diciembre 13, 2007

Políticos pederastas... mas allá de Lydia Cacho y el "Gober precioso"


Conforme a la mitología griega, muchos pintores renacentistas representaron el rapto del efebo Ganímedes por parte de Zeus transformado en águila. Contrariamente a todas estas pinturas en las que Ganímedes se ve “condescendiente y feliz”, con este cuadro, pintado en 1635, Rembrandt rompe todos los esquemas eliminando toda alusión erótica al tema y haciendo una dura crítica a la pederastia, representando a un niño aterrado que literalmente se está meando de miedo.



PEDERASTIA Y POLITICA
SEXO Y PODER

En una de sus comparecencias ante el poder judicial Lydia Cacho enarbolaba una camiseta con el muy llamativo lema de “No más pederastas, no más corrupción, no más impunidad”.

Cuando, contraviniendo el sentido de su primera intervención en el asunto, la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidió (no de jure pero si de facto) exonerar al “gober precioso” de toda culpabilidad en la violación de las garantías individuales de la periodista que había tenido la osadía de implicar, como actores o cómplices, a encumbrados políticos en hechos de pederastia (Miguel Angel Yunes, Emilio Gamboa Patron, etc.), en la casi totalidad de los medios muchos "analistas políticos" se escandalizaron… pero centrándose en los aspectos de la corrupción y la impunidad olvidándose muy oportunamente de abordar la temática de la pederastia.

Olvido más que sospechoso pero tambíen más que entendible.
En esta, tramposamente mal llamada, “incipiente democracia mexicana” se puede cuestionar y poner en duda el papel de la justicia, incluso el respecto y la existencia misma del tan cacareado estado de derecho… pero lo que no se puede hacer es siquiera insinuar una posible conexión entre pederastia y política. No porque se “toque” a determinados encumbrados políticos o a la clase política como tal… sino porque se alude a algo mucho mas esencial, una de las facetas de la relación entre poder y sexo… la analogía entre el gozo del ejercicio del poder y el gozo sexual.

El mismísimo otrora poderoso secretario de estado norteamericano Henry Kissinger lo expreso con total sinceridad y desenfado: “el poder es el mas potente, el ultimo, afrodisíaco.”
Los mas renombrados estudiosos de la “naturaleza animal” ya han aceptado que en los primates mas evolucionados el acto sexual del acoplamiento no tiene por sola finalidad la perpetuación de la especie, sino que es también un acto simbólico mediante el cual se afirman las relaciones de jerarquía en el seno de un determinado grupo (en este segundo caso el acto puede ser real como puede ser fingido).
Posiblemente no se pueda negar que para nosotros seres humanos el acto sexual tenga otras “connotaciones” que se relacionen mas con la parte del neocórtex de nuestro cerebro (asiento de la capacidad de abstracción y razonamiento) pero no hay la menor duda de que para nosotros el acto sexual tiene también mucho que ver con la parte mas primitiva y reptiliana de nuestro cerebro, la del gozo y el sufrimiento, la recompensa y el castigo.

Es indudable que el ejercicio del poder que se expresa mediante la dominación y la sumisión es fuente de gozo y que consecuentemente el non plus ultra del gozo del poder es el ejercicio del poder llevado a su mas extrema expresión, la de la mayor dominación y sumisión… la del abuso de poder. Mas poderoso se sentirá uno, mas gozo experimentara uno en el ejercicio del poder cuando mayor sea el abuso de poder… y máxima si este abuso queda impune (en el caso de que alguna Ley reglamente y acote el ejercicio del poder).

Por lo tanto que mayor gozo puede haber para un verdadero “animal político”, que el de abusar sexualmente del ser mas indefenso e inocente.
Extrapolando (¡tan poco!) se podría decir que la pederastia, el abuso sexual de niños y niñas, es consubstancial a la búsqueda del máximo poder y placer por parte de todo verdadero “animal político.”

Desde un punto de vista moral o legal, un político pederasta no es un degenerado, ni mucho menos un delincuente… es alguien que busca satisfacer al máximo los placeres propios de su profesión… los que le procuran las mayores sensaciones posibles de dominación y sumisión.

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