El día de hoy, 19 de
enero, el periódico digital español PUBLICO, dio a conocer la traducción de una
entrevista dada por Yanis Varoufakis al Transnational
Institute, como parte de su informe State of Power.
Me pareció tan
interesante, tanto por sus conceptos como por sus propuestas, que de inmediato
tome la decisión de publicarla, tal cual, en este blog.
¿Cuáles
considera que son las principales amenazas a la democracia hoy en día?
La
amenaza a la democracia siempre se ha encontrado en el desdén que siente por
ella el establishment. La democracia, por su propia naturaleza, es muy
frágil y la antipatía que le profesa el establishment siempre es muy marcada; por eso este siempre
ha intentado anularla.
"Si Podemos entra en el Gobierno, lo hará bajo las mismas
condiciones, extremadamente limitantes, impuestas por la Troika a Syriza"
Esta
historia se remonta a la antigua Atenas, cuando el desafío de establecer una
democracia era enorme. La idea de que los pobres libres, que eran la gran
mayoría, podían asumir el control del gobierno siempre fue disputada. Platón
escribió La República como un tratado contra la democracia, abogando por
un gobierno de expertos.
En la misma línea, en el caso de la democracia estadounidense, si lees El Federalista y
a Alexander Hamilton, te darás cuenta de que se trataba de un intento de
contener la democracia, no de impulsarla. La idea detrás de una democracia
representativa era que los mercaderes representaran al resto, ya que se
consideraba que la plebe no estaba a la altura de poder decidir importantes
asuntos de Estado.
Hay infinidad de ejemplos. Mira lo que le sucedió al Gobierno de Mosaddeq en el
Irán de la década de 1950 o al Gobierno de Allende en Chile. Siempre que las
urnas dan unos resultados que no gustan al establishment,
el proceso democrático se ve invalidado o amenazado con ello. Si lo que me
preguntas es quiénes son y siempre han sido los enemigos de la democracia, la
respuesta es que los que tienen poder económico.
Parece que este año la democracia está siendo
especial blanco de ataques por parte de ese poder tan establecido. ¿Comparte
esta impresión?
Este
año es especial en este sentido, ya que tuvimos la experiencia de las
elecciones en Grecia, en que la mayor parte de los griegos decidió apoyar un
partido contrario al establishment, Syriza, que llegó a la presidencia plantándole
cara al poder y cuestionando el orden establecido en Europa.
Cuando la democracia produce lo que el establishment desea oír, esta no es un problema. Pero
cuando genera fuerzas y demandas en contra del establishment,
ahí es cuando la democracia se convierte en una amenaza. Fuimos elegidos para
hacer frente a la Troika de los acreedores y fue entonces cuando la Troika dejó
muy claro que no se puede permitir que la democracia cambie nada.
De su experiencia como ministro de Finanzas griego,
¿qué aprendió sobre el carácter de la democracia y el poder? ¿Qué cosas le
sorprendieron especialmente?
Asumí
el cargo sabiendo lo que podía esperar. No me hacía ilusiones. Siempre supe que
las instituciones de la Unión Europea en Bruselas, el Banco Central Europeo y
todos los demás se crearon, de forma deliberada, como zonas al margen de la
democracia. No era que un déficit democrático estuviera ganando terreno en la
UE; desde la década de 1950, la UE se estableció fundamentalmente como un
cártel de la industria pesada, y más tarde atrajo a los agricultores,
especialmente a los franceses. Y su administración era la de un cártel; nunca
se concibió como el principio de una república o de una democracia donde seamos
nosotros, los pueblos de Europa, los que llevemos la batuta.
En cuanto a su pregunta, me sorprendieron un par de cosas. La primera fue el
descaro con el que se me hizo saber que la democracia era algo irrelevante. Ya
en la primera reunión del Eurogrupo a la que asistí —representando a un
Gobierno recién elegido cuyo mandato se debía respetar en cierta medida y que
debía contribuir al debate sobre qué políticas económicas se deberían aplicar a
Grecia—, cuando intenté plantear un argumento que creí que nadie podría
rebatir, me quedé de piedra al oír al ministro de Finanzas alemán decirme,
literalmente, que no se puede permitir que unas elecciones modifiquen la
política económica.
"La Troika dejó muy claro que no se puede permitir que la
democracia cambie nada"
En
otras palabras: que la democracia está muy bien siempre que no amenace con
cambiar algo. Aunque esperaba que ese fuera el tono general, no estaba
preparado para escucharlo tan descaradamente.
La segunda cosa para la que diría que estaba menos preparado fue, parafraseando
la famosa expresión de la banalidad
del mal acuñada por Hannah Arendt, la
banalidad de la burocracia. Esperaba que los burócratas de Bruselas
despreciaran la democracia, pero suponía que se mostrarían afables y que
demostrarían estar técnicamente cualificados. En lugar de ello, me sorprendió
comprobar lo banales que eran y, desde un punto de vista tecnocrático, lo
mediocres que eran.
Así pues, ¿dónde se halla el poder en Europa?
Lo
más importante que uno puede destacar sobre la UE es que todo el operativo en
Bruselas se basa en un proceso de despolitización de la política, de tomar lo
que son, fundamental e irrevocablemente, decisiones políticas y arrojarlas al
ámbito de una tecnocracia que se rige por reglas y por un enfoque matemático.
Esta es la pretensión de que las decisiones sobre las economías europeas son
simples problemas técnicos que necesitan soluciones técnicas, y que dependen de
unos burócratas que siguen unas reglas preestablecidas, como si fuera una
fórmula matemática.
"Los enemigos de la democracia han sido y son los que tienen poder
económico"
Así
que cuando intentas politizar el proceso, acabas con una forma de hacer
política especialmente tóxica. Por ponerle solo un ejemplo: en el Eurogrupo,
estábamos discutiendo la política económica con respecto a Grecia.
El
programa que heredé como ministro de Finanzas fijaba el objetivo de alcanzar un
superávit presupuestario primario del 4,5% del PIB, un porcentaje que a mí me
parecía escandalosamente alto. Y lo que hice fue poner en tela de juicio ese
objetivo, basándome en argumentos teóricos macroeconómicos y puramente
técnicos.
En seguida me preguntaron cuál creía yo que debía ser el superávit primario. E
intenté dar una respuesta sincera, diciendo que era algo que se debía estudiar
a la luz de tres factores y cifras clave: la inversión en relación con el
ahorro, el calendario de los pagos de la deuda y el déficit o superávit por
cuenta corriente. Intenté explicar que, si queríamos hacer que el programa
griego funcionara después de cinco años de estrepitoso fracaso, que había
llevado a la pérdida de casi un tercio de la renta nacional, debíamos analizar
estas variables en su conjunto.
Pero me dijeron que las reglas dicen que solo debíamos tener en cuenta un
número. Y yo contesté: ¿Y entonces, qué
hacemos? Si tenemos una regla que no
funciona, deberíamos cambiarla. La respuesta fue: "¡Una regla es una
regla!". A lo que repliqué diciendo: Sí, esta es la regla, ¿pero por qué tiene que
seguir siéndolo? Llegados a ese punto, recibí
una respuesta tautológica: "Porque es la regla".
"Todo el operativo en Bruselas se basa en un proceso de
despolitización de la política"
Esto
es lo que pasa cuando te apartas de un proceso político y abrazas un proceso
basado en reglas: acabamos con un proceso de despolitización que conduce a una
forma tóxica de hacer política y a un mal planteamiento económico.
Otro ejemplo que podría darle es cuando, en cierto momento, estábamos
discutiendo el programa griego y debatiendo la redacción de un comunicado que
debía salir de esa reunión del Eurogrupo. Yo dije: De acuerdo, hablemos de la estabilidad financiera,
de la sostenibilidad fiscal —de todas las cosas que la Troika y otros querían
decir—, pero hablemos también de la crisis humanitaria y del hecho de que
estamos lidiando con problemas como una situación generalizada de hambre. La respuesta que recibí es que eso sería
"demasiado político". Que no podíamos incluir unos "términos tan
políticos" en el comunicado. Así que los datos sobre la estabilidad
financiera y el superávit presupuestario estaban bien, pero los datos sobre el
hambre y el número de hogares sin acceso a electricidad y calefacción en
invierno no lo estaban, ya que eran "demasiado políticos".
¿Pero todo este intento de despolitización no es
profundamente político al fin y al cabo? No debemos olvidar que el
neoliberalismo es un proceso político.
Pero
ellos no lo ven así. Se han convencido de que ciertas reglas pertenecen a
variables y ecuaciones naturales, y que todo lo demás no es importante ni
pertinente. Así es como lo conciben.
¿La democracia en Europa siempre estuvo destinada
al fracaso o se han desarrollado procesos o iniciativas concretos que la han
socavado, como el Tratado de Maastricht?
Lo
que le voy a explicar ahora es más o menos el tema de mi libro, que se
publicará en inglés en abril y cuyo título se podría traducir como ¿Y los pobres sufren lo que deben? La crisis de
Europa, el futuro económico de Estados Unidos.
El título está tomado del antiguo escritor griego Tucídides y el debate que
relata entre los generales atenienses y los melios derrotados, a los que los
generales acabaron aplastando.
"El Parlamento Europeo es un chiste cruel, ya que no existe como un
verdadero Parlamento. Es, en el mejor de los casos, un simulacro"
Lo
que quiero decir es lo siguiente. A diferencia del Estado estadounidense,
alemán o británico, que surgieron de siglos de evolución, durante los que el
Estado fue desarrollándose como un instrumento funcional para resolver
diferentes tipos de conflictos sociales, la UE no siguió esa misma trayectoria.
Pensemos, por ejemplo, en el Estado británico. La Revolución Gloriosa de 1688
perseguía imponer restricciones al poder de la monarquía como consecuencia de
unas serie de enfrentamientos entre los barones y el rey. Las reformas
posteriores fueron fruto de conflictos entre los aristócratas y los mercaderes
y, después, entre los comerciantes y la clase trabajadora. Así es como se
desarrolla un Estado normal y así fue como se materializaron las democracias
liberales.
Pero la UE no ha seguido una trayectoria parecida. Su creación, como comentaba
antes, tuvo lugar en 1950 en tanto que Comunidad Europea del Carbón y del
Acero, que era básicamente un cártel como la OPEP (Organización de Países
Exportadores de Petróleo). Y Bruselas se estableció como administradora de ese
cártel. Por lo que fue algo muy distinto de un Estado. No se trataba de
apaciguar los enfrentamientos entre clases y grupos sociales. La razón de ser
de un cártel es estabilizar los precios y limitar la competencia entre sus
miembros.
En
un principio, el reto de Bruselas consistía en estabilizar el precio del carbón
y del acero, y después del resto de materias primas y bienes, en un cártel que
abarcaba varios regímenes monetarios y, por lo tanto, seis tipos de cambio
distintos. Sin unos tipos de cambio estables entre las divisas de esta unión,
habría resultado imposible estabilizar los precios del cártel europeo entre sus
seis miembros originales. Mientras funcionó el sistema de Bretton Woods (que
vinculaba los tipos de cambio al dólar, cuyo valor estaba fijado en 35 dólares
por onza de oro), mantener las divisas europeas alineadas entre sí era algo
automático. Pero cuando el secretario del Tesoro estadounidense, John Connally,
y otros actores hicieron volar por los aires este sistema en 1971, los tipos de
interés de distintos países europeos se desequilibraron.
"Cualquier intento por despolitizar el dinero y entregárselo a un
puñado de burócratas de Frankfurt constituye un acto de abdicación de la
democracia"
El
marco alemán empezó a subir, la lira italiana empezó a bajar y el franco
francés empezó a hacer todo lo posible para evitar seguir el camino de la lira.
Esto dio lugar a grandes fuerzas que podían generar el desmembramiento de la
UE. Bruselas ya no podía estabilizar su cártel. Y de ahí es de donde surgió la
necesidad de crear una moneda común.
Desde principios de la década de 1970, en Europa se habían producido varios
intentos, aunque infructuosos, de sustituir el tipo de cambio fijo, que hasta
entonces controlaban los estadounidenses, con un sistema europeo. El primero
fue el mecanismo conocido como Serpiente
Monetaria Europea en 1972; en la década de 1990,
por supuesto, tuvimos el Mecanismo Europeo de Cambio y después, finalmente, de
1992 a 1993, se introdujo el euro con el Tratado de Maastricht, que vinculaba
monetariamente a varios Estados europeos bajo una sola divisa, una moneda
única.
Pero en el momento en que dieron ese paso (sin contar con forma alguna de
gestionar políticamente esta zona monetaria), de repente el proceso de
despolitización de la política (que siempre fue una parte integrante de la
Unión Europea) cobró una tremenda fuerza y empezó a destruir la soberanía
política.
Una de las pocas personas que entendió esto muy bien no era de la izquierda,
sino de la derecha. Me refiero a Margaret Thatcher, que lideró la oposición a
la moneda única y que, de hecho, expuso sus peligros muy claramente. Yo era
contrario a Thatcher en todo lo demás, pero sobre este tema tenía razón.
Thatcher decía que la persona que controla el dinero, la política monetaria y
los tipos de interés controla la dinámica política de la economía social. El
dinero es político y solo puede ser político, y cualquier intento por
despolitizarlo y entregárselo a un puñado de burócratas de Frankfurt (donde se
encuentra la sede del Banco Central Europeo) a los que nadie ha elegido y que
no deben rendir cuentas constituye, de hecho, un acto de abdicación de la
democracia.
¿Por qué Thatcher fue la única voz que se opuso a
la iniciativa, teniendo en cuenta que esta protegía los intereses neoliberales
de los que tan acérrima defensora era ella misma?
Thatcher
era una conservadora, una tory. Aunque era una pionera del neoliberalismo,
también creía en la soberanía y el control del Parlamento sobre el proceso
político. Para ella, el neoliberalismo era un proceso político en el que creía,
pero no por eso dejaba de ser importante que el Parlamento británico pudiera
controlar la dinámica política del neoliberalismo. La eurozona no tenía ni tiene
un Parlamento. El Parlamento Europeo es un chiste cruel, ya que no existe como
un verdadero Parlamento. Es, en el mejor de los casos, un simulacro de
Parlamento, no un Parlamento real.
"Thatcher advirtió de que el euro se dibujaba como una zona monetaria
predestinada al más absoluto fracaso"
Así
que para una tory británica,
para la que la legitimidad de la democracia emana de la legitimidad del poder
soberano, del Parlamento, el euro se dibujaba como una zona monetaria
predestinada al más absoluto fracaso.
Curiosamente, uno de mis mayores defensores mientras fui ministro de Finanzas
de Grecia fue un exministro de Thatcher y en su día ministro de Hacienda tory,
Norman Lamont. Incluso nos hemos hecho amigos. Lo que tenemos en común es un
compromiso con la democracia. Tenemos opiniones muy distintas sobre qué tipo de
políticas se deberían aplicar en el marco del sistema de gobierno, pero estaba
indignado por la forma en que unos funcionarios no elegidos han gestionado las
políticas monetarias y fiscales de Grecia, y han arrasado por completo con su
economía.
Entonces, teniendo en cuenta que el Reino Unido se
mantuvo al margen del euro, ¿no se ve afectado por las políticas de la
eurozona?
Bueno,
como sabemos, Gran Bretaña está viviendo las primeras etapas de una campaña
para un referendo sobre la pertenencia a la UE. Se trata de un debate muy
emotivo. Estoy convencido de que para los británicos fue maravilloso quedarse
fuera del euro, un verdadero golpe de suerte. Pero dicho esto, su economía está
totalmente determinada por la prisión de la eurozona, así que la idea de que
pueden escapar de su influencia votando a favor de abandonar la UE es demasiado
optimista. No pueden irse.
Ahora bien, los conservadores británicos que están abogando por salir de la UE
arguyen que no necesitan a la Unión Europea; que pueden gozar del Mercado Común
sin someterse a las restricciones que impone Bruselas. Pero este es un
argumento muy discutible, ya que el Mercado Común no se puede imaginar sin una
protección común para los trabajadores, formas comunes de evitar la explotación
de la mano de obra o normas comunes para el medio ambiente y la industria.
"La economía de Gran Bretaña está determinada por la prisión de la
eurozona, así que no pueden irse de la Unión Europea"
Así
que la idea de que puedes gozar de un Mercado Común sin una unión política
choca con la realidad política de que la única forma de garantizar un libre
comercio hoy en día es contar con una legislación común en materia de patentes,
estándares industriales, normas para la competencia, etcétera.
¿Y cómo puedes tener esta legislación a no ser que esté controlada por algún
tipo de institución o proceso democrático que sea aplicable en todas las
jurisdicciones? Así que si rechazas la posibilidad de que exista una Unión
Europea democratizada, también rechazas la posibilidad de un Parlamento
británico soberano y acabas con tratados comerciales espantosos, como el TTIP
(Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión).
Así pues, ¿dónde se halla el poder en Europa?
Esta
es una pregunta interesante. A primera vista, las únicas personas poderosas en
Europa son Mario Draghi, jefe del Banco Central Europeo, y Angela Merkel, la
canciller alemana. Pero dicho esto, ni siquiera ellos son tan poderosos. He
visto a Mario Draghi sumamente frustrado en reuniones del Eurogrupo, por lo que
se estaba diciendo, por su propia impotencia, por tener que hacer cosas que
opinaba que eran terribles para Europa.
Al
mismo tiempo, es evidente que Angela Merkel se siente limitada por las demandas
de su propio Parlamento, por su propio partido y por la necesidad de mantener
una especie de convivencia con los franceses con la que no está de acuerdo.
Así que la respuesta a su pregunta es que hemos conseguido crear un monstruo en
Europa, donde la eurozona es sumamente poderosa como entidad, pero donde nadie
está al mando. Las instituciones y normas que se han establecido para mantener
el equilibrio político que desplegó todo el proyecto del euro menoscaban
prácticamente a cualquier actor que tenga algo que ver con la legitimidad
democrática.
¿Pero este proceso no ha otorgado un enorme poder a
los mercados financieros?
Los
mercados financieros no tienen más poder en Europa que en los Estados Unidos o
en cualquier otro lugar.
Volvamos
a 2008. Ese año, tras años de despilfarro del sector financiero y la creación
de un crédito criminal por su parte, las instituciones financieras
implosionaron y los capitanes de las finanzas se dirigieron a los Gobiernos y
les pidieron: "Salvadnos". Y eso es lo que hicimos, traspasando un
enorme valor de los contribuyentes a los bancos.
Esto sucedió en los Estados Unidos y en Europa; ahí no hubo ninguna diferencia
sustantiva. El problema es que la arquitectura de la UE, y del euro en
particular, era tan lamentable que este traspaso masivo de valor de los
contribuyentes (y, especialmente, de los sectores más débiles de la sociedad) a
los bancos no fue suficiente para estabilizar el sistema financiero.
Déjeme
ponerle un ejemplo. Compare el estado de Nevada con Irlanda. Puede que su clima
sea muy distinto, pero ambos territorios son de igual tamaño en términos de
población y tienen economías parecidas. Ambas economías se basan en el
sector inmobiliario, en el sector financiero y en atraer a grandes empresas con
unos impuestos sobre sociedades muy bajos.
"EEUU cuenta con unas instituciones consolidadas en mejor
disposición de abordar crisis como estas y evitar que se acaben convirtiendo en
una crisis humanitaria"
Después
de 2008, ambas economías entraron en una profunda recesión, que afectó
fundamentalmente al sector inmobiliario y a la industria de la construcción, a
promotores que quebraron cuando los precios de la vivienda se hundieron con el
mercado de las hipotecas de alto riesgo y la consiguiente crisis del crédito.
La
diferencia está en la capacidad que tuvieron para responder. Imagine que las
zonas del dólar en los Estados Unidos se hubieran construido de la misma forma
que la eurozona. El estado de Nevada tendría que haber buscado el dinero
necesario para rescatar a los bancos y, además, pagar el subsidio de desempleo
a los trabajadores de la construcción en paro; y todo eso sin ayuda de la
Reserva Federal. En otras palabras, Nevada tendría que haber pasado la gorra
para poder tomar prestado del sector financiero. Como los inversores sabrían
que el gobierno de Nevada no tiene un Banco Central como respaldo, o no
concederían préstamos al estado o no lo harían con unos tipos de interés
razonables. Así que Nevada quebraría, y también sus bancos, y la gente de
Nevada perdería el subsidio de desempleo o los servicios de salud y educación.
"Hemos
conseguido crear un monstruo en Europa, donde la eurozona es sumamente poderosa
como entidad, pero donde nadie está al mando"
Imagine,
entonces, que el estado acudiera al Banco Federal, con la gorra en la mano, y
pidiera ayuda. Y suponga que la Reserva Federal le dijera que le garantizaría
el rescate y le prestaría dinero con la condición de que recortara los
salarios, las pensiones, los subsidios de desempleo y las pensiones un 20%.
Eso
permitiría al estado de Nevada cumplir con sus pagos en el corto plazo, pero la
austeridad y la rebaja de las rentas y las pensiones reduciría los ingresos del
estado hasta tal punto e incrementaría la deuda por los préstamos del rescate
que Nevada habría tocado fondo. Si eso hubiera sucedido en Nevada, habría
sucedido también en Missouri, en Arizona, desencadenando un efecto dominó en
todos los Estados Unidos.
Lo que quiero decir es lo siguiente. No existe ninguna diferencia en lo que se
refiere a la importancia del sector financiero y su tiranía sobre la democracia
en los Estados Unidos o en Europa; la diferencia estriba en que los Estados
Unidos cuentan con unas instituciones consolidadas que están en mejor
disposición de abordar crisis como estas y evitar que se acaben convirtiendo en
una crisis humanitaria. Los estadounidenses aprendieron la lección en la década
de 1930. El New Deal estableció instituciones que actúan como
amortiguadores, mientras que en Europa hemos vuelto a donde estábamos en 1929.
Estamos permitiendo que esta austeridad competitiva y los préstamos del rescate
destruyan a un país tras otro, hasta que la Unión Europea se vuelva en su
propia contra.
¿Así
que llegó el momento de promover la salida del euro? ¿La recuperación de la
divisa nacional no ofrecería más posibilidades de alcanzar una transparencia
democrática?
Esa
es, por supuesto, una lucha abierta que mantengo con mis camaradas en Grecia.
Yo crecí en una economía capitalista periférica griega bastante aislada, con
nuestra propia moneda, el dracma, y una economía con cuotas y aranceles que
impedía la libre circulación de bienes y capitales. Y le puedo asegurar que era
una Grecia bastante desoladora; nada más lejos de un paraíso socialista. Así
que la idea de que debemos volver al Estado-nación para crear una sociedad
mejor me resulta especialmente absurda y poco plausible.
Eso sí, ojalá no hubiéramos creado el euro; ojalá hubiéramos mantenido nuestras
monedas nacionales. Es cierto que el euro fue un desastre. Creó una unión
monetaria que estaba destinada al fracaso y que acarreó unas penurias
indecibles para los pueblos de Europa. Pero dicho esto, es distinto decir que
no deberíamos haber creado el euro que decir que ahora deberíamos salir de él.
Por eso que, en matemáticas, llamamos histéresis. Es decir: salir del euro no
nos hará volver a donde estábamos antes de entrar en él ni a donde estaríamos
de no haber entrado en él.
"Estamos permitiendo que esta austeridad competitiva y los
préstamos del rescate destruyan a un país tras otro, hasta que la UE se vuelva
en su propia contra"
Hay
quien se refiere al ejemplo de Argentina, pero Grecia no se encontraba en la
misma situación que Argentina en 2002. No tenemos una divisa que devaluar con
respecto al euro. ¡Tenemos el euro! Salir del euro significaría crear una nueva
divisa, lo cual llevaría aproximadamente un año, para después poder devaluarla.
Eso sería como si Argentina hubiera anunciado la devaluación de su moneda con
doce meses de antelación. Y eso sería catastrófico, porque si avisaras a los
inversores con tanto tiempo —o incluso a los ciudadanos de a pie—, lo
liquidarían todo; sacarían el dinero anticipándose a la devaluación y en el
país no quedaría absolutamente nada.
Incluso
si pudiéramos volver colectivamente a nuestras respectivas monedas nacionales
en toda la zona euro, países como Alemania, cuya divisa fue suprimida como
consecuencia del euro, verían cómo se dispara su tipo de cambio. Esto
significaría que Alemania, que en estos momentos tiene una tasa de desempleo
muy baja, pero un alto porcentaje de trabajadores pobres, vería cómo esos
trabajadores pobres se convertirían en desempleados pobres. Y esto se repetiría
en todos los países del noreste de Europa y de Europa Central, en los Países
Bajos, Austria, Finlandia… en lo que yo llamo los países con superávit.
"El euro acarreó unas penurias indecibles para los pueblos de
Europa, pero es distinto decir que no deberíamos haberlo creado que decir que
ahora deberíamos salir de él"
Mientras
tanto, en lugares como Italia, Portugal y España, y también en Francia, se produciría
una caída muy drástica de la actividad económica (por la crisis en países como
Alemania) y, al mismo tiempo, un gran aumento de la inflación (ya que las
nuevas divisas en esos países se devaluarían de forma muy significativa,
provocando un incremento en los precios de las importaciones, del petróleo, la
energía y los productos básicos).
Así que, si volvemos al espíritu del Estado-nación, nos encontraremos con una
línea de fractura en algún lugar no muy lejos del río Rin y los Alpes. Todo lo
que quedara al este del Rin y al norte de los Alpes se convertiría en una
economía deprimida y el resto de Europa se encontraría en una zona de
estanflación, de altos niveles de desempleo y altos precios.
Una Europa así podría incluso dar lugar a una gran guerra o, aunque no fuera
una guerra real, a tantas dificultades que los países se volverían unos contra
otros. En cualquiera de los dos casos, Europa, una vez más, hundiría la
economía mundial. China quedaría devastada y la tibia recuperación
estadounidense se esfumaría. Habríamos condenado a todo el mundo a, al menos,
una generación perdida. Por este motivo, advierto a mis amigos de que la
izquierda nunca se beneficia. Siempre son los ultranacionalistas, los racistas,
los fanáticos y los nazis los que se benefician.
Entonces, ¿es posible democratizar el euro o la
Unión Europea?
Asumamos
que son lo mismo. ¿Se puede democratizar Europa? Sí, creo que sí. ¿Y se
democratizará realmente? Sospecho que no. Entonces, ¿qué sucederá? Si me pide
mi pronóstico, soy muy pesimista. Creo que el proceso de democratización tiene
muy pocas probabilidades de éxito. En cuyo caso tendremos una situación de
desintegración y un futuro sombrío.
"Volver colectivamente a las respectivas monedas nacionales podría
conducir a una gran guerra. En todo caso, Europa hundiría la economía
mundial"
Pero
la diferencia cuando hablamos sobre la sociedad o sobre el tiempo es que al
tiempo no le importan lo más mínimo nuestras previsiones, por lo que nos
podemos permitir el lujo de sentarnos relajadamente y mirar al cielo y decir:
"Creo que va a llover". Porque lo que digamos no influirá en las
probabilidades de lluvia.
Pero creo que con los temas que atañen a la sociedad y a la política tenemos
una obligación moral y política de ser optimistas y de preguntarnos:
"Bien, de todas las opciones que están a nuestro alcance, ¿cuál tiene
menos probabilidades de provocar una catástrofe?". Para mí, ese es un
intento de democratizar la Unión Europea. ¿Que si pienso que lo conseguiremos?
No lo sé, pero si no confío en que podamos hacerlo, no me puedo levantar de la
cama por la mañana y ponerme a trabajar.
¿Democratizar Europa es una cuestión de reivindicar
unos principios fundamentales o de desarrollar un nuevo concepto de soberanía?
Son
ambas cosas. No hay nada nuevo bajo el sol. El concepto de soberanía no cambia,
pero la forma en que se aplica a zonas multiétnicas y con varias jurisdicciones
como Europa se debe replantear. Existe un debate interesante que se está
produciendo fundamentalmente en Gran Bretaña, ya que el resto de Europa no
parece estar interesada. Resulta siempre frustrante intentar convencer a los
franceses y a los alemanes de que existe una profunda diferencia entre una
Europa de las Naciones y una Unión Europea. Los británicos lo entienden mejor;
sobre todo, los conservadores, aunque resulte irónico. Son seguidores de Edmund
Burke, anticonstructivistas que creen que debe existir una correspondencia
unívoca entre nación, parlamento y moneda: una nación, un parlamento, una
moneda.
"A no ser que los organismos institucionales puedan ser censurados
o reprendidos por un Parlamento, no tienes una democracia soberana. Así que ese
debería ser el objetivo de Europa"
Cuando
les pregunto a mis amigos tories: ¿Y
qué pasa con Escocia? ¿No son los escoceses una nación de buena fe? Y en ese
caso, ¿no deberían tener su propio Estado y moneda?, la respuesta que obtengo es algo así como:
"Sí, claro, existe una nación escocesa, galesa e inglesa, y no una nación
británica, pero contamos con una identidad común, forjada durante guerras de
conquista, la participación en el Imperio, etcétera".
Si eso es así, y puede que lo sea, entonces se puede decir que diferentes
nacionalidades se pueden agrupar en torno a una identidad común que se va
transformando. Así es como me gustaría verlo. Nunca tendremos una nación
europea, pero podemos tener una identidad europea que se corresponda con un
pueblo europeo soberano. Así que mantenemos el anticuado concepto de soberanía,
pero lo vinculamos con una identidad europea en desarrollo, que después se
vincula con la soberanía única y un Parlamento que mantiene mecanismos de
control sobre el poder ejecutivo en el ámbito de Europa.
En estos momentos, el Ecofin, el Eurogrupo y el Consejo Europeo están tomando
decisiones importantes en nombre del pueblo europeo, pero estas entidades no
deben responder ante ningún Parlamento. No basta con decir que los miembros de
estas instituciones rinden cuentas ante su Parlamento nacional, ya que esos
miembros, cuando vuelven a su país para comparecer ante su propio Parlamento,
dicen: "No me miren a mí; yo no estuve de acuerdo con nada en Bruselas,
pero no tenía poder para influir en las decisiones, por lo que no se me puede
responsabilizar por la decisión del Eurogrupo o del Consejo o del Ecofin".
A no ser que los organismos institucionales puedan ser censurados o reprendidos
en tanto que organismo por un Parlamento común, no tienes una democracia
soberana. Así que ese debería ser el objetivo de Europa.
Hay quien dirá que eso ralentizaría los procesos de
toma de decisiones y la harían poco eficaz.
No,
no creo que eso ralentizara la toma de decisiones; la potenciaría. En estos
momentos, como no tenemos este tipo de mecanismos de rendición de cuentas, no
se toma ninguna decisión hasta que resulta imposible no actuar. No hacen más
que aplazar y aplazar las cosas, negando un problema durante años y, después,
siempre apañando alguna solución de última hora. Es el sistema más ineficiente
que uno pueda imaginar.
Ahora mismo está participando en la presentación de
un Movimiento por la Democracia en Europa. ¿Qué nos puede explicar sobre esta
iniciativa?
Uno
de los aspectos positivos de la forma en que nuestro Gobierno fue aplastado el
pasado verano es que millones de europeos tomaron conciencia de la manera en
que se dirige Europa. La gente está muy, muy enfadada; incluso gente que no
estaba de acuerdo conmigo y con nosotros.
Así que ahora estoy recorriendo Europa, visitando varios países, intentando
sensibilizar sobre los desafíos comunes a los que nos enfrentamos y la
toxicidad que se desprende de la falta de democracia. Ese fue el primer paso.
El segundo paso ha consistido en elaborar un proyecto de manifiesto, ya que los
manifiestos son importantes porque concentran el pensamiento y pueden
convertirse en un punto de referencia para la gente que está enfadada y
preocupada, y desea participar en un proceso de democratización de Europa.
El 9 de febrero organizaremos un evento importante en Berlín, una ciudad
escogida por evidentes motivos simbólicos, en el que presentaremos el
manifiesto e invitaremos a los europeos de los 28 Estados miembros a sumarse a
nosotros en un movimiento que tiene una agenda muy simple: o democratizar
Europa o eliminarla. Porque si permitimos que las actuales estructuras e
instituciones burocráticas y antidemocráticas de Bruselas, Frankfurt y
Luxemburgo sigan aplicando políticas en nuestro nombre, acabaremos en la
situación de distopía que he comentado antes.
Después
tenemos previstos una serie de eventos en toda Europa que brindarán a nuestro
movimiento el impulso necesario. No somos una coalición de partidos políticos.
La idea es que cualquiera pueda adherirse, independientemente de su afiliación
a un partido político o a una ideología, porque la democracia puede ser el tema
aglutinador.
"Nuestro movimiento tiene una agenda muy simple: o democratizar
Europa o eliminarla"
Incluso
pueden sumarse mis amigos tories, o liberales que se dan cuenta de que la UE no solo
no es bastante democrática, sino que es más bien antidemocrática y, por este
motivo, incompetente desde el punto de vista económico.
¿Cómo contemplamos nuestra intervención en la práctica? El modelo de hacer
política en Europa se ha basado en partidos políticos de países concretos. Así
que un partido político crece en un país determinado, tiene un programa que
atrae a los ciudadanos de ese país y, después, cuando el partido se encuentra
en el Gobierno, solo entonces (como algo secundario) intenta construir alianzas
con partidos afines en Europa, en el Parlamento Europeo, en Bruselas, etcétera.
En lo que a mí respecta, este modelo de hacer política está acabado. La
soberanía de los Parlamentos se ha visto disuelta por la eurozona y el
Eurogrupo; la capacidad de cumplir con el mandato recibido en el ámbito del
Estado-nación ha sido erradicada y, por lo tanto, cualquier programa dirigido a
los ciudadanos de un Estado miembro concreto se convierte en un puro ejercicio
teórico. Ahora mismo, los mandatos electorales son, por naturaleza, imposibles
de cumplir.
Así que, en lugar de ir del nivel del Estado-nación al nivel europeo, pensamos
que deberíamos ir en dirección contraria; que deberíamos construir un
movimiento europeo transfronterizo, mantener una conversación en ese espacio
para identificar políticas comunes, para abordar problemas comunes y, una vez
tengamos un consenso sobre estrategias comunes a nivel europeo, ese consenso
pueda encontrar expresión de ello en los niveles del Estado-nación, regionales y
municipales. Así que le estamos dando la vuelta al proceso, empezando por el
nivel europeo para intentar encontrar un consenso y, después, yendo hacia
abajo. Esta será nuestra forma de funcionar.
"La única forma de cambiar Europa es mediante una oleada que surja
en toda la Unión. Si no, el voto de protesta terminará disipándose, dejando
tras de sí nada más que amargura"
En
cuanto al calendario, hemos dividido la próxima década en varios marcos
temporales porque disponemos, como máximo, de una década para cambiar Europa.
Si no lo conseguimos para 2025, no creo que haya una Unión Europea que salvar o
incluso sobre la que hablar. Para aquellos que desean saber qué es lo que
queremos ahora, la respuesta es transparencia.
Como mínimo, exigimos que las reuniones del Consejo de la UE, el Ecofin y el
Eurogrupo se retransmitan en directo por la web, que las actas del Banco
Central Europeo se hagan públicas y que documentos relacionados con
negociaciones comerciales como el TTIP se puedan consultar online.
En el corto a medio plazo, abogaremos por la reestructuración de las
instituciones existentes de la UE, dentro del marco de los tratados vigentes
(por terribles que sean), con vistas a estabilizar las crisis que nos afectan
en el ámbito de la deuda pública, la falta de inversión, la banca y la
creciente pobreza. Por último, en el medio a largo plazo, instaremos a que los
pueblos de Europa convoquen una Asamblea Constitucional, con facultades para
decidir sobre una futura constitución democrática que reemplace todos los
tratados europeos existentes.
Parece que estamos viviendo una época llena de
esperanza, pero también difícil. Estamos presenciando la creciente popularidad
de partidos como Podemos en España, la izquierda en Portugal y Jeremy Corbyn en
el Reino Unido, por citar algunos. Pero al mismo tiempo, tenemos la experiencia
de Syriza, que fue aplastado por la Troika sin miramientos. ¿Qué espera de
estas señales de rechazo popular a las políticas de austeridad teniendo en
cuenta la experiencia de Syriza?
Creo
que el auge de estos partidos y movimientos contra la austeridad demuestra
claramente que los pueblos de Europa, no solo en España y Grecia, están más que
hartos de la antigua forma de hacer política, de las políticas basadas en el
consenso que han reproducido la crisis y han abocado a Europa a un camino que
lleva a la desintegración. De eso no hay ninguna duda.
La cuestión es: ¿cómo podemos aprovechar ese descontento? En nuestro caso, en
Grecia, hemos fracasado. Estamos experimentando una tremenda desconexión entre
la cúpula del partido y las personas que votaron por él. Por eso opino que el
acento en el Estado-nación es algo muy obsoleto. Si Podemos entra en el
Gobierno, lo hará bajo las mismas condiciones, extremadamente limitantes,
impuestas por la Troika, igual que el nuevo Gobierno que se está intentando
formar en Portugal. A menos que esos partidos progresistas se vean impulsados
por un movimiento paneuropeo que ejerza una creciente presión en todos los
países y de forma simultánea, acabarán frustrando a sus votantes y viéndose
obligados a aceptar todas las normas que les impiden cumplir sus mandatos.
Es por ese motivo por el que pongo el énfasis en construir un movimiento
paneuropeo. Es porque la única forma de cambiar Europa es mediante una oleada
que surja en toda Europa. De lo contrario, el voto de protesta que se ha
manifestado en Grecia, España, el Reino Unido y Portugal, si no se sincroniza
en todos los países, terminará disipándose, dejando tras de sí nada más que la
amargura y la inseguridad generada por la imparable fragmentación de Europa.