Tengo apenas…¿o ya?... 65 años y hace
tiempo que renuncie a tratar de “cambiar al mundo”, contentándome de
contemplarlo y tratar de entenderlo… pero espero que, como lo expresa el autor,
a muchos jóvenes de corazón, se les ocurra un día la buena idea de pegar un grandísimo
puñetazo a la mesa que nos tienen puesta y en la cual comemos a gusto sin
siquiera darnos cuenta que si nosotros nos saciamos es porque muchos otros (la mayoría)
se muere de hambre… tanto fisiológica como anímicamente.
Comentario a parte: Sé que a muchos de mis familiares
y amigos, ateos hasta la medula, les “reventara” que me atreva a “publicitar”
un artículo en el cual uno de los “homenajeados” sea el Papa… ni modo para
ellos… yo también lo soy (miento, en realidad me considero agnóstico, sola
postura, a mi parecer, intelectualmente honesta)… y no me produce ningún escozor
que se mencione elogiosamente al Papa.
Así que ahí les va:
Juan
Tortosa
Dos venerables ancianos,
más octogenarios que septuagenarios, asombran al mundo estos días por lo que
dicen, por algunas de las cosas que hacen y por la determinación que transmiten
en sus gestos y en sus mensajes.
Jorge Mario Bergoglio, 77 años
cumple en diciembre, actúa como si tuviera tres decenios por delante para
pilotar la institución que preside desde marzo, la iglesia católica. Ya sea en
aviones, en revistas de su cuerda o en rotativos como La Repubblica poco
sospechosos de meapilismo, el jesuita argentino ahora conocido como papa
Francisco ha ido desgranando una rompedora “hoja de ruta” que, a
quienes lo seguimos desde la barrera, nos cuesta bastante creer y a muchos de
los que están en su órbita, los tiene literalmente acojonados.
José Alberto Mujica Cordano cumplió
en mayo 78 años y hace dos que preside Uruguay. Viejo tupamaro con amplio
curriculum carcelario, saltó a las primeras páginas de todo el mundo este
verano cuando el parlamento de su país aprobó la legalización de la marihuana. Su
particular manera de vivir y de ejercer el poder no pasan desapercibidos.
Tampoco sus discursos: “Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y
ocupamos el templo con el dios mercado. Él nos organiza la economía, la
política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas la
apariencia de felicidad“, dijo el pasado 24 de septiembre en la ONU.
El “liberalismo salvaje“, contaba Bergoglio este martes en La Repubblica,
hace que “los fuertes se hagan más fuertes, los débiles más débiles y los
excluidos más excluidos. Se necesitan reglas de comportamiento y si fuera
necesario también la intervención del Estado para corregir las desigualdades más
intolerables“.
“Hemos creado una
civilización que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo, pero
lo que fue economía de mercado ha creado suciedad de mercado. ¿Es posible
hablar de solidaridad en una economía que esta basada en la competencia
despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad? El desafío que tenemos por
delante es de una magnitud colosal y la gran crisis no es ecológica: es
política. El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las
fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre“, decía Pepe Mujica en Río
el pasado dos de junio.
Por su parte el papa
Francisco dijo este martes, en la misma línea que días antes proclamara
en la revista de los jesuítas, que ”los
grandes males que afligen el mundo son el desempleo de los jóvenes y la soledad
en la que ha dejado a los viejos”. Los viejos necesitan cuidados y compañía;
los jóvenes trabajo y esperanza“.
Escuchar esta música tan
poco habitual en boca de dos jefes de Estado septuagenarios a mí, la verdad, me
anima. Sobre todo cuando estoy harto de escuchar a mi alrededor a gente apenas
sesentona que no para de hacer cálculos para la jubilación o que, directamente,
están ya jubilados, ociosos, depresivos, desmotivados… Bergoglio y Mujica nos
demuestran que los 77 es una excelente edad para continuar intentando
cambiar el mundo.
Manda narices que hayan de
ser dos respetables ancianos quienes asuman el protagonismo de animar a pegarle
a todo esto un buen meneo. ¿Dónde está la gente de 17, 27, 37 años para tirar
del carro? ¿Dónde están metidos esos jóvenes a los que corresponde pegar
puñetazos a mansalva, en la mesa o donde sea, para que las cosas cambien de una
vez? Por mucho que lo propicien los mayores, el cambio lo hacen los jóvenes, lo
han de hacer ellos, tienen la obligación de hacerlo. Ya.
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