Hace veintiocho
minutos salí de Barcelona.
En la pantallita unos
números rojos me informan que ruedo a 285 kilómetros por hora… cinco minutos
más tarde la misma pantallita me dice silenciosamente que ruedo a 308
kilómetros por hora.
Silencio.
Los seres que me
acompañan no hablan… silencio casi absoluto… ni el traqueteo de las ruedas
metálicas sobre los rieles metálicos… solo un imperceptible run run.
El paisaje desfile.
Lo cercano se difumine
en indefinidas rayas de imprecisos colores… lo lejano, antes de que pueda
captarlo, va quedando atrás.
Paisaje árido, ocre,
sin cultivos, casi desértico, solo arbustos empolvados… sin presencia del
hombre.
Pueblos a lo lejos,
color de la tierra, del polvo… sin presencia humana.
Casas desperdigadas, derruidas,
en medio de la nada, en el fondo de los barrancos, asidas a las laderas… sin
hombres, sin humanidad.
Cielo gris… nubes
bajas… estructuras gráciles.
Telarañas metálicas
llevando tendidos eléctricos hacia lo desconocido.
Torres eólicas esbeltas
con depuradas aspas, sustituyendo los gigantes que antaño un tal Don Quijote
desafiaba.
Tierras sin vida…
abandonadas.
¿Dónde se encuentran
los hombres?
A mi alrededor…
conmigo… rodando a más de trescientos kilómetros por hora.
¿De qué huimos?
¿A dónde vamos con
tanta prisa?
Duermen, dormitan…
teclean nerviosamente, con suma destreza y rapidez sus computadoras, sus
celulares, sus tabletas… conectados al mundo lejano, al mundo ausente, mediante
pantallas y audífonos… extensiones y prótesis.
Uno solo habla… ¿con
quién?... imposible saberlo… ¿lo sabrá el?... quizás consigo mismo.
Pienso en A… lejana,
ausente… yo con mi vida, ella con la suya…escribo para mí, quizás también para
ella… ¿me leerá?... ¿sabrá en que pienso?
En otro espacio, en
otra vida… puebla mi tiempo.
Soy único, singular,
insustituible, irrepetible… y no soy nada… quizás nadie.
Un electrón libre…
parte de un Todo que me atrae, me sujeta, me limita, me controla.
Engaño… tramposa
libertad.
Agitación controlada.
Soy un transeúnte que
no pasa, inmóvil… espectador ciego… oyente sordo.
Ni siquiera somos de
la raza bovina. No vemos pasar los trenes… somos los trenes… sin siquiera poder
ver las vacas.
No vemos lo complejo,
lo indescifrable, lo inimaginable, ni siquiera lo imaginable… solo vemos lo
simple, lo evidente, lo binario, lo numérico… el blanco o el negro, el sí o el
no, lo cierto o lo falso, el 1 o el 2.
Soy un mutante.
No veo, no oigo, no
siento… menos lo vivido por el otro, menos sus sueños.
No comparto, no
intercambio… ni calor, ni sonrisa, ni lagrimas, ni espanto, ni alegría, ni temor…
solo signos, conceptos, abstracciones.
Mi cuerpo se reduce a
neuronas… con extensiones para otros
espacios, otros tiempos.
Si no veo el mundo con
mis propios ojos… ¿cómo podría verlo con los de alguien más?
Quiero empatía y me
dan determinismo.
Pregunto quién soy,
quien eres, quienes somos… me contestan… fotografías, huellas, ADN, matrículas,
identidades… únicamente antropomorfologia, solo antropometría.
Quiero comprender el
mundo… me lo explican.
Estoy solo, extranjero…
sin mundo que pueda hacer mío.
Soy un autista.
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