Según un
documento llamado Acta de nacimiento… si se calcular (y si no, dispongo de un muy útil instrumento llamado calculadora)…
tengo 65 años… por lo tanto hace 65 años que me pregunto si la vida vale la
pena ser vivida… y sigo sin encontrar la respuesta.
¿Qué pasara
el día en que la encuentre?
Sin duda…
nada… porque… por lo menos de momento… no creo que este día llegue.
Y si llegara…
ya no tendría sentido la respuesta… fuese esta la que fuera (¿o fuera esta la
que fuese?)
Encerrado en
mi inexpugnable fortaleza del sinsentido originario, muy tempranamente, llegue
a pensar que el suicidio podía ser una salida… hasta que esta noche, poco antes
de despertarme… me di cuenta que cuando mucho no era más que una salida de
emergencia, engañosa (por la cual te precipitabas a una caída sin fin sin jamás
tocar fondo, tal un objeto viajando a una velocidad cercana a la de la luz por
el espacio interestelar)… que del sinsentido de mi presencia… mi ausencia al
mundo…no existe escapatoria alguna.
Era un sinsentido
antes de nacer… lo he sido todos estos años… lo seguiré siendo hasta mi muerte…
aun después… salvo que admita que mi sinsentido se agote en tanto que
indefinida partícula del universo (quizás más compleja menos elemental… pero
partícula al fin)
Posdata:
Algunos conscientes de su finitud, otros no…todos los seres vivos que pueblan
este planeta, ignoran si el tiempo de vida prestado por la naturaleza les
alcanzara para ver morir este nuevo año y nacer el siguiente… yo incluido.
Privado de
mundo… al igual que todos los seres conscientes… elucubro mientras tanto un más
que incierto proyecto de vida a corto plazo… una trampa mas.
Sin embargo…
esta misma noche en que me descubrí partícula sin más destino que el de vagar para
siempre en la inmensidad sin fin del universo… alcance a vislumbrar un trozo,
hasta ahora desconocido, de mi proyecto de muerte.
Que después
de la cremación de mi envoltura quienes dispongan de mis cenizas me hagan el
favor (¿tiene caso exigir, estoy en condiciones de hacerlo?) de esparcirlas,
desde lo alto del Pont Picard, en el rio La Bourne que atraviesa Pont-en-Royans,
el pueblito de mi infancia… preciso lugar en el cual las aguas de este rio
dejan de ser rabioso torrente para tornarse repentinamente mansa y ancha
planicie acuosa.