En Francia, el señor Jérôme Cahuzac era ministro del
gobierno socialista del Presidente de la Republica François Hollande. Pero no
un ministro cualquiera, un ministro de segunda… no, era ministre du Budjet (en México
diríamos, secretario de presupuesto).
Antes de su elección el entonces candidato socialista había
declarado que, al contrario de su contrincante, el no sería “el presidente de
los ricos”… y apenas elegido, el presidente Hollande (autonombrado presidente
normal) había declarado que “mi adversario es la finanza” y que sería el
presidente de una “Republica ejemplar”.
El señor Cahuzac, antes de ser uno de los principales
miembros del gobierno y hombre de confianza del presidente, había sido el dueño
de una reputada clínica de cirugía estética especializada en los implantes
capilares (para gente famosa y pudiente), así como ministro delegado en el
ministerio de la salud cuyo titular era Claude Evin (de 1988 a 1991), antes de
fundar “Cahuzac Conseil” una empresa dedicada al lobbying en el ramo de la
industria farmacéutica.
Como “ministre du Budjet” el señor Cahuzac era el
encargado de preparar, hacer votar y aplicar la nueva política fiscal de
austeridad del gobierno socialista, la cual implicaba, entre otro, una reducción de
diez mil millones de euros del gasto publico.
Este es el ministro que después de ser acusado de
fraude fiscal en varias de sus modalidades (entre estas el poseer una cuenta
secreta, primero en el banco suizo UBS y después en la institución financiera
Reyl en Singapur)… y haberlo negado… tuvo que reconocerlo y presentar su
renuncia.
Inútil extenderse más en la contradicción que
representa que un ministro encargado de idear y ejecutar una política fiscal de
austeridad… sea acusado de fraude fiscal… y lo reconozca públicamente… muy
quitado de la pena… no ante el juez sino mediante su cuenta de twitter.
Inútil también extenderse más en lo que esto
representa para la credibilidad del Presidente de la Republica (¿lo sabia o lo
engañaron?... en el primer casi es tachado de complicidad, en el segundo de ser
un inepto) y su futuro político y el del Partido Socialista… pero también para
la confianza de todos los franceses en los hombres de su clase política… y lo más
grave, en la política como tal (¿a cuanto subirá la abstención en las próximas elecciones
francesas?)
Sobre lo que si vale la pena detenerse y reflexionar… un
poco y una vez más… es sobre la mentalidad y la “amoralidad” de los políticos profesionales…
los hombres que han hecho de la política una profesión, su profesión… es decir,
no solo el dedicarse al servicio del interés general de la ciudadanía… sino también
la actividad mediante la cual obtienen los recursos financieros (el vulgar y ¿sucio?
“dinero”) que les permite vivir… ya sea estrechamente, o a sus anchas (es
simple pregunta… ¿cuántos conocen que vivan estrechamente y cuantos que viven a
sus anchas… muy a sus anchas?)
A pesar de la pretendida democracia… los políticos… quienes
ejercen el poder, pero también quienes luchan por él en la oposición…sean de
derecha o de izquierda (cuando solo existe un centro con diferentes matices,
sometido a los imperativos del mercado, los intereses de las instituciones
financieras y las empresas multinacionales
y transnacionales) son parte de una nueva aristocracia, una nueva oligarquía.
Individuos situados hasta lo más alto de la escala social… indiferentes a los demás,
a los que dicen representar y gobernar… considerándose desligados de toda obligación
social y/o política hacia quienes gobiernan, en nombre de quienes gobiernan.
“Una casta que domina Francia, una micro sociedad compuesta, tanto de
gente de derecha como de izquierda, que funciona de la misma manera, con sus
riquezas, sus redes, sus conflictos de intereses y sus ayudas mutuas”, dicen los sociólogos Monique y Michel Pinçon-Charlot.
“Una nueva elite que se comporta como si estuviese por encima de las
leyes”, dice el filosofo Marcel Gauchet, quien agrega: “Asistimos al nacimiento de un nuevo Lejano
Oeste planetario en el que los ricos y los poderosos se mueven sin ser sometidos
a los habituales limites y las habituales obligaciones. Como dicen en el
lenguaje coloquial, hay los listos que hacen malabares con las leyes y los
pendejos que, como yo y usted, tienen la obligación de respetarlas.”
En cuanto al filosofo Pierre Zaoui, este apunta que “Lo terrible, es que Cahuzac haya mentido,
no por una razón de Estado, sino por razones privadas. Hoy el dinero se ha
vuelto mucho más deseable, deseado, que el poder.”
Muchos de los políticos forman hoy parte de esta nueva
casta a la cual se entra no por herencia sino por ambición, desfachatez y una
total ausencia de moral… de la más elemental “common decency” que George Orwell decía ser innata a los
humildes que valoran la lealtad, la generosidad y la dignidad, y de la cual
carecen los poderosos que valoran el cinismo, la astucia y la vileza.