Hace unos
pocos días, al saber de la gravedad de mi infarto (llegue a urgencias en paro
cardiorespiratorio, requiriendo de masaje cardiaco mas dos descargas con el
desfibrilador, con la inmediato colocación de un stent y dos días después la de
otros tres)… un buen amigo (de los de verdad), me mando un correo expresando lo
siguiente: “Leí tus correos y me quede impresionado, porque has reflejado muy
bien las sensaciones de una situación límite en la vida. Me alegro que todo se
solucionara. A partir de ahora seguro
que la percepción de la vida es distinta. Se disfrutan los minutos y segundos
de cada día.”
A lo cual
le conteste: “La verdad es que a pesar de haber estado a un pasito de la
muerte… mi percepción de la vida sigue siendo la misma. Quizás incluso con
mayor indiferencia. Además de ser hijos de nuestras circunstancias… ¿vivimos?
lo que nos atrevemos a vivir… que por lo general es muy poco… y punto final.
Como
decía el gran CIORAN (no me acuerdo de la frase exacta, pero es bastante
cercano a lo que quiso expresar)… no es pesimismo, ni siquiera el sentirse
mayormente atraído por la muerte que por la vida… sino, simple y llanamente
lucidez.
No creo (más bien estoy seguro)
que de ahora en adelante no viviré cada minuto ni cada segundo… menos cada día…
con un mayor disfrute… sino todo lo contrario…o por lo menos, como lo exprese
anteriormente… con la misma indiferencia… cavilando no sobre él cuando me
llevara la Parca (que, aunque en esta ocasión me zafe in extremis de sus
garras, tarde o temprano siempre se sale con la suya) sino sobre el cómo… y
todo lo que esto implica (con la posibilidad de un necesario suicidio)… incluso
sobre el destino de mi envoltura corporal ya desprovista de vida.
Posdata
de circunstancia:
Sin
olvidar que de ahora en adelante… bajo la amenaza y el chantaje de repetir este
funesto episodio (que ahora si significaría poner el punto final)… tendré que
llevar una “vida sana”… lo cual todos sabemos que en buen lenguaje cristiano
significa… ejercicio y dieta.
Antes, de
este percance cardiaco, de vez en cuando, podía disfrutar de una buena comida
acompañada de un buen vino… que a partir de una cierta edad es el único placer
“pantagruélico” al que puede uno pretender.
Hoy, ni
esto… solo me queda mi “masturbación
neuronal” (leer y escribir... lo cual no puedo negar que disfruto y
eventualmente gozo)…sin olvidar el apoltronarse en el dichoso sillón frente a
la “pantalla idiota” para olvidarse del tiempo... viendo (aunque a veces con
cierto placer) películas y competencias deportivas… y del cual no hay ni dios
padre que te levante… si no es para ir de vez en cuanto a vaciar la vejiga.
Segunda posdata
de circunstancia:
Hoy, (22
de julio) tuve una consulta de seguimiento con mi cardiólogo. Le conté que
estaba escribiendo un texto… quedándome varias horas diarias frente a mi
computadora… y que, a pesar de que últimamente este ejercicio se desarrollaba
de manera bastante fluida, esta “masturbación neuronal” me producía bastante
stress… a lo que me conmino a que dejara este ejercicio de ¿creación
literaria?... dado que el stress no es nada recomendable para alguien que ha
sufrido un infarto de la magnitud del que padecí.
Lo
siento… pero si además de quitarme el placer de la comida, me quitan también el
de mi “masturbación neuronal”… que es el único gozo que me queda (aunque este
sea estresante)… no creo que le hare caso… por lo menos hasta que haya termina el
susodicho texto.
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