Hoy es sábado. Como todos los sábados, desde hace muchos años, desde siempre, toda la familia se reunirá en casa de uno de los hijos. Hoy le toca a Jaime, el próximo sábado a Marina y el siguiente a Carlos. En realidad tendría que nombrar a Maite, Marina y Simone… después de todo son ellas, las mujeres, quienes preparan la comida y tienen que cumplir con su rol de anfitrionas. Pero dos, al igual que quien esto escribe, en alguna medida son ajenas a la familia. Son las nueras y el yerno. Años atrás Emiliana (a quienes todos, por algún motivo que me es desconocido, nombran cariñosamente Lala), la mama, la abuela y desde hace algunas semanas la bisabuela, participaba también de este rol en tanto que cocinera y anfitriona. Hoy cargando con los achaques de la edad, su rol se limita al de invitada de honor… cada día mas ausente, por su sordera pero también por su inexorable alejamiento de este mundo… abrazada por sus recuerdos. Sobre todo desde que su esposo se le adelanto, hace algún tiempo.
Esta comida sabatina, al igual que las vacaciones de Navidad, son un ritual al que todos tienen, tenemos, la obligación de asistir. Algunos participan, otros no, pero todos asisten. Los mas chicos todavía no se sientan a la mesa… por falta de espacio… y por chicos. Pero a medida que crecen se acercan. Todavía no comen, pero ya se sientan al lado de los comensales. De preferencia sus padres. Primero escuchan pero poco a poco participan de la convivencia, toman la palabra… y claro, al ser el futuro de la familia cuando otros empiezan a ser el pasado, se les escucha cada día con mas atención. Se van ganado su lugar en la tradición… el ritual.
Pues hoy, resulta que mis dos hijos… ya en edad de sentarse a comer desde hace algún tiempo… no asistirán al sabatino ritual. Tuvieron la ocurrencia (algunos dirán la osadía) de hacer caso omiso de esta sana costumbre para ir a casa de Roberto.
Roberto, el ausente, el desconocido del que no se habla pero esta en la mente de todos, quien desde lo lejos… no solo empieza a minar la concordia familiar… sino el personaje de quien se sospecha pueda envenenar la mente de los sobrinos y nietos mas grandes. El papa, quien esto escribe, no vislumbra tal peligro (mas adelante veremos porque) y la mama tiene sus dudas pero se las guarda.
Y es que el tal Roberto esta iniciando al mas grande a la “tradición maya”, y este hoy se lleva a su hermano menor para que conozca al tal Roberto y se haga una idea de lo que es la tan nombrada… pero desconocida de todos… tradición maya.
Sea lo que sea, todos temen por la perdida del alma atea de la inocente victima. Es que en esta familia, todos somos, hemos sido (y esperamos que sigamos siendo) ateos de pura sepa. Si tengo mis dudas a cerca del ateismo de algunos, de lo que si no hay la menor duda es de su anticlericalismo. Y esta muy bien, yo mismo soy profundamente anticlerical y agnóstico. Abriendo un paréntesis… puede ser que exista una pequeña diferencia entre ser ateo y agnóstico, pero para el caso es lo mismo. Digamos simplemente que el ateo niega la existencia de Dios, cuando el agnóstico considera inaccesible para su entendimiento la noción de lo absoluto, el fundamento de la deidad.
Habiendo cerrado este paréntesis… la “tradición maya”, ninguno de nosotros sabe lo que es, ni tiene la mas remota idea… pero, eso si, suena a religión. El peligro esta en casa… y faltando todavía algunas horas para el ritual (eso de “ritual” también me suena a un origen que de alguna manera tiene que estar emparentado con lo religioso) no se cual será la reacción de la familia (o cual ha sido desde que saben de la ausencia de mis hijos y el motivo de la misma) pero me lo imagino… creo que sin muchas probabilidades de que me equivoque. Rechazo, preocupación… quizás declarado y expresado, quizás silencioso, casi seguramente silencioso (diplomacia o salvaguarda de la unidad familiar obliga)… pero eso si seguro rechazo y sincera preocupación.
Como de costumbre… en pos de la armonía familiar y porque me considero incapaz de hilvanar mas de tres palabras seguidas en publico… escuchare esta explicita reprobación o la sentiré en el pesado y espeso silencio… pero no diré esta boca es mía.
Pero si puedo permitirme imaginar cual seria mi contribución a este interesante debate… en caso de que se diera y me atreviera a ser participe de el.
Recurriendo a mis vicios de ex periodista, empezaría con el encabezado: “buscando respuestas… ejerciendo su libertad”.
Siendo la introducción (o puesta en escena) todo lo escrito hasta ahorra, vamos directamente al desarrollo de la exposición.
Parte una. En busca de una respuesta.
Mis hijos, al igual que ustedes, al igual que yo, son unos animales… vertebrados y mamíferos diría la bióloga de la familia… pero miembros de pleno derecho del reino animal. Con una pequeña (o grande si quieren) diferencia en relación a la vaca, el perro o el simio… la consciencia. Resulta que tienen (lejos de mi pensar que alguna desconocida entidad se las dio) la capacidad de pensar. Consciencia y capacidad de pensar (quizás casi lo mismo, pero no lo mismo) que los lleva a hacerse preguntas, a preguntar… y por lo mismo a buscar respuestas.
Se que mucho prefieren no preguntar… y mucho menos buscar respuestas. Por lo general se considera tal ejercicio como un pasatiempo para vagos e ilusos… además de ser potencialmente peligroso… primera razón, por lo general inconfesada, por evitar a toda costa hacerlo.
Sin embargo (o por lo menos es lo que creo), solo ejercemos nuestra humanidad haciéndonos, haciendo, preguntas… y esforzándonos en tratar de contestarlas. Bueno… no solo… pero si es una condición primera.
Y la pregunta mas importante, la mas básica, mas elemental, de la cual se derivan todas las demás… pero también la mas difícil de contestar… es ¿Por qué hay algo, en vez de que no haya nada?. Es la pregunta que todo ser que se dice o se pretende humano, se hace y contesta, simplemente existiendo… la respuesta que funda y expresa su existencia (lo lleva del ser, nacer y vivir al existir) en tanto que ser en su unicidad y ser social.
Algunos no aceptan (no se conforman con) la respuesta que les brinda su vida en este tiempo y este espacio, buscan respuestas mas allá de estos tiempo y espacio en los cuales no “encajan”, se sienten sin vida, afectados por un vacío (una falta o ausencia de ser) que necesitan llenar con algo mas que lo que su “entorno” les ofrece.
A mi entender (a falta de preguntar… y no tengo la mas remota intención de hacerlo) esta es la búsqueda que Xavier emprende acercandose a la “tradición maya”.
Parte dos: Ejerciendo mi libertad…. respetando la de los demás.
¿Por qué no preguntar? Simplemente porque soy (o por lo menos he pretendido serlo, sin lograrlo siempre) respetuoso de su libertad.
Mi sentir (mi convicción) es que todo ser humano tiene el derecho a ejercer su libertad, en la mas absoluta libertad. ¡Vaya construcción tautológica!. La libertad es sin duda uno de los principios, los fundamentos mismos, de la humanidad del ser. Quien no es libre, o mejor dicho no ejerce su libertad (ser libre no depende únicamente de uno mismo… ejercerla muchas veces si) difícilmente puede considerarse a si mismo como un ser plenamente humano… siempre tendrá algo de gregario. Será de la “raza” de los sumisos… se puede ser parte de los dominados sin serlo de los sumisos.
Para mi el único limite a la libertad del ser humano (en tanto que individuo como en tanto que ser miembro de la comunidad) es la libertad de los demás. Mientras mi libertad no niegue la de los demás, puedo hacer lo que me parezca, debo poder hacer lo que quiera.
Por esto puedo estar en total desacuerdo con el comportamiento, la actitud, el accionar de alguna persona (con mayor razón si es alguien que quiero) y sin embargo no me reconozco el derecho a prohibirle dicho accionar, ni siquiera a condenarlo. Obviamente (¿Por qué obviamente?) me reconozco el derecho a disentir, a expresarle mi desacuerdo, incluso a enojarme con el y hacerle sentir mi molestia, pero nunca a emplear argumentos o comportamientos de autoridad que impliquen sumisión. Juzgar si… condenar nunca.
No aceptar la sumisión, no ejercer la dominación. Si esta “regla de oro” (por lo menos para mi) es difícil de seguir en las relaciones sociales, por lo menos que se intente respetarla, cumplirla, en las relaciones con los seres mas cercanos, mas queridos.
Concluyendo.
Por esta sencilla razón (sencilla de expresar mas no tanto de cumplir) es que puedo hacerme preguntas en cuanto a la influencia de Roberto y la “tradición maya” sobre mi hijo… pero es un ser humano que como tal tiene la mas absoluta libertad de hacerse preguntas y buscar respuestas. No hay preguntas prohibidas… y menos respuestas que se puedan autoritariamente calificar de equivocadas… simplemente porque dicha respuesta no me parece… a mí… la correcta.
Si para el es la correcta, la que contesta de la mejor forma a su pregunta… que bueno… es mas, me alegro por el. Cuantos habemos que no encontramos respuestas y que tantos otros que ni siquiera se hacen preguntas.
Esta comida sabatina, al igual que las vacaciones de Navidad, son un ritual al que todos tienen, tenemos, la obligación de asistir. Algunos participan, otros no, pero todos asisten. Los mas chicos todavía no se sientan a la mesa… por falta de espacio… y por chicos. Pero a medida que crecen se acercan. Todavía no comen, pero ya se sientan al lado de los comensales. De preferencia sus padres. Primero escuchan pero poco a poco participan de la convivencia, toman la palabra… y claro, al ser el futuro de la familia cuando otros empiezan a ser el pasado, se les escucha cada día con mas atención. Se van ganado su lugar en la tradición… el ritual.
Pues hoy, resulta que mis dos hijos… ya en edad de sentarse a comer desde hace algún tiempo… no asistirán al sabatino ritual. Tuvieron la ocurrencia (algunos dirán la osadía) de hacer caso omiso de esta sana costumbre para ir a casa de Roberto.
Roberto, el ausente, el desconocido del que no se habla pero esta en la mente de todos, quien desde lo lejos… no solo empieza a minar la concordia familiar… sino el personaje de quien se sospecha pueda envenenar la mente de los sobrinos y nietos mas grandes. El papa, quien esto escribe, no vislumbra tal peligro (mas adelante veremos porque) y la mama tiene sus dudas pero se las guarda.
Y es que el tal Roberto esta iniciando al mas grande a la “tradición maya”, y este hoy se lleva a su hermano menor para que conozca al tal Roberto y se haga una idea de lo que es la tan nombrada… pero desconocida de todos… tradición maya.
Sea lo que sea, todos temen por la perdida del alma atea de la inocente victima. Es que en esta familia, todos somos, hemos sido (y esperamos que sigamos siendo) ateos de pura sepa. Si tengo mis dudas a cerca del ateismo de algunos, de lo que si no hay la menor duda es de su anticlericalismo. Y esta muy bien, yo mismo soy profundamente anticlerical y agnóstico. Abriendo un paréntesis… puede ser que exista una pequeña diferencia entre ser ateo y agnóstico, pero para el caso es lo mismo. Digamos simplemente que el ateo niega la existencia de Dios, cuando el agnóstico considera inaccesible para su entendimiento la noción de lo absoluto, el fundamento de la deidad.
Habiendo cerrado este paréntesis… la “tradición maya”, ninguno de nosotros sabe lo que es, ni tiene la mas remota idea… pero, eso si, suena a religión. El peligro esta en casa… y faltando todavía algunas horas para el ritual (eso de “ritual” también me suena a un origen que de alguna manera tiene que estar emparentado con lo religioso) no se cual será la reacción de la familia (o cual ha sido desde que saben de la ausencia de mis hijos y el motivo de la misma) pero me lo imagino… creo que sin muchas probabilidades de que me equivoque. Rechazo, preocupación… quizás declarado y expresado, quizás silencioso, casi seguramente silencioso (diplomacia o salvaguarda de la unidad familiar obliga)… pero eso si seguro rechazo y sincera preocupación.
Como de costumbre… en pos de la armonía familiar y porque me considero incapaz de hilvanar mas de tres palabras seguidas en publico… escuchare esta explicita reprobación o la sentiré en el pesado y espeso silencio… pero no diré esta boca es mía.
Pero si puedo permitirme imaginar cual seria mi contribución a este interesante debate… en caso de que se diera y me atreviera a ser participe de el.
Recurriendo a mis vicios de ex periodista, empezaría con el encabezado: “buscando respuestas… ejerciendo su libertad”.
Siendo la introducción (o puesta en escena) todo lo escrito hasta ahorra, vamos directamente al desarrollo de la exposición.
Parte una. En busca de una respuesta.
Mis hijos, al igual que ustedes, al igual que yo, son unos animales… vertebrados y mamíferos diría la bióloga de la familia… pero miembros de pleno derecho del reino animal. Con una pequeña (o grande si quieren) diferencia en relación a la vaca, el perro o el simio… la consciencia. Resulta que tienen (lejos de mi pensar que alguna desconocida entidad se las dio) la capacidad de pensar. Consciencia y capacidad de pensar (quizás casi lo mismo, pero no lo mismo) que los lleva a hacerse preguntas, a preguntar… y por lo mismo a buscar respuestas.
Se que mucho prefieren no preguntar… y mucho menos buscar respuestas. Por lo general se considera tal ejercicio como un pasatiempo para vagos e ilusos… además de ser potencialmente peligroso… primera razón, por lo general inconfesada, por evitar a toda costa hacerlo.
Sin embargo (o por lo menos es lo que creo), solo ejercemos nuestra humanidad haciéndonos, haciendo, preguntas… y esforzándonos en tratar de contestarlas. Bueno… no solo… pero si es una condición primera.
Y la pregunta mas importante, la mas básica, mas elemental, de la cual se derivan todas las demás… pero también la mas difícil de contestar… es ¿Por qué hay algo, en vez de que no haya nada?. Es la pregunta que todo ser que se dice o se pretende humano, se hace y contesta, simplemente existiendo… la respuesta que funda y expresa su existencia (lo lleva del ser, nacer y vivir al existir) en tanto que ser en su unicidad y ser social.
Algunos no aceptan (no se conforman con) la respuesta que les brinda su vida en este tiempo y este espacio, buscan respuestas mas allá de estos tiempo y espacio en los cuales no “encajan”, se sienten sin vida, afectados por un vacío (una falta o ausencia de ser) que necesitan llenar con algo mas que lo que su “entorno” les ofrece.
A mi entender (a falta de preguntar… y no tengo la mas remota intención de hacerlo) esta es la búsqueda que Xavier emprende acercandose a la “tradición maya”.
Parte dos: Ejerciendo mi libertad…. respetando la de los demás.
¿Por qué no preguntar? Simplemente porque soy (o por lo menos he pretendido serlo, sin lograrlo siempre) respetuoso de su libertad.
Mi sentir (mi convicción) es que todo ser humano tiene el derecho a ejercer su libertad, en la mas absoluta libertad. ¡Vaya construcción tautológica!. La libertad es sin duda uno de los principios, los fundamentos mismos, de la humanidad del ser. Quien no es libre, o mejor dicho no ejerce su libertad (ser libre no depende únicamente de uno mismo… ejercerla muchas veces si) difícilmente puede considerarse a si mismo como un ser plenamente humano… siempre tendrá algo de gregario. Será de la “raza” de los sumisos… se puede ser parte de los dominados sin serlo de los sumisos.
Para mi el único limite a la libertad del ser humano (en tanto que individuo como en tanto que ser miembro de la comunidad) es la libertad de los demás. Mientras mi libertad no niegue la de los demás, puedo hacer lo que me parezca, debo poder hacer lo que quiera.
Por esto puedo estar en total desacuerdo con el comportamiento, la actitud, el accionar de alguna persona (con mayor razón si es alguien que quiero) y sin embargo no me reconozco el derecho a prohibirle dicho accionar, ni siquiera a condenarlo. Obviamente (¿Por qué obviamente?) me reconozco el derecho a disentir, a expresarle mi desacuerdo, incluso a enojarme con el y hacerle sentir mi molestia, pero nunca a emplear argumentos o comportamientos de autoridad que impliquen sumisión. Juzgar si… condenar nunca.
No aceptar la sumisión, no ejercer la dominación. Si esta “regla de oro” (por lo menos para mi) es difícil de seguir en las relaciones sociales, por lo menos que se intente respetarla, cumplirla, en las relaciones con los seres mas cercanos, mas queridos.
Concluyendo.
Por esta sencilla razón (sencilla de expresar mas no tanto de cumplir) es que puedo hacerme preguntas en cuanto a la influencia de Roberto y la “tradición maya” sobre mi hijo… pero es un ser humano que como tal tiene la mas absoluta libertad de hacerse preguntas y buscar respuestas. No hay preguntas prohibidas… y menos respuestas que se puedan autoritariamente calificar de equivocadas… simplemente porque dicha respuesta no me parece… a mí… la correcta.
Si para el es la correcta, la que contesta de la mejor forma a su pregunta… que bueno… es mas, me alegro por el. Cuantos habemos que no encontramos respuestas y que tantos otros que ni siquiera se hacen preguntas.
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