PODER versus DOMINACION
En estos días, junto con la llegada de la primavera, arranco la segunda etapa de “La Otra Campaña”. Mucha de la “gente de izquierda” (de los que se autocalifican como tal) con la que estoy en contacto, nunca entendió esta “estrategia” (ni su razón de ser, ni su accionar, ni mucho menos sus tiempos), como no entendió los “arteros ataques” a su candidato, como no entiende hoy el “silencio” del EZLN frente a la política de quien(es) ejerce(n) la representación de los intereses de quienes detentan (mejor dicho, monopolizan) el poder. No tengo la menor duda de que hace algunas décadas muchos, desde la izquierda, hubiesen tildado a los zapatistas y su “sospechoso” Sub de “aliados objetivos de la reacción”. Vocabulario hoy en desuso pero no así el concepto.
A mi entender (iba a decir “si es que entiendo”, aunque al tratarse de “mi” entender, esta acotación es irrelevante dado que no pretendo ni a la sabiduría ni a la verdad y mucho menos a que una supuesta sabiduría, cualquiera que esta sea y provenga de quien provenga, pueda pretender a la verdad) la respuesta más sencilla a esta incomprensión e inquietud se puede dar en una sola palabra: CONGRUENCIA.
Desde su surgimiento en 1994 el EZLN ha dejado muy claro que su hacer no se inscribe en el plano institucional de la lucha por el poder, entendido este como “poder separado”, es decir como una estructura instrumental exterior a la comunidad (entendida esta como el conjunto de los individuos autodeterminados que la conforman), que instituye y permite el ejercicio de la dominación.
Vale la pena, es necesario, es importante, aclarar que por lo general (incluso en los medios libertarios) se sataniza El Poder al dotarlo de mayúsculas, cuando antropológicamente se podría decir que este es constitutivo del ejercicio de la libertad del ser humano como individuo (en el sentido de la posibilidad de elección entre diferentes comportamientos) en sus relaciones con los otros hombres (las relaciones “secundarias” con la naturaleza y los objetos siendo determinadas por la relación cultural “primaria” con los demás seres humanos), las cuales vans dando forma al espacio/tiempo social. El poder, sin mayusculas, es la posibilidad para el individuo de participar en la producción de las normas (creándolas, aplicándolas y haciéndolas respetar) y la multiplicidad de formas organizativas y organizadas que regulan la vida de la comunidad humana en la cual este se encuentra viviendo. Por lo cual, el ejercicio de esta libertad es el que en una muy gran medida permitirá al ser ejercer su humanidad pasando del vivir al existir.
Pero para que así sea, el acceso a esta posibilidad (este poder) de creación y regulación debe de ser igual para todos. Un acceso al poder igual para todos los miembros de la comunidad es la primera e ineludible condición de una libertad igual para todos. De no ser así se “instituye” entonces una relación de dominación, una relación de mando/obediencia en la cual quien manda detiene la posibilidad de regular el comportamiento de quien obedece. Entonces la norma no es respetada sino impuesta por una parte, generalmente muy minoritaria, de la comunidad, en una cadena jerárquica de subordinación. Minoría privilegiada que detenta la dominación y se reserva para si el control del proceso de producción de la sociabilidad, negándoselo a los demás. En ultima instancia, negándoles su existencia, su humanidad misma.
De ahí el ¿concepto? (¿la practica?) del “mandar/obedeciendo” del EZLN.
Para los zapatistas no se puede tratar de intervenir en la esfera del poder institucionalizado, jugar en la cancha de los de “arriba” conforme a las reglas de estos, sino de acompañar a los de “abajo”, los que no cuentan, no existen. La clase media, igualmente desprovista de poder, igualmente sometida (incluyendo quienes leemos La Jornada o Proceso) puede tener la ilusión de ser considerada, tomada en cuenta por quienes si detentan el poder y ejercen la dominación, pero nunca lo serán en función de sus intereses ni mucho menos como actores, sino únicamente como instrumentos, espectadores, integrantes pasivos de una abstracta entidad denominada “opinión publica” cuya única razón de ser es legitimar la instrumentación de las políticas impuestas mediante el supuesto consentimiento de las mayorías… el cual no es mas que su servil sometimiento. Nunca se insistirá demasiado en el carácter sumamente nefasto de la falacia que es cualquier pretensión a ¿vivir? en una supuesta democracia.
Se insiste en el termino “acompañar”.
No se trata de “llevar la buena palabra” a los sin voz, de abrirles los ojos, de hacerles “tomar conciencia” de su situación… de sobra la conocen, la viven, la soportan. Como tampoco se trata de pretender fomentar y/o organizar cualquier movimiento insurreccional. Si toda estructura de “poder separado” es por esencia la institucionalización de la dominación (de la dictadura más feroz a la pretendida democracia) toda pretensión en ser una vanguardia inocula el veneno de la sumisión. Cuando mucho se puede intentar despertar el interés por comprender, sembrar la semilla de la inconformidad, prender la mecha de la resistencia… hasta ahí… y es mucho… muchísimo… querer ser sujeto y no objeto… querer dejar de sobrevivir para existir… ¡querer!
Lo demás vendrá o no vendrá, sucederá o no sucederá, pero para que la resistencia y la insurrección desemboquen en la autoconstrucción de una comunidad cuyos integrantes detentan todos el poder por igual, es condición sine qua non que el movimiento que lleve a este resultado se construya sobre la base de una permanente dialéctica entre la espontaneidad y la autoorganización de quienes en este participen.
A mi entender (iba a decir “si es que entiendo”, aunque al tratarse de “mi” entender, esta acotación es irrelevante dado que no pretendo ni a la sabiduría ni a la verdad y mucho menos a que una supuesta sabiduría, cualquiera que esta sea y provenga de quien provenga, pueda pretender a la verdad) la respuesta más sencilla a esta incomprensión e inquietud se puede dar en una sola palabra: CONGRUENCIA.
Desde su surgimiento en 1994 el EZLN ha dejado muy claro que su hacer no se inscribe en el plano institucional de la lucha por el poder, entendido este como “poder separado”, es decir como una estructura instrumental exterior a la comunidad (entendida esta como el conjunto de los individuos autodeterminados que la conforman), que instituye y permite el ejercicio de la dominación.
Vale la pena, es necesario, es importante, aclarar que por lo general (incluso en los medios libertarios) se sataniza El Poder al dotarlo de mayúsculas, cuando antropológicamente se podría decir que este es constitutivo del ejercicio de la libertad del ser humano como individuo (en el sentido de la posibilidad de elección entre diferentes comportamientos) en sus relaciones con los otros hombres (las relaciones “secundarias” con la naturaleza y los objetos siendo determinadas por la relación cultural “primaria” con los demás seres humanos), las cuales vans dando forma al espacio/tiempo social. El poder, sin mayusculas, es la posibilidad para el individuo de participar en la producción de las normas (creándolas, aplicándolas y haciéndolas respetar) y la multiplicidad de formas organizativas y organizadas que regulan la vida de la comunidad humana en la cual este se encuentra viviendo. Por lo cual, el ejercicio de esta libertad es el que en una muy gran medida permitirá al ser ejercer su humanidad pasando del vivir al existir.
Pero para que así sea, el acceso a esta posibilidad (este poder) de creación y regulación debe de ser igual para todos. Un acceso al poder igual para todos los miembros de la comunidad es la primera e ineludible condición de una libertad igual para todos. De no ser así se “instituye” entonces una relación de dominación, una relación de mando/obediencia en la cual quien manda detiene la posibilidad de regular el comportamiento de quien obedece. Entonces la norma no es respetada sino impuesta por una parte, generalmente muy minoritaria, de la comunidad, en una cadena jerárquica de subordinación. Minoría privilegiada que detenta la dominación y se reserva para si el control del proceso de producción de la sociabilidad, negándoselo a los demás. En ultima instancia, negándoles su existencia, su humanidad misma.
De ahí el ¿concepto? (¿la practica?) del “mandar/obedeciendo” del EZLN.
Para los zapatistas no se puede tratar de intervenir en la esfera del poder institucionalizado, jugar en la cancha de los de “arriba” conforme a las reglas de estos, sino de acompañar a los de “abajo”, los que no cuentan, no existen. La clase media, igualmente desprovista de poder, igualmente sometida (incluyendo quienes leemos La Jornada o Proceso) puede tener la ilusión de ser considerada, tomada en cuenta por quienes si detentan el poder y ejercen la dominación, pero nunca lo serán en función de sus intereses ni mucho menos como actores, sino únicamente como instrumentos, espectadores, integrantes pasivos de una abstracta entidad denominada “opinión publica” cuya única razón de ser es legitimar la instrumentación de las políticas impuestas mediante el supuesto consentimiento de las mayorías… el cual no es mas que su servil sometimiento. Nunca se insistirá demasiado en el carácter sumamente nefasto de la falacia que es cualquier pretensión a ¿vivir? en una supuesta democracia.
Se insiste en el termino “acompañar”.
No se trata de “llevar la buena palabra” a los sin voz, de abrirles los ojos, de hacerles “tomar conciencia” de su situación… de sobra la conocen, la viven, la soportan. Como tampoco se trata de pretender fomentar y/o organizar cualquier movimiento insurreccional. Si toda estructura de “poder separado” es por esencia la institucionalización de la dominación (de la dictadura más feroz a la pretendida democracia) toda pretensión en ser una vanguardia inocula el veneno de la sumisión. Cuando mucho se puede intentar despertar el interés por comprender, sembrar la semilla de la inconformidad, prender la mecha de la resistencia… hasta ahí… y es mucho… muchísimo… querer ser sujeto y no objeto… querer dejar de sobrevivir para existir… ¡querer!
Lo demás vendrá o no vendrá, sucederá o no sucederá, pero para que la resistencia y la insurrección desemboquen en la autoconstrucción de una comunidad cuyos integrantes detentan todos el poder por igual, es condición sine qua non que el movimiento que lleve a este resultado se construya sobre la base de una permanente dialéctica entre la espontaneidad y la autoorganización de quienes en este participen.
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