En días pasados se conmemoro el decimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, cuyo evento más emblemático (simbólico) fue el colapso o (auto)derrumbe de las torres gemelas del World Trade Center (símbolo del capitalismo financiera).
Me acuerdo que iba al trabajo, en coche escuchando el radio, cuando el primer avión impacto una de las torres. Desde este primer momento supuse que se trataba de un atentado (¿cómo un avión podía impactar accidentalmente una torre?) y en lugar de seguir camino a la empresa, empecé a dar vueltas en el coche para poder seguir las noticias por el radio. No me acuerdo con exactitud cuánto tiempo estuve dando vueltas por la ciudad, pero creo que fueron más de tres horas.
Al dejar el trabajo y llegar a mi casa, esta misma tarde sentí la necesidad de escribir el texto que reproduzco a continuación.
No tengo ninguna duda de que los aparatos de inteligencia de los Estados Unidos identificaran los supuestos autores materiales de los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono y que castigaran brutalmente a los supuestos autores intelectuales y sus "protectores", alcanzado de paso algunos objetivos geoestratégicos, secundarios o no. Sin embargo, tampoco tengo la menor duda de que estos no serán los verdaderos responsables... siendo que estos son... ellos mismos.
¿Cómo puede ser posible que un Estado planee y lleve a cabo fríamente la matanza de varios miles de sus propios ciudadanos? Cuando se trata de una decisión que tiene que ver con los fundamentos mismos de un sistema de poder, este, sin duda alguna, es capaz de esto... y de mucho mas. De hecho la pregunta no es como, la cual ya ha sido contestada este 11 de septiembre, sino porque.
En la supuestas Democracias occidentales, la adhesión a la colectividad de los individuos que la conforman ya no es vivida como integración voluntaria de estos a una comunidad cuyo interés es percibido como preeminente al de cada uno de sus miembros (primacía del interés general sobre el de los individuos), sino como una integración pasivamente aceptada e incluso muchas veces impugnada. En estas condiciones, resulta sumamente difícil para el aparato político del Poder "legitimar" la necesidad de su propia existencia.
De ahí, ante esta carencia de un apoyo activo ("en favor de"), la imperiosa necesidad de recurrir a la búsqueda de un apoyo reactivo ("en contra de") y, por lo tanto, la absoluta necesidad de un Enemigo. Enemigo que no solo legitimara la existencia del Estado sino que favorecerá la cohesión y control de los miembros de la colectividad, quienes estarán dispuestos a ceder parte de sus autonomías y libertades individuales, aceptando la "militarización" de la vida cotidiana como parte del precio a pagar para llevar a cabo una eficiente lucha contra el enemigo de todos y cada uno de ellos.
Notemos que esto no es verídico únicamente al nivel de un determinado Estado-nación (por ejemplo Estados-Unidos) con relación a "sus ciudadanos" sino también al nivel de la estructura de dominación política y jurídicamente preponderante con respecto al conjunto de los individuos que viven bajo su yugo. Tanto más que el control del "Todo" sobre cada uno de sus "miembros" es mucho mas aleatorio y menos eficaz, dado que las estructuras político jurídicas del "Todo" son todavía en gran parte estatales (en cuanto a su origen y campo de aplicación) cuando sus "miembros" tienden, ellos, debido esencialmente a su imparable tendencia al proceso de individuación y movilidad, a escapar cada día más a su esfera de influencia.
Cuando (de acuerdo con los cánones liberales) un Estado repite a los ciudadanos hasta ella saciedad que su principal y casi única razón de ser es su protección, resulta primordial e indispensable identificar al Enemigo del cual dichos ciudadanos requieren ser protegidos. Desde la noche de los tiempos este enemigo había sido el "otro", el que no pertenecía al clan, la tribu, la raza o la Nación. Desaparecida la URSS, y con ella la amenaza del comunismo (en tanto que sistema político-económico e ideología), se esfumo el ultimo Gran Enemigo, el único supuestamente capaz de poner en real peligro la supervivencia de la "civilización" capitalista y judeocristiana. Momentáneamente se encontró un sustituto que se definió como "la guerra contra las drogas", sin embargo, al revelar en su actuar mismo demasiadas contradicciones propias al sistema y perder así rápidamente su credibilidad, este dejo de ser funcional. Aunque hoy en día, diez años mas tarde (al momento de agregar este complemento) y viendo la realidad de la “guerra contra el crimen organizado” emprendida por el señor Calderón, presidente (ilegitimo) de México, resulta posible una tal estrategia… pero únicamente para el uso interno de un Estado periférico, mas no para el actual espacio multinacional y transnacional de naturaleza eminentemente económica, desprovisto de cualquier instancia de gobernación efectiva y eficiente.
En los tiempos de la globalización, que niega de hecho la razón de ser del Estado-nación, escoger o designar a uno de estos como el enemigo a vencer sería también particularmente contradictorio y poco funcional (salvo cuando su "eliminación" o sumisión obedeciese a poderosos intereses geoestratégicos y/o económicos). El Enemigo del "sistema" y la "civilización", encarnados los dos en la comunidad económica y militarmente dominante, y ya no mas en un Estado-nación propiamente dicho, tiene que ser el también global y encarnarse en alguna estructura supra nacional y supra estatal.
Que mejor Enemigo para un sistema cuyo verdadero Poder es invisible e inasequible que el terrorismo ciego y sin rostro. Para ser fácilmente reconocido y asumido como tal, el MAL, en su "apariencia", tiene que ser lo opuesto al BIEN, pero en su "esencia" tiene que ser lo más parecido posible.
Encontrado el concepto del mejor Enemigo posible, falta darle vida. Hacer de este concepto abstracto una amenaza real, la más cruenta, repulsiva y maligna posible. Una amenaza mortífera, no solo para las estructuras del Poder y la "representación política" que la comunidad "se dio", sino para cada uno de sus miembros como individuos... que en cualquier momento y en cualquier lugar pueden ser... sus inocentes víctimas.
Este 11 de septiembre los representantes políticos más poderosos del Poder globalizado, encarnación del BIEN, parieron a su mortífero enemigo… el terrorismo, encarnación del MAL.
Hoy 10 años después...
A pesar del paso del tiempo y de toda la cauda de informaciones, análisis y libros que se han escrito al respecto (me parece que hasta la fecha, el libro mas interesante que se haya escrito sigue siendo “Power Inferno” de Jean Baudrillard, editado por la editorial Galilée, en 2002)… mi convicción sigue siendo la misma que la que exprese en este texto, a las pocas horas de haberse dado el suceso.
En este decimo aniversario todos los medios de (in)comunicación (prensa escrita, televisión, radio, redes sociales) se han llenado de centenas de evocaciones del evento mas mediático de la historia… de todas estas “exposiciones”, lo que más me ha sorprendido es la virulencia con la cual algunos medios han disparado contra lo que llaman la teoría de la conspiración que pone en duda la verdad oficial… en particular el articulo de Laurent Joffrin (recientemente nombrado Director del prestigiado semanario francés “Le Nouvel Observateur”, portavoz de una social democracia humanista, de un rosa cada día mas desteñido) titulado Por que los “complotistas” son enemigos de la democracia. Diez años después, el único complot que emerge del asunto del 11 de septiembre, es el de los “conspiracionistas” que envenenan la menoría de este cruel evento.
Como todos los que atacan con acrimonia a quienes se atreven a poner en duda la versión oficial de los hechos, este articulista emplea el recurso fácil que consiste en tachar los argumentos de los incrédulos de carecer de verdaderos y objetivos argumentos considerando esta postura como una mera diatriba que descansa sobre unas elucubraciones sospechosas y turbias que no son más que insinuaciones… cuya única función no es más que la de negar la legitimidad de las investigaciones. Investigaciones que se dan por irrefutables, acusando a los escépticos de ignorar las pruebas evidentes e incontrovertibles, centrándose en algunos elementos extraños, inexplicados o sospechosos. O sea que, como el mismo lo escribe, reconoce la existencia de unas ciertas zonas oscuras, pero sin darle ninguna importancia dado que siempre las ha habido en todos los grandes eventos históricos. Para alguien que centra su critica en la falta de unos argumentos que se apoyen en la objetiva racionalidad… me atrevería a decir que este periodista (como muchos otros) es muy presto en ver la paja en el ojo ajeno, guardándose bien de ver la viga en el suyo.
Después de este esfuerzo para desacreditar cualquier versión de los hechos que ponga en duda la versión oficial de estos, viene la parte medular de su artículo que consiste en afirmar que estos personajes no son nada menos que los enemigos de la democracia.
Su argumentación es sencilla y tautológica. Se denuncia que quienes sostienen la tesis del complot afirman con insistencia que el gobierno norteamericano se encuentra en el origen de los atentados… lo que equivale a afirmar que las autoridades electas de la más grande democracia del mundo hayan decidido asesinar a mas de tres mil compatriotas para justificar una lejana e incierta guerra… esto con tal de acreditar la idea que las grandes democracias son teatros de sombras manejados por fuerzas oscuras, en las que el ciudadano es un simple peón de un juego que lo rebasa por mucho. La función política de estas delirantes tesis es obvia: destruir la confianza de los ciudadanos en sus propias instituciones, acreditando la idea de que, al fin y al cabo, las democracias no son mas confiables o morales que las dictaduras.
Pues… con toda sinceridad… tal como se desprende del texto que escribí en la misma tarde de los atentados (y que transcribí al principio de esta entrada)… en este momento no disponía de la menor prueba de que las autoridades hubiesen perpetrado los atentados… pero en base a la lógica del Poder, esta posibilidad me parecía la mas creíble… y hoy que existen muchos elementos que siembran una “duda razonada” (como dicen los juristas) sobre la versión oficial y otorgan cierto grado de veracidad a la tesis del auto atentado… persisto y firmo… que tengo la “intima convicción” (otro termino jurídico) que efectivamente fueron ciertos actores (representantes de ciertos intereses ligados a la industria armamentista y energética) dentro del gobierno norteamericano quienes encomendaron la perpetración de estos los atentados.
Puede ser que los ejecutores hayan sido miembros de las fuerzas de seguridad del mismo Estado… como puede ser que estos hayan infiltrado y utilizado unas células terroristas. Inclinándome personalmente por la segunda de estas dos posibilidades.
En cuanto al argumento de que con esta tesis se pretendería acreditar la idea que las grandes democracias son teatros de sombras manejados por fuerzas oscuras, en las que el ciudadano es un simple peón de un juego que lo rebasa por mucho…estoy totalmente de acuerdo… no con la intencionalidad… mas si con la idea expuesta. Como también, como lo expresa Laurent Joffrin, no dudo un instante en afirmar que las autoridades electas de la más grande democracia del mundo hayan decidido asesinar a mas de tres mil compatriotas para justificar una lejana e incierta guerra. Como lo plasme en su momento en mi texto “EL BIEN Y EL MAL. Génesis del Enemigo”… Cuando se trata de una decisión que tiene que ver con los fundamentos mismos de un sistema de poder, este, sin duda alguna, es capaz de esto... y de mucho mas.
Termino concluyendo una vez más como hace una década… El 11 de septiembre del 2001, los representantes políticos más poderosos del Poder globalizado, encarnación del BIEN, parieron a su mortífero enemigo… el terrorismo, encarnación del MAL.
1 comentario:
¡Hola! Buen día, les escribo para ver la posibilidad de tener una entrevista para Radio Fórmula Quintana Roo con el creador de este blog. Espero me puedan dar un mail para ponerme en contacto con ustedes.
Saludos,
Irene Porras
Tel. (998) 1 93 02 00 Ext.236
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