mis hijos Xavier y Emilio) lo hagan a título póstumo, es
decir después de mi partida (quizás ¿o seguramente? como una última cobardía).
No sé, para entonces cual será su “forma”… pero
supongo que podrán buscarlo en mi computadora.