En
un artículo de la revista francesa “Le Nouvel Observateur” leí que científicos
de Harvard y Stanford habían “encontrado” que la transfusión de sangre de
ratones jóvenes en ratones viejos permitía una mejora del desempeño
cognitivo de estos… a partir de lo cual el autor del artículo (el sociólogo Michel
Billé) hacia toda una digresión sobre el miedo a la vejez, antesala de la
muerte… y la búsqueda de la fuente de la eterna juventud… la cual antes se
buscaba y solicitaba a los Dioses, después a la alquimia y hoy en día a la
ciencia.
¡¡Envejecer…
pero permaneciendo joven!!
Personalmente…
también temo a la vejez… mas no a la muerte.
Por
lo cual el mejor… y único… remedio contra la decrepitud, el deterioro, la
degeneración, la degradación de la vejez (tanto corporal como mental)… es… el
suicidio, antes de que esto suceda.
La
eterna juventud es una búsqueda sin futuro.
Una
posibilidad con la cual unos muy pocos podrán seguir soñando poniendo la ciencia
al servicio de esta utopía… pero para la inmensa mayoría de la humanidad
seguirá siendo una pretensión no solo inalcanzable sino contraria a la
“realidad”.
Realidad
que es la siguiente… en toda sociedad (por lo menos hasta ahora y me temo que
por mucho tiempo) hay quienes se consideran como imprescindibles y quienes son
prescindibles. La elite que ejerce la dominación (principalmente la oligarquía
y los expertos)… y todos los demás que padecen la sumisión.
Evidentemente
sobra decir que la inmensa mayoría de los viejos forman parte de los sometidos…
y por los mismos estragos de la vejez son más prescindibles que nunca. Para
estos… nosotros… el futuro no se pinta de una posible “eterna juventud” sino
todo lo contrario… pronto, más temprano que tarde, se encontrara una solución
para nuestra pronta eliminación… basta buscarla y hacer lo necesario para que
esta sea aceptable, aceptada.
Mientras
esto suceda… sonriamos un poco.
Posdata: para quienes leyeron la reciente entrada COITUS INTERRUPTUS, del 9 de abril y
estaban preocupados por mi “parón”… tranquilícense… alégrense (para mi
obviamente) he rellenado mi pluma de tinta y he vuelto a manchar de palabras las blancas
hojas vírgenes.
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