Hace casi exactamente doce años, al día siguiente de
la “victoria” de Fox, hice un análisis de tal supuestamente trascendental
suceso escribiendo un pequeño texto bajo la forma de una fabulita, que me
permití titular “El Cuento del Cambio”.
Hoy, después de doce años de este fallido experimento,
se está dando otro suceso, obviamente también presentado como trascendental… el
regreso del dinosaurio a los Pinos.
Aquí me permito abrir un pequeño paréntesis, para
vaticinar que patalee todo lo que quiera el señor Andrés Manuel López Obrador (que
después de la elección fraudulenta del año 2006 decidió inmovilizar y matar por
inanición un movimiento que se le estaba yendo de las manos, so pretexto de que
no corriera la sangre), este momentáneo regreso al pasado, será declarado incuestionable
y se consumara.
Por lo que me propongo “actualizar” este cuento,
dándole una continuación, donde lo deje hace doce años.
Aquí les va la introducción de aquel entonces y el
cuento original, seguidos de su actualización.
Abrumado por el jubilo desbordado de quienes
votaron por el señor gerente cocacolero Fox el dos de julio del primer año del
siglo XXI, creyendo haber puesto su granito de arena en la construcción de la
"Democracia" en México, al día siguiente me sentí obligado a escribir
esta fabulita (sin pretensión literaria) para que se sepa que no todos nos
tragamos tan fácilmente...
EL CUENTO DEL "CAMBIO".
Había una vez unos cuantos señores, invisibles
para el común de los mortales, que eran dueños de un camión al cual le habían
puesto el nombre de "MEXICO".
Como dueños, detentaban el poder de manejar dicho
camión a su antojo. Ellos habían fijado la ruta del mismo, el punto de partida
como el de llegada, así como las paradas en el trayecto y los caminos por los
cuales transitaba. Decidían, solos, quienes viajaban en el piso superior con
todas las comodidades y quienes lo hacían de pie en el piso inferior hacinados
hasta el fondo, a proximidad del ruido y calor del motor.
Como dueños que eran, ellos habían contratado al
conductor, al cobrador, al mecánico y demás acólitos, agrupados todos en una
organización a la que habían denominada "PRI".
Quienes utilizaban el servicio de dicho camión
nacían, vivían y morían en él, sin posibilidad alguna de opinar sobre el estado
del mismo, el desempeño del conductor, o la ruta fijada. Solo unos cuantos
malagradecidos, locos o traidores, cansados de tener que empujarlo cuando el
motor fallaba, lo abandonaban para subirse a otro, arriesgando su vida al
saltar por las ventanas cuando en una subida el camión disminuía en demasía su
velocidad. También solía suceder que algunos de los de la plataforma superior
lo hicieran en alguna de las paradas después de haber retribuido al conductor
con la suma acordada y sin olvidar de llevarse con ellos todas sus
pertenencias.
Dado que el tiempo no pasa en balde para nadie,
después de sesenta años de haber fielmente servido a sus dueños los empleados
ya se habían hecho demasiado viejos y mañosos. El conductor equivocaba a menudo
el camino llevando al camión por brechas cada vez más intransitables y
cayéndose al barranco con asombrosa regularidad cada seis años. Al ver el
creciente número de muertos y heridos que dejaba cada nuevo accidente, llego un
día en que hasta los pasajeros del piso superior amenazaron con abandonar
masivamente el camión. En cuanto al cobrador, este se quedaban con una parte
cada día mayor del monto del pasaje y para colmo estaba en contubernio con los
asaltantes que desvalijaban a los pasajeros, sin siquiera respetar, a últimas
fechas, a quienes viajaban en la parte superior.
Además, cuando los dueños decidieron cambiarle el
motor al camión y llevarlo por una nueva ruta, sin avisar y mucho menos
pedirles su opinión a los pasajeros, resulto que el chofer y sus acólitos se
mostraron incapaces de mantener el nuevo rumbo, llegando incluso en algunas
ocasiones a preguntarse si esta nueva ruta era la más indicada para sus propios
intereses. Viéndose en alguna ocasión en la penosa necesidad de recurrir a la
eliminación física de un candidato a chofer en demasía indeciso y escéptico, lo
que lo hacía sospechoso (quien sabe de qué) y poco confiable.
Así que después de más de sesenta años, al ver el
lamentable estado en el que sus empleados habían dejado el camión así como su
falta de pericia y su poca fe en el nuevo rumbo, los dueños llegaron a la
conclusión que de seguir así las cosas este dichoso camión ya no sería negocio
para ellos. En este momento tomaron la decisión de despedir a sus viejos
empleados, sustituyéndoles por unos más jóvenes, quizás menos experimentados
pero menos amañados, más dúctiles, y sobre todo con mucha fe en el nuevo rumbo
y muchas ganas de dejar su condición de simples pasajeros para sentir la
ilusión de poder que proporcionaba el ponerse al volante.
Tomada la decisión de proceder a dicha
sustitución o cambio, faltaba a los dueños decidir cómo llevarlo a cabo para
que sus fieles empleados aceptasen presentar su renuncia voluntaria sin
oponerse de una u otra forma a lo que en realidad no era más que su despido por
incompetentes y corruptos.
Después de estudiar concienzudamente los
procederes de sus competidores de otras latitudes, llegaron a la conclusión que
la mejor manera (la más aséptica y menos traumática) era la que estos aplicaban
bajo el nombre de "democracia", la cual consistía básicamente en que
el cambio no apareciera como impuesto y producto de su única voluntad sino que
fuesen los pasajeros mismos del camión quienes tomaran formalmente tan delicada
y quizás peligrosa decisión, escogiendo de entre los pasajeros del piso
superior quienes pensaban ellos que eran los más capacitados para componer y
manejar el camión. Sobra decir que los diversos pasajeros candidatos a tan alta
responsabilidad habían sido previamente seleccionados por los dueños en función
de sus probabilidades de salir avante en esta particular carrera. Siendo que,
de entre todos ellos, el candidato escogido para vencer y quedarse con tan alta
responsabilidad lo había sido en función no tanto de sus destacados servicios
como su probada fidelidad. En fin... que se podía decir que era uno de ellos
disfrazado de mosquetero al servicio de la Democracia o bufón del Cambio.
Hoy los pasajeros ya eligieron al nuevo conductor
del camión en que todos viajan... el anterior, sin siquiera esperar al
resultado de la carrera (amañada de origen aunque se pretenda y celebre su
pulcritud), ungió a su sucesor... los dueños, felices de que tal sustitución se
haya dado sin que se interrumpiera el provechoso viaje, dan las gracias a quien
deben de dárselas congratulándose de lo bien que les salió... soñando en los
beneficios de la operación "CAMBIO"... preparándose para la siguiente
después de jurar que no volverán a cometer el mismo error de mantener a sus
empleados en el puesto mas allá del momento en que la curva ascendente de sus
ganancias empiece a revertirse poniendo en peligro al negocio... al no ser que,
cansados de transitar por caminos cada día más inseguros, les resulte más rentable
vender el camión a la competencia (en su totalidad en una sola vez o en partes
poco a poco), con todo y sus pasajeros, dedicándose a administrar la
rentabilidad del producto de la operación.
A menos que, hartos de escoger el enésimo
conductor capaz de llevarlos al destino escogido por los dueños... por la ruta
que a ellos les convenga... los pasajeros decidan adueñarse del camión para ir
por donde ellos quieren... al destino que ellos escojan... pudiendo cambiar de
camino y meta las veces que se les pegue su real gana.
ACTUALIZANDO.
Después de haber
puesto consecutivamente, a lo largo de doce años, dos choferes escogidos de entre
los integrantes de la antigua organización llamada PAN, rival de la todavía más
vieja conocida como PRI, los dueños del camión “MEXICO” tomaron la decisión (siempre democráticamente) de abandonar a su
suerte los empleados del viejo PAN, para poner en el puesto de chofer (con
todos sus “ayudantes”) a un integrante del dinosaurico PRI… que habían tenido
el cuidado y la precaución de mantener vivo y coleando… por lo que pudiese
ofrecerse… y se ofreció.
En efecto, dos
hechos, que les quitaban el sueño, les hicieron tomar la decisión de sacar de
su guarida (de hecho, guaridas “estatales”) al viejo dinosaurio para instalarlo
al volante de MEXICO.
El primero de los dos “nuevos choferes”… les había
hecho pasar el susto de su vida… el temor a la posible pérdida de la propiedad
de su camión.
Resulto que un advenedizo populista, amparado por una
relativamente joven organización llamada PRD, pero apoyándose básicamente en la
fuerza del número de los desdichados pasajeros que viajaban en el piso inferior,
pretendía contender por el puesto de chofer. En efecto, cansados de ver que,
lejos de cambiar de ruta y destino, cada nuevo chofer seguía llevándolos por
profundos baches y peligrosas curvas hacia el despeñadero… encontraron a su “mesías”
(un tal Andrés Manuel López Obrador que se había labrado un cierto respecto, como
chofer de un más pequeño camión llamado este “Ciudad de México” pero también
por su reputación de hombre simple y honesto”) para disputarle el puesto al
candidato al chofer designado por los dueños, y por lo tanto seguro ganador de
la contienda.
Resulto que este “hombre providencial” se gano el
puesto… pero este le fue malamente arrebatado por el candidato perdedor apoyado
por los dueños a quienes este “redentor” les producía urticaria. Ante este robo en
despoblado el ganador rebajado a perdedor, se inconformo y llamo a los
pasajeros mas jodidos (apoyado por una importante porción de la casta que se
autonombra como “intelectuales”) a la rebelión… y ¡ho sorpresa! estos se
echaron a la calle, no uno o dos días, sino durante largas semanas… logrando
poner en entredicho y casi revertir la decisión de los dueños (que con mayor
inteligencia que por el pasado, decidieron no hacer uso de la fuerza bruta
represiva, sino únicamente de la manipulación propagandística televisiva que,
sabiendo emplearla con la suficiente destreza, mata mas certeramente que las
balas)… cuando, sorpresivamente, aparentemente asustado por la magnitud de la
fuerza que había echado a andar y temeroso de perder el control de la misma, en
el momento más álgido de la batalla, el nuevo mesías, tomo la decisión de parar
las movilizaciones, ordenando acampar durante semanas en una estratégica y simbólica
avenida de la capital… matando así la esencia misma de todo movimiento
relativamente autónomo… el movimiento mismo.
Como previsto, inmovilizado, sin el oxigeno y el
alimento que proporciona el movimiento mismo (como el tiburón que dejara de
nadar), este murió de muerte natural por inanición.
Pero fueron largos meses durante los cuales los dueños
del camión experimentaron el temor de verse despojados del control de lo que era
suyo, y de nadie más… jurándose que después de salir victoriosos de esta
batalla… harían lo necesario para que esto nunca más sucediera… lo que equivalía
a la condena a muerte de los ineptos cuya impericia los habían llevado al borde
del desastre.
Quedaba la pregunta de siempre… con quien y como
sustituir a esta bola de inútiles.
Para el cómo, la pregunta no era ni pertinente ni
necesaria… ahí estaba el método largamente comprobado, y con éxito garantizado,
a lo largo de la historia de numerosas otras naciones… el viejo truco de las
elecciones democráticas… solo era cuestión de saber cómo usarlo, el no caer en
la anterior equivocación.
En cuanto al quien… haciendo memoria… se acordaron que
ahí estaba el viejo dinosaurio que, inteligentemente habían mantenido medio
escondido pero vivo, bien alimentado, y con excelente salud… y también se
acordaron que este si sabia como hacerlo.
Pero para respetar las reglas de la tan útil
Democracia… era requisito imprescindible… dejar que el chofer que acababa de
hacerse cargo del camión… lo manejara durante seis largos e inciertos años.
Seis años (un sexenio dicen) durante los cuales el
nuevo chofer… si bien resulto ser menos inepto que su antecesor para llevar el
camión por una ruta más transitable…atormentado por la falta de legitimidad
(condición sine qua non del ejercicio del poder en toda Democracia que se
respeta… y el ¡quería ser respetado!) resultando de su imposición a la mala…
cometió el pecado originario de querer comprarse una legitimidad… nada más que
emprendiendo una guerra. O sea… ya que no podía sentarse en la silla
presidencial soportado por los votos mal habidos… lo haría soportado por las
bayonetas.
Pero… ¿contra quién librar esta guerra, contra cual
enemigo? Contra un enemigo externo… de no ser contra Costa Rica, la empresa
tendría sus riesgos… la victoria no estaría asegurada… y definitivamente…se vería
mal, muy mal… si la opinión pública mundial había señalado de su dedo reprobatorio
a los USA en su intervención contra Irak… ¡¿cómo le iría al Goliat mexicano
invadiendo el David costarricense?!
Si resultaba imposible guerrear contra un enemigo
externo… porque no hacerlo contra uno interno… ¡porque no, ahí estaba la
solución!... pero ¿contra quién?... unos estudiantes hábilmente manipulados,
las huestes del Nuevo Mesías… no,
definitivamente no… no contra el pueblo indefenso… impensable, imposible… la
reprobación seria todavía mayor.
Y… quien sabe cuándo, quien sabe si aconsejado por
alguien o si salió de su propia mente… se le prendió el foco… ahí estaba el
crimen organizado… los malos de la película…. de toda película… los que
envenenan nuestra juventud… los que secuestran nuestras madres, hijas, esposas
y amigos… los que matan para robarse un maldito reloj o un celular…los… los…
los.
Y… de un día para otro… sin decir “ahí va”, o
diciéndolo… a patear el panal para que las abejas enfurecidas… primero lo
abandonaran para esfumarse por todo el país… y después, aprovechando la
confusión, se disputaran las plazas y los territorios “descontrolados” a base
de matanzas, ejecuciones en masas, decapitaciones y desmembramientos, colgados,
y un sinfín de atrocidades cada día mas atroces unas que otras.
Al principio, obviamente, el decidido apoyo de los
medios comprados ensalzando la valentía del comandante en jefe, los aplausos
del respetable para quien “este sí que las tiene bien puestas”.
A lo cual se puede agregar la no menor ventaja de que,
como en todo conflicto armado, se puede dividir al adversario entre enemigo de
verdad y aliado circunstancial… aprovechando esta división para quedarse con
una no despreciable parte del botín incautado al enemigo, la generosa
retribución de los aliados de circunstancia, y las ganancias que genera toda
guerra…. negocio redondo.
Pero, la guerra se eterniza… los muertos que se
contaban por centenas, empezaron a contarse por millares y hoy por decenas de
miles… muchos de los cuales ya no son delincuentes que se matan entre sí o
mueren en enfrentamientos con las valerosas fuerzas armadas, sino inocentes
civiles que se encontraban donde no debían en el momento equivocado.
Además, está ocurriendo algo muy grave, extremadamente
preocupante, para los dueños. Uno, los enfrentamientos y las matanzas, el clima
de inseguridad que se extendió por todas las rutas, empiezan a ser
contraproducentes para la buena marcha del camión, afectando los intereses
económicos, en claro las ganancias, de los dueños (si bien algunos de ellos,
como siempre, también se benefician de ello.)… además de que con la propagación
desbocada y anárquica de la violencia corren el riesgo de que esta les alcanza
a ellos también en sus propias personas No hay duda de que una parte bastante
sustanciosa de los beneficios del crimen organizado, irriga la “economía
formal”, representa un valioso aporte para esta, quizás incluso sea el que la
mantenga en relativa buena salud… pero siempre ha sido así… ¿no habría manera
de que siguiera siendo así, pero sin necesidad de tantos muertos y tanta
violencia?
Dos, en última instancia, el último recurso del que
disponen los dueños para llegado el caso, garantizar el mantenimiento del orden, SU orden… siempre
han sido y seguirán siendo las fuerzas armadas (siempre indefectiblemente
leales a la Nación… SU Nación)… que pasa cuando estas se ven infiltradas por el
crimen… y pueden en todo momento (por lo menos en cierta parte y en cierta
medida) cambiar su lealtad… respondiendo ya no al llamado de los dueños del
camión, sino de quienes se dedican a asaltarlo. ¿Qué no habría manera de que
los cuantiosos recursos del crimen organizado siguieran irrigando la economía…
pero sin tomar el riesgo de ver los garantes de las leyes que aseguran la
permanencia de la propiedad y el orden, cambiar sus lealtades?
Para resolver este transe… también se acordaron que el
viejo dinosaurio… el si sabia como hacerlo… lo había hecho durante lustros… y a
la perfección… no como este inepto que pensando primero en su propio interés…
había desencadenado una dinámica guerrera que estaba poniendo en riesgo la
sobrevivencia misma del camión.
¡¡Eureka!!.., la solución estaba ahí, al alcanzo de la
mano… bastaba con acercarse al dinosaurio, entablar un provechoso intercambio
de puntos de vista… hacerle alguna
propuesta difícil de rehusar, llegar a acuerdos provechosos para todos.
Pero… ¿y el todavía chofer, la organización de donde
procedía?
¡No problem!... bastaba hacerle ver que se trataba de
un acuerdo a largo plazo… en el cual él estaba obviamente incluido… provechoso
para todas las partes (bueno, las tres… tu, él y nosotros… tampoco hay que
exagerar e incluir a los pasajeros)… hoy te toca a ti manejar el camión… mañana
me toca a mi… y todo el mundo contento.
Provecho adicional y mayor sofisticación… los
pasajeros mismos, apoyarían sin duda alguna, gustosos, el acuerdo (obviamente
sin que este fuese de su conocimiento, lo cual es relativamente fácil con todos
los medios de manipulación al alcance de la mano y manejados por expertos en la
materia)… bastaba con hacerles creer que ellos eran quienes escogían y elegían
al chofer… que cada cierto tiempo estaría en sus manos decidir de quien sería
el próximo chofer que llevaría al
camión, con todos ellos en el, hacia el bienestar y la felicidad.
Quizás, alguno que otro, podría oler la trampa… algún
descarriado líder carismático y populista (a la usanza del último en fecha, el
persistente e impertinente AMLO) podría surgir… pero sabiendo utilizar como
debe de ser las numerosas artes de la manipulación y, de ser necesario, las
infinitas modalidades del fraude (mas considerando que pronto será sin duda
posible que la electrónica y la computación sustituyan a las obsoletas urnas y
papeletas así como el antediluviano conteo manual voto por voto), no
representaría un mayor problema.
¿Entendieron?... ¡Cómo no!... ¿Cuándo empezamos?...
hoy mismo (porque esperar a mañana), en estas próximas elecciones.
Y todos vivieron felices para siempre… este cuento se
acabo… hasta el próximo… cuya primera pagina leeremos dentro de seis años… con
un extraño pero conocido olor a recalentado… diciéndonos, como que esta
película ya la vimos.
Para entonces ya veremos… si me toca a mi… o si te
toca a ti… pero eso sí, sin que jamás le toque a él.
PD: como se habrán podido dar cuenta, la actualización
perdió mucho de sus visos de cuento… es que, hoy, la realidad es demasiado
abrumadora para que me resultara posible seguir a la letra con este artificio.
PD legaloide: acabo de ver la conferencia de prensa
que dio AMLO esta tarde del 2 de julio. Una vez más insiste en que canalizara
toda su inconformidad respetando los tiempos y las formas de la legalidad… que
antes, durante y después del proceso electoral esta fue descaradamente quebrantada,
vulnerada, violada.
No tengo la menor duda de que así fue… pero… ¿ignora
AMLO que la legalidad está hecha para quienes ejercen el poder, para su propio
beneficio… y que su principal finalidad… no es como nos lo presentan resolver
los conflictos de manera civilizada (el tan cacareado estado de derecho)… sino
asegurar, garantizar, las condiciones que hagan posible que quienes detentan el
poder sigan detentándolo ad eternum y que quienes lo ejercen puedan continuar
poniendose al servicio de quienes lo detentan?
Una vez más, mucho me temo que toda la inconformidad
se agote en una inútil lucha legaloide.